miércoles, 31 de marzo de 2010

Tras la huella de “los poemas incalculables”: La poesía de Roberto Bolaño entre México y La prosa del otoño en Gerona (1976-1981)

por Jorge Morales
Revista Quimera, nº314. Dossier Bolaño Poeta. Barcelona. 01.2010








Introducción

El gran impacto alcanzado por la obra narrativa de Roberto Bolaño no ha sido suficiente para posicionar en el lugar que corresponde, a una parte extensa de su obra, a la cual el autor asignaba un valor muy especial, y que es su poesía. En vida del autor, y luego de la publicación de Los detectives salvajes, fueron publicados dos poemarios: Tres y Los perros románticos, que decepcionaron a la mayor parte de la crítica, preocupada de interpretar más la forma que el fondo. Luego, la aparición póstuma del extenso volumen La Universidad Desconocida, que contiene parte de los libros anteriores además de una amplia selección de poemas escritos entre 1978 y 1992, ha sido algo muy de agradecer por los lectores, pero que en ningún caso ha pretendido cerrar el inventario total de su poesía. El mismo Bolaño daba pistas en una entrevista de 2001, en que afirmaba contar con “miles de poemas”, inéditos, sin contar otros publicados en viejas ediciones de difícil acceso: Ediciones mexicanas de hace treinta años, revistas y fanzines, libros olvidados en los cuales se encuentran textos firmados por Roberto Bolaño.

De esta manera, el interés por la poesía de Roberto Bolaño no debería de justificarse en ningún caso. Es un interés que se explica por sí mismo, y que espera pacientemente la revelación de la totalidad de sus textos. No obstante, desde el punto de vista historiográfico, que es donde quieren situarse estas páginas, el interés por la poesía de Bolaño en la época mencionada, es triple: Por una parte, porque nada mejor que su poesía para comprender la evolución (vertiginosa) de su pensamiento y su visión del mundo, y que plasmaría luego en sus fundamentales cuentos y novelas. Por otra, el amplio valor autobiográfico que a ella alientan. De hecho, muchos de los textos que conforman la primera parte de La Universidad Desconocida, correspondientes a los años 1979 y 1980, han sido extraídos de libretas que llevan el título Diarios de vida I, II y III [1]. Y también es muy dable constatar que es a esta época adonde vuelve constantemente la mirada Roberto Bolaño, y en donde sitúa muchas de sus narraciones y relatos posteriores, lo cual habla de la importancia que tuvo para él ésta época a nivel personal.

Y tercero, porque es en esos años, cuando Bolaño comienza a incursionar en la prosa [2], aventurándose rápidamente en territorios de vanguardia al extrarradio de la narrativa, en un proceso de ensayo y aprendizaje de una gran riqueza. Es lo que constatamos, por ejemplo, en textos como Gente que se aleja, de 1980, texto enigmático y de fuerte contenido poético que Bolaño presentó como novela, siendo publicada por Anagrama en 2002 bajo el título Amberes. Lo mismo ocurre con La prosa del otoño en Gerona, que data de 1981, y en donde el sutil deslizamiento desde la poesía a la prosa se hace manifiesto, lo cual, sumado al uso de códigos ininteligibles y una trama hermética, han llevado a los más, sencillamente, a considerar La prosa, casi como la demostración de lo mal poeta que habría sido Roberto Bolaño. Por nuestra parte, consideramos que aquí, lo que hay, es una deliberada voluntad de ignorar las fronteras de los géneros literarios, de confundir y reelaborar los materiales y las fibras utilizados en la confección de su obra, en un proceso de ejercitación, prueba y ensayo, y en una mezcla constante entre ficción y realidad, entre sueños y vigilia, elementos que palpitarán a lo largo y ancho de su obra posterior.

En este breve ensayo nos proponemos, entonces, articular un recorrido por la producción poética de Bolaño, en esos años claves para su formación y vocación literarias, como fueron los años de México y sus primeros tiempos en Cataluña. Intentaremos reconstruir en parte las atmósferas y texturas que jalonaron la trayectoria del gran detective salvaje, así como las coyunturas de cambio o las formas de relieve que fueron apareciendo en su línea y horizontes poéticos. Tras ellas palpitan los ecos y las sombras de la aplastante realidad, y las mejores ensoñaciones de nuestro tiempo.


Sueños de México

Seguramente, la tríada formada por Juventud, Amor y Muerte, encierre los más profundos significados que México DF representaría siempre para Roberto Bolaño. Fue en ese México legendario, adonde llegó con sólo 15 años, donde viviría las aventuras que más claramente decidirían el itinerario de su vida. Posiblemente, estas hayan comenzado con ese “Bautismo Azteca” al aterrizar en la “prepa”, donde el recién llegado debió ganarse con los puños -con gafas y todo- el respeto de sus condiscípulos. Y fue en ese México rebosante de vitalidad de los sesenta, en aquellas librerías de viejos de México DF, la embrollada madeja del transporte público -esa telaraña de peseros y camiones, que Roberto conocería al revés y al derecho al poco tiempo de establecerse- donde Roberto descubriría el sabor inenarrable de las cervezas compartidas con los amigos, conversando de libros, de música y revoluciones, tirados en la hierba, por ejemplo, del Parque de Chapultepec. Conocería el amor –A Lisa Johnson, su amor de juventud, a quien invoca constantemente en su obra posterior-. Y, sobre todo, sería en México en donde este joven curioso y despierto vivió la experiencia definitiva de recibir la visita de la Musa: “Era más hermosa que el sol/ y yo aún tenía 16 años/24 han pasado y sigue a mi lado. (…) En sus ojos veo los rostros/de todos mis amores perdidos/Ah, Musa, protégeme, le digo,/en los días terribles de la aventura incesante”.

Este encuentro o iluminación de claro sentido rimbaudiano, lo llevó a tomar la decisión radical de renunciar a la escuela formal, sin haber acabado la secundaria, y lanzarse a los caminos, en busca del aprendizaje personal y autodidacta que ofrece la Universidad Desconocida en sus aulas fantasmales. Una decisión que, como mínimo, da cuenta de la naturaleza de su pasión, y de la seriedad con la que asumió el juego aquel de la poesía, entendida casi como Revolución o Muerte, que dirigió sus pasos a Chile en 1973, para apoyar la causa del pueblo, y que en 1976, otra vez en México, y con la experiencia de la prisión política, lo llevarían a fundar, junto a Mario Santiago y un bello grupo de jóvenes amigos y poetas, el movimiento infrarrealista, de inspiración vanguardista y libertaria.

De estos intensos y movidos años, en cuanto a producción literaria, se sabe que Bolaño ya con 17 años se dedicaba a la poesía y al teatro, pero de una cantidad de material que se desconoce, dos títulos fueron publicados: Overol blanco y otros poemas y Reinventar el amor. Ambos publicados por la revista Punto de partida, perteneciente a la UNAM, y como resultado de sendos concursos literarios en los que Bolaño habría obtenido, con estos títulos, el tercer y segundo lugar, en 1976 y 1977, respectivamente. En términos de estructura, existen notables correspondencias entre uno y otro, que muestran que la composición formó parte de un similar proceso o momento creativo. De hecho, hay una especie de puente que los une, pues mientras que el primer libro lo distribuye en ocho poemas, dejando al final el poema principal, compuesto de ocho cantos, y que da el título del libro, en el segundo, que consta de seis poemas, es el poema del comienzo, dividido en 10 cantos, el que da el título y cohesión al libro, que continúa luego con 6 poemas.

Desde el punto de vista de los contenidos, también se constata esta reciprocidad. Ambos libros están cimentados en la melancolía, en el compromiso político, la pasión por la cultura (cine, literatura), la experiencia del amor -que en esta etapa aún asume formas románticas- y sobre todo, en la presencia de un “Chile quimérico” que atraviesa ambos libros, con su larga y nevada silueta ensangrentada, que cautiva al joven Roberto con su estela épica y sus rojos colores. Por ello, es la Épica, de aliento rokhiano, withmaniano y vanguardista, quien entrega el pulso y la respiración a estos poemas, sobre todo a los dos poemas vertebradores de cada libro. Se lee, por ejemplo, en el octavo canto de Overol blanco:

“Tierra de Chillán, aquí estoy de nuevo pisándote, quién ha dicho/
que soy ángel Tierra de Cauquenes aquí estoy de nuevo (…)
¡Está lloviendo en el sur! Bésame por última vez el cogote
palomita mía ¡Está lloviendo en el sur!
(…) Oh momio Oh momiecito Oh señor
No pondrás barreras de ninguna clase en mi camino”.

Versos en que se nota la huella de “nuestro padre violento”, con toda su carga romántica y su viva rebeldía. La voluntad épica de esta poesía, lo lleva incluso a firmar con el elocuente seudónimo de Galvarino, héroe en la primera guerra de Arauco (Siglo XVI) y símbolo de la resistencia mapuche contra los castellanos. En esta línea, es curioso observar que, años después, la admiración de Bolaño por la resistencia mapuche haya permanecido, al punto de que al nacer su primer hijo, haya escogido darle el nombre de Lautaro, gran líder militar araucano. Y es bajo ese nombre heroico, que en Overol blanco -y situándose muy adentro del imaginario de su “Chile quimérico”, llenando los versos de expresiones coloquiales chilenas- se evoca el paso de Bolaño por la cárcel de Concepción, en calidad de preso político de la dictadura pinochetista. Ofrece, con un ritmo trepidante y pulso aventurero, retazos de memoria e imágenes cotidianas, muchas de ellas extraídas del día a día en la prisión: (“Después nos llevaron en fila india/ al baño./ Parecíamos niños los presos políticos (…) niños ojerosos, barbudos, chascones/ Los presos políticos compartiendo un flaco jabón/ una peineta verde”), junto con reflexiones y comentarios políticos contingentes, de tipo partidista, que luego en su obra no se volverán a encontrar: “Y un viejito de Curanilahue/ le echaba la culpa al Mir/ en su ignorancia, el pobrecito”.

En cuanto al resto de poemas que conforman ambos libros, nos encontramos con una diferencia en la temática, en el ritmo y en el tono del hablante lírico, que va en aumento de un libro a otro. En Overol blanco, poemas como Carlos Pezoa Véliz e Invitado al banquete de la vida, comparten el tono épico y centrado en lo político-social, pero los otros poemas comienzan a ampliar registros y temáticas, como en la serie de Cine de mala muerte, en donde, aparte de la calidad de las imágenes y la precisión del lenguaje, nos encontramos con las dosis de humor negro que caracterizan su obra: "Apaguen las luces de una vez por todas/ y que la gran conciencia nos tire a la cama de nuevo./Apaguen las luces oh profetas, saquen las brillantes navajas, límpiense las oscuras uñas,/ toda la vida limpien/ pero apaguen las luces primero”. Lo mismo ocurre con el resto de poemas de Reinventar el amor, en que tan pronto se puede pasar de asumir una voz femenina, como en Enséñame a bailar, a entrar en diálogo con un maniquí de una tienda del metro, como en Extraño maniquí. O de parafrasear los sonidos del I Ching, a ordenar “Tú vas a bailar desnuda con el sol en el cenit. Tú vas a contemplar paracaídas en llamas sobre la urbe. Tú me mirarás cuando descubras tu otro corazón, tu verdadera manera de morir”.

Poemas, en definitiva, llenos de frescura y juventud, en los cuales el mundo extiende sus amplios territorios por descubrir, liberando las geografías del amor, la amplitud de las músicas, el eco de las ciudades recorridas y el de las tantas otras que esperaban la hora de su visita. Estos poemas, de alguna forma, constituyeron en este tramo del camino, el oxígeno tanto para su obra poética como para su misma vida, sosteniéndolo un rato del peso aplastante de la realidad chilena y latinoamericana de los setentas, marcada por la muerte y la persecución, y lo acompañaron en su viaje en búsqueda del conocimiento y la inspiración.

De esta manera, en enero de 1977, simultáneamente a la aparición en México de Reinventar el amor, Roberto Bolaño, aún de 23 años, aterrizaba en la ciudad de Barcelona. Dejaba atrás el continente latinoamericano, pero la gran aventura no hacía sino sólo comenzar.


Bolaño en Barcelona

Bolaño se fue de México en enero de 1977. Ya tenía medio amarrado un trabajo en Suecia, que abrió las puertas y acogió a decenas de miles de chilenos partidarios de la Unidad Popular. Pero su madre, Victoria Ávalos, que llevaba dos años instalada en Barcelona, estaba delicada de salud y él debió cambiar su destinación desde Escandinavia hacia el Mediterráneo. En Barcelona, en todo caso, el momento era estelar y las posibilidades que se ofrecían, infinitas. La ciudad estaba que ardía, viviendo intensamente su transición a la democracia, y el Barrio Gótico era un hervidero de artistas, pintores y poetas, que confluían en el mismo espacio (y en las mismas fiestas) con las oleadas de turistas, estudiantes, “hippies” procedentes de todo el mundo, en un mosaico de alegría, juventud, libertad y rock and roll, realmente memorables.

Roberto conoció todos estos ambientes, y los vivió a la par que exploraba las posibilidades de ganarse la vida y continuar con su carrera literaria. Barcelona ya era en esa época, la capital mundial de la edición en lengua castellana, y era lógico que, con todas las experiencias y trabajo acumulado que lo avalaban desde México, tuviera esperanzas en encontrar algo bueno. Pero poco va a tardar en advertir que las cosas no serían nada fáciles. Que una es la apariencia y otra la realidad. Cinco años después, su situación en España seguía siendo irregular, y el famoso “permiso de residencia y trabajo”, una y otra vez, denegado. Cinco años después, para comprobar en carne viva, lo caro que cuesta satisfacer sin más las exigencias de la Musa, y el precio de “dejarlo todo” y “lanzarse a los caminos, nuevamente”. Dentro de los numerosos trabajos que realizó para ganarse la vida, el más importante fue el de vigilante nocturno del camping Estrella de Mar, en Castelldefels, que tenía el inconveniente de extenderse sólo por la temporada veraniega. Los inviernos solían ser duros, y las necesidades fieles y constantes, y eran el telón de fondo para el despliegue de su vocación, para las largas horas que transcurrían contemplando a Roberto Bolaño o leyendo o escribiendo.

Todo este caudal estalla en su poesía, y la cáscara externa con que la envuelve, la superficie más visible, conserva retazos de lo vivido: las vicisitudes de la pobreza, los consuelos, asperezas y festividades del amor, los detalles centelleantes de la amistad. Podríamos citar muchos, pero creo que poemas como El dinero, Para Antoni García Porta, En la sala de lecturas del infierno, y Aparecen a esta hora aquellos amaneceres del DF, donde asistimos a un gran despliegue de ternura, humor negro y autenticidad, expresan a la perfección esta superficie vital. No obstante, por debajo de esta corteza externa, palpitan otros dolores, los verdaderos monstruos goyescos que brotan de la razón, de la fría lucidez con que Roberto Bolaño persigue y juzga la realidad que lo circunda.

Para hacernos una idea de por dónde seguían sus pasos en esta época, hay algunas valiosas pistas escampadas en su obra posterior. Pequeños comentarios que deja al caer, que le sirven para describir por ejemplo, los ambientes de exiliados latinoamericanos y cosas que sucedían, y que muestran su creciente decepción, no con los ideales revolucionarios, sino con el discurso y la práctica de la izquierda, y con el conservadurismo de la misma gente de izquierdas. Comentarios como los contenidos en el cuento El Ojo Silva, donde afirma que la gente de izquierdas pensaba, “al menos de cintura para abajo, exactamente igual que la gente de derecha que en aquel tiempo se enseñoreaba de Chile” [3]. Otra cosa que desagradaba al joven Roberto, era que tantos exiliados chilenos se dedicaran a vanagloriarse “haber participado en una resistencia más fantasmal que real”. [4]

Similar decepción es la que trasluce un poema sin título, fechado en Castelldefels en junio de 1977, y que comienza Vagan por estas celestes carreteras... Donde constata que los jóvenes franceses, ingleses o alemanes, que hablan de poesía y de comunas, y leen libros de Kerouac y cantan canciones de Morrison, al final, igual son avaros y “cuidan que la grasa de sus panes con jamón no ensucie sus cheques viajeros.” [5] Comienza a distinguir así que, características como el individualismo y el egoísmo, generalmente atribuidos a la cultura burguesa, poseen ramificaciones mucho más extensas. Como lo palpa una vez más, con tristeza, en el cuento Días de 1978: “La realidad, una vez más, le ha demostrado que la demagogia, el dogmatismo y la ignorancia no son patrimonio de ningún grupo concreto.” [6] O en el poema Esta es la pura verdad: “Me he criado al lado de puritanos revolucionarios (…) Nadar en los pantanos de la cursilería es para mí como un Acapulco de mercurio”.

Son éstas, objeciones de fondo para una persona con el nivel de autoexigencia de Roberto Bolaño, que sumadas a las escalofriantes noticias que Latinoamérica prodigaba a manos llenas, podían acabar arrastrándole a la desesperanza y la impotencia total. Y es el desencanto, escoltado por la presencia ignominiosa de la muerte, y peor aún, de la muerte de los jóvenes, la estrella negra que ilumina el derrotero de los personajes que Roberto Bolaño perfila en esta época, en sus primeros intentos en prosa. Cuentos como Diario de Bar [7] y El contorno del ojo [8], que destacan por una ejecución certera y un pulso inconmovible, así lo atestiguan.


La prosa del otoño en Gerona

Así estaban, más o menos, las cosas, cuando Bolaño deja Barcelona para instalarse en la ciudad de Girona, o Gerona. Corría el año 1981 y tenía 28 años. Al parecer, fue que su hermana Salomé le habría conseguido un pequeño estudio para vivir, en la zona de Las Pedreras. No era gran cosa, más bien un sitio viejo y desangelado, pero muy de agradecer, pues en aquel momento el poeta no tenía más trabajo que el de vigilante nocturno en el camping Estrella de Mar, y seguía “sin papeles”. Fueron tiempos de angustia, de incertidumbre, de temores. El poeta se busca la vida dedicándose a la venta ambulante de bisutería en plena Rambla de Girona, acompañado de su madre que vigila atentamente por si aparece la policía. Luego continuaría en lo de la bisutería, pero no en la calle, sino como dependiente en una tienda de moda y complementos, en la Costa Brava, lo que sería el preludio de su final establecimiento en Blanes. Pero esos tres años vividos en la ciudad que bañan el Oñar y el Ter, fueron como un círculo polar alrededor de su cuello, pues a la angustia económica, hubo de añadir la soledad y la frialdad: “No hay cosa más suave más sola/ la nieve cae sobre Gerona”.

Fruto y testimonio de todas estas vivencias, la Prosa del otoño en Gerona, datada en 1981, quizás, sea una de las piezas más tristes e inquietantes que escribiera Bolaño. Triste por la angustia de vivir en los bordes y verse obligado a asumir la identidad del “hombre invisible”; e inquietante por todo lo que hay de oculto e indescifrable en este texto. Toda una revolución interior. Bolaño, al sentirse excluido por una ciudad de piedra donde cuesta establecer vínculos personales, responde concentrándose hacia adentro de sí mismo, refugiándose en la literatura y ensayando formas nuevas que oscilan entre la poesía, la prosa y el guión cinematográfico. De este modo, en la Prosa del otoño en Gerona, presenta una narración hilvanada en torno al vago hilo conductor de un desengaño amoroso situado en el otoño de Gerona, y que transcurre como una cascada de imágenes y fragmentos independientes, que aparecen unidos entre sí por el narrador-protagonista, el humor negro que persiste, y por el uso intermitente de una serie de conceptos y códigos de oscuro sentido, como “el hoyo inmaculado”, “el jefe” y “el momento Atlántida”, con los cuales el autor enmascara lugares, hechos, y quizás también personas.

El valor que el propio Bolaño confiere a este texto, está remarcado por el hecho de que no dejara de incluirlo en el índice de su poesía, tanto en Fragmentos de la Universidad Desconocida (1993), como en Tres (2000).

La obra poética de Roberto Bolaño es como un espejo donde se reflejan las vicisitudes de su vida, y las transformaciones de su pensamiento y visión del mundo. Estas fueron particularmente intensas en el breve período comprendido entre 1976 y 1981, en que pasa del cultivo estricto de la poesía y de una forma de la Épica social latinoamericana, a la composición de textos de una mayor complejidad tanto de la forma como del fondo. El compás que marca el ritmo de esta evolución, está dado por la creciente desesperanza en el futuro, el agotamiento que constata en las ideas y la práctica de las izquierdas, y en lo personal, por los avatares de la pobreza y la imposibilidad de hacer despegar su carrera literaria.

No obstante, el volumen, la calidad y la variedad de registros de su producción literaria durante estos años, dan cuenta de la principal característica que define la poesía de Roberto Bolaño: El espíritu inquebrantable, el humor y la ironía, la dignidad, la lucidez y la ternura, como motores de la literatura, de la literatura de la resistencia.



Notas

[1] La Universidad Desconocida (Barcelona, Anagrama, 2007) p 459.
[2] Cuentos como Diario de bar y El contorno del ojo, datan de 1979 y 1982, respectivamente, mientras que su primera novela, escrita juntamente con Antoni García Porta, los Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, es de 1984.
[3] En Putas asesinas (Barcelona, Anagrama, 2001) Pág. 12.
[4] Idem, Pág. 11.
[5] En Gutiérrez, antología de poesía chilena compilada por Andrés Braithwaite. (Santiago de Chile, 2005) Pag 31.
[6] Putas Asesinas. Pag 66.
[7] Cuento de 1981. Publicado junto a Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (Barcelona, Acantilado, 2005).
[8] Cuento premiado con el III accésit del II Premio Alfambra de literatura. Publicado por Editorial Prometeo en Valencia, en 1983.










sábado, 27 de marzo de 2010

Nicanor Parra: "Bolaño me puso en órbita de nuevo"

por Andrés Gómez Bravo
La Tercera. 27.03.2010
Extracto










En abril de 2009 Nicanor recibió una visita inesperada. Carmen Balcells, la gran madre de los agentes literarios en español, la representante de García Márquez e Isabel Allende, fue a visitarlo a Las Cruces. "Llegó en su silla de ruedas y muy tranquila me dijo: ¿Tú te opones a que te haga multimillonario?". Fue un balazo a quemarropa. Y una oferta que no pudo rechazar, afirma.

Carmen Balcells quedó encantada con Parra y lo invitó a Barcelona, pero el antipoeta ya no se sube a los aviones. "El avión es el medio de transporte más seguro, me decía ella. Después de la silla de ruedas, le dije yo".

Un año después, la sociedad con Balcells da su primer fruto: Parranda larga, una monumental antología que el sello Alfaguara edita en toda Hispanoamérica. Seleccionada por el escritor y crítico argentino Elvio Gandolfo, la edición recorre toda su obra, desde sus primeros poemas a los Discursos de sobremesa. El volumen, de casi 500 páginas, marca un nuevo lanzamiento internacional para Parra y se suma a la reciente traducción de sus discursos en EE. UU.

"Esto se lo debo a Bolaño. La Carmen Balcells vino por él. Roberto me puso en órbita de nuevo", dice, y recuerda "la mansa frase" que le dedicó el autor de Los detectives salvajes: "Todo se lo debo a Parra". Hasta entonces, asegura Nicanor, "yo era uno de los veinte poetas chilenos. Pero Roberto me puso en la cabecera de la mesa. ¿Te acuerdas lo que escribió en Entre paréntesis?".

Con el título "Ocho segundos con Nicanor Parra", Bolaño anotó: "El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros (...). Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado".

En el prólogo de Parranda larga, Elvio Gandolfo aporta lo suyo: "En el siglo XX los dos grandes virajes o sacudones del lenguaje poético español y latinoamericano lo propinaron el nicaragüense Rubén Darío y el chileno Nicanor Parra". Sentado en la mesa del comedor, el antipoeta se toma la cabeza con las dos manos: "Se pasóooo", exclama.

¿Le gustó la antología? "Sólo leí el prólogo", confiesa. "Los poemas los conozco; yo los escribí".

Ahora Nicanor está interesado en otro discurso: la poesía de los niños. "Los niños expresan lo que sienten. Dicen lo que piensan, no lo que les conviene. Hay que registrar lo que dicen, pero sin intervenir. Cuando el autor mete mano, se estropea todo".










sábado, 20 de marzo de 2010

Traduzione, tradimento; Roberto Bolaño trasladado y traicionado en Praga

por Jorge Zúñiga Pavlov
http://jorgezunigapavlov.blogspot.com/. 27.11.2009




(Bolaño para niños checos malcriados).
(Traducción de un artículo originalmente escrito en checo, para lectores checos, con motivo de la publicación de Los detectives salvajes en el idioma eslavo).




…barroco pero breve, erudito sin ser pedante
trágicamente metafísico y auténticamente bromista.
Fabrice Gabriel




Traducir significaba originariamente trasladar algo de un lugar a otro. Un viejo proverbio italiano dice que cuando se traduce un libro, el traductor se convierte en un traidor. Y algo hay de cierto en esto. Pero hoy en día tal traición más bien se encuentra oculta en el mismo proceso de publicación de un autor extranjero; en los prejuicios y miedos de los mismos participantes de tal proceso. Con motivo de la presentación pública y oficial de la traducción al checo de la novela Los detectives salvajes (es: 1998, cz: 2009) de Roberto Bolaño intentemos -en la lógica de su inconfundible estilo- hacer una reseña y reflexión especulativa sobre algunos aspectos de su vida literaria y sobre la supuesta traición.


Escueta mirada sobre la vida de un detective literario

Hoy se habla, discute y especula mucho sobre quién era este escritor hispanoamericano. Qué tipo de vida llevó. De dónde salió tan de repente. Roberto Bolaño se nos presenta hoy como un rayo literario en medio de un día de sol. Pero eso no es así. Su carrera de escritor se inició mucho antes de lo que aparentemente observamos los que estamos lejos de las capitales de la lengua cervantina. Sucedió en su años de juventud cuando era un poeta infrarrealista mexicano. El presunto brusco traslado de género hacia la prosa por razones económicas es quizá sólo una cómoda versión oficial. Lo más probable es que Bolaño escribió prosa desde siempre, sin importar si sus amigos cercanos lo sabían o no. Y sin importar mucho menos si algún día decidiría darle prioridad. Probablemente -como buen chileno- sentía una suerte de inclinación hacia la poesía (en el contexto de la literatura latinoamericana, Chile ha sobresalido más bien con sus poetas, que con sus narradores). Además admiraba a Parra y a Lihn y eso lo marcó. El hecho de que Los detectives salvajes sea una novela de poetas es un signo posterior de todo esto. Y no sólo esta novela. Lo es Estrella distante y tangencialmente lo es Nocturno de Chile. Quizá en un principio Bolaño sintió cierta infructuosidad o quizá incluso cierto temor. Si tomamos en cuenta el estado de la narrativa latinoamericana de los años 80 y 90, no sería extraño. Por una parte el deseo de cambiar algo que huele a podrido, por otro lado cierto desgano. De todas maneras esto debió haber sido más bien un impulso, ya que ante tal estado, habría bastado casi cualquier cosa con una dosis de novedosa calidad para que las letras avanzaran y abandonaran el pantano.

Es posible hacer una lectura de la inseguridad en el hecho de que el año 1984 (Bolaño tenía 31 años de edad) publicó su primer libro en prosa Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce en coautoría? No lo sé. Sin embargo es un hecho que desde 1977 se instaló en España y se trató de ganar la vida –entre otras cosas- participando en algunos concursos regionales de cuento y novela. Ganó algunos. Su famoso y exitoso cuento "Sensini" es hoy un firme memento sobre ese tipo de peripecias literarias: los tan corruptos y arreglados concursos literarios. Es también un hecho que su libro siguiente La pista de hielo aparece 9 años más tarde, cuando ya tiene 40 años. Podría decirse que Bolaño es hijo de su época, (primero vivió y después dio vida). Su fertilidad literaria -temporalmente hablando- es más bien tardía (por comparar, García Márquez publicó por primera vez a los 23 y Cien años de soledad vio la luz a sus 40).

Tres años después, en 1996, Bolaño reinició su carrera de narrador de manera no antes vista. Durante los siguientes 3 años (1996-1999) Bolaño transformó el panorama de las letras latinoamericanas de tal manera, que con el tiempo será posible hablar de un antes de y un después de Bolaño. Después del año 1999 se convirtió en alguien inamisible y sumó una joya tras otra, siempre junto a Herralde. Sin embargo, es importante advertir que no sólo logró escribir -desde el punto de vista de su contenido- una obra literaria inteligente, profunda y de varios planos. Sino que fue más allá, renovando el género de la novela, no sólo al renovar al narrador (este aspecto merece un tratamiento para el cual no tenemos espacio aquí) sino que renovando algunos viejos personaje arquetípicos. Con cierta premeditada exageración, podríamos decir que Bolaño nos recuerda aquello que Tarantino trajo al cine, aquella suerte de fusión o mezcla de géneros.

En lo que a Los detectives salvajes se refiere, los signos de la novela negra son evidentes. No obstante, ésta es un locus communis de muchos autores en la actualidad. Sin embargo Los detectives salvajes no es una novela negra. Es claro, el género policiaco se vende bien y genera ganancias. Por lo mismo el nombre elegido para ésta es innovador y es un juego que deja desde ya intuir la fusión de géneros. En lo que respecta a esta novela percibimos nuevos rumbos en la narración. Narración que -aparte de los elementos detectivescos- cuenta con rasgos del Bildungroman o novela de aprendizaje; se las bate con elementos de la narrativa erótica, como también con ciertos aspectos de la novela de horror o novela gótica. Con todo, lo que es distintivo para esta obra es cómo Bolaño logró componer sus personajes en calidad de antihéroes, como entidades que no son incondicionalmente artífices del relato. Sus personajes, como parte de la realidad narrativa, son afectados de igual manera y simultáneamente, lo mismo por el mal, que como por el bien omnipresente, sin que puedan tener mayor influencia en la trama. Con esto Bolaño traslada parte del epicentro de la ficción hacia el entorno que rodea a los personajes.

A pesar de que Roberto Bolaño nació en el país menos novelístico de Latinoamérica, no resultó ser el típico estrecho chileno medio, tan inclinado al patriotismo militar o militante, al egocentrismo vanidoso o al nacionalismo altanero de banderitas y escarapelas, como la gran mayoría de sus coterráneos. Bolaño resultó ser a su manera un nómade, y no sólo en lo que a género se refiere. Un trashumante. En su vida, tres países fueron claves: su niñez en Chile, su juventud en México y su adultez en Cataluña. No obstante, el mismo afirmó finalmente que su única patria eran sus hijos y la literatura. Valga no obstante decir que es México el país que más lo marcó y es este país el que ocupa un lugar privilegiado en su creación. Una visión novedosa de lo que pudiera ser la tradición literaria mexicana (que considerase no sólo lo mexicano, sino también lo escrito en México) debería contar e incorporar las novelas mexicanas de Roberto Bolaño (al menos en la misma medida como se debería tomar en cuenta Bajo el volcán de Malcolm Lowry o Mantra de su amigo el escritor argentino Rodrigo Fresán).

Roberto Bolaño, sin embargo, no se transformó en un mexicano más y su periplo continuó hasta llegar a España, donde finalmente se estableció. Es necesario decir que tampoco terminó siendo español. Toda su anábasis hizo de él un habitante del planeta (esto sí que suena cliché, pero es cierto). Un habitante pobre, sufriente, penoso, quizá en algún momento de su vida hasta patibulario, pero sobretodo amante y al final de todo, un habitante creador. Todo esto lo determinó, finalmente, para que con su creación diera un carpetazo a aquella vieja y tonta polémica acerca del fin de la novela como género narrativo. Logró todo esto con la elaboración de una amalgama de testimonios personales, de percepciones íntimas de los horrores y padecimientos del mundo con aquello que le tocó vivir, o que le narraron otros, o que sospechó, o que simplemente fantaseó. Roberto Bolaño, con su obra, superó la mediocridad latinoamericana de las últimas décadas (excepciones confirmantes de la regla aparte), e incluso desde un punto de vista comercial hoy se ubica dentro de los más vendidos. Huelga decir que en torno a su persona apareció una pléyade de nuevo autores, a los cuales el mismo Bolaño reconoció y respetó (Fresán, Villorro, Pauls, Rey Rosa, Gutiérrez). Autores que de manera unánime le reconocieron a él como el mejor escritor de habla hispana contemporáneo, el primer clásico del siglo XXI.

Bolaño es hoy un fenómeno literario por todo el mundo. Un fenómeno incluso paradigmático. Y esto debido a que –en lo que al mundo hispano se refiere- desde el ya trillado boom de los 60 no éramos testigos del surgimiento de un autor tan talentoso. Un autor que con su temprana muerte se convirtió a la vez en leyenda y en escritor de culto. Un autor que se afincó con fuerza en tantos idiomas, inclusive en los Estados Unidos, en donde tan sólo el 5% de los libros publicados son traducciones. En lo que a las letras en lengua española se refiere, las últimas décadas hemos venido siguiendo más bien con disgusto la aparición y desaparición de distintos best sellers comerciales bajo una capa de mediocridad, cuyo rasgo más evidente ha sido ser esa suerte de remake de los viejos subgéneros novelísticos. Dejemos de lado la cargada y repetida literatura de los abuelos latinoamericanos, tipo García Márquez o Vargas Llosa, y su infinita y mediocre repetición estilística y mencionemos dos tristes ejemplos. El ejemplo latinoamericano par excellence de la mediocridad es la señora Isabel. Años tras año esta dama nos ha entregado –y seguramente lo seguirá haciendo- libros con un estilo agotado y mal copiado, incluyendo su trasnochado pseudo realismo mágico. Otro ejemplo, esta vez español: la larga lista de libros del señor Pérez. Libros que estiran sus tentáculos desde las vitrinas del mundo y que nos recuerdan cada vez las novelas de aventuras o las novelas históricas. Géneros que en su tiempo nos destaparon un mundo desconocido y secreto. Hoy el carácter de simple entretenimiento o pasatiempo de este recreado tipo de novelas parece más bien invitar al lector a meter la cabeza en la arena de los relatos históricos haciéndolo huir de la realidad. El curso de la moda, más la esclavitud del mercado, son hoy tan poderosos que el mundo editorial del idioma español busca o exige que la lengua descubra a su propio Wells o Tolkien. O bien su Rowling, o quizá un ridículo Brown, si es que ya no han sido en este instante descubiertos y tan sólo nosotros aquí aún no lo sabemos.


Escueta pesquisa a un caso literario

Quien ama la literatura y aún no ha tenido la oportunidad de sumergirse en la obra de Roberto Bolaño (obra de casi 20 libros); quien –con todo- religiosamente sigue las noticias del mundo editorial, con seguridad debe confusamente notar el actual gigantesco interés mundial de los lectores por su obra. Es fácil y hasta recomendable dudar o elegir cierta precaución para verificar si no se trata –una vez más- de otra construcción de la mercadotecnia o de la obra de aquellos autoproclamados profetas geniales con libros de autoayuda para masas, tipo Paulo Coelho. Es fácil tener sentimientos encontrados ya que, por lo general, se tiene la costumbre de que lo masivo, por lógica, es intelectualmente pobre o mediano y, por lo general, aceptable por las mayorías en esa demandada legibilidad y superficialidad. Bolaño es –a pesar de su caudal de lectores- algo completamente distinto y único. No fue el tipo de escritor que buscaba escribir una obra “editorialmente correcta” y así abiertamente mentir para no cerrarse las puertas allí donde la literatura barata tiene a sus cómplices editoriales. Al margen, digamos, de la famosa escritora y crítica norteamericana Susan Sontag, que se convirtiera en una suerte de descubridora y propagadora para el público americano, llamó a ese tipo de escritores falsos: mercenarios literarios. Bolaño, por lo general, los despreciaba, sintiendo por ellos cierto despecto y repudio. El mismo llamaba a esa actitud propia: la guerra contra el cliché. Culpando a este tipo de literatura de banalidad y de prostitución. Es importante constatar que Bolaño se ha convertido en best seller, sin tener que hacerle favores y concesiones al mercado, a los editores, a los críticos y mucho menos a los lectores. Bolaño simplemente escribía y escribía para luego salir a la calle con sus manuscritos a verse las caras con el medio editorial. No imitaba a nadie, no repetía a nadie.

¿A qué se debe que Bolaño logró despertar un interés tan grande y en tipos tan diversos de lectores?

Creo que una de las claves de su obra es la ironía y aquella permanente argamasa de risa y dolor en sus textos. Este tipo de discurso narrativo quizá presupone y es coherente con una manera de observar, tanto la fealdad como la belleza del mundo. Bolaño con su desesperanza a cuestas nos obliga artística y drásticamente a tomar conciencia de la realidad, lográndolo sin ser proselitista. A diferencia de otros autores de izquierda no es un predicador más. A los sumo es un reportero, un cronista negro, un detective involucrado humanamente y sin medias tintas. A pesar de que para él, el mundo no tiene remedio, al menos vale la pena mostrar sus heridas, sus enfermedades a través de las letras. En esto se nos ofrece una cierta explicación de su éxito, ya que todos sus lectores -unos más, otros menos- compartimos en la –a veces frecuente- morbosidad de su textos cierta desesperación visceral que nos hace satisfacer nuestra propia insania, nuestras propias patologías.

Tanto en su obra como en su crítica la dicción y el lenguaje bolañesco captan hoy a un amplio público, y esto sin tener que hacer tratos venales, ni bajar la guardia ante lo convencional y lo mediocre. Quizá debido también a que su obra se caracteriza por una atractiva e insobornable radicalidad estética, ética y política. Su obra se vuelve coherente al manifestarse como una involucración valórica que no defiende ni el bien ni el mal, porque lo concebía como la manifestación de una unidad, de la cual no es posible escapar. En este sentido es posible advertir cierto laconismo que cruza sus relatos. Hay que decir, que la manera como Bolaño administraba el lenguaje, estructuraba sus oraciones y párrafos está exenta de cualquier tipo de excesiva construcción. Esto le da la naturalidad y la fluidez de la oralidad. Al leer a Bolaño pareciera como que lo escucháramos hablar. Al escuchar su voz pareciera como que escucháramos nuestra propia voz que dice por su boca aquello que no nos atrevemos a decir. Y siempre en un lenguaje a la vez culto y coloquial, que lo hace accesible a todo tipo de lectores y con una clave particular en su literatura; con aquella elipsis premeditada omnipresente en su obra, que no es otra cosa que la intención de esconder o sesgar la información. Más con el fin de sugerir la realidad del relato que con un ánimo de describir todo detallada y vanamente.


El detective como lector salvaje

Una parte importante de su trabajo fue su crítica literaria. ¿Quién fue Roberto Bolaño como lector?

La actividad crítico-literaria de Roberto Bolaño era inseparable de su obra. Como crítico llegó a ser increíblemente duro, filudo e incluso corrosivo. Su ácido sarcasmo en todo caso no se nos presenta hoy como algo caprichoso o injusto. Y mucho menos como un engreimiento amargo, como pudieran pensar los mal intencionados. Todo lo contrario, el gusto literario de Bolaño era auténtico y digno del lector cuidadoso que fue. A pesar de haber sido en su secundaria un muchacho cimarrero, es más que probable que leyó más que cualquiera de nosotros. En su juventud la lectura era su mayor pasión. Incluso llegó hasta el robo de libros en algunas librerías de Ciudad de México con el fin de leer. Una prueba literaria de la plena aceptación del arte del hurto libresco es el cuento "El gusano" (1997). Prueba de su sagacidad como lector son sus artículos de prensa y una parte del libro de ensayos, artículos y discursos titulado Entre paréntesis (2004). Bolaño fue un sobresaliente escritor, crítico, ensayista y poeta que, sobre todo, leía como un poseído a sus mismos contemporáneos. Dicen que leía todo lo que caía en sus manos. Hoy sus autores preferidos son para muchos de sus lectores una suerte de canon de lo que es necesario leer y releer. Sus lecturas no sólo arrancaban de los mejores clásicos latinoamericanos como lo son Borges, Bioy o Cortázar, sino que Bolaño metió sus anteojos de lector en otras tradiciones literarias, como lo son las europeas, en particular las de Europa central, por lo general más bien ajenas a Latinoamérica. Tal es el caso de la lectura de autores suizos o austriacos. Su obra lleva el signo de algunos de aquellos autores como Musil, Zweig o Frisch, pero también lleva la impronta de grandes autores del género de novela negra y de la novela de terror o misterio. Nombres como Lovecraft o Chesterton, son hoy objeto de interés de los lectores de Bolaño. Todos esos autores son hoy la pauta para un futuro estudio de la obra de Bolaño y de su íntima biblioteca. Quizá por lo mismo Bolaño logró pasar a ser un eslabón más en la cadena de la literatura universal. Quizá porque leía. Es aconsejable precisar que allí donde menciono la palabra “literatura” debemos leer “alta literatura”. O bien, podríamos utilizar la división que el mismo Bolaño hacía para separar a los verdaderos escritores de aquellos simples “escribidores”. Está claro, que hacer una sentencia de tal calibre amerita una dosis considerable de valor. Bolaño tenía ese coraje, justamente porque antes de ser escritor era lector. Un lector erudito y fundado. Demás está decir que no le quedaba otra. Y esto probablemente porque sospechaba que un escritor sin una actitud crítica no puede escribir bien, a no ser que quiera tan sólo reescribir lo que ya ha sido escrito o simplemente imitar a otros. No obstante, sabemos que esta verdad es relativa y que en los progresos y renovaciones del género novelesco siempre habrá huellas de lo que otros han escrito anteriormente. El escritor es siempre lector, un lector pasivo y activo a la vez, un lector de sí mismo y de otros. Cada obra literaria es una dialogo con la literatura anterior y Bolaño no fue una excepción.

Cuando el lector abandona un rol más bien pasivo y comienza a cuestionarse la obra de un autor, a ponerse preguntas acerca de los significados ocultos y del origen de los elementos que la componen, deja de ser un lector pasivo para convertirse en un lector activo. Junto a los lectores comunes y corrientes coexiste todo un ateneo de lectores activos. Son los conocidos como especialistas: académicos, estudiantes de letras, críticos, reseñadores, traductores y editores. Esta comunidad suele dividirse en diversos grupos, según el punto de vista que adopten a la hora de examinar una obra literaria. Hay los que ponen su lupa en la vida del escritor y como paparazis de bulevar buscan los recodos oscuros y las intrigas de los datos para explicar aspectos o lugares de la obra para finalmente deformarla o cubrirla de una nebulosa ciega. Otros prefieren analizar la obra de manera cerrada y como un todo hermético donde nada más cabe, sólo lo que está escrito en ella. Se investigan los personajes, la trama, el argumento.

Pero hay un punto de vista más. Es el lector y su interpretación personal de lo leído. El lector también puede representar otra manera de enfocar el análisis de una obra literaria. Esto se refiere a la medida en que un determinado lector es capaz de comprender de qué trata una obra literaria.

¿Quiénes son eventualmente los potenciales lectores de Los detectives salvajes en la República Checa? Tendrán Los detectives el mismo destino que tuvo Nocturno de Chile hace cuatro años, cuando finalmente terminó vendiéndose en locales de libros batatos. ¿Cuáles son las razones del absoluto fracaso de la primera traducción al checo de Bolaño? Creo que es necesario detenernos un momento e intentar responder estas preguntas. El caso de Bolaño se vuelve más complejo en lo que se refiere a los lectores checos, al menos desde dos aspectos. El primero tiene que ver con la problemática del lector y con un aspecto frecuentemente dejado de lado, como es el aumento de la complejidad del problema a la hora de una traducción a otra lengua. Más aún cuando se trata, como es este caso, de una lengua minoritaria y a su vez exótica, como es el caso del idioma checo. La obra literaria -aunque no siempre- posee un mundo de realidades interiores y exteriores. Son los contextos internos del relato y los contextos históricos en los que la ficción está ambientada. Éstos pueden, en ciertas ocasiones, serle a los lectores en otra lengua absolutamente ajenos. Por esto mismo una novela puede funcionar bien al interior de su lengua original, como de otras lenguas, pero esto no siempre tiene que ser así. El segundo aspecto tiene que ver con la decisión de los editores. El fracaso de Nocturno de Chile, su primer libro traducido al checo, lamentablemente tiene que ver con dos asuntos cruciales que lo provocaron. En ambos juega un papel preponderante el lector. A pesar de que la novela Nocturno de Chile es considerada hoy como una obra literaria única y extraordinaria -la cual, dentro del contexto de la historia de la literatura latinoamericana, podemos sumar a las obras que un siglo atrás iniciaron la tradición del género de la novelas cuyo motivo central son las dictaduras; en particular la camada de autores de finales del siglo XX (Piglia, Lemebel, etc.)-, su elección como primera traducción al checo resultó ser un fiasco absoluto y una negligencia fatal por parte de los editores. Qué condujo a seleccionar esa novela es para mí un verdadero misterio y habla de un conocimiento más bien parcial de los libros de Bolaño y del carácter fractal de una parte de su obra, con el que el autor juega, volviendo a desarrollar temas o detalles que anuncia en obras anteriores. Este tratamiento de repetición en Bolaño no es casual, sino más bien sistemático y más aun, posee cierta consecutividad durante su obra. En lo que respecta al tema de la tortura, de la violencia política y de los crímenes de lesa humanidad durante la dictadura del General Pinochet, Nocturno de Chile no es sólo una obra más bien posterior, sino que además representa probablemente su cumbre. Por lo mismo publicarla como primer libro es una error editorial. El segundo asunto determinante es la dificultad que enfrentaba Nocturno de Chile como novela para un público que en su mayoría desconoce las circunstancias históricas y culturales de la obra. Y si las conociese, ameritaría que las hiciese suyas, no en un plano superficial de simple relato, sino que en las entrañas mismas del texto; en las relaciones y conexiones subyacentes y que tienen que ver con los valores humanos. En un país como la República Checa, en donde una considerable parte de la opinión pública aún considera que Pinochet salvó a Chile del comunismo, era bien difícil que una novela sobre el terror y los horrores en el Chile dictatorial pudiera motivar a los críticos y reseñadores, mucho menos a los lectores.

Pienso, sin embargo, que Roberto Bolaño tiene sus lectores en Chequia hace ya mucho tiempo. Son los mismos lectores de Borges, Vila Matas, Cortázar, pero también de Perec, Zweig o Hrabal. La interrogante es cuan amplio es ese público. Por esto, es condición urgente a la hora de seleccionar la obra de un autor, definir o más bien identificar al lector. Cada autor lo tiene, lo mismo cada libro.


Los detectives y la salvaje prensa amarilla

En general se podría decir que un mínimo estudio del lector, de los libros preferidos del público siempre ofrece un valor indicativo sobre el estado de la cultura de una sociedad. De igual modo, esta información resulta valiosa para quienes tienen la tarea (por apostolado o por simple negocio) de publicar libros. Pero sabemos: no todos los libros son iguales. Ni tampoco lo son los lectores. Un obra literaria es también un acto editorial, a veces detrás de él se esconden editores ilustrados, aunque la más de las veces la acción es un simple negocio, una simple estrategia de la industria del libro. Obviamente tampoco todas las editoriales son parte de esta industria, cuyo objetivo prioritario no es otro que encontrar la vía para vender los tirajes lo más rápido posible y para contar ganancias. En esta lógica las traducciones hacen del idioma un simple mercado, la obra pasa a ser más bien un libro o ejemplar y el escritor una marca.

Pero regresemos por un instante al lector pasivo y masivo. Para la industria del libro el autor ya no es tan importante. Lo importante son las ventas. Por lo mismo son estos lectores pasivos quienes deciden y la manipulación de su intención de compra la que cuenta. Ellos tienen la última palabra, ellos son los consumidores y ellos al final pasan a ser el sentido de la obra publicada, es decir del libro como artículo, como portador o soporte de la obra. Podríamos objetar que la mayoría de los lectores lee un sinnúmero de libros malos y banales, pero a los editores de la industria del libro eso no les quita el sueño. Tampoco les importa el hecho que no sea este lector de masas quien determine el verdadero valor de una obra; que la obra tenga que resistir una lectura profunda y que muchas de ellas tengan un papel más bien de entretención. Para cumplir con sus fines la industria del libro ha logrado estrechar vínculos con los medios de comunicación. Para ello los mismos medios de comunicación (léase prensa amarilla) han desarrollado su propia elite de opinadores que día a día generan listas de libros más vendidos, de top 10, de best sellers que los lectores medios de periódicos y tabloides deberían leer. Así, la maquinaria mercantil ignora la obra y enaltece el libro-mercancía.

Si los lectores masivos checos no se enteraran de nada. Si no tuvieran noticias sobre un autor tan extraordinario como fue Bolaño, o sobre su genial novela Los detectives salvajes, los editores correrían el riesgo de grandes pérdidas. Lo que no significa necesariamente que sean pérdidas para la literatura. Ejemplo paradójico de esto es que ese haya sido el destino de la novela La literatura nazi en América (1996) en la misma España. Tiraje que finalmente fue guillotinado.

Al cadáver de Bolaño ya se lo comieron los gusanos, por lo tanto ya no es tan importante tener consideraciones con el autor como el ser humano que un día fue. Me dicen que la venta (no hace mucho) de todos los derechos sobre su obra por parte de su viuda (la oficial) a un señor de nombre Andrew Wylie y apodado El Chacal (que me cuentan es un hábil agente literario), habla por sí sola. No sé, ni conozco al canis mesomelas ese. Ni a la madre de los niños Bolaño, la que -según me cuentan- por esos días ya no era su mujer. Bolaño es ahora un mina de oro. Su herencia es todo aquello que se pueda vender. Su postura crítica contra el establishment cultural de las instituciones y los medios de comunicación hoy vale un pepino y a nadie le importa. Por lo mismo la presentación oficial de Los detectives salvajes en el Instituto Cervantes de Praga (algo que Bolaño sin duda merecería, bajo la idea de un simposio o una conferencia, para que por fin esta institución oficial comience a tener un perfil claro basado en la calidad y no en la cantidad), inclusive el preparado coctelito de siempre con diplomáticos, académicos y la comunidad hispanoparlante local es, por lo bajo, algo descaradamente aberrante. No hay otra intención en esta actividad que aprovechar las bambalinas de la cultura oficial para que los periodistas invitados escriban sobre la novela de Bolaño; para que la novela se venda lo antes posible. Yo -en rigor- no debería tener nada en contra de esta élite (aunque razones hay de sobra), pero esta actividad pseudo cultural y elitista -en la cual los verdaderos lectores de la traducción de Bolaño (esos que no hablan español) no estarán presentes-, me resulta vergonzosa, sobre todo cuando de lo que se trata es de armar el show para que la prensa amarilla pique el anzuelo y se coma el bocado. Circo para los tabloides que están allí, donde hay luces, copas, tacones, excelencias en limusinas con banderillas y la suntuosa, liviana y superflua fanfarronería de lo oficial.

Se me ocurre recordar aquí aquella respuesta de Bolaño cuando le preguntaron qué pensaba de Gabriel García Márquez y dijo que era “un hombre encantado de haber conocido a tantos presidentes y arzobispos”.

Por suerte los lectores inteligentes de literatura inteligente tienen sus propios canales y esta grosera y vil bulevarización que se hace de Bolaño en Praga no será más que otro alarmante capítulo dentro del triste culebrón del mercado mundial de la literatura. Como ya se dijo: hoy es importante vender, meterse en los titulares, encajar una buena reseña. Da exactamente lo mismo si el que compra el libro es un taxista con cadenón de oro al cuello, una modelo que imita a la Pe con uñas de matrices blancas como de artista porno, una rubia teñida cajera de supermercado, o bien un estudiante o una profesora de letras, o ustedes, o yo mismo. Da lo mismo si alguno de los aquí mencionados acabamos o no el libro completo y no lo dejamos a la mitad. Da lo mismo si lo leemos como la historia de unos poetas que buscan a otra poeta y no entendemos ni descubrimos nada más. Constatemos sólo que hubo un tiempo anterior al Bolaño famoso, cuando el perro romántico quería ser publicado y leído. Cuando quería desatar el nudo ciego que sintetiza esa contradicción que hay entre querer vivir de las letras y escribir una literatura inteligente y profunda. Eso es ya una realidad.

Sabemos que la obra literaria que funciona sólo en el escritor masivo es basura. Sabemos que cuando funciona sólo entre intelectuales su destino es ser una reliquia de biblioteca y los tirajes terminan guillotinados y los escritores se mueren de hambre y hacen periodismo o dan clases o tanto más...

Sin importar cómo se venda Los detectives salvajes en checo. Sin importar qué tan rápido se venda esta novela, una de las mejor premiadas en el mundo hispanoparlante, a Bolaño y su Rayuela mexicana de fines de milenio, le espera otro destino. Pues son las obras las que ocupan un lugar en la historia de las letras, no los libros y mucho menos las traiciones de la traducción.




Praga, 2009










lunes, 15 de marzo de 2010

Patti Smith estrenará en Gijón una canción dedicada a Roberto Bolaño

Diario Sur, EFE. 10.03.2010




La cantante estadounidense Patti Smith estrenará en Gijón, en el marco del festival Spoken Word, una canción dedicada al escritor y poeta de vanguardia de la nueva literatura hispanoamericana Roberto Bolaño.

Según ha informado la organización del certamen, Smith, que actuará con Lenny Kaye y Tony Shanahan en el Teatro de La Laboral, interpretará canciones propias y poemas de algunos de los escritores en lengua española que más le han influido, como Teresa de Jesús y Federico García Lorca, además del propio Bolaño.

El festival, que se desarrollará del 25 al 28 de marzo, incorpora este año como novedad una parte académica en la que estarán involucrados tanto el British Council, como el Instituto Italiano y el Área de Filología Inglesa de la Universidad de Oviedo.

Además del workshop de Molly Naylor y su actuación, Jonathan Coe ofrecerá una charla, como complemento al espectáculo "Say Hi to the Rivers and the Mountains", basado en sus textos.

El cineasta italiano Antonello Faretta proyectará el documental "Nine Poems in Basilicata" realizado sobre el escritor norteamericano John Giorno y posteriormente ofrecerá una charla.

Las entradas están a la venta desde el viernes 19 de febrero y se podrán retirar hasta quince minutos antes del espectáculo.










lunes, 8 de marzo de 2010

Biblioteca: Roberto Bolaño

por Lucas Vargas y Sierra
Estosojosmiopes.blogspot.com. 06.02.2010








Leer a Roberto Bolaño es preguntarse abiertamente: “¿qué nos queda?”. Cualquier acercamiento a su obra será infinitamente una pregunta, no sólo en esos finales que no parecen finales sino comienzos, también en todo el recorrido de las acciones, en el recuento de sucesos. Criticarán al chileno diciendo que no es un escritor comprometido, que en su obra entera nunca tomó una posición ni habló de la injusticia, que sus novelitas son piezas detectivescas -bien narradas- pero sin espíritu de trascendencia.

Sí, eso dirán y no sin cierta razón, pero con cierto margen de error que puede ir desde el cinco hasta el noventa y nueve por ciento. Bolaño es precisamente eso, la muerte de la trascendencia. Su obra completa es un asiento en primera fila para asistir a la muerte de las ideologías en todos los campos: la muerte del arte, la muerte de la política, la muerte de las corrientes de pensamiento. “El fin de la historia”, bautizado por Fukiyama, “el desprecio como destino” al que está condenada Latinoamérica, según Galeano. Estos tiempos en donde nunca pasa nada aunque pase de todo, y ahí Bolaño, diciendo pasen, tomen asiento, bienvenidos a una masacre donde el aburrimiento es infinito.

Ya son seis las obras que conozco del chileno, espero tener el tiempo necesario para dedicarme a las demás y repasar las ya visitadas -definitivamente 2666 es un libro que debe ser releído, una novela inmortal e inmortalizante-. En estas seis obras (en orden de lectura: Los detectives salvajes, 2666, Monsieur Pain, Una novelita lumpen, El secreto del mal y Estrella distante) Bolaño escaló en mi lista de autores hasta compartir el escalón más alto con Cortázar, con Pessoa y con Marguerite Yourcenar. El motivo: una narrativa con fuerza en la que el escritor se compromete en cuerpo y alma, y que pese a eso se siente distante, ajena, completamente independiente de su voluntad, como el anciano que dedica toda su vida a una labor que en el fondo le trae sin cuidado.

Las novelas de Bolaño, cortas la mayoría, largas dos (Los detectives salvajes y 2666), tienen en su ritmo el frenesí de una lectura en la que se siente ir la vida, y mantienen al tiempo una distancia en la que se deja bien claro que el lector importa bien poco. Es el deseo de totalidad lo que motiva a la escritura, aún en las novelas cortas está presente esa necesidad de abarcarlo todo: el sexo, la música, la literatura, la guerra, la muerte, el cine... La diferencia con la antigua escuela rusa (Dostoievsky–Tolstoi) está en la posición de los personajes, en la ausencia de monólogos, en la falta casi total de reflexiones morales.

Es el caso de la guerra civil española, del auge del nazismo tanto en España como en Italia. Monsieur Pain tiene por escenario Francia y el tema de la guerra contra Alemania aparece, pero como por accidente, tangencial, una especie de mal necesario. Lo mismo pasa en Una novelita lumpen, mientras en las calles los jóvenes gritan “fascismo o barbarie”, la protagonista se entretiene mirando las portadas de varias películas.

En esa escena se resume gran parte de la obra de Bolaño: las guerras ocurren, los enfrentamientos ideológicos existen, pero la gente está ocupada en cosas mucho más importantes, como elegir qué película ver primero o en qué local comer esa noche o en buscar a una poetisa perdida en medio de un desierto de Sonora.

Estoy siendo ligero, lo sé. Escribir sobre la obra de Bolaño es una herejía. Comprendo, y creo que no había comprendido hasta este momento, a ese heterónimo de Pessoa, a Alberto Caeiro, cuando se refiere a la naturaleza diciendo que ella está y que cualquier tipo de reflexión al respecto -en burla a los metafísicos- es una pérdida de tiempo. “El único gran misterio de la vida es que no hay ningún misterio”, la obra de Bolaño no es para ser analizada, y espero que esta aclaración me libre de la hoguera. Novelas como Estrella distante son para disfrutarse. Punto.

Sólo quería comentar, compartir, tentar: hay que leer a Roberto Bolaño. Su escritura, su universo literario es -a falta de otro término más contundente- arrollador.