lunes, 21 de abril de 2008

Ausencia de Bolaño y la defensa de los bolañitos

por Omar Cid
15.02.2008







Qué término más extraño y feo: líder de opinión. Supongo que significará lo mismo que pastor de rebaño, o guía espiritual de los esclavos, o poeta nacional, o padre de la patria, o madre de la patria, o tío político de la patria.

Roberto Bolaño


A pesar de la admiración que se profesa en Chile por Roberto Bolaño y sus escritos, es sin embargo, uno de los tantos escritores a mi juicio incomprendidos, para no decir mal leído. La única clave posible de lectura, para las diversas voces entendidas, tiene relación en su sintonía con Nicanor Parra, si bien esta percepción de ningún modo es equivocada, carece a mi juicio de profundidad; habla de la reflexión hecha para el articulito del fin de semana, con que se ganan los porotos, algunos becarios de la lectura veloz, pero su capacidad de análisis, su interpretación, sus lecturas comparadas, son escasas.

En Bolaño, existe un proyecto de de-construcción de historias muy notable, sus personajes en general, hombres y mujeres mediocres, vendiéndose en pequeñas cosas, atiborrados de experiencias fallidas. Incluso la exaltación misma del tema literario, en su libro La literatura nazi en América trae consigo una singular ecuación perceptiva, donde cada uno de los personajes, no se construye sino que se aplica a sí mismo el símbolo arcano, de la torre desmontada.

Con Roberto, los personajes sufren vuelcos inesperados, desde sus relatos como La pista de hielo o su opera prima Los detectives salvajes marca un territorio difícil de abordar.

Obscuros en su pobreza real y espiritual, armando felonías, revolcándose con el éxito, pero en ellos, el logro no es otra cosa que la terrible derrota de lo momentáneo, cada exposición de literatos ficticios, huele a presentaciones apoteósicas que uno ha escuchado, esa concupiscencia mediática con escritores mediocres, pero simpáticos para una elite carente de una degustación crítica superior.

Por eso no pudieron escapar, al ojo del cíclope del desparpajo, pero no se trata solo del lenguaraz común y corriente que uno suele escuchar, es más bien el dedo de Diógenes, con su aire cínico, tildado de modo secreto como el “Huacho” de la literatura nacional, por su carrera desarrollada totalmente fuera, sin padrinos, ni talleres de turno, ni cercanías con tal o cual, sin comilonas con algún agregado culturoso, no sé dónde.

Llega al país, como no se debe llegar, consagrado. Sin el ánimo de demostrar nada y metiendo su dedo en todo, generando envidias y molestias.

En Bolaño, existe una resistencia metódica, calculada, no sólo contra los fraseólogos de turno, sino contra el espíritu de masa, porque allí predominan las categorías opacas, las constantes licencias, su vida no es de una opción monacal, se trata de la literatura a punta de martillazos, en una lucha constante por domesticar la palabra.

Duda, por experiencias fallidas, de la esplendorosa alocución de construir sujetos sociales, para él, la palabra “Masa” es el principal escollo, de la construcción libresca.

El guiño cínico, lo ubicó en la reflexión, en la palabra que muchos desearon decir, pero sin contar con la osadía. Así, el aire fresco que trajo Bolaño, remeció algunos palitroques culteranos. No lo hizo de la mano vanguardista que muchos suponen ver, era a mi juicio, la voz de quién se sabe escaso de todo, carente del un discurso abarcador, sin convencerse ni convencer, en el territorio donde todos nos hemos vuelto vendedores de algo, con juegos de imaginería hilachenta.

El terno gastado de Bolaño, incomoda, su costumbre de comerse las uñas frente a las cámaras, sus ojos risueños y la palabra que intimida, nos hace sentir su ausencia, ante un espacio cultural tan condescendiente, falto de crítica y fundamento, más cercano a la farándula que a una reflexión necesaria. Nos falta Bolaño, y nos sobran los bolañitos y sus tenaces detractores, unidos todos, de eso no cabe duda, bajo la protección de la academia, escudo salvífico tendiente a pontificar las opiniones, de quienes saltan al combate, con la espada pegada a su cátedra.

Siendo Chile un país, donde de modo lastimero se ha fortalecido a los opinólogos, forma inquietante en que los medios de comunicación han cubierto o sencillamente instalado una realidad, todo ello bajo la afonía estética, social y política de los “sujetos sociales y culturales” la llamita que encendiera, este hijo de tantas tierras, impulsa a seguir abriendo nuevos caminos, aunque ello signifique ser acusados de plagio, de inventarnos historias y talleres fantasmas, de dormir con El gaucho insufrible bajo la almohada.

De verdad importa… ¿Acaso no lo hicieron con Rimbaud, García Márquez u otros? ¿Se puede excusar la literatura y quienes hacen de ella su razón de ser, del vicio mendicante de la idea o la metáfora? Curioso resulta entonces, escuchar voces de crítica, a un fenómeno tan puramente literario, en otros momentos ocurrió con otros y esos no podían cargar con la culpa de dejar escuela, ¡bienaventurados los plagiarios!, porque de ellos será el reino de la trans-cultura.