Al Margen, España. Noviembre 2007
Escribir es un acercamiento al abismo, escribió Bolaño de muchas formas, en muchos de sus libros. Escribir es una enfermedad, también un viaje, también terrible monstruo que puede arrebatarte la vida. A estas alturas, a tan solo unos años de su fallecimiento, ya se puede hablar de los fanáticos del escritor, de los seguidores, los incondicionales, y en contraposición, los críticos furiosos, los retractores.
Cargando a Los detectives salvajes como biblia, a 2666 como profecía, nos quedan sus libros de cuentos como evangelios. El secreto del mal, publicado este año por Anagrama, junto con la antología de poesía La universidad desconocida, es posiblemente el último de los acercamientos, la pieza final de narrativa que nos queda a los que, como yo, hemos devorado cada palabra que escribió Bolaño. De antemano pido disculpas, procuraré ser crítico, pero en el fondo de mí habita un fanático, intentaré ser duro, veraz, pero la melancolía tendrá un peso muy fuerte en lo que de los cuentos incluidos en este libro pueda yo decir.
Empecemos por la narración que bautiza al libro: "Este cuento es muy simple aunque hubiera podido ser muy complicado. También: es un cuento inconcluso, porque este tipo de historias no tienen un final". Aquí esta la premisa, la apuesta y la condena. Textos encontrados en los archivos de computadora de Roberto Bolaño, una obra póstuma, revisada por terceros, que busca, sobre todo, a los que deseamos leer aunque sea un poco más de él, criaturas insaciables. Siendo claro: no es un libro para quién se quiera acercar por primera vez a este autor. Eso parece obvio, pero muchas veces la obviedad es lo último que se ve.
Las narraciones están divididas en dos grupos. Por un lado los textos que están completos, que posiblemente eran ya preparación para un esperanzador siguiente libro, posterior a El gaucho insufrible, el cual, de acuerdo a la introducción de su editor, fue entregado por Bolaño como con la conciencia de que el final estaba cerca: "Todo llega, el final del viaje llega" dice en ese tomo de narraciones. Quedaba 2666 como epitafio, como último aliento. Los segundos textos en ese grupo son apenas esbozos, primeras páginas de futuros cuentos que quedaron inconclusos. Al leerlos uno no puede evitar sentir melancolía, un poco de tristeza por lo que pudieron ser. Tampoco se puede evitar ver su capacidad para crear, desde las primeras líneas, excelentes piezas literarias.
Haciendo disección: Están los cuentos que aún pulsando el más puro estilo de Bolaño, pertenecen a un universo propio: "El secreto del mal", "El hijo del coronel", "Crímenes", "Playa" (que ya había sido publicado en alguna revista). Estas historias son las que un lector nóvel pudiera leer con mayor facilidad. Están también las narraciones metaliterarias, textos que funcionaron como conferencias o que simplemente van, más que sobre una historia, como un ensayo narrativo.
Encontramos, por supuesto, los cuentos donde aparece Belano. Aquí los fanáticos tendrán un dejo de nostalgia. Narraciones que nos hablan de la muerte de Ulises Lima (Mario Santiago) o sobre una visita desconocida, tal vez inexistente, a la ciudad de México. Imposible no sonreír con nostalgia. Existen más textos, uno donde aparece Bolaño en vez de su alter ego, también el origen posible de la novela Una novelita Lumpen. Llaman la atención, ya hacia el final del libro, los textos inconclusos que, sin necesidad de que los editores lo remarcarán, dejan en obviedad que eran proyectos aun en construcción.
Tengo que confesarlo: a mí me gusta más el Bolaño cuentista que en sus otras facetas. Aquí es posible que me convierta en objeto de odio, que me lancen piedras, que me condenen al infierno por hereje. Él mismo me llamaría farmacéutico ilustrado, entonces posiblemente me contaría de las grandes batallas contra "aquello", me reeducaría. Tengo mis razones, su capacidad para crear universos consistentes, sus personajes entrañables, la levedad, la fuerza, el humor oscuro que envuelve a sus narraciones.
Creo que aquellos que profesen la religión Bolañesca apreciarán este libro, lo atesorarán, lo aprenderán de memoria. Aquellos que sean detractores, que se confiesen en contra, que ya estén pensando en escupirme apenas terminan estas líneas: abstenerse, el libro podría envenenarlos, poseerlos, perseguirlos en sueños. Los que simplemente se quieran acercar al autor, les indicaría precaución: como en la mayoría de su obra, el conocimiento de otros textos incrementa a este libro, desconozco su impacto sin estas bases, pero se corren dos peligros, el olvido espontáneo o, aun más terrible, la conversión forzosa e involuntaria a la adoración. Siempre hay espacio para un fanático más en este lado del muro.