Editorial
La
Segunda, Chile. 12.07.2013
Este lunes se cumple una
década de la partida de, posiblemente, el escritor latinoamericano más
trascendente de los últimos tiempos, el que logró "liberar a la escritura
latinoamericana del realismo mágico". Manuscritos perdidos, herederos y
supuestas adicciones, sólo han acrecentado el mito.
Aunque
ya era un autor reconocido -es cosa de revisar los premios y alabanzas
cosechados por Los detectives salvajes
(1998)- la muerte de Roberto Bolaño a los 50 años, el 15 de julio de 2003,
encendió los mecanismos con que la industria cultural vuelve leyenda a un
escritor. Primero fue la publicación póstuma de 2666 (2005) (*Nota de la redacción: el año de publicación de 2666 es 2004), una ultraviolenta y
magistral novela de más de mil páginas y que originalmente serían cinco libros.
Como confirma su círculo cercano, el escritor se encerró en su estudio de
Blanes (Barcelona) para terminarla, sabiendo que le quedaba poco tiempo. La
idea del autor era asegurar económicamente el futuro de sus dos hijos, Lautaro
y Alexandra. Después de pensarlo mucho, Jorge Herralde (editor de Anagrama) e
Ignacio Echevarría, crítico y confidente del autor, decidieron publicarla tal
como la conocimos.
Después
vendría la obtención del National Book Critics Circle Awards en EE.UU. y los
elogios en bloque de Patti Smith, la prensa especializada y popular ("The New
York Times" lo calificó de "obra maestra") y la aparición de un
flamante ejemplar en el programa de Oprah Winfrey, la mujer más mediática de la
televisión estadounidense. Todo lo anterior, más la visionaria defensa de Susan
Sontag, pavimentó un hito: Bolaño llegó a convertirse en best seller (en las
dos editoriales estadounidenses que tienen sus derechos: la exquisita New
Directions y la masiva Farrar, Straus & Giroux) y fue considerado casi
unánimemente como el autor latinoamericano más importante después del boom sesentero de Vargas Llosa y García
Márquez. De hecho, el "New Yorker" lo alabó por "liberar a la
escritura latinoamericana del realismo mágico".
Sin
embargo, este despegue mundial vino acompañado de varias polémicas que han
alimentado -a veces tímidamente- el comidillo del ambiente literario en
español. Estas son algunas de ellas.
¿Adicto a la heroína?
En
una admirada reseña de 2666, a cargo
de Jonathan Lethem, en "The New York Times", se dio por hecho que
Bolaño tuvo un periodo de adicción a la heroína. Un dato que también fue
aludido por "The New Yorker", "The Guardian" y la revista
"Time", donde el autor del artículo incluso aseguró que recién
llegado a España, en 1977, comenzó un periodo de experimentación con drogas.
Todo
esto provocó una polémica -algo exagerada- en internet y su círculo íntimo que
obligó al mismo diario que inició el mito a investigar el origen. Al parecer,
el malentendido surgió con una mala interpretación de "Playa", un
cuento publicado originalmente en "El Mundo" de España, para una
sección donde diversas personalidades recuerdan el peor verano de sus vidas. Allí,
abre el relato -donde juega con lo autobiográfico- con la frase: "Dejé la
heroína y volví a mi pueblo y empecé con el tratamiento de metadona que me
suministraban en el ambulatorio".
Un
dato que fue utilizado por los biógrafos anglosajones con la misma naturalidad
con que le harían un perfil a una estrella de rock. De hecho, la estrategia de
vender a Bolaño como un poeta "maldito" que padeció los rigores de
Pinochet y la violencia mexicana, dio frutos. Sin embargo, el autor de la
investigación que desmintió su adicción -Larry Rohter- lanzó otro dardo: ninguno
de los amigos mexicanos consultados recuerda que Bolaño haya viajado a Chile
para participar de los últimos días (de gobierno) de Salvador Allende, siendo
tomado preso y liberado por un militar amigo. "(Los amigos) dijeron que él
sentía vergüenza de admitir que estuvo ausente de la experiencia política que,
aún hoy, define a su generación", aseguró el periodista en la nota de 2009
que, nuevamente, dio a entender que el propio Bolaño jugó con su biografía para
despistar a fans y periodistas.
La "María Kodama"
de Bolaño
Publicar
mails enviados por el escritor a sus amigos, ya no es una tarea tan simple.
Grabar un documental y organizar una exposición tampoco. Lo mismo que rescatar
algún texto inédito como lo hizo una web literaria chilena hace un par de años.
Todo por prohibición de Carolina López, viuda y heredera oficial de Bolaño. En
abril de este año impidió la exhibición -en Canal 13 Cable- del documental
"Estrella distante", de Darinka Guevara y Jordi Lloret. En él se
mencionaba que la pareja del escritor era la también española Carmen Pérez,
algo que le molestó profundamente; más allá de que el material estuviera hecho
sin su autorización, como justificaron sus abogados. (Bolaño y López) Se
casaron en 1985 y, aunque seguían legalmente juntos, Bolaño era pareja de Pérez
hace muchos años ya. El plan era separarse, luego del trasplante de hígado.
Comparada
con María Kodama y Yoko Ono, la heredera de Bolaño hace notar su poder al
intentar mantener la historia "oficial", sin considerar a la pareja
que acompañó a Bolaño el mismo día de su muerte, la misma que manejó a toda
velocidad desde Blanes a Barcelona (60 kilómetros), intentando salvarle la
vida.
La
primera muestra de poder de López fue cuando despidió a Andrew Wylie, "El
Chacal", su agente estadounidense, al mismo tiempo que "limpió"
su entorno de varios amigos entrañables de Bolaño. Celosa de la obra de su marido,
su idea era negociar ella misma los acuerdos de publicación de cualquier
inédito (Bolaño dejó cientos de papeles).
Algunas
fuentes señalan que ella es capaz de impedir la publicación de poemas en
antologías o incluso de quien pretenda recitarlos en público. Sobre la relación
de ella con Anagrama, la editorial que publicó su obra gruesa en nuestro
idioma, no se sabe nada hasta el momento.
Condenado a sufrir el
destino de Jimi Hendrix
Además
de las novelas y cuentos, Bolaño dejó una gran cantidad de material: manuscritos,
cuadernos, correos electrónicos y un puñado de libros de poesía de distribución
discreta. Lo lógico sería rescatarlo como el militante del movimiento infrarrealista
y autor de textos como Reinventar el amor
(1976), Los perros románticos (1993)
o El último salvaje (1995). Material
hay, incluso muchísimas piezas líricas incluidas en antologías o revistas
universitarias mexicanas o españolas.
Sin
embargo, lo más espectacular han sido las exhumaciones de El tercer Reich (2010) y, muy especialmente, Los sinsabores del verdadero policía (2011). Dos novelas póstumas
que abrieron el apetito sobre las posibilidades de dar con nuevo material. Algo
que, al parecer, no será posible en el mediano plazo.
Esto
no quiere decir que el disco duro de su computador y los centenares de páginas
desordenadas en su casa no estén sometidos a una revisión y catalogación. Al
parecer, según algunos editores consultados, Carolina López quiere esperar que
las traducciones en inglés y otros idiomas cumplan su ciclo antes de atacar con
nuevo material. Es cosa de ver lo que se exhibió en la muestra catalana
“Archivo Bolaño” (*Muestra cuyo título fue tomado, evidentemente y sin ningún
tipo de consulta, de un espacio virtual de existencia muy anterior a la misma, y
muy cercano al lugar donde está leyendo, ahora, esta publicación).
Hay
novelas autobiográficas como La virgen de
Barcelona (fechada en 1979), D.F. La
Paloma, Tobruck, Diorama y El espíritu de la ciencia ficción, dedicada a Philip K. Dick. Un
material precioso que anuncia las obras mayores que publicó. Por algo Bolaño no
peleó por su publicación hasta el final. A propósito de eso, el "The New
York Times" trazó un paralelo con el mundo del rock que quizá a Bolaño
-fan de The Pogues y Suicide- le hubiera gustado: "El escritor parece
condenado a sufrir el destino de Jimi Hendrix o Jim Morrison... de quienes han
comercializado desechos y fragmentos de la creatividad del difunto para sus más
ardientes fans".
Coordenadas para llegar a
un maestro del disfraz
Roberto
Bolaño era un maestro del disfraz, de la misma manera que Andy Warhol, quien
despistaba con ironías o datos falsos a quienes intentaban hurgar torpemente en
sus procesos creativos. Pero, a diferencia del artista pop, famoso por lo
monosilábico en las entrevistas, Bolaño hablaba hasta por los codos. De ahí lo
fascinante de Bolaño por sí mismo
(Ediciones UDP, 2006), una compilación de notas dadas a "El País",
"Mensaje" o "Playboy", donde el escritor deja invisible al
entrevistador. Leer sus respuestas en perspectiva funciona como un manual de
supervivencia. "Ser escritor no es agradable", dice en un momento.
"No, agradable no es la palabra. Es una actividad que no carece de
momentos muy divertidos, pero conozco otras actividades aún más divertidas".
Pero también, nunca dejaba de hablar de su país. Porque Bolaño nunca dejó de
estar conectado. "Chile es un país en donde ser escritor y ser cursi es
casi lo mismo". Y también tenía frases contundentes, de esas que se
podrían enmarcar: "Asesino o detective: no hay otra elección para un
hombre".
En
Para Roberto Bolaño (Acantilado, 2005),
el emblemático editor de Anagrama, Jorge Herralde, recopila columnas,
conferencias y artículos donde el chileno es el protagonista. Ahí se rescató
por primera vez una frase que debería enmarcarse: "Cada vez que leo que
alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño,
dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago
deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos
de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados
se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que
ningún mal les he hecho?".
Bolaño
pasó la mayor parte de su vida entre México y Barcelona. En el D.F. terminó de
configurar su estilo a partir de la poesía y la fundación del movimiento
infrarrealista. Entre 1971 y 1972, el reconocido poeta nacional Jaime Quezada
vivió en su casa. Justo cuando el autor, de 18 años, abandonaba el colegio y se
embarcaba en la lectura frenética de Cortázar, Kafka y Proust, entre otros.
Todo eso es narrado en Bolaño antes de
Bolaño (Catalonia, 2007). "Llegué a los 15 años a México y fue
alucinante. A partir de ahí pasé de ser un lector prudente a un lector voraz, y
de ladrón de libros me convertí en atracador de libros", dijo Bolaño sobre
esa época.
Otras
puertas de acceso a la personalidad de Bolaño están en El hijo de Míster Playa (Almadía, 2012), de Mónica Maristain, una
extensa semblanza e investigación a cargo de la amiga que, como editora de
Playboy, le hizo la última entrevista. También destaca Entre paréntesis (Anagrama, 2004), compilación de columnas y
artículos como el de la cena que tuvo con Diamela Eltit y Jorge Arrate, que
sacó ronchas en 1999, y Bolaño salvaje
(Candaya, 2008) que se relanzó con nuevo material y que recopila textos íntimos
de figuras como Rodrigo Fresán, Enrique Vila-Matas y Juan Villoro, entre otros.
El
último lanzamiento es "Archivo Bolaño 1977-2003" (*Libro de la
muestra cuyo título fue tomado, evidentemente y sin ningún tipo de consulta, de
un espacio virtual de existencia muy anterior a la misma, y muy cercano al
lugar donde está leyendo, ahora, esta publicación), el libro con la exposición
hecha en Barcelona que contiene testimonios, fotografías inéditas y abundante
material, como cuadernos y manuscritos.