domingo, 27 de enero de 2008

2666: Excepcional

por Verónica San Juan









Quien desconfíe de las adaptaciones teatrales, puede estar tranquilo: el trabajo de dramaturgia de 2666 ha sido hecho por dos cabezas pensantes, los españoles Pablo Ley y Alex Rigola. Quien no haya leído la novela póstuma de Bolaño puede confiar, ya que esas cabezas urdieron todo tan bien que nadie será impactado por la escenificación de un intríngulis literario. Y quien desconfíe de su capacidad para sobrellevar cinco horas de espectáculo, puede revertir sus aprehensiones: esta obra no deja de palpitar y va contagiando la vehemencia de sus narraciones y la movilidad de su andamiaje estético.

La coproducción del Teatre Lluire de Barcelona y del Teatro Cuyás de Gran Canaria, dirigida por Rigola, es el gran acierto del Festival Internacional Teatro a Mil, cuyos organizadores apostaron por hacer un tributo a Roberto Bolaño, programando un montaje perfecto en su concepción circular y extraordinario en la calidad de las actuaciones, especialmente de Xavier Ruano.

Cada uno de los cinco fragmentos de la obra es una pequeña maquinaria que deja entrever un planificado diseño. Así, en La Parte de los Críticos, se opta por una especie de relatoria que resume los vínculos de un cuarteto de seguidores del escritor Benno von Archimboldi, decididos a dar con su paradero, aunque sea en Santa Teresa (Ciudad Juárez), el territorio del femicidio en México. Y de ahí, La Parte de Amalfitano, un filósofo chileno que se llega a radicar a Santa Teresa, en una casa donde el patio amarillento rezuma el aplastante calor de una metrópolis moribunda.

La Parte de Fate se adentra en los códigos de personajes oscuros de la urbe mexicana, con una delirante y bailable escena nocturna. La verborrea machista disparada por un grupo de policías y la larga nómina de mujeres asesinadas (un registro visual de la locura) marca La Parte de los Crímenes, la más violenta y la más poética también. Las imágenes y los relatos de La Parte de Archimboldi concentran buena parte de las tragedias del siglo XX.

Al abandonar la sala de Matucana tras cinco horas queda la sensación de que Santa Teresa (o Ciudad Juárez), está demasiado cerca de cualquier esquina.