Mientras el New York Times, el New York Magazine y el Boston Phoenix elevan hasta los cielos la figura y obra de Roberto Bolaño en Norteamérica, aquí, de vuelta en nuestro horroroso Chile, los poetas jóvenes se dedican a maldecir su nombre. Esperando de esta manera, quizás, sacarse la pesada carga de su sombra.
Durante la Feria Internacional del Libro de este año, realizada como de costumbre en la antigua Estación Mapocho, se celebró, entre otras cosas, el otorgamiento de los premios Roberto Bolaño de literatura, los que son entregados anualmente a jóvenes promesas chilenas menores de treinta en los géneros de cuento, novela y poesía.
Personalmente, yo no asistí a dicho evento, no porque no pudiese asistir sino porque no tenía idea de su existencia -es común que premios de este tipo, si bien son respaldados con una publicidad intensa, no gocen de una convocatoria amplia–; sin embargo me enteré de sus ejecución –y de sus pormenores– gracias a un video que me hizo llegar una publicación penquista y que circula, según tengo entendido, por la web.
El video muestra, de manera temblorosa, un escenario con el logo de la feria en forma de cortina de fondo, un micrófono, un montón de sillas, los jóvenes escritores sentados en esas sillas y una ministra de cultura Paulina Urrutia sentada junto a ellos, en el medio. En algunos momentos se pueden oír los aplausos de una tribuna fuera de toma.
Uno de los participantes -de acuerdo a la descripción del video: el ganador del premio de poesía- procede a ponerse de pie y, ayudado por la misma ministra, se acerca al micrófono y agradece al público presente.
Durante los primeros segundos el acto no parece ir más allá de un discurso emotivo, hasta que de pronto (en el minuto 01.07 para ser más exacto) se produce un giro imprevisto: El poeta se larga a hacer una descripción extensa y minuciosa, en formato de guión o libreto, de todos los personajes de teleserie que han sido personificados por la ministra Urrutia. También pronuncia el nombre de Bolaño.
Desacralización del poder dirán algunos. Rebeldía, actos poéticos. Performance. La reimaginación de una de las pachotadas infrarrealistas según el primer capítulo de Los detectives salvajes. Quizás todas las anteriores. Pero, a mis ojos, una razón prevalece sobre las demás: la negación persistente y necesaria de la imponente figura que es Roberto Bolaño.
Persistente, pues durante los seis minutos y diecinueve segundos que dura el video se repite constantemente lo que hoy considero pertinente llamar el Abandono. La fragmentación de Chile, representado en sus teleseries o telenovelas o culebrones y sus personajes, amplificados, prolongados hasta el delirio. Puestos a trabajar en situaciones inverosímiles, pero profundamente folclóricas. Una aproximación valiente, por no decir otra cosa, de lo que es 2666 o la novela póstuma y definitiva del escritor, la cual tuve el inmenso honor de ojear: El Tercer Reich.
Y necesaria. Por sobre todas las cosas una negación necesaria. Producto de la madurez de un grupo de lectores que no ha tenido otra alternativa que verse criados inocentemente por la literatura vorágine de Bolaño. Una evolución que años o siglos más tarde también vivirán los lectores norteamericanos cuando, desnudos bajo arco iris chilensis de fuego, intenten renegarlo.
Momento que es reflejado, de manera explícita en el minuto 05.20, cuando la ministra, al oír las palabras “Sabor a Ti” presentes en el texto, se tapa el rostro y se oculta en la penumbra que hacen las luces. Como diciendo: aquí te olvidamos, Roberto Bolaño, viste, viniste, venciste y te fuiste.
Como un agridulce recuerdo. Reprimido u olvidado. Una violación.