por Florencia Grieco
en “Página 12”, 19 de enero de 2000
Muchos chilenos se fueron del país después de que Augusto Pinochet bombardeara La Moneda el 11 de septiembre de 1973 para instalar una dictadura que se prolongaría por los siguientes 17 años. El escritor chileno Roberto Bolaño, autor de Los detectives salvajes y de Amuleto, entre otras novelas, siguió ese camino. Y después de pasar por México se instaló definitivamente en España. Desde allí, Bolaño habló con Página/12 sobre las elecciones del domingo, el triunfo de Ricardo Lagos, Pinochet y el futuro chileno con el segundo presidente socialista de la historia.
¿Cómo cree que influyeron la detención de Pinochet y, 15 meses después, el anuncio de su liberación sobre el triunfo de Lagos?
La detención de Pinochet en Londres definitivamente no jugó a favor de Lagos ni de la Concertación, porque, a fin de cuentas, colocó en una muy mala posición, incluso ética, al gobierno de Eduardo Frei: no queda bien que ministros socialistas salgan a debatir y pelear por liberar al peor tirano que ha tenido Chile en este siglo. Pero me gustaría creer que no influyó el fantasma de Pinochet, el fantasma de su regreso al país, aunque por supuesto entra dentro de las posibilidades que haya tenido peso. Creo, o quiero creer, que después de tantísimos años de dictadura el pueblo chileno no se ha vuelto amnésico.
¿Y el hecho de que Lagos fuese socialista?
Creo que en el porcentaje de votos que consiguió Lavín ha tenido peso el hecho de que Lagos fuera un candidato socialista. Muchos han votado con el miedo de que representara la vuelta después de la muerte de Salvador Allende. Incluso debe haber influido para que gente de la Democracia Cristiana votara en contra de la Concertación de la que forman parte. Pero, a efectos prácticos, no hay punto de comparación entre Lagos y Allende. Los socialistas de todo el mundo han cambiado mucho. Lagos no cometerá los errores garrafales de Allende, pero tampoco podrá exhibir su generosidad, básicamente porque no tiene las virtudes enormes que tenía Allende. Con él había un espacio muy grande para la utopía. Su intención era llegar al socialismo. Pero eso ya pasó a la historia, en Chile y en el mundo. Al menos por ahora.
¿Cree que bajo el nuevo gobierno se podrá enjuiciar a Pinochet?
Chile tiene una democracia muy frágil, casi se podría decir vigilada. El Ejército tiene y seguirá teniendo un papel muy fuerte. Obviamente, lo ideal sería que volviera a ser un ejército súper profesional y apolítico, pero no me parece que sea posible. Yo no confío en ningún ejército del mundo, menos voy a confiar en el de Chile. Por otra parte, para que Pinochet pueda ser juzgado primero hay que desaforarlo, y a un senador vitalicio no se lo desafuera, según las leyes que el mismo Pinochet elaboró. Primero tendrían que cambiar esas leyes, y no creo que eso pueda pasar en Chile. Además, Lagos ha dicho que deja todo en manos de la Justicia, así que yo no veo al futuro gobierno hacer nada por juzgar a Pinochet. Definitivamente no se lo juzgará en el país. Es impensable. Ojalá no fuera así. Me encantaría equivocarme. Me equivoco en muchas cosas, y quisiera hacerlo en ésta también, pero no creo que ocurra.
¿Cómo se imagina el regreso de Pinochet a Chile?
En Chile, la gran mayoría de la población está un poco aburrida de Pinochet. Incluso mucha gente de la derecha ha empezado a sentirlo como un estorbo. De todos modos, nadie duda de que sus incondicionales lo recibirán con vítores y aplausos. Lo que también parece fuera de duda es que cuando llegue empezará a mejorar su salud, algo que habla muy bien del aire chileno y que nos puede ayudar mucho para desarrollar el turismo. Pero no pasará nada más. Excepto algo que podría resultar tan divertido como vergonzoso: dentro de uno o dos meses, Pinochet podría presentarse en el Senado, levantarse de su silla de ruedas y ocupar su banca. Algunos dirían: “Milagro, milagro”, y hablarían sobre la salud prodigiosa del “ex tirano”. Pero a Straw se le tendría que caer la cara de vergüenza.