miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bolaño, el desquite

por Javier García
La Nación, Chile. 01.04.2007





Regresó para instalarse entre los primeros del listado de las 100 mejores obras en español de los últimos 25 años. En los nuevos libros le dedica un poema “al señor Teófilo Cid”, otro dice escribirlo “a lo Raúl Zurita”, y México vuelve a estar presente. ¿Qué pasó con el movimiento infrarrealista? Acá sus deudos reavivan las cenizas del mítico grupo.

España. Es de noche y el cielo está despejado en Castelldefels, mientras un chileno vigila el camping Estrella de Mar en donde a las seis de la mañana “sólo la radio cruza el silencio”. Es 1977 y Roberto Bolaño escribe sus versos a mano, recuerda a los amigos que dejó en México, también a Mario Santiago, quien le ha enviado una foto desde Israel, a Efraín Huerta, al Café La Habana, donde alguna vez estuvieron Fidel y el Che Guevara.

“No nos publicarán libros ni incluirán muestras / de nuestro arte en sus antologías (Plagiarán / mis versos mientras yo trabajo solo en Europa)”, apunta Bolaño en poemas que ahora ven la luz a más de tres años de su muerte, y a no más de diez de comenzar a ser publicado y reconocido como uno de los grandes escritores latinoamericanos.

Dos libros póstumos confirman su vigencia: La universidad desconocida, volumen de más de 400 páginas, y El secreto del mal (184 páginas), que acaban de ser editados por el sello Anagrama. Títulos que a mediados de mes estarán en Chile. Además, esta semana el autor de Los detectives salvajes se ubicó en los lugares tercero y cuarto del listado de las 100 mejores obras en español de los últimos 25 años, según el ranking de la revista colombiana “Semana”, siendo superado sólo por García Márquez y Vargas Llosa.


Zurita y las pornos

“Raro oficio gratuito. Ir perdiendo el pelo / y los dientes. Las antiguas maneras de ser educado / Extraña complacencia (El poeta no desea ser más / que los otros) Ni riqueza ni fama ni tan sólo / poesía. Tal vez ésta sea la única forma / de no tener miedo. Instalarse en el miedo”, se lee en un fragmento de La universidad desconocida. Un arte poético y un desafío, donde sus páginas muestran el retrato más explícito de su autobiografía. Ahí están sus padres, sus amigos mexicanos, los amores fracasados y la lucidez que le permitió ordenar su obra sabiendo que el futuro era incierto y frágil como su hígado.

“La presente edición corresponde con exactitud al manuscrito encontrado. El propio Roberto lo fecha en el año 1993. Fueron años de trabajo y de lucha, pero por encima de todo de escritura”, escribe su esposa, Carolina López, en el inicio de La universidad

Volumen donde se pueden hallar poemas escritos bajo diversos registros, breves como haikus y otros extensos de prosa poética, que no son sino los fragmentos de su libro Amberes. Textos que abren la segunda parte del libro. Luego, vendrá “Prosa de otoño en Gerona”, publicado originalmente en “Fragmentos de la universidad desconocida” (1992), recogido después en Tres (2000), y también hay poemas de Los perros románticos.

Pero asimismo se reúne gran parte de su obra impresa sólo por revistas mexicanas y españolas. En uno titulado “Dos poemas para Lautaro Bolaño”, escribe: “Lee a los viejos poetas, hijo mío / y no te arrepentirás”. Luego, el padre explicará que los poemas “fueron escritos inmediatamente después de salir del Hospital Valle Hebrón, en Barcelona, en el verano de 1992, con los viejos de hígados destrozados, con los enfermos de sida y con las muchachas que ingresaron por una sobredosis de heroína”.

El ejemplar cierra con “Notas del autor”, donde apunta que el poema “La pelirroja” “es un intento de escribir a lo Raúl Zurita –las musas me perdonen–, pero en el territorio de las películas pornográficas”.

Mientras, en El secreto del mal, Ignacio Echevarría, encargado de ambas ediciones, señala: “Reúne este volumen un puñado de cuentos y de esbozos narrativos espigados entre los numerosos archivos de texto que se encontraron en el ordenador de Bolaño tras su muerte”.

El autor de 2666 no se olvidó de Chile. De su venida en 1999 a la Feria del Libro, dice sobre los escritores que lo atacaron: “Lo increíble de esto es que me lo decían chilenos, tanto de izquierda como de derecha, que no paraban de lamer culos para mantener su exigua parcelita de renombre”.

Pero también hay personajes, relatos de orden descriptivo, ensayísticos, la antesala de lo que podría ser un cuento o una novela. Lo que Echevarría llama “una poética de la inconclusión”, las puertas abiertas que deja siempre el infierno, pero escribiendo “en el país de los imbéciles”, escribiendo bajo las estrellas donde quizá “sólo la radio cruza el silencio”.