El
País, España. 23.11.2016
El
crítico literario Ignacio Echevarría responde al artículo
publicado el
miércoles en El País por Carolina López, viuda del escritor
Me
veo en la penosa obligación de desmentir, por la parte que me toca, algunas de
las falsedades que Carolina López vuelca en un artículo publicado ayer por este
periódico bajo el título "La verdad sobre Roberto Bolaño".
Uno. Nunca, hasta ahora, me he
referido a la vida privada de Carolina López ni de sus hijos. Me he limitado a
dejar constancia de la relación de Roberto Bolaño con Carmen Pérez de Vega, y
lo he hecho movido por el escándalo que me producía la insistencia de Carolina
en negar esa relación y la prepotente manera en que ha acosado a Carmen Pérez.
Como amigo que fui de Bolaño, podría decir muchas cosas de su relación con
Carolina. Me las callo, de momento, en consideración a sus hijos, precisamente.
Pero me sorprende que en el mismo artículo en que ella niega esa relación y
aparece felizmente abrazada a Roberto se remita a un artículo de La Vanguardia
en el que se publica una foto bastante más tardía, correspondiente al último
cumpleaños de Roberto Bolaño, en la que éste aparece felizmente abrazado a
Carmen Pérez de Vega, la mujer que pocas semanas después lo llevaría al
hospital en que murió. Sin comentarios.
Dos. Nunca he tenido una
“relación profesional” con Carolina López. Nunca he dicho que me haya despedido
de ningún cargo, porque nunca he ocupado ninguno en relación a ella, ni me ha
pagado nunca, por lo que mal me podía despedir, como dice. Los libros póstumos de
Roberto Bolaño de los que me ocupé fueron publicados por iniciativa mía, como
ella misma reconocía en una entrevista a la que alude en su artículo, publicada
en La Vanguardia a comienzos de 2011. Mi trabajo, por cierto, lo realicé
venciendo el escepticismo que Carolina López sentía respecto al interés que
pudieran suscitar esos libros, como recuerdan bien los editores de Anagrama.
Conservo varios correos en los que López me expresa encarecidamente su
agradecimiento por mi labor y mi ayuda. Pero, a pesar de su ejemplo, prefiero
no reproducir correos personales, a menos que ella insista.
Tres. Es falso que yo
difundiera “por correo electrónico a terceras personas el manuscrito inédito”
de El secreto del mal. ¿Controla
López mi correspondencia? Sin incumplir ningún acuerdo ni expreso ni tácito, me
limité a consultar con Carmen Pérez el contenido de ese libro, para averiguar
si había piezas de interés que se me escapaban. Cuando Carolina me lo reprochó,
de malas maneras, asumí, sin problemas, mi responsabilidad y acepté apartarme
de mis funciones como asesor del legado literario de Bolaño. Después de la
histeria con que Carolina trató ese asunto, lo mejor era alejarse de allí. Por
entonces yo sentía sincero aprecio por Carolina López, sobre cuyas motivaciones
me equivocaba, y traté de quitar hierro a mi alejamiento y salvar nuestra
relación.
Cuatro. Nunca, repito, nunca he
declarado ser el albacea de Roberto Bolaño. Es falso lo que a este respecto
dice Carolina López. En el pasaje de la entrevista que me hicieron en Ecuador y
que ella cita para demostrarlo me limito a explicar al periodista que esa
función sólo me correspondía de palabra, no legalmente, y que fue Carolina
quien, como es sabido, me atribuyó, en nombre de Roberto Bolaño, el papel de
asesor. Falseando deliberadamente los hechos, Carolina López asegura que yo,
“mintiendo públicamente”, me declaré albacea de Bolaño hasta que en su
entrevista de La Vanguardia ella lo desmintió. Pero lo que dice Carolina López
en esa entrevista, literalmente, es lo siguiente: “Que se afirme que Roberto
nombró albacea a Ignacio Echevarría es un malentendido, que creo él ha
intentado desmentir más de una vez”. Y así es.
Cinco. Es falso que Roberto
Bolaño y Carolina López mantuvieran hasta la muerte de aquél, como ella dice,
“un proyecto de vida en común, de pareja y familiar”. Me consta que no es así.
Roberto Bolaño adoraba a sus hijos e hizo cuanto él juzgaba oportuno para
seguir viéndolos y asegurarles un buen vivir en el caso de que falleciera. Eso
explica muchas cosas, y es la razón de que Carolina haya quedado al frente de
un legado que viene administrando de manera cada vez más objetable. Pero esta
es otra historia.