lunes, 17 de diciembre de 2007

Bolaño: el canto del cisne de la globalización

por Gustavo Faveron-Patriau
La Tercera. 08.12.2007











Quienes echen una mirada a los ránkings y balances anuales que por estas fechas aparecen en la prensa anglosajona, confirmarán muchos de sus prejuicios sobre el etnocentrismo de la crítica en EEUU e Inglaterra, pero también se encontrarán con más de un indicio de atípica apertura. Para mi gusto, el más notable es el resultado de la encuesta que el blog Critical Mass ha realizado entre los 800 miembros del National Books Critic Circle de EEUU, donde los libros ganadores han sido en ficción, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, del dominicano-norteamericano Junot Díaz, y, en no ficción, Brother, i’m dying, de la haitiano-norteamericana Edwige Danticat: ambos nacieron en la isla caribeña de La Española, Díaz es hablante de español y Danticat de francés y creole: para los dos el inglés es una segunda (o tercera) lengua. Los mejores escritores norteamericanos del 2007 aprendieron el inglés en la escuela.

Puede resultar menos espectacular -pero no es menos importante- la presencia repetida de Roberto Bolaño en otras listas similares, en especial la aparición de Los Detectives Salvajes (traducción de Natasha Wimmer, quien ahora trabaja en 2666) entre las mejores cinco obras de ficción del año según los críticos del New York Times. Junto al de Bolaño, en esa nómina mínima, figuran tres libros escritos originalmente en inglés y sólo otra traducción: Salir a Robar Caballos, del noruego Per Petterson. En EEUU, donde la diferencia entre cualquier aficionado al cine y un verdadero cinéfilo es que el segundo está dispuesto a leer subtítulos, superar la barrera de la traducción, en cualquier arte lingüístico, es un reto monumental. Hacerlo con el unánime reconocimiento que ha logrado Bolaño es poco menos que insólito.

No va un ápice de exageración en decir que la aparición de Bolaño ha sido la más fulgurante de un autor en lengua extranjera en el mundo librero norteamericano durante 2007, y acaso la más celebrada desde que, entre el 2000 y el 2001, se tradujeron al inglés tres libros de Haruki Murakami y el novelista de Kyoto se convirtió súbitamente en una suerte de clásico contemporáneo (llevado luego a 28 idiomas). Como la obra de Murakami, también la de Bolaño ha pasado por un breve período de culto al estrellato. El notable traductor australiano Chris Andrews, con sus versiones tan emotivas como precisas de Estrella Distante, Nocturno de Chile y una buena cantidad de cuentos (a todo lo cual sumará el 2008 una traducción de La Literatura Nazi en América), ha sido el principal responsable de que Bolaño deje de ser el secreto mejor guardado del idioma español para el resto del planeta en los últimos 15 años.

¿Se transformará Bolaño en un referente mundial? No lo dudo: sus mejores novelas tienen la virtud de extenderse sobre universos amplísimos, y están dichas desde el punto de vista de un narrador que sobrevuela fronteras con la facilidad con que cualquier esperanzado amante de la globalización quisiera hacerlo. Al mismo tiempo, no son jamás libros inocentes: todas las fronteras rotas por sus personajes -geográficas, históricas y políticas- quedan para siempre habitadas por fantasmas y por el negro esqueleto de la muerte: los espíritus de la memoria y los cadáveres del oprobio autoritario. Los libros de Bolaño tienen el potencial de convertirse en el tronco más sólido de la “world literature” o en el terrible canto de cisne de una globalización muerta antes de nacer. O pueden ser ambas a la vez.