viernes, 23 de mayo de 2008

Un detective salvaje

por Gonzalo León
La Nación. 16.04.2007


















El Viernes Santo me invitaron a un bar. Según Jaime Pinos, el bar habitualmente está cerrado en esos días, pero que esta vez habrá una excepción, sólo por nosotros, aclara. Me pregunto qué clase de cofradía o secta puede hacer abrir un bar en Viernes Santo. Inmediatamente me vienen a la mente los masones. ¿O sea que Jaime es masón?

Detengo un taxi y mascullo la dirección. El chofer me responde con un ah, usted va a la reunión. Paranoico, pienso que a lo mejor no se trata de una cofradía, sino de una confabulación en mi contra. Quiero bajar del auto, pero ya ha tomado velocidad por Diagonal Paraguay, luego por Rancagua. En medio de las luces, diviso un restaurante chino al que siempre he querido entrar sólo por su nombre: Cam Xiong, ubicado en Bilbao con José Manuel Infante. Llegamos, anuncia el chofer. Intento pagar, pero el taxista se niega a recibir mi dinero, cosa que me hace anotar esto en una libretita.

Me encuentro en las afueras del bar en cuestión que, pese al anuncio de Jaime, está con las cortinas abajo. Era sólo una broma, pienso para mi tranquilidad; pero luego, cuando me encamino hacia Providencia, observo una cortina levantada y luz adentro. Soy curioso, así es que ingreso. Un hombre vestido de blanco me dice lo estábamos esperando, señor León. Me dejo guiar hasta una mesa en donde se encuentra Jaime y diez personas más. Intento sentarme, pero mi guía dice aquí no, es allá. Lo esperan. Miro para todos lados y no veo ninguna mesa ocupada, a no ser que me esté esperando el hombre imaginario.

De pronto, alguien grita por aquí. Y una figura inmensa, muy parecida a Little Johnny, el fiel compañero de Robin Hood, me tiende la mano a través del aire. Mi nombre es Juan Esteban, pero Roberto me decía García Madero. Imagino entonces que este tipo, que posee un extraño acento, se llama Juan Esteban García Madero. Tomo asiento.

Juan Esteban me pregunta si quiero cerveza, a lo que contesto sí. La cerveza se desliza lentamente por mi mente, a medida que desaparece del vaso.

Como no sé qué hago aquí, espero a que Juan Esteban me explique. Pero Juan Esteban habla de poesía, de poesía mexicana, de infrarrealismo, ¿tú sabes qué es eso, no es cierto?, luego nombra a Mario Santiago, a José Rosas Ribeyro, a un tal Roberto Bolaño. Y cuando nombra a este Bolaño, que no es el comediante, aunque convengamos que el comediante publicó hace poco su libro de poemas, por lo que podríamos decir que la única diferencia entre esos Robertos es la “s” del apellido del comediante.

Bueno, cuando nombra a este Bolaño, se detiene, me mira fijamente a los ojos y me cuenta que, pese a que está muerto, tiene un serio problema con él. Como nunca he tenido problemas con los muertos, le digo que no creo en fantasmas y estoy a punto de irme. Juan Esteban me dice entonces que en realidad es un personaje de una novela de ese tal Roberto Bolaño. No entiendo, le digo, y él se exalta y grita no sé por qué a la gente le cuesta entender lo difícil que es ser García Madero en “Los detectives salvajes”.

Pienso que este tipo está loco. ¿Cómo alguien puede pensarse personaje o protagonista de una novela? Juan Esteban explica entonces que él conoció a Roberto en los ’70 en México y que en “Los detectives salvajes” él nombra a muchos amigos de esa época.

Ahora sí que no entiendo cuál es el problema. Juan Esteban exclama de pronto me carga que me escriban. Bueno, ¿y yo qué puedo hacer al respecto? Di en tu diario que me carga que me escriban, dilo, por favor, porque esto no es agradable, digo que te escriban, porque lo escrito, escrito está. A lo que me refiero es que las palabras nunca tienen relato con la realidad y eso, no sé por qué te cuento esto, bien lo sabe mi esposa.