Por Pablo Retamal N.
La Tercera, Culto. 15.04.2018
El autor de Los detectives salvajes redactó columnas en España
y Chile. En su tiempo pasaron inadvertidas, puesto que aún no era el escritor
best seller que conocemos hoy.
Roberto Bolaño no solo fue narrador y poeta. Hacia los últimos
años de su vida tuvo una participación como columnista en medios escritos. La
primera de estas fue para Diari de Girona, de la provincia donde residía, en Cataluña,
España. Según cuenta el editor Ignacio Echevarría en el prólogo del libro
póstumo Entre paréntesis, esto
comenzó en enero de 1999. Durante un año y medio, las colaboraciones eran
originalmente elaboradas en castellano para luego ser traducidas y publicadas
en catalán.
A mediados de 2000, poco después de terminar su participación
en ese matutino, Roberto Bolaño le envió un mail a su amigo Andrés Braithwaite,
quien trabajaba en el diario Las Últimas Noticias, proponiéndole la idea de
tener un espacio semanal: “A mí me gustaría tener una columna en donde pueda
hablar del más desconocido poeta provenzal hasta el más conocido novelista
polaco, todo lo cual en Santiago sonará por igual a chino. De hecho, esas
crónicas, de aquí a un tiempo, conformarán un libro, y por eso quiero meter
también las que se publicaron ya en catalán. No sé si está claro: sería una
columna básicamente literaria”. Así, el narrador comenzó a redactar para LUN.
El contacto con Braithwaite ya venía desde antes; se habían
conocido en 1998 en una comida organizada por revista Paula. Se cayeron bien,
comenzaron a charlar, y de a poco comenzó a surgir una amistad. “No había
ninguna pomposidad, todo muy relajado. Él sugería los temas, no había pauta,
era como un divertimento”, cuenta Andrés Braithwaite. ¿Cómo era Roberto
trabajando? “Era muy puntual. Si había que entregar un martes a las 6.30, él
entregaba a esa fecha y hora. Generalmente en los mails mandaba la columna
junto con algún comentario tipo ¿cómo están tus hijos? Hablábamos de otras
cosas también, porque esto era sin pretensiones”.
En equivalente al dinero de estos tiempos, el periódico le
pagaba 70 mil pesos por columna al autor de Estrella
distante. Como Bolaño residía en España, y no había cómo transferir, el
mismo editor juntaba el pago en efectivo y se lo entregaba personalmente cuando
se daba la ocasión en algún viaje. “Incluso, una vez me pidió que le entregara
la plata a su mamá que venía a Chile. Una señora muy amable”, recuerda
Braithwaite.
El creador de los personajes Arturo Belano y Ulises Lima
narraba de todo en sus columnas, aunque algunas de ellas terminaron
convirtiéndose en relatos de sus libros, como “Jim”, el cuento que abre el
volumen El gaucho insufrible; o
“Playa”, que tuvo su origen en una columna publicada primero en Girona y
después en LUN.
Por esos entonces, Bolaño había comenzado a ganar una fama
incipiente gracias a Los detectives salvajes
y gozaba de estima en los círculos literarios, pero no era un autor best seller. Por lo mismo, la columna
pasaba más bien inadvertida en el diario, en ningún caso causaba furor. Solo la
gente más interesada en los libros valoraba el espacio, que era compartido con
el escritor español Enrique Vila-Matas. “El bolañismo vino después de su
muerte”, apunta Braithwaite.