lunes, 10 de agosto de 2009

Queremos tanto a Bolaño

por Rebeca Yanke
El Mundo, España. 2008











Se busca a Roberto Bolaño, como sus detectives salvajes perseguían el rastro de la poeta Cesárea Tinajero. Sus personajes Ulises Lima y Arturo Belano recorrían continentes y épocas, desiertos y desastres, porque creían que en el recuerdo de Tinajero habitaba la verdadera dedicación poética, allí donde se esconde la entrega romántica al arte. A Bolaño se le han revolucionado los personajes y los lectores, porque un ejército de real visceralistas pasea las calles.

Sobre Roberto Bolaño, junto a otros grandes de la litetatura latinoamericana -como García Márquez-, se debate estos días en El Escorial, en el curso de verano de la Universidad Complutense titulado 'Pensar y escribir América Latina'.



El furor bolañista se ha instalado ya en los Estados Unidos. Dice el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, autor junto al peruano Gustavo Faverón del libro de ensayos Bolaño Salvaje, que el chileno «está de moda» entre los gringos. Bolaño no sólo se lee, también se estudia, se encuentran sus libros en pequeñas librerías neoyorkinas junto a los de Enrique Vila-Matas e incluso Stefan Zweig.

Al mismo tiempo, arrecia el peligro de erigirlo en mito (¿le gustaría?), de convertir su figura, cinco años después de su muerte, en el estandarte de la nueva literatura latinoamericana, décadas después del boom de macondos y cronopios. Si Bolaño es el sujeto fronterizo entre Gabriel García Márquez y el ahora, ¿cuál es el futuro literario de América Latina?

Sobre esto se debate esta semana en el curso de verano de la Universidad Complutense en El Escorial: "Pensar y escribir América Latina", título con elipsis preposicional justificada. ¿Qué sucede en el espacio geográfico del realismo mágico, de lo real maravilloso? De una B, la de Borges, se ha pasado a otra también mayúscula, la de Bolaño.

Para el escritor mexicano Carlos Monsiváis, que inauguró el curso, «la influencia de Bolaño es inevitable y sorprende al mismo tiempo». «Es un autor que se ha ido destacando de forma acelerada y que, en los años recientes, se ha convertido en una referencia», reflexionó. Puede hacerlo desde dentro porque Monsiváis aparece como referente temporal en las primeras páginas de Los detectives salvajes. «Dice Ulises Lima, que dice Monsiváis...» y, de igual manera, George Perec se acuerda y Bolaño sueña que sueña.

El desenlace es el fruto de los extremos, de lo apolíneo y lo dionisíaco, como era el chileno, un ser contradictorio. Bolaño se ha convertido en maestro de las nuevas generaciones, sobre todo de los nóveles, nuevos detectives salvajes que pululan con sus libros en las manos y recitan consignas real visceralistas 10 años después de la publicación del libro.

Para el escritor Andrés Neuman tres razones lo explican: «Inmenso talento y originalidad, la falta de referentes en la literatura latinoamericana tras el boom de los 60 y 70 y el factor generacional». «Bolaño no narraba historias, las necesitaba», dijo en una charla en la que dibujó la compleja mente del chileno que se marchó pronto. Neuman, de origen argentino, mantuvo llamadas telefónicas con el autor de 2666 en los años previos a su muerte, cuando comenzó a sobrevenirle el éxito.