Estosojosmiopes.blogspot.com. 06.02.2010
Leer a Roberto Bolaño es preguntarse abiertamente: “¿qué nos queda?”. Cualquier acercamiento a su obra será infinitamente una pregunta, no sólo en esos finales que no parecen finales sino comienzos, también en todo el recorrido de las acciones, en el recuento de sucesos. Criticarán al chileno diciendo que no es un escritor comprometido, que en su obra entera nunca tomó una posición ni habló de la injusticia, que sus novelitas son piezas detectivescas -bien narradas- pero sin espíritu de trascendencia.
Sí, eso dirán y no sin cierta razón, pero con cierto margen de error que puede ir desde el cinco hasta el noventa y nueve por ciento. Bolaño es precisamente eso, la muerte de la trascendencia. Su obra completa es un asiento en primera fila para asistir a la muerte de las ideologías en todos los campos: la muerte del arte, la muerte de la política, la muerte de las corrientes de pensamiento. “El fin de la historia”, bautizado por Fukiyama, “el desprecio como destino” al que está condenada Latinoamérica, según Galeano. Estos tiempos en donde nunca pasa nada aunque pase de todo, y ahí Bolaño, diciendo pasen, tomen asiento, bienvenidos a una masacre donde el aburrimiento es infinito.
Ya son seis las obras que conozco del chileno, espero tener el tiempo necesario para dedicarme a las demás y repasar las ya visitadas -definitivamente 2666 es un libro que debe ser releído, una novela inmortal e inmortalizante-. En estas seis obras (en orden de lectura: Los detectives salvajes, 2666, Monsieur Pain, Una novelita lumpen, El secreto del mal y Estrella distante) Bolaño escaló en mi lista de autores hasta compartir el escalón más alto con Cortázar, con Pessoa y con Marguerite Yourcenar. El motivo: una narrativa con fuerza en la que el escritor se compromete en cuerpo y alma, y que pese a eso se siente distante, ajena, completamente independiente de su voluntad, como el anciano que dedica toda su vida a una labor que en el fondo le trae sin cuidado.
Las novelas de Bolaño, cortas la mayoría, largas dos (Los detectives salvajes y 2666), tienen en su ritmo el frenesí de una lectura en la que se siente ir la vida, y mantienen al tiempo una distancia en la que se deja bien claro que el lector importa bien poco. Es el deseo de totalidad lo que motiva a la escritura, aún en las novelas cortas está presente esa necesidad de abarcarlo todo: el sexo, la música, la literatura, la guerra, la muerte, el cine... La diferencia con la antigua escuela rusa (Dostoievsky–Tolstoi) está en la posición de los personajes, en la ausencia de monólogos, en la falta casi total de reflexiones morales.
Es el caso de la guerra civil española, del auge del nazismo tanto en España como en Italia. Monsieur Pain tiene por escenario Francia y el tema de la guerra contra Alemania aparece, pero como por accidente, tangencial, una especie de mal necesario. Lo mismo pasa en Una novelita lumpen, mientras en las calles los jóvenes gritan “fascismo o barbarie”, la protagonista se entretiene mirando las portadas de varias películas.
En esa escena se resume gran parte de la obra de Bolaño: las guerras ocurren, los enfrentamientos ideológicos existen, pero la gente está ocupada en cosas mucho más importantes, como elegir qué película ver primero o en qué local comer esa noche o en buscar a una poetisa perdida en medio de un desierto de Sonora.
Estoy siendo ligero, lo sé. Escribir sobre la obra de Bolaño es una herejía. Comprendo, y creo que no había comprendido hasta este momento, a ese heterónimo de Pessoa, a Alberto Caeiro, cuando se refiere a la naturaleza diciendo que ella está y que cualquier tipo de reflexión al respecto -en burla a los metafísicos- es una pérdida de tiempo. “El único gran misterio de la vida es que no hay ningún misterio”, la obra de Bolaño no es para ser analizada, y espero que esta aclaración me libre de la hoguera. Novelas como Estrella distante son para disfrutarse. Punto.
Sólo quería comentar, compartir, tentar: hay que leer a Roberto Bolaño. Su escritura, su universo literario es -a falta de otro término más contundente- arrollador.
Sí, eso dirán y no sin cierta razón, pero con cierto margen de error que puede ir desde el cinco hasta el noventa y nueve por ciento. Bolaño es precisamente eso, la muerte de la trascendencia. Su obra completa es un asiento en primera fila para asistir a la muerte de las ideologías en todos los campos: la muerte del arte, la muerte de la política, la muerte de las corrientes de pensamiento. “El fin de la historia”, bautizado por Fukiyama, “el desprecio como destino” al que está condenada Latinoamérica, según Galeano. Estos tiempos en donde nunca pasa nada aunque pase de todo, y ahí Bolaño, diciendo pasen, tomen asiento, bienvenidos a una masacre donde el aburrimiento es infinito.
Ya son seis las obras que conozco del chileno, espero tener el tiempo necesario para dedicarme a las demás y repasar las ya visitadas -definitivamente 2666 es un libro que debe ser releído, una novela inmortal e inmortalizante-. En estas seis obras (en orden de lectura: Los detectives salvajes, 2666, Monsieur Pain, Una novelita lumpen, El secreto del mal y Estrella distante) Bolaño escaló en mi lista de autores hasta compartir el escalón más alto con Cortázar, con Pessoa y con Marguerite Yourcenar. El motivo: una narrativa con fuerza en la que el escritor se compromete en cuerpo y alma, y que pese a eso se siente distante, ajena, completamente independiente de su voluntad, como el anciano que dedica toda su vida a una labor que en el fondo le trae sin cuidado.
Las novelas de Bolaño, cortas la mayoría, largas dos (Los detectives salvajes y 2666), tienen en su ritmo el frenesí de una lectura en la que se siente ir la vida, y mantienen al tiempo una distancia en la que se deja bien claro que el lector importa bien poco. Es el deseo de totalidad lo que motiva a la escritura, aún en las novelas cortas está presente esa necesidad de abarcarlo todo: el sexo, la música, la literatura, la guerra, la muerte, el cine... La diferencia con la antigua escuela rusa (Dostoievsky–Tolstoi) está en la posición de los personajes, en la ausencia de monólogos, en la falta casi total de reflexiones morales.
Es el caso de la guerra civil española, del auge del nazismo tanto en España como en Italia. Monsieur Pain tiene por escenario Francia y el tema de la guerra contra Alemania aparece, pero como por accidente, tangencial, una especie de mal necesario. Lo mismo pasa en Una novelita lumpen, mientras en las calles los jóvenes gritan “fascismo o barbarie”, la protagonista se entretiene mirando las portadas de varias películas.
En esa escena se resume gran parte de la obra de Bolaño: las guerras ocurren, los enfrentamientos ideológicos existen, pero la gente está ocupada en cosas mucho más importantes, como elegir qué película ver primero o en qué local comer esa noche o en buscar a una poetisa perdida en medio de un desierto de Sonora.
Estoy siendo ligero, lo sé. Escribir sobre la obra de Bolaño es una herejía. Comprendo, y creo que no había comprendido hasta este momento, a ese heterónimo de Pessoa, a Alberto Caeiro, cuando se refiere a la naturaleza diciendo que ella está y que cualquier tipo de reflexión al respecto -en burla a los metafísicos- es una pérdida de tiempo. “El único gran misterio de la vida es que no hay ningún misterio”, la obra de Bolaño no es para ser analizada, y espero que esta aclaración me libre de la hoguera. Novelas como Estrella distante son para disfrutarse. Punto.
Sólo quería comentar, compartir, tentar: hay que leer a Roberto Bolaño. Su escritura, su universo literario es -a falta de otro término más contundente- arrollador.