sábado, 27 de septiembre de 2008

El enigma Bolaño

por Andrés Ibáñez
ABC, 20.09.2008









Me contaron una anécdota de Bolaño. Imaginen al autor de Los detectives salvajes en medio de un pequeño grupo de escritores, acodado en la barra de un bar. Decía Bolaño que si quieres ser novelista tienes que ser capaz de resolver el siguiente enigma: dos hombres roban un banco a punta de pistola, se escapan con el botín y se refugian en una cabaña de la sierra. Al final, la policía localiza la cabaña. El botín está intacto en el interior, colocado sobre la mesa. Fuera hay tres tumbas excavadas en la tierra. Dos hombres, tres tumbas. ¿Qué es lo que ha pasado?

En esta clase de juegos es imposible especular ni usar la imaginación, porque la historia que hay detrás es tan complicada y enrevesada y los datos que se nos dan tan parciales y engañosos que uno jamás podría descubrirla. De modo que uno empieza a hacer preguntas, a imaginar, a suponer, y Bolaño dirá una y otra vez: «no, no, así no lo vas a descubrir nunca, tienes que hacer otra clase de preguntas. Preguntas del tipo, ¿murieron los atracadores? ¿Había una mujer? ¿Hay un elemento sobrenatural en la historia?, porque de otro modo jamás lo averiguarás». Mucho tiempo después, la historia sigue sin desentrañarse por muchas preguntas que se hacen. Y entonces Bolaño, con una sonrisa, dirá: «bueno, no has podido encontrar la solución al enigma», lo cual quiere decir (recuerden) que jamás podrás ser un buen novelista. No, no podrás ser un buen novelista, «pero al menos», añadirá Bolaño, «podrás contar esta historia».

Anécdotas que contar. Todo esto significa varias cosas. La primera, que Bolaño está comenzando a convertirse en un mito latinoamericano al estilo de Borges, del que todo el mundo tiene una anécdota que contar. La segunda, que Bolaño se reía de todo el mundo sin misericordia. Otras personas que le conocieron me han hablado de su terrible amargura. ¿Existe una solución al enigma de Bolaño? Es posible que sí. Hay muchas historias de este estilo, ¿no conocen ustedes ninguna? Por ejemplo, la de los dos hombres que piden sándwiches de gaviota y al probarlos uno empieza a llorar y otro empieza a reír. O la de la habitación cerrada en la que están los cadáveres desnudos de Marta y Roberto junto con unos cuantos cristales rotos. Y muchas otras. Uno hace preguntas y con cierta paciencia (la segunda historia es muy, muy fácil) logra encontrar la solución. También es posible que el enigma de Bolaño, como el manuscrito Voynich, no tenga solución. La verdad es que se parece vagamente a la película High Sierra de Raoul Walsh, de 1941, con Humphrey Bogart e Ida Lupino, que Bolaño sin duda conocía.

Una broma de bar. Podemos considerar el enigma de Bolaño una simple broma de bar o quizá, si así lo deseamos, buscarle un sentido más misterioso y oscuro. ¿Qué dice el enigma de Bolaño? ¿Es una crítica sutil a la novela negra y, en general, a ese tipo de literatura que consiste en la desvelación progresiva de un misterio sorprendente? ¿Es una reflexión sobre el estatuto de las historias, de nuestra incapacidad para crear verdaderas historias? ¿Es una denuncia melancólica? ¿Dice el enigma de Bolaño que en nuestro mundo ya no hay historias que contar? ¿Es una defensa curiosa y elocuente de la poética posmoderna, que afirma que aunque ya no es posible contar historias porque nuestra vida ha dejado de ser épica, sí podemos en cambio contar nuestro fracaso («al menos podrás contar esta historia») o nuestra propia incapacidad para contar historias?

Todo es posible, pero me da la impresión de que la única forma de resolver correctamente el enigma de Bolaño consiste en darle la vuelta a la afirmación inicial, que dice más o menos que si quieres ser un verdadero novelista tienes que ser capaz de desentrañar el acertijo. Porque la historia de los dos atracadores es imposible de desentrañar, y es imposible porque también el sentido del mundo es imposible de desentrañar. Lo que dice en realidad el enigma de Bolaño es que los escritores que son capaces de desentrañar el misterio y exponerlo son los novelistas baratos, fáciles y comerciales, y que los verdaderos escritores no buscan una solución al enigma, sino que se limitan a dar cuenta del carácter enigmático que de pronto ha adquirido la vida a nuestro alrededor. Y que la tarea de la literatura no consiste en descifrar enigmas, sino en maravillarse ante lo extraña, lo profundamente extraña que es la existencia.