lunes, 7 de marzo de 2011

Roberto Bolaño: la obra única

por Patricio Pron
El Boomeran(g). 27.01.2011









Algo menos de un año atrás, la publicación de El Tercer Reich permitió a los lectores asistir a un episodio en la formación de Roberto Bolaño: escrito en 1989, el texto no se correspondía necesariamente con el estilo que su autor desarrollaría más tarde y no alcanzaba sus cotas de calidad posteriores pero parecía haber sido funcional en la obtención de ese estilo y de esa calidad; aun tratándose de una buena novela y participando de las principales características de la obra del escritor chileno, El Tercer Reich no resistía en realidad la comparación con sus otras obras y provocó en algunos lectores la impresión de que ya no cabía esperar mucho de los materiales dejados por Bolaño tras su muerte.

La lectura de Los sinsabores del verdadero policía, la novela o conjunto de relatos y proyectos de novela en el que Bolaño trabajó a partir de la década de 1980 y hasta su muerte, produce un efecto por completo diferente. El libro no es un texto de formación independientemente de lo que indiquen las fechas que se le atribuyen: aquí encontramos la erudición marginal, el gusto por la inclusión de fragmentos narrativos (sueños principalmente, pero también cartas) que están en una relación enigmática con las narrativas principales que les sirven de marco, la enumeración de elementos heterogéneos y la conformación de series y de listas, la tendencia a la irresolución y a la insinuación y esa escritura que Juan Antonio Masoliver Ródenas denomina en su prólogo "una escritura visionaria, onírica, delirante, fragmentaria, y hasta se podría decir que provisional" (8), características del estilo de Bolaño en libros como Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes y 2666, entre otras obras. La mención a estos textos no es casual: buena parte de sus motivos y temas parecen haber hecho su primera aparición en Los sinsabores del verdadero policía, en el que, como sostuvo recientemente Rafael Suárez Plácido "está todo Bolaño" y en el que tal vez deba verse la única obra del escritor prolífico y singular que fue el chileno.

Aunque el texto se divide en cinco apartados que carecen de un protagonista único ("La caída del muro de Berlín", "Amalfitano y Padilla", "Rosa Amalfitano", "J. M. G. Arcimboldi" y "Asesinos de Sonora"), su autor regresa una y otra vez al infortunado Óscar Amalfitano, el profesor chileno de 2666 cuyo pasado conocemos por primera vez aquí, y a Santa Teresa y sus crímenes. Aquí también se encuentra la taxonomía de los poetas que Bolaño atribuía a Ernesto San Epifanio en Los detectives salvajes y que los distribuye en las categorías de "maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos" (21-24); también la narración de la supuesta violación a Arthur Rimbaud del mismo libro. El relato de Llamadas telefónicas "Un cuento ruso" constituye el séptimo capítulo del segundo apartado del texto y existen otras correspondencias entre esta novela y 2666 de las que Ignacio Echevarría dio cuenta en un artículo reciente en El Cultural del diario español El Mundo, pero también una divergencia sustancial en la figura del J. M. G. Arcimboldi que, como afirma Echeverría, "nada tiene que ver con el Benno von Archimboldi" de 2666, ya que el de aquí es un escritor francés (y no alemán), el resumen de cuyos libros es tal vez la sección menos atractiva del texto.

Quizás más interesante que el propio argumento de Los sinsabores del verdadero policía (en el que hay un amor fou y una larga relación epistolar entre Amalfitano y el joven poeta catalán Joan Padilla, una novela titulada "El dios de los homosexuales" que quedará indefectiblemente inédita, un falsificador de cuadros de Larry Rivers, un general de la Revolución Mexicana, un escritor que practica la prestidigitación y está obsesionado con hacer desaparecer a las personas y unos policías mexicanos y corruptos, todos "personajes de novela filosófica del siglo XVIII exiliados en un continente semejante a la luna, a la cara oculta de la luna, el sitio ideal para que crecieran y se desarrollaran, inocentes y codiciosos, singulares y valientes, fantasiosos y rematadamente ingenuos", 90), sea el hecho de que su publicación obliga a pensar en la obra de Bolaño ya no como una serie de textos autónomos vinculados por la circulación de temas y personajes sino, más bien, como fragmentos y textos extraídos de un continuo desconocido hasta el día de hoy por sus lectores, una novela extraordinaria de naturaleza inconclusa (como sólo pueden serlo las obras a las que se dedica la vida, cuya naturaleza es finita) que desafía todo lo que creíamos y lo que dijimos sobre Bolaño hasta el momento. A la altura de 2666 y Los detectives salvajes, Los sinsabores del verdadero policía testimonia la existencia de una novela subterránea y secreta de la que sólo conocemos algunos capítulos sueltos; de esos capítulos (Amuleto, Monsieur Pain, Estrella distante) puede y se ha dicho mucho, pero de la obra de la que emergen no puede decirse nada: tan sólo se la puede contemplar con fascinación y asombro como al paisaje por el que Bolaño hace deambular a sus personajes y en el que él mismo parece haber vivido siempre:

"Por allí, se decía Amalfitano como un loco, busca por allí, escarba por allí, por allí hay rastros de verdad. En la Gran Intemperie. Y también se decía: con los parias, con los que no tienen absolutamente nada que perder hallarás, si no la razón, la jodida justificación, y si no la justificación, el canto, apenas un murmullo (tal vez no sean voces, tal vez sólo sea el viento entre las ramas) pero indeleble" (126).