sábado, 13 de diciembre de 2008

Bolañomanía sin tildes

por Manuel Rodríguez Rivero
El País. 10.12.2008











Imagino que a estas alturas son pocos los estadounidenses informados y cultos que no hayan oído hablar de Roberto Bolaño y su novela 2666. Publicada estratégicamente antes del Black Friday, el famoso viernes que inaugura a bombo y platillo la campaña navideña, el libro ha llegado a las librerías precedido de un insólito tsunami crítico. Además de los apoyos de la inevitable Oprah Winfrey, de la "estrella" (máxima recomendación) que le ha concedido la revista Publisher's Weekly -la indiscutible guía de los profesionales de la edición-, y del espectacular bonus de haber sido considerado "mejor libro de 2008" por el semanario Time, la novela póstuma de Bolaño, publicada por la legendaria Farrar, Straus and Giroux (hoy propiedad del gigante Holtzbrinck), se ha beneficiado de las ditirámbicas y extensas reseñas aparecidas en las últimas semanas en medios tan influyentes como The New York Times y The New York Review of Books. Con esos excepcionales amplificadores no es extraño que el libro no sólo haya sido profusamente mencionado en las páginas culturales de casi todos los diarios importantes, sino que se encuentre en lugar preferente en las mesas de novedades de las principales librerías, lo que no deja de tener su importancia en un país en el que sólo el 4% de los libros publicados son traducciones y en el que es particularmente difícil que un libro "hispano" se convierta en éxito de ventas. Por eso ya hay quien cree que las previsiones iniciales (dos ediciones con un total de 75.000 ejemplares) corren el riesgo de quedarse cortas, y eso que hablamos de una obra calificada "de cejas altas" y cuya extensión (900 páginas en inglés) puede ser considerada disuasoria.

Lo anterior se refiere a los medios, digamos, convencionales. Pero, además, la novela de Bolaño está beneficiándose de un insólito "boca a oreja" promovido desde medios muy diferentes. Las cinco estrellas que le han concedido los lectores de Amazon son el trasunto más comercial de la avalancha de opiniones favorables en la blogósfera, un hecho sin precedentes para un libro en español, aunque Bolaño ya fuera considerado un "autor de culto" en círculos minoritarios desde la publicación de Los detectives salvajes. Y es en esos ámbitos donde es mayor el poder de atracción y la influencia del escritor chileno, cuya literatura, como ha afirmado Rodrigo Fresán, posee un extraño efecto movilizador entre los jóvenes, que es con quienes mejor conecta. A ellos se dirigen los apresurados apuntes que, desde diversos medios, lo presentan perfunctoriamente como "un rebelde literario ejemplar", una "respuesta posmoderna a García Márquez", o resumen apresurado de sus años de formación como los de un "vagabundo, trabajador manual y drogadicto que trabajó intermitentemente en Chile, México y España".

A la "bolañomanía" norteamericana -aunque allí escriban la palabra sin la tilde del acento ni la virgulilla de la eñe- no es ajena la inevitable leyenda surgida a partir de la muerte de un escritor todavía joven y en plena madurez creadora. Pero, en todo caso, cualquier lector de 2666 conoce perfectamente la fascinación y poderío narrativo de esta novela significativamente excéntrica a lo que estábamos habituados a leer en nuestro ámbito, y que muchos consideran entre las más importantes escritas en nuestra lengua en lo que va de siglo. Un libro tan decisivo para los jóvenes novelistas de hoy como fue, por ejemplo, la Rayuela de Cortázar para mi generación. De ahí que no deje de sorprender el relativo, sospechoso silencio (Jorge Herralde, su editor en español, lo calificaba de estrepitoso) con que los grandes escritores supervivientes del boom de los años sesenta y setenta, y buena parte de sus hijos españoles -la generación de la "nueva narrativa"- siguen acogiéndola. Quizás la rampante "bolañomanía" que llega de América contribuya a poner las cosas en su sitio.