lunes, 18 de enero de 2010

Nuestros modelos de espanto. Roberto Bolaño y la novela criminal

por Juan Carlos Moraga
Crítica.cl. 09.01.2008




Soñé que era un detective viejo y enfermo
y que buscaba gente perdida hace tiempo.
A veces me miraba casualmente en un espejo
y reconocía a Roberto Bolaño.
Roberto Bolaño



1. Un paradigma de la novela criminal: Agatha Christie y el Crimen en el Oriental Express.


La historia se escribe después de las catástrofes.
Bertold Brecht


¿Qué es la literatura criminal? Pues es la literatura que gira en torno al problema del crimen, de los detectives y los criminales, pero también un espacio habitado por símbolos que hay que descifrar; enigmas.

La literatura genera modelos de percepción, matrices para interpretar al texto y a la vida, una de estas matrices de percepción es lo que llamaremos novela criminal. ¿Por qué matrices de percepción? Por que nos predisponen a un trabajo de interpretación.

La novela criminal es aquella, que como su nombre indica, gira en torno a un crimen, su enigma y su resolución, o la imposibilidad de su resolución [1], teniendo un modelo arquetípico de personaje: el detective.

El relato criminal constaría de dos fases, de dos series temporales que organizan y determinan el problema, aquí otra aclaración, el crimen siempre es un problema, no sólo para la victima, quien lo padece directamente, la mayoría de las veces con consecuencias fatales, sino que es un problema lógico o bien un puzzle, una serie de piezas dispersas que han de ser ensambladas para revelar la difusa figura de la verdad, el problema del crimen, entonces tendrá dos tiempos, dos fases: «el tiempo de la investigación después del crimen y el tiempo del drama que conduce a él». Aquí hay dos historias: la del crimen y el de la investigación.

Se examina indicio tras indicio, pista tras pista, es un proceso de aprendizaje. Como en la novela de Agatha Christie, El crimen del Oriental Express, donde lo que ordena la narración es la seguidilla de doce personajes y sus respectivos interrogatorios, doce voces que conjugadas serán la investigación: un prologo y un epilogo. Así también Los Detectives Salvajes se ordena como un «sándwich»: a modo de prólogo la primera parte del diario de García Madero, luego la sucesión esquizofrénica de entrevistas para terminar con un epílogo que sería la segunda parte del diario de García Madero.

Cito el caso de Agatha Christie porque es una estructura muy semejante a la de Bolaño, no sólo por esa especie de polifonía de personajes diversos, conflictuados y marginales, sino porque el verdadero análisis, el verdadero crimen, es meta-textual: la historia consiste en realidad en explicar cómo puede cumplirse el relato mismo, como es posible narrar este crimen, escribir este libro.

En la literatura criminal siempre nos encontramos ante dos historias: una ausente, pero real, el proceso de comprender y explicar el crimen, y que sólo se hará presente en tanto se acompañe el relato y el trabajo de deducción de éste, y otra historia, ésta presente pero insignificante en tanto evidente, el crimen mismo, consumado.

El crimen se trata generalmente de un conflicto consumado en un hecho de violencia o un acto «ilegal» narrado, a partir del eje del deseo, de las bajas pasiones: siempre se trata de terrores, angustias, infamias, proyectos absurdos y fantasiosos. Sólo se llega al crimen por un juego complejo donde se unen procesos sofisticados y complejos de la razón y lo que podríamos llamar «un desorden del espíritu». Pero será la «recta razón» la que develará el misterio, la que comprenderá, la que le dará solución. El crimen es exceso: una pasión en exceso, una codicia en exceso, un celo en exceso, una inteligencia en exceso, todos estos que llevan a la muerte.

La novela criminal entonces funciona en tanto el mecanismo crimen, por medio del detective, es capaz de articular, de construir, o más bien reconstruir, un sentido en torno al enigma, basa su estructura en la relación misterio/verdad, misterio que toma la forma de un crimen, preferentemente un asesinato, pero también un robo o un secuestro; y aquí un eje que refiere especialmente para la obra de Bolaño: siempre hay algo que desaparece, que deja de estar, ¿y en ultima instancia qué es eso que deja de estar? Bueno, podemos dar una respuesta peregrina, como diría Bolaño, lo que desaparece en el crimen de la novela es el sentido mismo, el orden de los objetos en el mundo, o de los cuerpos en el campo de batalla como diría Deleuze parafraseando a Leibniz.

La novela criminal es una máquina de lectura: ya que se enfrenta al enigma de reconstruir o construir un sentido que se ha perdido, además la idea de máquina de enigmas nos acerca a la mítica Enigma, primera máquina que disponía de un mecanismo de cifrado rotatorio, que permitía usarla tanto para cifrar, como para descifrar mensajes. En la literatura criminal hay un signo privilegiado: el enigma (el crimen) y un proceso de destrucción y reconstrucción de ese signo. Una causa, teñida de sangre, que desencadena la semiotización de la realidad, la recuperación de sentido en tanto se reordena los signos del misterio, del crimen, en torno al proceso deductivo medianamente racional, medianamente científico, llevado adelante por el detective [2].


2. ¿Qué es lo salvaje de Los detectives salvajes? El detective, etapa superior del héroe.

Tengo miedo de escribir, es tan peligroso.
Quien lo ha intentado, lo sabe.
Peligroso de resolver en lo oculto y el mundo no va a la deriva,
está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar.
Para escribir tengo que colocarme en el vacío.
Clarice Lispector


Como plantea Pablo de Santis: Al situarlo en la fecha de su aparición, pleno siglo XIX, donde se conjugan hermosamente todo el sueño ilustrado de al razón y el progreso y la pasión romántica por el misterio y lo sobrenatural, el detective está a favor del positivismo y de la razón, y por otro lado tienen un costado romántico, como si fueran los últimos caballeros de una orden que se va a extinguir.

Habría que ver en el surgimiento del detective un nuevo tipo de héroe: el héroe quieto. La novela criminal nace de ese héroe que no se desplaza ni recorre distancias, que está dentro de un cuarto (de hecho el caso mas paradigmático del genero es el llamado «caso de la habitación cerrada») y tiene la mirada puesta en lo mínimo, en lo microscópico.

Este giro se explicita en un cambio de instrumento radical: mientras que en la novela de aventuras lo que aparece es el catalejo o el telescopio, instrumento de visión pero que trabaja a la distancia; el detective, en la novela criminal, opta por la lupa. La lupa es un instrumento de lectura, y es por medio de este símbolo como el detective lee el detalle, así como el lector lee las pistas que el autor le brinda. Se trata de ver la verdad en lo menos evidente, en lo marginal, lo que está escondido.

Si hay verdad, o más bien si hay una necesidad de verdad en tanto se ha perdido el sentido, debe haber alguien encargado de comprenderla, de revelarla al (o junto al) lector. Esta es la figura del detective [3].

Como señala Lacan en su seminario sobre La Carta Robada, de Poe: "El detective es aquel que está allí y ve lo que está, pero nadie ve: el detective, podría decirse es el que enviste de sentido la realidad brutal de los hechos, transformando en indicios las cosas, correlacionado información que aislada carece de valor, establecido series y órdenes de significación".

La realidad, y el enigma, se transforman en manos del detective en una serie de claves cifradas capaces de ser traducidas y desencriptadas, que restituirán el orden más allá de lo irreversible del crimen, más allá de la acaecida pérdida de sentido.

Bolaño titula a su más popular novela Los Detectives Salvajes. Bueno, ya hemos intentado explicar que es esto del detective, pero ¿qué es lo salvaje de los detectives salvajes?

Para Juan Villorro: «A Bolaño sólo le interesan los cabos sueltos, es un investigador», y para aquellos que han leído la novela no es fácil relacionar al personaje Arturo Belano con el bueno de Roberto. Pero esto no agrega mucho, en principio, sobre el problema del salvajismo…

Ignacio Echeverría ha sostenido que la figura principal de Bolaño es el poeta, ¿y qué es un poeta? Un investigador heterodoxo de lo real, un detective salvaje, que desde la irracionalidad de la vida literaria, del problema de confundir literatura y vida, reconstruyen en el relato el sentido perdido.

Bolaño escribe sobre poetas que investigan el reverso de las cosas y transforman la experiencia en obra de arte, hombre que busca conexiones y una teoría que explique el entorno, Bolaño plantea al poeta como detective terrible de una realidad descarnada, como ultimo bastión de la reconstrucción del sentido, con un destino siempre cifrado por la tragedia.

Por eso, para Villorro, Bolaño es un «autor policíaco en las sendas no de Chandler sino de Sófocles, escribe sobre los que no saben, todavía, que son culpables» [4].




Notas

[1 ]Esta idea es una relectura del trabajo de Román Gubern realizado en la antología La Novela Criminal, publicada por Tousquet en 1982.
[2] Pero a partir de la novela negra como subgénero dentro de la novela criminal se agregará al análisis dos factores más, un proceso medianamente ético y medianamente emocional.
[3] Figura muy semejante a la del intelectual o el científico, y esta semejanza ha sido explotada por ejemplo por Piglia en su novela Respiración Artificial.
[4] Prólogo a Bolaño por sí mismo.