domingo, 8 de marzo de 2009

El archivo de Roberto Bolaño contiene dos novelas inéditas

por Josep Massot
La Vanguardia, Barcelona. 07.03.2009





La primera vez que Roberto Bolaño escribió el nombre de Benno von Archimboldi fue en 1988, en Blanes, donde vivía como escritor inédito, a la edad de 35 años. Es el inicio de la trama de la novela 2666,publicada tras su muerte, pero el escritor chileno tenía en la cabeza un universo narrativo en el que más que de títulos individuales puede hablarse de una obra total. Una obra que ahora se recibe con entusiasmo febril en EE. UU., Gran Bretaña, Francia, Alemania o Italia, y que le ha convertido en nueva referencia internacional de las letras hispanas.



Bolaño falleció el 14 de julio del 2003. Cinco años después, el enorme puzzle que constituye su archivo empieza a revelar sus tesoros. Su legado es el espejo de quien siempre escribía varias historias a la vez y desplegaba y replegaba sus relatos como cajas chinas, estructuras en vórtice, relatos yuxtapuestos. Hay notas manuscritas con los personajes que quince años más tarde emergerían en 2666. Y poemas que coinciden con sus narraciones, como "El Gusano" de Llamadas telefónicas. También hay diarios -de México, de Barcelona-, en cuyas hojas casi siempre aparecen operaciones aritméticas, quizás su contabilidad del número de líneas escritas o por escribir, y junto a anotaciones y reflexiones, la anotación de su menú del día.

Además de El Tercer Reich, la novela inédita anunciada por el agente Andrew Wylie, hay otras dos novelas, Diorama y Los sinsabores del verdadero policía o Asesinos de Sonora. El estudio del archivo Bolaño se realiza a efecto de catalogación e inventario y el único texto sobre el que existe por ahora la decisión de publicación es El Tercer Reich, inspirado en uno de esos wargames por los que Bolaño tenía -según confesión propia- una inexplicada debilidad. El escritor solía escribir primero a mano y después pasaba el texto a máquina. En 1995 se compró su primer ordenador y antes de morir llegó a tiempo de transcribir en formato digital unas 60 páginas de las 350 mecanoscritas, lo que indica su voluntad de dar por concluida la novela.

Sucede en la Costa Brava, donde Udo Berger, campeón de juegos de rol alemán, tras cruzarse con personajes siniestros, libra una partida a muerte con el enigmático y desfigurado Quemado.

El futuro del archivo, un mar de libretas y cuadernos de todos los tamaños, una vez inventariado, será seguramente una universidad. Adentrarse en sus páginas requiere la paciencia del paleólogo o del domador de pulgas. El estudioso recogerá algunas perlas. Por ejemplo, Bolaño fue vigilante del camping Estrella de Mar y soñaba (Diorama) la historia del vigilante nocturno de una sala de cine frecuentada por un público de tercera edad y cuyo propietario sentía el aliento de la mafia tras de él. El autor, que no empezó a publicar hasta los 44 años, escribía, desesperanzado: "Estoy seguro de que moriré inédito".

Borges decía que el escritor que no publica está condenado a reescribir siempre el mismo libro y Bolaño acumulaba material narrativo, con tramas que se van metamorfoseando continuamente. De uno de los legajos con una ingente cantidad de folios (Los sinsabores...) salieron ni más ni menos que Estrella distante, Los detectives salvajes y las cinco novelas de 2666. Entre el laberinto de borradores, hay una versión más reducida de Los detectives salvajes y un bloque homogéneo, que podría considerarse la sexta novela de 2666. El escritor dejó en una nebulosa por qué Amalfitano, el especialista en la obra de Benno von Archimboldi, abandonó Barcelona para ir a dar clases al fin del mundo, a Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez), "un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento". En el mecanoscrito hallado ahora se desvela el misterio de su fuga, un motivo sorprendente que explica muchos cabos sueltos del personaje, y que adquiere, así, a la luz de este texto, nueva dimensión.

Entre los papeles, destacan por su abundancia los poemas inéditos dejados por el escritor. Bolaño fundó en México, entre 1975 y 1976, antes de trasladarse a Barcelona, el movimiento infrarrealista. El texto de presentación del grupo, "Déjenlo todo, nuevamente". Primer Manifiesto del Movimiento Infrarrealista, fue obra del escritor chileno, con tono de posvanguardia y anunciando ya su realismo visceral: "Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria cultural, a la que lo mismo da servir de conciencia o culo de la clase dominante", y donde el poeta es "héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio del bosque", pues "soñamos con utopía y nos despertamos gritando". Otra parte del archivo la forman los diarios. Los más importantes son los que abarcan hasta 1980, momento en que Bolaño se traslada de Barcelona a Girona y después a Blanes.

La caja que contenía los manuscritos antiguos quedó olvidada y sólo ha sido abierta ahora para el inventario. Muestran que la capacidad creativa de Bolaño era pasmosa: escribió desde textos sobre una virgen ninfómana de Barcelona hasta una sátira desternillante con el torero Fran Rivera como personaje.

El escritor tenía un inmenso orgullo literario -no confundir con vanidad-, una férrea confianza en sí mismo, asombrosamente llevada al límite en condiciones adversas. Fue un chileno de pelo greñoso que vendía bisutería para turistas en Blanes y que, aún sin obra publicada, tenía la osadía de despreciar no sólo a los literatos establecidos en su oficio como en una carrera burocrática o como competidores para encaramarse a las listas de más vendidos, sino que marcaba distancias con los grandes de la generación anterior. Siempre respetó a Cortázar, Borges y Bioy, y aun reconociendo, como lector, la grandeza del García Márquez de El coronel no tiene quien le escriba o de la catedral literaria de Vargas Llosa, su necesidad de encontrar la audacia y la inventiva para distanciarse de los escritores del boom le hacía decir, como boutade, frases de este tenor: "García Márquez a mí cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones". En busca de su madre fue Bolaño a Barcelona en 1977, después de descartar Suecia. Quería salir de México para huir de un mal de amores -una de sus constantes- y despedirse del continente. Había nacido en Santiago de Chile en 1953 y su familia le llevó en 1968 a México. Cuando triunfó la revolución de Allende recorrió América, por tierra, desde México a Santiago, para llegar en la víspera del golpe de Estado de Pinochet. Le detuvieron al distinguir la policía su cartuchera, pero se salvó gracias a que en comisaría se encontró a dos condiscípulos de Cauquenes. Regresó a México, donde fundó el grupo infrarrealista. Y sufrió el desengaño amoroso que le llevó a España.

En Barcelona vivió un tiempo en la entonces llamada avenida José Antonio, antes de mudarse a un cuchitril sin ducha cerca de la calle Tallers y del bar Céntrico, donde colaboraba con Antoni G. Porta en La Cloaca. En 1981 conoció en Girona a la que sería su mujer, Carolina. Sin más referencias uno del otro que comentarios de amigos comunes, la paró en la calle y, sin más, la invitó a cenar aquella misma noche, sirviéndose de esa seducción de romanticismo apasionado mezclado con un humor disparatado que caracterizaba a Bolaño. Al cabo de unos meses, ya salían juntos. En 1983, la madre de Bolaño, Victoria Ávalos, montó en Blanes una tienda de bisutería para turistas y Carolina obtuvo un puesto en los servicios sociales del Ayuntamiento. El escritor pudo dejar sus múltiples empleos para escribir. Lo hacía a diario con suma dificultad, de noche, durmiendo de día. Dejaba, ya al alba, una nota con alguna frase y su cosecha nocturna, unas desalentadoras escasas líneas. Todo cambió cuando envió el manuscrito La literatura nazi en América a varias editoriales de Barcelona. Ya la había aceptado Seix-Barral, cuando llegó una nota de Jorge Herralde interesándose por publicar la novela en Anagrama. Bolaño se sacó de la manga otro texto, escrito en tres semanas, extraído del último capítulo de La literatura nazi…, que tituló Estrella distante. A partir de entonces, las notas que Bolaño iba dejando cuando se retiraba a dormir fueron creciendo: en lugar de unas pocas líneas, varias páginas, 6, 9, 13, por noche.

Así fue como Bolaño fue forjando su literatura, una forma de narrar en la que se funden alta y baja cultura, la ficción con la realidad, y el amor, el humor, la muerte, la esperanza, el absurdo, la lucha humana por vivir, el compromiso o la pervivencia de un secreto. Todo eso se entremezcla con estructuras narrativas y puntos de vista yuxtapuestos, en los que, si hay una intransigencia, es con quienes traicionan la literatura, artistas mediocres que se venden al peor diablo sin luchar por la validez de un acto creativo.