martes, 4 de junio de 2013

“Su ausencia es irreparable y no está vinculada a su literatura”. Entrevista a Carolina López

por Lucía Magi
La Tercera. 01.06.2013







Carolina López, 52 años, es una mujer tímida que, dice, tuvo que aprender a protegerse. El coche que la recoge en el aeropuerto de Turín, norte de Italia, la lleva al Salón Internacional del Libro, que este año orquestó un gran homenaje a su marido, Roberto Bolaño, fallecido hace diez años. En el camino, con una sonrisa habla del autor y del padre de sus dos hijos; los ojos le brillan tras las gafas. Cuando la conversación empieza a parecerse a una entrevista, se encierra, reacia a cualquier protagonismo: “Roberto no lo necesita, su obra camina sola. ¿Qué puedo aportar yo?”. Tampoco suele viajar para acompañar publicaciones o nuevos homenajes. Sigue el éxito del escritor desde lejos, desde Blanes, el pueblo donde vive, en la costa que se aleja de Barcelona rumbo a Francia. Pero decidió ir a la feria italiana, que finalizó el 20 de mayo: “Hace diez años que Roberto se fue. Coincide con el cierre de una primera fase de catalogación de su archivo. Se convirtió en una exposición (en el Centro Cultural de Barcelona), Chile se mostró muy interesado en acogerla en Santiago tras su estancia en Nueva York. Así que me pareció importante venir”. “Archivo Bolaño, 1977-1993” es como abrir el baúl de los recuerdos y encender el foco sobre un escritor íntimo desconocido. Bolaño antes de ser Bolaño.



¿Cómo fue recopilar sus escritos?
Catalogar el archivo fue una experiencia muy emocionante. Descubrir el cómo y el cuándo de la creación de un universo literario tan complejo como el de Roberto es una experiencia enriquecedora. Hasta ahora, hemos finalizado la primera fase: identificar y pasar al digital los documentos. Fue complicado preservar la clasificación que había utilizado Roberto, a veces vinculada a proyectos concretos como libros de cuentos o novelas, pero también guardaba carpetas con anotaciones de ideas, apilaba papeles sin ningún criterio. Respetar la estructura del archivo en la exposición fue lo más difícil, porque en una misma carpeta podíamos encontrar narración, poesía, material inédito, publicado, recortes de prensa. Pero mantenerla era fundamental para aproximarnos a su sistema de trabajo.


¿Qué aspectos emergen de ella?
La exposición documenta su cronología creativa e intenta reflejar su sistema de trabajo: a partir de una idea o de una noticia, luego las notas, una primera estructura o breve síntesis de la narración, el borrador en bruto, un segundo borrador y finalmente el mecanoscrito. Es increíble la cantidad infinita de proyectos en los que trabajó: exponemos aquel laboratorio, la cocina del escritor.


¿En qué momento del día escribía?
Escribía por las noches, con la llegada de los hijos fue adaptando su horario. Es una fantasía pensar que Roberto escribe desde que empezó a publicar. El publicó en una editorial grande por primera vez a los 43 años, pero decidió ser escritor desde su niñez. El genio está, el talento está, pero sin el trabajo sirven de poco.


¿Cómo se preparaba para sus libros tan precisos en datos e información?
Se documentaba leyendo libros, consultaba con amigos expertos y más tarde a través de internet.


¿Cómo fueron los años antes de los premios, cuando su trabajo no era tan reconocido?
Fueron años de lectura, escritura, ver películas, amigos, aficiones... A Roberto no le cambió el reconocimiento.


¿Pero le daba satisfacción el éxito?
Los premios que cosechó en vida le llenaron de alegría. Estaba muy satisfecho y feliz. Sin embargo, aún vendía muy poco. Empezaba a despuntar, ganó el Rómulo Gallegos y el Herralde, pero el éxito que conoció Roberto fue un éxito de crítica y de reconocimiento de sus pares, en absoluto nada comparable al actual. Tras su muerte, se ha convertido en una figura literaria a nivel universal. Conquistó su sitio en el canon.


¿Esto ayuda a llevar la ausencia?
Esto es una maravilla. Una satisfacción brutal pensar: “Roberto, ¡lo has conseguido! Has trabajado tanto y, ¡mira!, lo has logrado”. Pero él ya no está. No está con nosotros.


En las entrevistas siempre parecía muy modesto y rechazaba con ironía todas las alabanzas. ¿Era consciente de sus capacidades?
La modestia de Roberto es muy real y está directamente vinculada a su ambición literaria. Al mismo tiempo, sin embargo, era muy consciente de su valía como escritor.


Es un trabajo muy solitario. El dijo que usted era la primera lectora de sus libros. ¿Le daba consejos?
No, sólo mi valoración como lectora. Cuando Roberto no publicaba, sus textos los leíamos muy pocas personas, algunos amigos y yo.


¿Qué la llevó a enamorarse de él?
Lo conocí en Gerona, en la calle. Me abordó para invitarme a cenar y yo acepté. Me enamoró su sentido del humor, su alegría, su inteligencia, su conversación, era un hombre muy atractivo.


Catalogar y ordenar sus escritos y la admiración de miles de lectores en el mundo, ¿ayudan a superar la pérdida?
Catalogar y ordenar sus escritos ha representado ampliar en mucho mi conocimiento sobre su sistema de trabajo. Leer a Roberto ayuda. Pero su ausencia es irreparable y no está vinculada a su literatura.