jueves, 27 de septiembre de 2007

Yo también quiero ser un poeta real visceralista

Patricio Navia
New York, Octubre, 1999










Hoy terminé de leer la última novela de Bolaño. Acabo de terminar y hacía meses, hacía muchas novelas, que no me sentía con la obligación de correr a escribir mi respuesta. Hoy, 31 de octubre, Halloween, las calles de Washington Square siguen plagadas de turistas disfrazados. Es como el carnaval de Río, pero con menos sexo, cuando termina el otoño. Yo quiero ser un poeta real visceralista y salir con mis amigos a comer en Nueva York la noche de Halloween.

Bolaño consume 600 páginas con una narrativa amena, cargada de odios, sexo, amistad, sensacionalismo y poesía. Los narradores cambian y las historias de a ratos se antojan inconexas y tal vez irrelevantes. Pero la hebra -debo a una mujer de ojos verdes el uso de esta palabra- fundacional de la novela es la soledad. García Madero está solo. Todos los poetas real visceralistas están solos. Desde Rayuela que no sentía tan seductora la soledad. María Font es como la Maga. De a ratos su hermana, Angélica Font, es como la Maga. Hay Maga para todos. Igual que en Rayuela, aunque Bolaño no lo hace explícito, uno puede leer la novela en cualquier orden, saltarse capítulos o simplemente olvidarse de secciones completas. Igual terminamos seducidos por el real visceralismo.

No conozco a Bolaño. Recuerdo haber visto una foto suya en alguna revista. Creo que es Chileno. Al menos su novela la encontré en la sección de literatura chilena. Pero no hay garantías. A Jodorowsky lo he visto en la sección de mexicanos en ciertas bibliotecas. Y a Bernardo Navia, ¿en que país lo tendré que buscar? En los días que me consumía la novela, murió Rafael Alberti, un poeta. Yo quiero ser poeta. Pero de los real visceralistas.

Presentada como una serie de anotaciones en un diario de vida, y por pequeñas y cortas invasiones en el fluir de conciencia de diversos personajes, Bolaño construye una narrativa que sorprende por su agresividad, simpleza y capacidad de seducción. Con una inocencia aparente que molesta, a ratos desaparecen los personajes y su ausencia los hace necesarios. ¿Qué pasa con García Madero? ¿Dónde se ha ido?

Bolaño demuestra un capacidad cautivante de entender, o inventar, los desvaríos de jóvenes poetas mexicanos que quieren matar a Octavio Paz, el padre. Y no obstante, el único padre que aparece en toda la novela, Quim Font, es un tipo genial, el suegro ideal.

Hay novelas que al leerlas se evidencian como inolvidables. Hay personajes que escapan a las páginas del libro y nos acompañan en ciertas jornadas de la vida. En la literatura nacional, pocos han logrado inventar esos personajes que en ocasiones se antojan más grandes que la novela misma. Pablo Martel, la Maga, el Coronel Aureliano Buendía son ese tipo de personajes. En Chile, los novelistas han sido mejor cuentistas que forjadores de personajes. Desde José Donoso hasta nuestros días, la narrativa chilena pesa más por las historias que por los personajes que nos entrega. ¿Quién sabe el nombre de los personajes del Obsceno pájaro de la noche? Ni aún la generación más reciente logra construir personajes que vivan más allá de la novela. ¿Cuándo nos encontramos con el vendedor de armas de La ciudad anterior? Y ¿dónde está el chico Mala Onda de Fuguet?

Bolaño inventa un grupo de real visceralistas que uno llega a querer y odiar. Con los poetas se solidariza y con las hermanas Font se quiere ir a la cama. Uno de estos días me voy a encontrar a Ulises Lima, el padre del real visceralismo, en alguna calle de Nueva York y le voy a exigir que me hagan parte de su club, que yo soy un poeta real visceralista más.