miércoles, 23 de julio de 2008

“Conmigo Roberto tenía muy claro que a un niño no hay que obligarle a leer”. Entrevista a Lautaro, el hijo rockero de Roberto Bolaño

por Juan Pablo Abalo y Paz Balmaceda
The Clinic. 05.07.2008





Tiene 17 años, está a punto de terminar el colegio, quiere estudiar criminología y su principal afición es su grupo de rock “Asfalto blanco”. Desde Blanes, y por primera vez en un medio escrito, Lautaro recuerda su infancia junto a su padre, buceando en los borrosos recuerdos que tiene de sus venidas a Chile con Roberto -como a veces lo llama- a fines de los ‘90 y de su padre escribiendo o jugando, no sin trampas, a juegos de mesa y computador. También se refiere a la impresión que le causó en Chile ver una empleada que vivía en la casa de sus patrones (“eso es colonialismo”, dice) y a sus lecturas de la obra paterna, en particular al cuento “No sé leer”, donde Bolaño lo muestra de niño meando en la piscina de unos amigos.



Tu padre dijo en el “Pregón de Blanes” (incluido en “Entre paréntesis”) que entre las muchas cosas que había aprendido acá en Blanes, la más importante fue cómo cuidar a su hijo, a ti. ¿Cómo era la relación?
Era muy bonita; como padre me gustaba, aunque de pequeño también recuerdo momentos malos donde nos peleamos, esas peleas las tengo muy en vivo. El problema que tuve, lo viví con mi padre en el último año, año y medio, en ese intervalo, más bien dos años: fue ahí cuando me di cuenta de quién era Roberto Bolaño, de quién era mi padre. Para mí no era un escritor ni nada, era mi padre. Una persona normal y corriente.

¿Descubriste en ese momento que era una figura pública?
Claro, fui a Venezuela, a Chile, pero a los 10 años, un niño a los diez años… no sé. Me lo explicaron, pero mi padre para mí era la persona que estaba en el ordenador jugando, que comía conmigo. Jugábamos juntos y veíamos la tele. Luego ya lo fui viendo, lo más impresionante fue cuando en primero del cole había un paper de síntesis al final de curso y le hacían entrevistas a mi padre.

¿Tus compañeros?
No, de otros coles. Ahí me di cuenta y dije: ¡vaya!, es importante. No por el hecho de que vinieran alumnos a hacerle entrevistas, si no porque se me abrieron, digamos, los ojos respecto de lo que era él en el mundo. Algo parecido le pasaba a un amigo que su padre era el alcalde. Me sorprendió realmente cuando me di cuenta que Roberto tenía una importancia de la cual yo no tenía idea.

¿Y lo hablaste con él?
Sí, sí, me lo explicaba. Yo lo recuerdo humilde, no era de decirme, ohh yo soy tal… Y leía entrevistas suyas que me hacían entender bastante. Le decía cara a cara: ¿por qué eres famoso? Y él se reía.

Claro, en las entrevistas tu papá le da siempre menos importancia a muchas cosas, las baja a la tierra.
Sí, sí, además no tenía ningún lujo decirme a mí que era famoso, porque antes era mi padre y yo, su hijo.

¿Entendías la figura del escritor de niño?
Qué va, qué va… Recuerdo en Venezuela, lleno de fotógrafos, y yo abajo con una cámara colándome y haciendo fotos. Y es algo que Alexandra, mi hermana, también hace. Coge la cámara y hace fotos; la última vez fue en la obra de “2666” en el teatro. Alexandra estaba ahí, cuando se entrega el premio “Mejor obra representada”, ella estaba con la cámara, adelante, haciendo fotos. Me sorprendía… Pues… no, no me di cuenta, para mí se trataba de que íbamos de viaje y conocía niños de mi edad como Pascual…

¿Qué Pascual?
Era un niño que conocí en el primer viaje a Chile, creo, o en el segundo. Fue cuando Roberto estaba con Alexandra Edwards, creo, y su marido… Son recuerdos muy vagos, me acuerdo yo y Pascual -el hijo de ellos- en la piscina; hay un cuento de mi padre explicando eso, de pequeño yo en la piscina (el cuento se llama “No sé leer” y está incluido en el libro “El secreto del mal”).


Juegos y trampas

¿Qué cosas hacían juntos?
A ver… De pequeño me acuerdo yo y él en la ducha jugando. También recuerdo él estirado en el sofá, y yo jugando con él, o él haciendo la siesta y yo despertándolo, molestándolo. Ya cuando crecí más, a los 12 ó 13 años, cuando comencé a entretenerme con los juegos de ordenador, él me abrió esa puerta: jugábamos juntos, había una disputa.

¿Qué juegos jugaba? ¿De ordenador o de mesa?
Los dos, primero de mesa. Eran juegos con sus amigos, juegos sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, bélicos. La Segunda Guerra era lo que le apasionaba más, juegos con las campañas que se hicieron…. Le gustaba además jugar en contraposición a la historia.

¿Cómo?
Tenía un juego que se trataba de ser Hitler, conquistar toda Europa y repeler a los aliados. Este juego le gustaba, jugaba mucho.

¿Y lo ganaba?
(Risas) No recuerdo. Pero lo que sí tengo claro es que cambiaba las normas; el juego no podía estar completo, y él lo completaba, juntaba las casillas y añadía nuevas fichas, nuevos finales…, intentando seguir un poco el feeling de la historia, si habían aviones o no, bombarderos, etc.

Y luego estaban los de ordenador.
Sí, fue los que primero jugué con él.

¿Age of Empire?
Sí, pero el primero que jugué con él fue Civilización. La imagen que tengo de los primeros días es los dos malos malos, lo que se hacen en veinte minutos no lo conseguíamos en un día, era muy difícil. Nos quedábamos estancados, no sabíamos qué hacer. Un día me fui a dormir y él seguía en el ordenador y enchufó a mi madre, la hacía que estuviese con él para que mirase. Y al día siguiente me despierta diciéndome que había podido hacer un barco, yo no me lo creí, era imposible que hiciese barcos. Luego a partir de ahí nos hicimos expertos de ese juego, y resultó que hacer barcos era lo más fácil…

¿Y luego pasan al Age of Empire?
Sí, hay un cambio, la situación es por turno y en tiempo real. También se cansó por rabia a una unidad que te las cogía... no lo soportaba, eso era algo irreal. Es imposible que un monje te mire una unidad y la haga suya. Era algo que detestaba y lo dejó…

¿Jugabas tú contra él? ¿Quién ganaba?
Mmm, había dificultades, no, no, el Age of Empire, no: jugaba él o jugaba yo, nunca jugamos juntos. Además, habían trampas y él las utilizaba, y hacía las cosas más horribles.¿Era tramposo?
No, normalmente no, pero quería ponerse a prueba, ponía ocho jugadores en la mayor dificultad contra él, y él con trampas, y perdía. Y luego ya los juegos de tiempo, de la Segunda Guerra Mundial que ya me gustaban, jugábamos yo por un bando y él por el otro, y nos cansábamos, o le ganaba yo y no lo aceptaba, o me ganaba él y yo no lo aceptaba. No sabíamos perder.

¿Quedaban enojados?
Yo me iba a mi habitación y él seguía. O él se iba y yo le decía: “¿por qué te vas si te estoy ganando?, ven”. Y era así. Lo último que me acuerdo de juegos, era un juego de mesa, una campaña. Yo era de unos, él era de otros. Y nada… el primer juego que jugué con él a mesa y que él hacía años y años, seguramente diez y no exagero, que lo jugaba, o más, seguramente más. Claro, había que leerse todo el manual, y yo impaciente le dije, juguemos ya, y vayamos así sobre manual. Estuvimos dos días, y bien, yo le ganaba. Yo iba a ganar al cabo de un día más, además son juegos que hay que dejarlos por diez minutos, hasta una hora, hay que dejarlos en la mesa y que se vayan haciendo. Y me acuerdo que al otro día vamos a hacerlo y me dice, ¡ha cambiado, me he leído el manual y es así!, y cambió totalmente el juego y perdí. Lo dejé, me fui por que era increíble, le estaba ganando yo, una diferencia total, porque yo tenía por ejemplo en una ciudad veinte unidades y él cinco, y con su nueva regla, me ganaba… Yo le decía ¡esto es imposible!, no me vengas con excusas, y me fui. Le dije, pues juega tú solo con tus reglas y a mí me dejas. Lo dejamos ahí.

¿Todavía te gusta jugar?
Sí, sí, los juegos de estrategia me gustan mucho.


A cazar anacondas

¿Tu papá iba a buscarte todos los días al colegio, verdad?
Sí, mi padre era muy protector en eso. Ahora me ha venido a la cabeza un recuerdo: mis amigos se juntaban en el parque de aquí a la salida del colegio, pero yo me tenía que ir porque mi papá no me dejaba estar ni cinco minutos. Él estaba ahí con su periódico y nos teníamos que ir. Me iba a buscar siempre, que me fuese yo solo era algo impensable.

¿Y quedaba cerca el colegio de donde vivían?
Sí, a cinco minutos, además por una vía transitada, nada de callejones oscuros ni nada.

¿E igual no te dejaba quedarte con tus amigos?
¡Qué va!, era muy protector conmigo, y eso es algo que he heredado mucho yo con mi hermana. Me cuesta dejarla, cuando la voy a buscar no la dejo estar en el parque, le digo “vamos, vamos”, y ya está.

Y a la playa, ¿iban mucho?
Sí, bastante. Teníamos un bote de esos que se hinchan grandes, cabíamos él y yo, mi madre se quedaba tomando sol, él y yo remando en el mar bastante lejos; recuerdo estar ahí estirados, bueno, yo estirado y él remando. Mirando…

¿Y se internaban en el mar?
Sí, y además era muy divertido, él me decía cosas y yo le seguía el rollo, le creía todo de pequeño, cosas realmente imposibles.

¿Por ejemplo?
Me decía que cuando fuéramos grandes, compraríamos un barco y viviríamos en el mar. Es algo que le gustaba. A mí me gustaría también, la cosa del mar me la enganchó. Y otra cosa que me estuvo diciendo durante años de años: “cuando tengas dieciocho iremos tú y yo al Amazonas a cazar anacondas”.

Acabas de cumplir dieciocho.
Sí, eso sería ahora. Y viene a raíz de ver unas cuantas pelis hollywoodenses de anacondas, de esas que se comen barcos enteros. Y claro, yo con 7 años mirando eso, se lo comentaba, y de ahí venía su cuento.


Chile y las “canguro”

¿Recuerdas el viaje a Chile, fuiste una vez o dos?
Diría que fui dos, diría, pero no sé. Fui muy pequeño, no sé si fui una y la otra a Venezuela, o dos veces. Diría que fui dos. La memoria de un niño de ocho años es muy dispersa, además ya han pasado diez. Tengo trozos y realmente no sé si son de Venezuela o Chile. Lo que recuerdo de Chile es yo en una casa, haciendo miles de preguntas, preguntas de lo más chorras.

¿Cómo cuales?
Un día en casa de Pascual, mi amigo con el que perdí el contacto, estaba su madre, su padre y había una canguro (empleada) que vivía ahí. Para mí algo extrañísimo.

¿Qué impresión te dio?
Eso para mí era algo nuevo, para mí era algo extrañísimo, me decía: “¿por qué está aquí si tiene a su padre y a su madre?”. No lo acabé de entender. Eso es colonialismo. Me extrañé bastante, la verdad.

¿Y ese es el recuerdo más fuerte que tienes de Chile?
Otro recuerdo que nunca olvidaré, que me impactará y que él lo puso en un libro, cosa que me enfada, es yo con ocho años o nueve, en una piscina… Yo tenía ganas de ir al lavabo. Y claro, no había ninguno. Mi madre estaba con la madre de Pascual y bueno, a la piscina, lo único que se me ocurrió. Mi madre se dio cuenta y se lo explicó a Roberto y se echaron a reír. Yo rojo, colorado, además habían chicas. Pascual fue y lo dijo y yo: “¡Ah! ¿por qué lo dices?”. Recuerdo ahora al nieto de Nicanor Parra, en una casa muy bonita, con palmeras, en la costa, creo. Su nieto molestándome, diciéndome: “soy Lautara y quiero ser tu novia”. Me acuerdo que descubrí las bolsas esas, no sé cómo se llaman, de plástico, que se tapan.

¿El guatero?
Sí, en mi vida había visto uno de esos. Le dije al nieto de Nicanor, enséñamelo, pero él me dijo: “sólo si me enseñas a jugar al ajedrez”. El ajedrez me lo enseñó también mi padre a los ocho o nueve años. Y me decía: “te voy a ganar en tres toques”, y yo no le creía, y sí, me ganaba en tres toques con estas estrategias suyas.

¿Chile es un país al que te gustaría volver, te atrae?
Sí, me gustaría ir, viajar, uno de los sitios es Chile, otro Nueva York, cosa que Roberto nunca quiso, a América del Norte no, nunca. Lo que tengo en mente es mi madre diciendo que quería ir a Nueva York o a Los Ángeles y mi padre respondiéndole: “Pues vas tú sola”; y ella: “Pues me llevaré a Lautaro”; y él: “Vale”. Él ni de broma quería estar ahí.

¿Y sabes por qué?
Pues no lo sé.

¿Pero sientes interés por Chile como una parte de ti?
No, pura curiosidad de estar ahí. No por el hecho de ser el hijo de Roberto Bolaño, ir como Lautaro Bolaño no. De Chile tengo en la memoria a mi bisabuela, era el único de la clase que tenía bisabuela. Recuerdo un viaje en coche, yo, mi padre y mi madre, en Chile, por campos y campos, y llegar a un pueblo de cinco o seis casas, con diez habitantes, y ver a mi bisabuela, se me quedó la leyenda esa… También algún hotel curioso y de forma extravagante tengo en mente.


Papá con walkman escribiendo

¿Has leído las novelas o poemas de Roberto? Alex Rígola dijo hace poco que tú habías comenzado a interesarte por la obra de tu papá, luego de ver el montaje de “2666”.
Sí, me enganchó bastante eso. Aparte de ser un trabajo excelente, me conmovió mucho, me di cuenta, ¡uf!, qué obra ha hecho mi padre. Me despertó curiosidad.

¿Qué te pasa al leerlos? ¿Cómo los lees? ¿Lo buscas a él o lees sus historias?
Lo veo a él, veo que aparecen rasgos de él o rasgos de mi madre. Veo a mi padre en su estudio cuando yo estaba a veces escribiendo chorradas o molestándole, me aparecen esas imágenes cuando lo leo.

¿Te ha gustado?
Sí, sí, pero iré poco a poco.

¿Qué recuerdo tienes de tu padre mientras escribía?
Lo único que se parece a lo que me has preguntado es yo con él en su estudio, desordenadísimo, con un lápiz de color pintando mi nombre en las paredes, sin que él se diera cuenta, y luego irle a ver, y él escuchando con el walkman y escribiendo. Veía tantas letras, y me dije, bueno, vale, no me interesa.

¿Lo veías escribir?
Sí, a veces. Lo iba a visitar a su estudio o lo esperaba abajo.

¿Cómo era su estudio?
Muy desordenado, tengo en mente eso. Una mesa llena de libros y papeles y un ordenador con Windows 95 o anterior, y él escribiendo.

Se ve que tu papá se pasaba buenos ratos en los juegos de estrategia. ¿En qué momentos leía?
Recuerdo pocas veces verle leer. Lo que sí tengo en mente es él estando en la biblioteca, en las estanterías, y coger libros, hojearlos y volverlos a poner. Cogía cinco o cuatro, miraba en global la estantería y los recolocaba.

¿Según qué criterio los ordenaba?
Nunca me dijo, según mi madre los tenía por afinidad. Por lo que me dice Carolina, mi madre, tenían un orden increíble; por nacionalidad, por época, por nombres y apellidos y por afinidades. Tenía su pequeña estantería de favoritos. Es curioso, debe haber pensado: si me caen bien, los pongo juntos.

¿Eres bueno para leer?
Depende. Roberto tenía muy claro conmigo que a un niño pequeño no hay que obligarle a leer, tiene que leer por sí solo.

A propósito, tu papá una vez dijo que a esos padres que obligaban a leer, sus hijos debían responderle que Hitler leyó mucho.
Sí, sí. Buena respuesta. A mí de pequeño no me gustaba leer, prefería estar en una consola jugando con él. También tuvimos una época de jugar al Mario Bros. Y a veces me decía que leyese pero yo no leía tanto. Aunque dentro de mi clase era de los que leía más. Leía cuentos de niños, me compraba cuentos de miedo, historias de éstas que me gustaban. Pero a partir de ahí no me obligaba. Recuerdo una pelea muy fuerte que tuvimos a propósito de la lectura. Me dijo de los libros: “tú no te ríes de ellos, ellos se ríen de ti. Cuando no lees un libro no te ríes del libro por no leértelo, te pierdes la cultura que te da el libro”. Ahí empecé a meterme un poco.

Supo conducir lo que podía ser una rebeldía de tu parte frente a un padre hiper lector, ¿no?
Sí, además es eso. Que mi padre fuese lector es algo que me ha causado problemas en catalán y en castellano. Claro, las profesoras de catalán y castellano dicen, oh, el hijo de Roberto Bolaño, y yo de pequeño sufría realmente el bilingüismo, mis padres hablaban en castellano y en el cole en catalán. Normalmente tienes de lengua materna el catalán, y el castellano en el colegio. Y yo hablaba un catalán-castellano.

¿Tú con tu padre hablabas en castellano?
Sí, y con mi madre también.

¿Y con Alexandra, tu hermana?
En catalán, mi madre habla con ella en catalán, yo con mi madre en castellano, ella nos habla en catalán a los dos, y en una conversación hablamos en los dos idiomas. Yo ortográficamente tengo faltas de tamaño titánico. Ponerme a estudiar la gramática me parece aburridísimo.

¿Y tus profesoras te exigían más por ser hijo de Roberto Bolaño?
¡Estaban indignadas de que yo cometiese faltas! Me acuerdo, en primero, el primer día de clases, tuve un cabreo increíble con la profesora de catalán. Yo me fui de la clase, ella también.

¿Por qué?
Porque no hacía los deberes y tenía muchas faltas. No hacía los deberes porque ella me exigía que no tuviese faltas. Yo le decía, las faltas las intentaré corregir pero no me pongas el nivel aquí si todos lo tienen acá. Pero en contraposición de eso, escribir se me da mínimamente bien, en el colegio mis profes siempre me decían que escribía bien, que gramaticalmente era un desastre pero que escribía bien.

¿Qué te parece que a tu padre se le haya reconocido más bien tarde dentro de su carrera?
Yo, de pequeño, no me daba cuenta. Para mí era mi padre, un escritor que estaba doce horas escribiendo, y tenía fama o no tenía fama. Era mi padre que estaba en un ordenador haciendo cosas.

Hoy eres el heredero, junto a Alexandra, de una obra que cada vez cobra mayor importancia…
Sí, pero hay diferentes maneras de verlo. Es muy bonito ser el hijo de… cuando se está en la fama, pero creo que él hubiera preferido mil veces más no estar en la fama y estar aquí ahora. Yo sinceramente preferiría no ser el hijo de… sino que estar con mi padre. Y él con mi hermana. No todo son flores ni rosas cuando pasan estas cosas.


Asfalto blanco

¿Tienes un grupo de música?
Fui yo el creador, hace ya unos cuatro años, cuando vi a unos amigos del cole que se iban a hacer el bachillerato. Hicieron un concierto de lo más simplón, y yo lo vi y dije, ¡quiero tocar la guitarra!, ni se me había pasado la idea de la guitarra pero cuando los vi quise una, quería tocar, estar ahí. Fui muy raro con la guitarra, la compré y toqué muy poco, estuve un año con el profe del cole, muy light, luego ya fui a un profe que se dedicaba a hacer clases, a partir de ahí fui recaptando gente. Me acuerdo de lo primero: coger a cuatro amigos y decirles hacemos un grupo, tú eres el batería, tú el bajo, tú el cantante, yo el guitarra y tú el otro guitarra. Habían dos instrumentos y bueno, se acabó en dos meses. Luego fui conociendo amigos, y a partir de ahí la cosa fue en serio.

¿Cómo se llama el grupo?
Asfalto blanco.

¿Y el estilo?
Rock. Hoy día los grupos o son punk o pop, y me dije ¿dónde está el rock? ¿Dónde están las letras que impactan y todo eso? Y me decepcioné, entonces, dije, “me monto un grupo, un grupo de rock, y tocaré para Blanes”. He estado pensando musicalizar poemas de Roberto.

¿Le gustaba escuchar música a él? Parece que el rock era su predilección.
Sí, mi recuerdo es de él con el walkman escuchando música. Coincidíamos en algunos estilos, cuando escuchaba su música me gustaba. Bob Dylan…

¿The Doors?
Sí, también. Y Pink Floyd puede ser….

¿Y de música chilena escuchaba algo?
¿Qué es música chilena? Lo único que recuerdo es un CD de poemas de Nicanor Parra, y estuve escuchando uno mayormente porque tenía mi nombre, Lautaro, y estuve días y días, semanas y meses escuchándolo mientras jugaba en el ordenador, estaban acompañados de música. Eso es lo único que recuerdo de música chilena.

¿Te preguntan por tu nombre acá?
Lo primero que me preguntan es “Lau… ¿qué?” o “Lauto ¿qué?”, o cómo se escribe… Incluso me preguntan: “¿es chino tu nombre?”. Explico y me dicen “ah, bonito nombre”.

Al menos eres el único Lautaro en Blanes, ¿Conoces la historia del indio?
Sí, sí, el araucano…

¿Qué piensan tus amigos de tu papá escritor, lo conocen, lo han leído?
Pocos amigos te preguntan por tu padre fallecido. Es un tema para un amigo de mucha confianza, y que además le guste leer: pasa poquísimo. Uno se salva quizás, es muy difícil que te pregunten de tu padre fallecido. Dentro de lo que cabe, saben que en el ámbito literario es importante.


“Pienso estudiar criminología”

¿Qué te gustaría hacer después de la escuela?
Yo qué sé, soy de lo más indeciso. Hay algo que no me parece nada justo, que a los dieciséis años te hagan decidir ya cuatro modalidades que definirán tu carrera profesional, y finalmente tu vida. Yo quería ser cocinero, pero no me dejaron. Tengo pensado hacer sicología y luego criminología.

¿Criminología?
Supongo que eso también vendrá por leer algún cuento de mi padre, las historias que en su mayoría son de crímenes.

¿Y leíste la parte de los crímenes de “2666”?
No, mi madre me dijo que es fuerte, todavía me quedan cosas por leer antes. Bueno, aparte de la criminología, hacer música, hacerme la carrera musical. Las dos cosas me interesan.

¿Qué es lo que extrañas de tu papá hoy en día?

A ver… Nunca tuve un amor, no me enamoré estando él vivo. Ahora le tengo que contar a mi madre todo, pero con las mujeres, tú sabes, cuesta más. Me gustaría haber tenido una conversa sobre mis relaciones, las mujeres, la música, me gustaría saber qué idea él tendría de lo que toco, qué opinaría él de que tocase la guitarra, cualquier cosa. Pero sobre todo en el tema del amor. Además, a mí me dijeron que no la primera vez y quedé bastante resentido.

¿Cómo te declaraste?
La declaración más tonta que he visto. Porque yo soy una persona muy tímida, pero muy tímida. Como él.

¿Tu papá era tímido?
Sí, bueno, eso me decían. Era la primera vez que me enamoraba y decírselo a ella, puajjjjjjj…

¿Cuántos años tenías?
En segundo fue eso, unos catorce. Y además escogí el peor día. Las dos clases estaban fuera en el patio, en una fila mirando el cole y a un amigo se le ocurre la idea de decirle a la chica que me gustaba que viniese en medio de todos, y que yo apareciera de sorpresa detrás de unas ventanas. No sabía el plan, tuve que improvisar, quizá el plan es aún peor. Además, me acuerdo muy bien de ese momento, coincidió con la muerte del padre de un amigo mío. Mi amigo es una persona muy lista, muy inteligente, me miró y me dijo, así que ya somos iguales. Luego fuimos a una cena que tendré siempre en mente. Esas historias de amor me hubiese gustado compartirlas con mi padre, que me diera consejos.

Cuando tu papa leyó el “Pregón” acá en Blanes, ¿subiste para llevarlo a casa?
No me acuerdo. Lo único que me acuerdo del pregón era que teníamos la casa frente a la plaza del ayuntamiento. Me acuerdo que se puso a llover y mi padre me decía, se están ahogando las palabras. Es lo único que me acuerdo.

¿Cuál era el lugar predilecto de tu papá en Blanes?
Él dice que la patria somos sus hijos. Yo me miro en el espejo ahora mismo y le veo. Supongo que lo que más le gustaría son sus libros, sus libros son su segundo hogar. El siempre estaba ahí junto a sus libros.

Da la impresión de que te trataba como un adulto.
Sí, éramos muy amigos, nos lo decían mucho. Además teníamos muchos temas en común. La ciencia ficción a mí me apasionaba mucho y a él también. Me acuerdo que me interesé por libros de terror y recuerdo ir a buscarlos a la biblioteca y estar encima suyo buscando por el autor y tal. Nos reíamos mucho juntos.

A tu papá, ¿le gustaba el fútbol o nada?
A mí no me gusta, soy anti-deportivo. A él le gustaba, seguía la Eurocopa, la liga que tenemos aquí; él hacía sus predicciones. Estaba en la mesa, con una lista y hacía todas las posibles predicciones. Y me acuerdo que me explicó que con un grupo de personas hizo un juego de estrategia, de fútbol, por turnos, complicadísimo, por correo postal.

¿Pero jugaban fútbol en la playa, con pelota real?
No, no. Pero nadar le encantaba. Hizo natación durante dos años. Si alguien decía voy hasta aquí nadando, él se apuntaba. Nadar nos encantaba.


La ingratitud de Blanes

Te has dado cuenta de que Blanes se ha hecho conocido en gran parte gracias a tu papá.
Eso es lo que contrasta con la política, con el aprecio de Blanes a la figura de Roberto. Él ha dado a conocer Blanes. Que se discuta sobre una sala en la biblioteca, que se llame Roberto o no, es una tontería. Sería mínimo que se llamase Roberto. Es lo lógico. Blanes no devuelve lo que le ha a dado Roberto. A él le gustaba mucho Blanes.

¿En qué está tu grupo ahora?
Lo que estamos haciendo me gusta bastante. Tenemos mucho cambio de influencias. Yo, por ejemplo, soy rock and roll, estilo Van Halen, el batería es un metalero que escucha Slayer. El bajista es un thrash metal y el guitarra es un rock diferente al que escucho yo. Hay un choque de influencias que se nota. Yo, por ejemplo, hice una canción para una chica. Es la cosa más tonta, hollywoodense. Típico chico que cortan y luego él hace la canción y acaban bien, pero no vino al concierto, ni me felicitó en mi cumpleaños tampoco. Y bueno la hice, es una balada rock, pero en la que se escuchan las notas, sin tanto ruido.

A tu papá le preguntaron: ¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?
¿Cuál sobra?, bueno, Lady Di.

No, no, con cuál te quedas. Tu papá dijo con Bob Dylan y agregó: “Elvis con una chapa de sheriff conduciendo un Mustang y atiborrándose de pastillas, y con su voz de oro.
Ahhh, sí. Yo también me quedo con Bob Dylan, me gusta mucho.

¿A tu papá lo tratabas de Roberto?
Voy cambiando, según para qué cosa le digo papá, según para qué cosa Roberto. Yo he sido más de llamar siempre por el nombre, Carolina y Roberto.