sábado, 20 de septiembre de 2008

“La literatura es un oficio peligroso”. Entrevista a Roberto Bolaño

por Patricio Pron
El País, Montevideo. 23.02.2001





El reciente lanzamiento de Estrella distante en el mercado alemán llevó a Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953) a una gira de lecturas que fue precedida por un largo artículo en Der Spiegel, uno de los semanarios más influyentes del país, en el que se narraba su viaje a Chile luego de largos años de no pisar el país y se lo mostraba como una especie de abanderado de la lucha contra Pinochet, un combatiente callejero en las difíciles jornadas del golpe de Estado en 1973 y un infatigable luchador contra el nazismo. En realidad Bolaño sí estuvo en Santiago en los días del golpe y fue detenido pero poco después retornó a México, donde editó algunos libros de poesía como Reinventar el amor y Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego. En 1977 se mudó a Blanes, el pueblo de la Costa Brava cercano a Barcelona donde todavía vive, y en sus palabras malvivió "de cuanto concurso de provincia hubiera y, por supuesto, haciendo los trabajos de los sudacas: vigilante nocturno, cosechero". En 1984 publicó con Antoni García Porta Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, al que siguieron su primer libro publicado en Chile, La pista de hielo (1993), Premio Ciudad de Alcalá de Henares, La senda de los elefantes (1994), Premio de Novela Corta Félix Urabayen, y La literatura nazi en América (1996), un inteligente ejercicio de escritura en torno a la vida de algunos esperpénticos derechistas latinoamericanos, muchos de ellos bastante más verosímiles que los reales que fueron su modelo. El libro —al que la crítica calificó de "novela sorprendente e imaginativa"— le abrió las puertas del mercado español, y lo siguieron Estrella distante y Llamadas telefónicas (1997), Talismán (1998) y Los detectives salvajes (1999), que ganó primero el Premio Herralde y luego el Rómulo Gallegos. En Alemania Bolaño usufructuó los dones de Der Spiegel hablando tanto de literatura como de política interna chilena, o del nazismo. Frente a los pedidos de que definiera qué es en su opinión un nazi, su paráfrasis de Gertrude Stein de que "un nazi es un nazi" causó perplejidad. Este reportaje fue concedido al acabar su lectura en la ciudad de Göttingen, luego de que escritor y público soportaran una horrorosa traducción, y fue completado por correo electrónico.



La hostilidad

En Der Spiegel dicen que luego de muchos años de indiferencia en Chile han comenzado a amarlo luego de que ganara el Premio Rómulo Gallegos.
En realidad la relación con Chile es mucho más compleja. Ellos consideran que yo soy español, lo cual no sería tan grave si no fuera porque los españoles consideran que soy mexicano y los mexicanos que soy chileno. Es un pequeño problema, pero además sucede que detesto las parcelas nacionales, sobre todo las latinoamericanas, que tienen un tufo provinciano inaguantable. La relación entre la literatura chilena y yo siempre ha sido un poco difícil, ellos no me consideraban chileno y tal vez yo a ellos no los consideraba escritores. Tengo la vaga impresión de que para algunos escritores chilenos mi trabajo es algo molesto, o que al menos a ellos les molesta, así que cuando pienso en mi obra me considero, si acaso, como parte de algo que tal vez sea una nueva narrativa latinoamericana. Y conste que sólo digo "tal vez". En cuanto a la nueva narrativa chilena sólo puedo decir que en modo alguno es nueva y en ocasiones ni siquiera llega a narrativa.

Pese a que comenzó a editar en 1976, el primero de sus libros publicado en Chile fue La pista de hielo en 1993. En 1996 La literatura nazi en América no fue reseñada por los principales diarios. En algún reportaje sostuvo que "Chile es un país hostil a la literatura". ¿Por qué?
La literatura nazi en América fue publicada por una editorial española y llegó a Chile tal como llegan los libros extranjeros que no son bestsellers, es decir, sólo unos pocos ejemplares que al cabo de un tiempo estaban agotados. Sobre la hostilidad chilena a la literatura: no creo que sea mayor, ni menor, a la que se percibe en el resto de Latinoamérica, en donde los escritores son vistos como elementos subversivos hasta que no prueban lo contrario, cosa que la mayoría de los escritores no tardan en hacer con un esfuerzo digno de mejor causa. En Latinoamérica se piensa en los escritores como elementos subversivos o maricones, drogadictos y mentirosos. En el fondo probablemente sea eso lo que somos.


La autobiografía

En las escasas obras en que no asume la voz del narrador, algunos cuentos de Llamadas telefónicas o en Amuleto, introduce a Arturo Belano, que funciona como su alter ego. ¿En qué punto entra la autobiografía en su obra?
Es que esa es para mí una contradicción permanente. Yo quisiera ser un escritor frío distante y al final, pese a que lo intento, no puedo. Pero en última instancia mi obra —si es que el conjunto de mis libros puede ser llamado así— no tiene nada de autobiográfico porque la verdad es que no me gusta la literatura autobiográfica, los libros de memorias, todas esas cosas perfectamente inútiles, salvo tres o cuatro excepciones. Quiero decir: no me gusta la literatura que se sustenta sólo en lo autobiográfico sino la literatura que se sustenta en su forma para producir otra cosa.

En cualquier caso, y hablando de biografía, podría contar por qué volvió a Chile en 1973…
Es simple: a los veinte años volví a Chile sólo a hacer la Revolución, porque yo era troskista, y me encontré con los últimos meses del gobierno de Allende, que fueron espantosos. En realidad tampoco me hacía muchas ilusiones, era ingenuo pero no esperaba la revolución suprema de los hombres puros ni nada de eso. Luego del golpe decidí salir de Santiago y en la carretera me detuvieron. Naturalmente me asusté. Pensé "estoy frito, me matan". Me vinieron a buscar y me llevaron a la comisaría y en ella había otro teniente que era todo lo contrario al que me había detenido, razonable, y se dio cuenta de que yo de terrorista no tenía nada, que tampoco era extranjero y que no había hecho nada. En un mismo día pasé por Carabineros, pasé por otro sitio, no recuerdo bajo qué órdenes estaba y, al final, terminé en la policía de investigación. Y tuve mucha suerte porque me sacaron de la cárcel dos policías, que habían sido compañeros míos del colegio. Salí a los ocho días porque estaban estos dos allí; si no me hubiera podido pasar un mes o dos. Pero un día voy y me encuentro a un detective que dice: "¿No te acuerdas de mí? Soy tu compañero". Yo no me acordaba de nada.

En el reportaje de Lateral decía que luego del golpe "no encontraban una pared donde apoyarse", una imagen complementaria de la del final de Amuleto. ¿Sigue pensando eso? ¿Es doloroso para usted ese pasado militante? Usted ha dicho que no escribiría "La literatura bolchevique en América". ¿Por qué?
Por una razón obvia: para mí los bolcheviques no pueden ser comparados con los nazis. Sobre la pared donde apoyarse, bueno, sigo sin encontrar una pared donde apoyarme y me alegra, en los momentos de exaltación, de que así sea: me acostumbré a trabajar en la intemperie y ya es demasiado tarde para cambiar. Además, soy muy supersticioso, supersticioso en las cosas pequeñas, sin importancia, y ponerme a trabajar a estas alturas en la torre de marfil me traería mala suerte. Yo trabajo en la torre de madera, con ruedas, en la torre de asalto. O a pie y completamente solo. Aunque esto suena más bien pretencioso, de hecho es pretencioso. Digamos entonces que yo creo que trabajo relativamente solo. En la fragilidad y en los límites.

¿Por qué la extrema derecha se presta mas a esos ejercicios literarios que la extrema izquierda?
La verdad es que no creo que haya nada sagrado. No escribiría "La literatura bolchevique en América", pero al mismo tiempo creo que todo es satirizable.


Los libros

En La literatura nazi en América hay menos derechistas chilenos que argentinos pero son mas brutales. ¿Por qué razón?
No lo sé. Probablemente porque la literatura argentina es mucho más rica que la chilena.

El apellido del personaje de Estrella distante, Carlos Wieder, significa en alemán "otra vez". ¿Cree que la amenaza que representa ese apellido es una realidad para Chile y el resto América Latina?

Wieder es el mal absoluto o el intento de acceder a ese absoluto, y en ese sentido es una amenaza para todo el mundo, una amenaza con la que el mundo vive desde siempre. Estrella distante es una novela que intenta aproximarse al mal absoluto pero su escritura fue feliz, es decir que me lo pasé muy bien escribiéndola, tal vez es la novela en donde más me he divertido.

¿Amuleto es el intento de narrar la historia de su generación?
Sí. Formalmente es un monólogo, la historia de una uruguaya de unos cincuenta años de edad que vive en México y que repasa algunas escenas de su vida. Ella es como la testigo amnésica de un crimen que intenta recobrar la memoria, así que en ese sentido actúa también como una metáfora: los latinoamericanos hemos presenciado crímenes que luego hemos olvidado.

¿Y "Sabios de Sodoma", el libro que anuncia para este año?
Bueno, de momento son catorce cuentos. Uno de ellos relata un vagabundeo por Francia y Bélgica. Otro un viaje por el estado de Durango en 1976. Otro la historia de un campesino adolescente de Irapuato, una especie de Rimbaud. Hay un cuento que se llama "Laberinto" y que está construido como un laberinto. El cuento que da título al libro, "Sabios de Sodoma", trata sobre la visita de Naipaul a Buenos Aires.

Muchos de sus personajes están desplazándose continuamente, llevando una vida nómade. En ese sentido Arturo Belano y Ulises Lima, los protagonistas de Los detectives salvajes, son ejemplares.
La verdad es que no sé a qué se debe. Hay un cuento que aún no he escrito y que se llama "Las jornadas del caos", en donde Arturo Belano viaja a Berlín a buscar a su hijo de quince años que ha desaparecido allá durante las llamadas "jornadas del caos", una celebración anual que hacen los anarquistas, los okupas y los punks. Belano ya es un tipo mayor, que vive tranquilo leyendo y escribiendo y que ya no quiere viajar más. Y justo cuando parece que ha encontrado la calma o la paz o como se llame, su hijo se larga a las jornadas del caos y se pierde y él tiene que tomar un avión e ir a buscarlo. Es como si fuera su destino, como si los viajeros no pudieran dejar de viajar.

En más de una ocasión usted ha hecho mención a que su obra tiene "sombra literaria". ¿A qué se refiere? ¿Se trata de un trabajo con los géneros?
En mi caso lo primero es la trama pero lo que importa de verdad es la forma de lo que escribo. Amuleto, por ejemplo, creo que es un libro bastante difícil. Monsieur Pain, por el que siento un gran cariño, es más sencillo aunque su escritura le debe mucho más a la novela del siglo XIX que a la del XX. Esa es la "sombra literaria" a la que me refiero, es la influencia de escritores que admiro: Marcel Schwob, Alfonso Reyes, Nicanor Parra, Jorge Luis Borges y Ramón López Velarde.


Los premios

Muchos libros suyos tienen premio. En uno de los relatos de Llamadas telefónicas, "Sensini", el protagonista vive de los concursos españoles de provincias. ¿Qué opina de ellos? Y una pregunta complementaria, ¿por qué en su obra hay una resistencia tan fuerte hacia el mercado editorial?
Los concursos de cuarta división me proporcionaron dinero en una época bastante mala de mi vida en que era más pobre que una rata, así que yo les estoy eternamente agradecido. Sobre el mercado editorial, bueno, yo creo que es una estafa: un montón de analfabetos funcionales comprando libros de algunos necios. Lo que hoy se entiende por literatura o por mercado editorial es una estafa disfrazada de intenciones políticamente correctas. No tiene nada que ver con la literatura.

En "Sensini" es obvia además la referencia a Antonio Di Benedetto.
Es que yo soy un lector de escritores argentinos, como casi todos los de mi generación, y conozco bastante bien la literatura argentina, aunque en este cuento el homenaje sea sólo para Di Benedetto. El héroe de ese cuento es él y nadie más. Entre otras cosas porque la anécdota del principio, cuando el narrador y Sensini coinciden en el mismo premio literario, es estrictamente cierta. Di Benedetto obtuvo la primera o la segunda mención —no el primer premio— en un concurso de cuentos realizado en Valencia, y yo me saqué la tercera mención. Coincidir con él en esa intemperie para mí fue un honor. Mira, lo que sucede con los concursos es que no cambian nada y no son auténtica literatura. En estos años lo que cambió con ellos, sobre todo con el Rómulo Gallegos, es que antes no tenía dinero y ahora tengo bastante más, antes no tenía ni un solo lugar donde publicar y ahora puedo publicar en muchas partes. El resto, lo esencial, no lo han cambiado: sigo enfrentándome al oficio de escribir con la misma alegría que antes, con el mismo asombro; sigo leyendo con la misma curiosidad y con el mismo placer; sigo creyendo como entonces que la literatura es un oficio peligroso. No un deporte peligroso ni un entretenimiento peligroso sino un oficio peligroso, en donde entramos voluntariamente o por azar, un cuarto oscuro o un estadio oscuro lleno de animales salvajes. Y es bueno que sea así. En cualquier caso, si estás en la literatura de verdad, es inevitable.

El Rómulo Gallegos lo ganó en 1999 por Los detectives salvajes. Le dieron sesenta mil dólares, un diploma y una medalla de oro. ¿Qué hizo con el diploma?
Carolina lo enmarcó y luego lo tiró en un rincón de la casa.