Por Rodrigo González M.
La Tercera, Chile. 31.12.2011
Es un actor del mundo. Un holandés
errante. Durante el 2011 actuó en 12 películas y sus rodajes lo hicieron viajar
de Polonia a Canadá, de Sudáfrica a Indonesia y de Hungría a Italia, por
ejemplo. Rutger Hauer, el actor holandés de 67 años, que en 1982 logró que su
rostro amenazante, sus ojos celestes y su pelo platinado se hicieran
mundialmente conocidos como el replicante Roy Batty en Blade Runner, ahora está en Chile
filmando la parte final de la película El
futuro, de Alicia Scherson. Y no es un filme más de la directora de Play. Por el contrario, se trata de su
adaptación de Una novelita lumpen,
de Roberto Bolaño.
"Para ser sincero, no tenía
demasiada idea de qué era Chile antes de llegar a este proyecto. Pensaba que la
música era lo más importante acá, como cuando uno va a Panamá y escucha y ve el
ritmo por todas partes. Pero no. Es un país, por lo poco que he visto, de
palabras y de literatura. Es una sensación, no lo puedo explicar. Sólo es lo
que percibo", dice Hauer, que acaba de personificar al pintor flamenco
Pieter Bruegel en The mill and the
cross y al legendario cazavampiros Abraham van Helsing en Drácula 3D, del maestro del horror
italiano Dario Argento.
"Ha sido uno de los años más
duros de mi vida, muchísimo trabajo, pero al mismo tiempo uno de los más
interesantes", dice mientras se reclina en una silla del salón de
fumadores del Hotel Crowne Plaza, donde se alojará por el par de semanas que
dure su parte en El futuro. En
el filme, con estreno para el segundo semestre de 2012, interpreta a Maciste,
un ex campeón italiano de fisicoculturismo y estrella de películas de cine B,
que ya solo, viejo y ciego, recibe en Roma la compañía ocasional de la joven
Bianca (Manuela Martelli).
¿Por
qué se involucró en el filme?
Por cuatro básicas razones: la
novela, el guión, la directora y los actores. La actriz principal, Manuela
Martelli, es muy buena: lo he comprobado en los ensayos. Se esfuerza, no se
toma nada a la ligera. Y la directora, Alicia Scherson, es talentosa, respeta
la novela original y no trata de transformarla a su antojo. Y, en fin, la obra
de Bolaño es notable: está escrita como en papel de lija. Es dura, áspera, sin
concesiones. He tratado de buscar más novelas de él, pero como paso viajando me
cuesta mucho ir a alguna librería. Esta, Una novelita lumpen, la leí en alemán, ni siquiera está en inglés.
¿Qué
le interesa de su personaje, Maciste?
Bueno, el tipo está ciego. Es una
suficiente razón para que ya tenga interés. Y es difícil de hacer: desviar la
mirada de todo el mundo, de las cámaras, pero al mismo tiempo no lucir como un
idiota es algo complicado. Eso me motiva. Espero crear un personaje que no se
haya visto antes. Además, se trata de tener una relación con esta chica, con
Bianca. Una conexión que empieza como meramente funcional y luego se torna más
tierna, sin que eso signifique sentimentalismos, ni llantos, ni nada de esos
recursos bajos. Si hay algo que no soporto es andar gimiendo en las películas.
Eso es fácil: lo complicado es conmover con la justa emoción, con la templanza.
¿Qué
recuerdos tiene de Blade Runner,
la película que lo hizo conocido en 1982?
Blade
Runner es una
gran película y mi primera experiencia exitosa en el cine estadounidense.
Estuvimos rodando cerca de cinco meses. La última escena, aquella en que mi
personaje del replicante muere y le salva la vida a Harrison Ford fue curiosa:
esa parte del guión tenía cerca de 25 líneas, pero para mí no funcionaba así.
Era demasiada pompa, mucha ópera, sobraba texto. Para mí, el replicante sólo
tenía que decir lo justo y aquello, a mi juicio, era: "Todos esos momentos
se perderán como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir". Afortunadamente,
me quede sólo con ese diálogo. Pocas veces en la vida de un actor existe la
posibilidad de crear un lazo tan fuerte con el guión. Con esa película lo
hicimos.