domingo, 15 de abril de 2012

Edna Lieberman, la mujer de "ojos terribles" que Roberto Bolaño nunca olvidó

por Roberto Careaga C.
La Tercera. 11.12.2011







Había que cruzar Barcelona para llegar al teléfono, pero valía la pena: si movías los cables indicados, podías llamar fuera de España y no pagar un peso. Roberto Bolaño sabía hacerlo y caminó una hora para dar con la cabina. Lo acompañó Antoni García Porta y durante el trayecto echaron a andar el plan de una novela que años después publicarían bajo el nombre de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. Corría 1979, el chileno llevaba dos años en España, apenas tenía para comer, sabía que su destino era ser un escritor, trabajaba como nochero de un camping y había sido flechado por una mexicana. A eso iba Bolaño al teléfono: a llamar a Edna Lieberman a México y pedirle que regresara a Barcelona.

Edna regresó a los pocos días, directamente a vivir con Bolaño en la calle Tallers. Meses después, la relación era un infierno. Un día ella se fue. Bolaño la lloró un rato. Nunca la olvidó: Edna Lieberman, a veces con su nombre, otras bajo uno similar, aparece en casi toda su obra. Su historia juntos está en Los detectives salvajes; en un cuento de Llamadas telefónicas es “pura dinamita”; en Los sinsabores del verdadero policía es "la mujer más hermosa y más cariñosa del Hemisferio Sur" y, alguna vez, como anotó el escritor en un poema de Los perros románticos, Bolaño vio a su musa en los "ojos terribles de Edna Lieberman".

Aunque pequeña, Edna es una pieza del rompecabezas por armar de la vida de Bolaño. Mitificada y transformada en pura literatura por el escritor, Edna Lieberman existe. Hace dos semanas, el día en que abrió la Feria del Libro de Guadalajara, llegó hasta el estand de Chile y se presentó. Buscaba a representantes de la editorial Catalonia para entregarles Cartas a mi fantasma, el libro que escribió reconstruyendo su historia con Bolaño. Lo publicó hace dos años en México y quiere que se lancé en Chile.

Sus ojos no son terribles, pero tienen una intensidad que se enciende cuando se le pregunta si se está colgando de la fama de Bolaño. "Mucha gente pensará eso. Pues que se entripen. Yo estoy hablando de Roberto no como una figura literaria, ni me quiero trepar a él, es una cosa muy personal, traté de resolver un duelo. Así como él me llamó en su literatura, no me quedó otra que escribirle".

Antes de España, Edna supo de Bolaño en el D.F. mexicano. Eran los días del infrarrealismo. "Roberto era el poeta inaccesible que no se dignaba a voltear. Mario Santiago era más accesible, pero estaba zafadísimo. Eran rebeldes, anarquistas", recuerda.

Tal como lo cuenta el escritor en Los detectives salvajes, en voz de Edith Oster, ella llegó en 1978 a Barcelona emparejada con un pintor. Tenía 20 años y venía de una familia acomodada en México. Arrastraba una anorexia que volvería por ella. Le propusieron conocer a "un joven que deseaba ser poeta", y conoció a Bolaño, que tenía 25 años. No pasó mucho hasta que Edna rompió con el pintor y volvió a México. Cuando regresó a España, se fue directo al piso de la calle Tallers.

"Nuestra situación económica era sumamente precaria. El era vigilante nocturno de un camping y yo daba clases de hebreo", cuenta Lieberman. "Roberto era cariñoso, pero era muy impositivo. Escribía mucho, todo era poesía. No éramos muy sociables. Íbamos a la casa de su madre, en las afueras de Barcelona, y allá se tranquilizaba", agrega.

Según García Porta, con Lieberman Bolaño no duró más de unas semanas. Ella dice que fue poco menos de un año. Desde México, su familia se quejaba: un poeta sin dinero no era para ella. El carácter de Bolaño también ayudó. Ella empezó a vomitar. "Todo se volvió una gran rabia", dice Edna, que se fue el 13 de octubre de 1979. Nunca más se vieron.

Edna se fue a Roma, luego volvió a México, luchó contra la anorexia. Se casó, tuvo una hija, olvidó a Bolaño. Se enteró de sus libros y premios. No quiso leerlo. Sólo en 2006 se asomó a sus textos: encontró su nombre o a personajes inspirados en ella en Tres, Llamadas telefónicas, Los perros románticos, Amberes, Los detectives salvajes, 2666, Los sinsabores... “Fue muy fuerte después de tantos años encontrarme tan evocada y tan nombrada", dice.

Entonces escribió su libro Cartas a mi fantasma, que es la historia de su regreso a Barcelona en 2007 y los ecos de sus días con el escritor. Aparece la madre de Bolaño, Victoria Ávalos, y bajo el nombre Carla, su última pareja, Carmen Pérez de Vega. El título que escogió Edna es una respuesta a un poema de Bolaño, "El fantasma de Edna Lieberman". Ahí el escritor la evoca como una presencia que siempre regresa en la oscuridad. Y vuelve a sus ojos: "Los mapas de la pesadilla pura".