El Confidencial (blogs), España. 04.10.2016
Hoy he venido a darme importancia.
Dicen los ganadores que nunca ganan, pero casi, que del
subcampeón no se acuerda nadie, y yo fui subcampeón del premio Herralde que se
llevó Roberto Bolaño con Los detectives
salvajes. Mi obra se titulaba A bordo
del naufragio. Tenía yo 23 años.
Roberto Bolaño y un servidor iniciamos entonces
trayectorias paralelas, y, mientras él se ha convertido en un mito literario,
yo tengo esta columna.
Poder mostrar fotos con Bolaño, y haber cruzado con él
algunas palabras, se fue volviendo con el paso de los años algo
excepcionalmente referible, sobre todo a partir de su muerte, momento en el que
su figura agigantada hasta el delirio se afilió a la hermandad de inmortales
donde Borges, García Márquez o Vargas Llosa llevaban décadas de monótono
oligopolio.
Lo que nunca he olvidado de Roberto Bolaño es su jersey
con bolitas. Yo he visto, en definitiva, a un jersey con bolitas volverse
mítico. Quiero decir que Bolaño, en la Barcelona de 1998, recibiendo el premio
Herralde, era un señor que lo tenía todo para fracasar, eminentemente esas
bolitas fruto de un jersey resobado, amén del resto de su indumentaria, vieja y
ajada, el rostro magullado por las carencias dentales y la desazón, las gafas
desequilibradas y el andar raquítico.
Todo eso, hoy en día, no hay foto que lo delate. Ves
una foto de Roberto Bolaño y siempre ves a un galán de las letras; bohemia y no
miseria, intención y no dejadez, estilo y no cutrerío. La fama debida a esto de
la literatura vuelve apolínea toda vulgaridad.
¿Cómo era Bolaño?
¿Cómo era Roberto Bolaño antes de que Los detectives salvajes saliera a la
venta, vendiera, se tradujera y resultara premiada por segunda vez (Rómulo
Gallegos)? Pues era un señor que no conocía nadie. Yo había leído a bastantes
autores de la editorial Anagrama, pero admití ante Jorge Herralde que no sabía
junto a quién me estaba premiando. Es un autor de gran calidad, pero poco
conocido, me vino a decir el editor.
Bolaño andaba por aquellos días viendo películas de
David Lynch, y le daba muchas vueltas al sentido último de la trama de
“Carretera perdida”. También -en aquellas horas primeras de conocerlo- vine a
notar que practicaba con soltura el elogio desmedido y la afirmación
irreversible, y, así, todo era lo mejor, lo más, lo sumo o, por el contrario,
lo peor, lo más bajo, lo ínfimo dentro de su especie. Recuerdo oírle decir que
Jaime Bayly era el escritor en español con mejor oído para los diálogos. Luego
escribió o dijo que Javier Marías era “de largo” el mejor prosista en español
de nuestro tiempo, o que Georges Perec era “sin duda” el mejor escritor de la
segunda mitad del siglo XX. Este criterio tenía Bolaño, sin matices, sin
mesura; sin mucha responsabilidad.
Lamento informar a sus biógrafos y devotos que no
recuerdo si en la cena que sigue a la entrega el premio Herralde -entonces
celebrada en La balsa- Bolaño tomó carne o pescado.
Y de La Balsa en
Barcelona, en puente aéreo costeado por la editorial Anagrama, lleguemos a un
día de diciembre de 1998 en Madrid, en el Bar Hispano, lugar habitual -hasta
que la crisis disuadió al sello fundado por Jorge Herralde de perseverar en
semejante dispendio- de la presentación de las novelas reconocidas con el
premio de marras.
“Anochece sobre Pozuelo”, así empezaba el texto con el que
Soledad Puértolas presentó Los detectives
salvajes. Seguramente muchos de ustedes no se podrán creer que Soledad
Puértolas fuera la presentadora de Roberto Bolaño. Pues fue. ¿No había nadie
mejor, más ilustre, menos comercialote? Sin duda, no lo había, pues Roberto
Bolaño, en 1998, reunió en la presentación de Los detectives salvajes en Madrid a no más de 10 o 15 personas, lo
que sumado a las 12 que llevé yo, daba una bonita cifra de fracaso.
Al año siguiente, con Luis Magrinyá y Pablo d´Ors como
ganadores del premio, el Bar Hispano disfrutó de aforo completo: estaba, como
se decía antes, “el todo Madrid”.
¿Dónde estaban entonces, en 1998 y en Madrid, todos
esos autores, críticos, lectores y editores que, apenas un año después -y no
digamos siete años después- declararían que Bolaño era el mejor escritor del
mundo? Supongo que esperando a que se hiciera famoso para poder confesar que lo
llevaban apoyando desde el principio.
Mito literario
Llevo casi veinte años tratando de que me guste Roberto
Bolaño. Que Los detectives salvajes
quedara por delante de mi novela de debut no ha afectado a mi juicio sobre su
obra completa pues, a fin de cuentas y como dice el rapero, en 1998 Bolaño
jugaba “al mismo deporte en otra liga”.
Así las cosas, lo más interesante de la figura de
Bolaño es que supuso el primer caso de canonización literaria vivida en directo
por todos los autores y lectores de mi generación. Nunca antes un escritor
había recorrido para nosotros de forma completa el camino hacia la gloria literaria.
Hay que señalar que El Quijote y Cien años de soledad, para un bachiller,
son clásicos por igual, aunque a uno lo acrediten cuatro siglos y al otro nos
lo hicieran estudiar sólo treinta años después de haberse publicado.
Vista la “canonización en directo” de Bolaño, uno puede
ya por fin enunciar la clave de la inmortalidad literaria. Basta una palabra:
potra.
Había, y hay, decenas de escritores latinoamericanos
mucho mejores que Roberto Bolaño, o igual de medianos y sugestivos. Sin
embargo, Bolaño ha aniquilado toda posibilidad de que Piglia, Aira, Vallejo,
Bellatin o Fuguet consigan una recepción ni remotamente parecida a la que él
goza hoy en día.
Los fans locos de Bolaño creen que su santo autor lo
hacía todo bien. Sus poemas son muy buenos, sus cuentos son excelentes y sus
novelas son extraordinarias. Hasta sus apreciaciones críticas son subrayadas en
los libros que las compilan como si Bolaño las hubiera sopesado por más de dos
minutos.
A mi juicio, los poemas de Bolaño son infames; sus
cuentos, mediocres; y sus novelas, un amontonamiento de sus cuentos menos mediocres.
Creo que Los detectives salvajes es
una buena novela. Creo que 2666 es un
disparate. Las cinco novelas que la componen parecen necesitadas de comparecer
juntas para intimidar al lector pues, leídas sueltas, no satisfarían al menos
demandante de ellos. Por otro lado, su dodecálogo para escribir cuentos es de
las estupideces más bochornosas que yo he leído nunca dentro del género
teórico.
Un boom recalentado
Bolaño dijo en los días que lo conocí que escribió Los detectives salvajes en un año. Yo le
creo, porque entiendo que toda su obra está elaborada deprisa, sin mucha
dubitación, a caballo de una prosa funcional y atiborrada de clichés (“duerme
como un ángel”, “pobre como una rata”) y de un gusto por narrarlo todo,
particularmente qué comen los personajes y qué llevan puesto. Es difícil tomar
una página al azar de Bolaño y otra a voleo de García Márquez y defender que, a
su vez, juegan en la misma liga.
También entiendo que la obra de Bolaño tiene algo de
boom recalentado, sirviendo al mismo tiempo de epílogo a Borges, a Cortázar y a
Vargas Llosa. Nada de lo que hay en la obra de Bolaño es propio de la
literatura del siglo XXI, caracterizada por la autoficción y los juegos con la
recepción, amén de por todos esos autores (Franzen) que no soportan ni la
autoficción ni los juegos con la recepción y tratan de volver a Tolstoi.
Mi interpretación de la “potra” de Bolaño tiene que ver
con los días marginales que vive la literatura. Desde hace años, ya se habla de
“novela literaria” para designar una obra que no ha sido concebida con
intención de convertirse en un best seller. La perversión en esta dualidad
creada para las obras de ficción (“novela literaria” frente a “novela
comercial”) ha llegado pronto, y consiste en colar novelas claramente escritas
para una fácil lectura en un catálogo editorial que se supone exigente. Creo que
Bolaño, en la mayoría de sus páginas, propicia una lectura enormemente facilona
(no en vano, lo que se escribe a toda prisa se lee casi siempre a toda prisa).
A la gente le gusta Bolaño del mismo modo que le gusta Dan Brown, lo que pasa
que pueden mirar por encima del hombro a todos aquellos a los que sólo les
gusta Dan Brown.
Me dejo en el tintero bastantes cosas, pero valga esta
confesión de desafecto para llevarme algunos palos. Toda la obra de Bolaño sale
a partir de estos días en la editorial Alfaguara, incluida una novela inédita
-otra-. Como Bolaño me cae bien -fue siempre un bocazas-, me alegro de que os
haya engañado a todos. Disfrutadlo.
Fotografía: Roberto Bolaño y Alberto Olmos