"Tengo una anécdota curiosísima con Bolaño. Somos exactamente de la misma edad. Bueno, seríamos... Él vivió en México en los setenta, cuando teníamos 21, 22 años. En 1974 mandé dos cuentos a un concurso de la revista Punto de partida, de la UNAM. Eran dos cuentos distintos, tan distintos que los mandé con dos seudónimos y se ganaron el primero y el tercer lugar. Bolaño, si mal no recuerdo, ganó el premio de poesía. Mi madre, que era mi admiradora, me preparó una fiesta, porque era el primer premio literario que se ganaba su hijito. Mi casa no era particularmente elegante, pero sí una casa pequeño burguesa de la colonia Condesa. Mi madre decidió organizar una fiesta con meseros y copas de cristal cortado -herencia de familia-, por más que le dije que no lo hiciera: 'si conocieras a los borrachos y drogadictos de mis amigos, deberías poner vasos de papel, y que se sirvan ellos'. No me hizo caso. La cosa es que invitó a la fiesta a todos los premiados y llegó Bolaño, sin yo saber que era él. Simplemente vi a un barbudo y greñudo que llegó con unos amigos. Ahora sé, porque hace unos años los reconocí en una foto, que eran Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro. En un momento de la fiesta, como se sintieron muy superiores a los burgueses que dijeron que éramos mis amigos y yo, empezaron a romper las copas de cristal cortado. Entonces mis amigos, ni siquiera yo, se enfurecieron y los sacaron a golpes. Realmente les pusieron una golpiza como si fueran animales. Existe un blog donde se recuerda esta anécdota. Te puedo citar textualmente lo que dice: 'como aquella vez que un niño bien que luego se las da de escritor que se llama Álvaro Uribe, golpeó a Bolaño'. Esa es mi experiencia con él".
Es significativo que tú, al igual que Bolaño, trabajen en su narrativa con el fracaso y las promesas que no se cumplieron.
Es un tema muy nuestro. Yo creo que sucede en todas las generaciones: de diez personas que se quieren dedicar a la literatura y escriben sus cuentitos de jóvenes, pues quizá unas cuatro o tres lo logren, y luego de esas quién sabe cuáles tengan éxito verdadero. Las demás acaban haciendo otras cosas. El arte puede ser una especie de pecado de juventud. Mi maestro Monterroso contaba que él tenía un grupo literario en el que estaba Luis Echeverría, el que fue presidente de México. Monterroso decía: "éramos un grupo de medio cuerdos y medio locos, salvo que en Echeverría predominó lo cuerdo".