lunes, 9 de septiembre de 2019

10 años sin Roberto Bolaño: las pistas que dejó el detective salvaje

Editorial
La Segunda, Chile. 12.07.2013



Este lunes se cumple una década de la partida de, posiblemente, el escritor latinoamericano más trascendente de los últimos tiempos, el que logró "liberar a la escritura latinoamericana del realismo mágico". Manuscritos perdidos, herederos y supuestas adicciones, sólo han acrecentado el mito. 


Aunque ya era un autor reconocido -es cosa de revisar los premios y alabanzas cosechados por Los detectives salvajes (1998)- la muerte de Roberto Bolaño a los 50 años, el 15 de julio de 2003, encendió los mecanismos con que la industria cultural vuelve leyenda a un escritor. Primero fue la publicación póstuma de 2666 (2005) (*Nota de la redacción: el año de publicación de 2666 es 2004), una ultraviolenta y magistral novela de más de mil páginas y que originalmente serían cinco libros. Como confirma su círculo cercano, el escritor se encerró en su estudio de Blanes (Barcelona) para terminarla, sabiendo que le quedaba poco tiempo. La idea del autor era asegurar económicamente el futuro de sus dos hijos, Lautaro y Alexandra. Después de pensarlo mucho, Jorge Herralde (editor de Anagrama) e Ignacio Echevarría, crítico y confidente del autor, decidieron publicarla tal como la conocimos.

Después vendría la obtención del National Book Critics Circle Awards en EE.UU. y los elogios en bloque de Patti Smith, la prensa especializada y popular ("The New York Times" lo calificó de "obra maestra") y la aparición de un flamante ejemplar en el programa de Oprah Winfrey, la mujer más mediática de la televisión estadounidense. Todo lo anterior, más la visionaria defensa de Susan Sontag, pavimentó un hito: Bolaño llegó a convertirse en best seller (en las dos editoriales estadounidenses que tienen sus derechos: la exquisita New Directions y la masiva Farrar, Straus & Giroux) y fue considerado casi unánimemente como el autor latinoamericano más importante después del boom sesentero de Vargas Llosa y García Márquez. De hecho, el "New Yorker" lo alabó por "liberar a la escritura latinoamericana del realismo mágico".

Sin embargo, este despegue mundial vino acompañado de varias polémicas que han alimentado -a veces tímidamente- el comidillo del ambiente literario en español. Estas son algunas de ellas.


¿Adicto a la heroína?

En una admirada reseña de 2666, a cargo de Jonathan Lethem, en "The New York Times", se dio por hecho que Bolaño tuvo un periodo de adicción a la heroína. Un dato que también fue aludido por "The New Yorker", "The Guardian" y la revista "Time", donde el autor del artículo incluso aseguró que recién llegado a España, en 1977, comenzó un periodo de experimentación con drogas.

Todo esto provocó una polémica -algo exagerada- en internet y su círculo íntimo que obligó al mismo diario que inició el mito a investigar el origen. Al parecer, el malentendido surgió con una mala interpretación de "Playa", un cuento publicado originalmente en "El Mundo" de España, para una sección donde diversas personalidades recuerdan el peor verano de sus vidas. Allí, abre el relato -donde juega con lo autobiográfico- con la frase: "Dejé la heroína y volví a mi pueblo y empecé con el tratamiento de metadona que me suministraban en el ambulatorio".

Un dato que fue utilizado por los biógrafos anglosajones con la misma naturalidad con que le harían un perfil a una estrella de rock. De hecho, la estrategia de vender a Bolaño como un poeta "maldito" que padeció los rigores de Pinochet y la violencia mexicana, dio frutos. Sin embargo, el autor de la investigación que desmintió su adicción -Larry Rohter- lanzó otro dardo: ninguno de los amigos mexicanos consultados recuerda que Bolaño haya viajado a Chile para participar de los últimos días (de gobierno) de Salvador Allende, siendo tomado preso y liberado por un militar amigo. "(Los amigos) dijeron que él sentía vergüenza de admitir que estuvo ausente de la experiencia política que, aún hoy, define a su generación", aseguró el periodista en la nota de 2009 que, nuevamente, dio a entender que el propio Bolaño jugó con su biografía para despistar a fans y periodistas.


La "María Kodama" de Bolaño

Publicar mails enviados por el escritor a sus amigos, ya no es una tarea tan simple. Grabar un documental y organizar una exposición tampoco. Lo mismo que rescatar algún texto inédito como lo hizo una web literaria chilena hace un par de años. Todo por prohibición de Carolina López, viuda y heredera oficial de Bolaño. En abril de este año impidió la exhibición -en Canal 13 Cable- del documental "Estrella distante", de Darinka Guevara y Jordi Lloret. En él se mencionaba que la pareja del escritor era la también española Carmen Pérez, algo que le molestó profundamente; más allá de que el material estuviera hecho sin su autorización, como justificaron sus abogados. (Bolaño y López) Se casaron en 1985 y, aunque seguían legalmente juntos, Bolaño era pareja de Pérez hace muchos años ya. El plan era separarse, luego del trasplante de hígado.

Comparada con María Kodama y Yoko Ono, la heredera de Bolaño hace notar su poder al intentar mantener la historia "oficial", sin considerar a la pareja que acompañó a Bolaño el mismo día de su muerte, la misma que manejó a toda velocidad desde Blanes a Barcelona (60 kilómetros), intentando salvarle la vida.

La primera muestra de poder de López fue cuando despidió a Andrew Wylie, "El Chacal", su agente estadounidense, al mismo tiempo que "limpió" su entorno de varios amigos entrañables de Bolaño. Celosa de la obra de su marido, su idea era negociar ella misma los acuerdos de publicación de cualquier inédito (Bolaño dejó cientos de papeles).

Algunas fuentes señalan que ella es capaz de impedir la publicación de poemas en antologías o incluso de quien pretenda recitarlos en público. Sobre la relación de ella con Anagrama, la editorial que publicó su obra gruesa en nuestro idioma, no se sabe nada hasta el momento.


Condenado a sufrir el destino de Jimi Hendrix

Además de las novelas y cuentos, Bolaño dejó una gran cantidad de material: manuscritos, cuadernos, correos electrónicos y un puñado de libros de poesía de distribución discreta. Lo lógico sería rescatarlo como el militante del movimiento infrarrealista y autor de textos como Reinventar el amor (1976), Los perros románticos (1993) o El último salvaje (1995). Material hay, incluso muchísimas piezas líricas incluidas en antologías o revistas universitarias mexicanas o españolas.

Sin embargo, lo más espectacular han sido las exhumaciones de El tercer Reich (2010) y, muy especialmente, Los sinsabores del verdadero policía (2011). Dos novelas póstumas que abrieron el apetito sobre las posibilidades de dar con nuevo material. Algo que, al parecer, no será posible en el mediano plazo.

Esto no quiere decir que el disco duro de su computador y los centenares de páginas desordenadas en su casa no estén sometidos a una revisión y catalogación. Al parecer, según algunos editores consultados, Carolina López quiere esperar que las traducciones en inglés y otros idiomas cumplan su ciclo antes de atacar con nuevo material. Es cosa de ver lo que se exhibió en la muestra catalana “Archivo Bolaño” (*Muestra cuyo título fue tomado, evidentemente y sin ningún tipo de consulta, de un espacio virtual de existencia muy anterior a la misma, y muy cercano al lugar donde está leyendo, ahora, esta publicación).

Hay novelas autobiográficas como La virgen de Barcelona (fechada en 1979), D.F. La Paloma, Tobruck, Diorama y El espíritu de la ciencia ficción, dedicada a Philip K. Dick. Un material precioso que anuncia las obras mayores que publicó. Por algo Bolaño no peleó por su publicación hasta el final. A propósito de eso, el "The New York Times" trazó un paralelo con el mundo del rock que quizá a Bolaño -fan de The Pogues y Suicide- le hubiera gustado: "El escritor parece condenado a sufrir el destino de Jimi Hendrix o Jim Morrison... de quienes han comercializado desechos y fragmentos de la creatividad del difunto para sus más ardientes fans".


Coordenadas para llegar a un maestro del disfraz

Roberto Bolaño era un maestro del disfraz, de la misma manera que Andy Warhol, quien despistaba con ironías o datos falsos a quienes intentaban hurgar torpemente en sus procesos creativos. Pero, a diferencia del artista pop, famoso por lo monosilábico en las entrevistas, Bolaño hablaba hasta por los codos. De ahí lo fascinante de Bolaño por sí mismo (Ediciones UDP, 2006), una compilación de notas dadas a "El País", "Mensaje" o "Playboy", donde el escritor deja invisible al entrevistador. Leer sus respuestas en perspectiva funciona como un manual de supervivencia. "Ser escritor no es agradable", dice en un momento. "No, agradable no es la palabra. Es una actividad que no carece de momentos muy divertidos, pero conozco otras actividades aún más divertidas". Pero también, nunca dejaba de hablar de su país. Porque Bolaño nunca dejó de estar conectado. "Chile es un país en donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo". Y también tenía frases contundentes, de esas que se podrían enmarcar: "Asesino o detective: no hay otra elección para un hombre".

En Para Roberto Bolaño (Acantilado, 2005), el emblemático editor de Anagrama, Jorge Herralde, recopila columnas, conferencias y artículos donde el chileno es el protagonista. Ahí se rescató por primera vez una frase que debería enmarcarse: "Cada vez que leo que alguien habla mal de mí me pongo a llorar, me arrastro por el suelo, me araño, dejo de escribir por tiempo indefinido, el apetito baja, fumo menos, hago deporte, salgo a caminar a orillas del mar, que, entre paréntesis, está a menos de treinta metros de mi casa, y les pregunto a las gaviotas, cuyos antepasados se comieron a los peces que se comieron a Ulises, ¿por qué yo, por qué yo, que ningún mal les he hecho?".

Bolaño pasó la mayor parte de su vida entre México y Barcelona. En el D.F. terminó de configurar su estilo a partir de la poesía y la fundación del movimiento infrarrealista. Entre 1971 y 1972, el reconocido poeta nacional Jaime Quezada vivió en su casa. Justo cuando el autor, de 18 años, abandonaba el colegio y se embarcaba en la lectura frenética de Cortázar, Kafka y Proust, entre otros. Todo eso es narrado en Bolaño antes de Bolaño (Catalonia, 2007). "Llegué a los 15 años a México y fue alucinante. A partir de ahí pasé de ser un lector prudente a un lector voraz, y de ladrón de libros me convertí en atracador de libros", dijo Bolaño sobre esa época.

Otras puertas de acceso a la personalidad de Bolaño están en El hijo de Míster Playa (Almadía, 2012), de Mónica Maristain, una extensa semblanza e investigación a cargo de la amiga que, como editora de Playboy, le hizo la última entrevista. También destaca Entre paréntesis (Anagrama, 2004), compilación de columnas y artículos como el de la cena que tuvo con Diamela Eltit y Jorge Arrate, que sacó ronchas en 1999, y Bolaño salvaje (Candaya, 2008) que se relanzó con nuevo material y que recopila textos íntimos de figuras como Rodrigo Fresán, Enrique Vila-Matas y Juan Villoro, entre otros.

El último lanzamiento es "Archivo Bolaño 1977-2003" (*Libro de la muestra cuyo título fue tomado, evidentemente y sin ningún tipo de consulta, de un espacio virtual de existencia muy anterior a la misma, y muy cercano al lugar donde está leyendo, ahora, esta publicación), el libro con la exposición hecha en Barcelona que contiene testimonios, fotografías inéditas y abundante material, como cuadernos y manuscritos.