La Tercera. 13.06.2011
Era 1980 y Roberto Bolaño quería dejar Barcelona, después de tres años de haber llegado desde México. La calle Tallers, donde estaba su piso, quedaba en un barrio muy bullicioso. Pero, sobre todo, "había tenido miles de historias y necesitaba salir de todas ellas", diría en una entrevista casi dos décadas después el autor de Los detectives salvajes. Bolaño precisaría: "Necesitaba irme a algún sitio donde no conociera a nadie". El lugar elegido fue la ciudad catalana de Girona, hacia el norte de España. Ahí conoció a su futura esposa, Carolina López, con quien tuvo dos hijos.
Bolaño y Carolina se instalaron a vivir en la calle Capuchinos, del casco antiguo de Girona. Y ahora otro espacio de la ciudad -emplazado en el sector industrial- los unirá a distancia, ya que una calle llevará el nombre, a modo de homenaje, del escritor chileno fallecido en julio de 2003.
La placa ya está instada desde hace algunos meses (a cargo del ayuntamiento), sin embargo, la inauguración oficial se realizará el próximo sábado 18 de junio con la presencia de algunos de sus amigos: el escritor mexicano Juan Villoro, el poeta Bruno Montané, el crítico literario Ignacio Echevarría y el editor de Anagrama Jorge Herralde. Quienes no estarán en la ceremonia serán Carolina, Lautaro y Alexandra. Su esposa y sus dos hijos, quienes han preferido no asistir, luego de las ya públicas enemistades entre la esposa de Bolaño con parte del grupo más cercano que compartió episodios claves de su vida. Pero hay algo más: en la ceremonia estará presente Carmen Pérez de Vega, la mujer que acompañó al autor de Llamadas telefónicas en sus últimos años.
El regreso de los sudacas
Antes de Carolina López, de publicar la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (en conjunto a Antoni García Porta), Roberto Bolaño llegó a Girona a seguir esa vida de sobreviviente que lo llevó a España; a su vez, continuaba enviando cuentos y esbozos de futuras novelas a concursos literarios de provincia, que le permitían reunir algo de dinero.
Sin embargo, a punto de cumplir 30 años el panorama era desalentador. Es por esos días en que Bolaño comienza a escribirse cartas con un poeta que admiraba, que vivía en Chile y que lo alentó a no rendirse. "Estaba en la inopia. No era el típico escritor latinoamericano que vivía en Europa gracias al mecenazgo (y al patronazgo) de un Estado. Nadie me conocía y yo no estaba dispuesto ni a dar ni a pedir cuartel. Entonces, comencé a cartearme con Enrique Lihn".
La historia, desarrollada en el relato Encuentro con Enrique Lihn, refleja sus días en Girona, su vida en aquella ciudad que hoy tiene una calle con su nombre, mientras su obra se expande por el mundo a un ritmo inusitado.
"Cuando no hay nadie, las calles ceden el paso a los fantasmas. Mario Santiago Papasquiaro (Ulises Lima) irá por ahí a bordo de un Impala. También los Sudacas Voladores, Sensini, Buba y otros personajes recorrerán esas piedras", ha escrito Juan Villoro, para ese día sábado, cuando Bolaño regrese a Girona.