Por
Javier García
La
Tercera, Culto. 21.01.2020
Bruno Montané nació
en Valparaíso en 1957, luego vivió en Santiago en los años de la Unidad Popular.
Tras el golpe de Estado, con 17 años, Bruno Montané llegó a México, en 1974.
Allí conoció a Roberto Bolaño y Mario Santiago y juntos crearon el movimiento
infrarrealista que quedaría para siempre registrado como “realvisceralismo”, en
la novela Los detectives salvajes,
donde Montané inspira al personaje Felipe Müller.
En
1976 Montané se trasladó a Barcelona, España, y su vínculo con Bolaño
continuaría. Incluso juntos escribieron y publicaron poemas a cuatro manos. “He
aprendido poesía, también, y camaradería cotidiana, de Bruno Montané, quien
llegó a mi casa en México, en 1974, cuando tenía 17 años y yo 21, y de allí en
adelante cuántas aventuras, recitales, préstamos, S.O.S., conversaciones en el
fondo de la gillette”, apunta Bolaño en la antología Entre la lluvia y el arcoíris (1983), de Soledad Bianchi. Más tarde
dirá sobre los versos de su amigo: “Montané escribe como un naturalista que
cree en muy pocas cosas y que sin embargo sigue haciendo su trabajo con tesón”.
Hijo
de la poeta y pintora Helga Krebs, quien participó con uno de sus dibujos en el
libro Chistes parra desorientar a la
policía poesía (1982), de Nicanor Parra, y del arqueólogo Julio Montané,
autor del Atlas de Sonora, que Bolaño
usó para escribir sobre México; Bruno Montané es autor de los poemarios El maletín de Stevenson (1979-1981), El cielo de los topos (1987-1995) y Mapas de bolsillo (2013). Ahora reúne
esos tres títulos más un conjunto de inéditos en la antología El futuro, disponible en Chile por
editorial Candaya.
Antes
del estallido social de octubre, Montané llegó con su mujer al sur de Chile.
Ahora está en Santiago y regresará en febrero a España. Vino dos veces antes,
solo algunos días, incluso compartió un festival con el poeta Leopoldo María
Panero, en 2004, pero esta es su estadía más larga en 45 años. “Yo no tuve vida
adulta en Chile, que sí la estoy viviendo estos días. Con respecto a la
revuelta social, me parece una cosa increíble este espíritu colectivo que se ha
generado. Los muros que también han hablado, oscilando sus mensajes entre la
rabia y la poesía. Mi adolescencia en Chile fue durante la UP, pero había un
lenguaje distinto, más regulado. Hoy hay una nueva manera de cómo decir las
cosas”, comenta Montané.
De bromas y juicios
“El
mito fue de carne y hueso y respiró,/ pero ahora ríe en el fulgor de ese
oleaje/ que desafía todas las derivas”, escribe Bruno Montané en el poema “Un
nuevo mito”, parte de esos versos inéditos apuntados en una libreta con el
nombre de El futuro, que le dieron
título a la antología que ahora publica. El ejemplar abre con un prólogo del
crítico español Ignacio Echevarría: “No queda en este libro testimonio alguno
de la prehistoria del poeta Bruno Montané, activo partícipe de la neovanguardia
mexicana de la década de los setenta”.
Sobre
ese pasado, señala Montané, unos de los pocos sobrevivientes tras la muerte de
Mario Santiago (1998) y Bolaño (2003): “Lo más importante del infrarrealismo
era el ideal de grupo, luego la personalidad y genialidad de Mario y Roberto
eran totalmente nucleares. Pero el infrarrealismo también fue una genial broma
poética colectiva, generada por ellos”.
El
poeta cuenta que se escribió decenas de cartas con Bolaño. Ese material pudo
haber ido a parar a algunas universidades norteamericanas e incluso al Archivo
del Escritor en la Biblioteca Nacional de Chile. Pero finalmente, en 2017, la
Biblioteca Nacional de España adquirió el epistolario formado por 44 cartas
(fechadas entre 1976 y 1997), 18 tarjetas postales y 3 piezas manuscritas de
Bolaño. “Quizá lo mejor hubiese sido que quedaran en Chile, pero yo estaba con
un problema económico grueso en ese momento y, bueno, se quedaron en España. El
epistolario de Roberto es buenísimo, cada carta de él es un texto que vale
mucho”, señala Montané. Entre esos documentos hay un texto de 14 páginas que
Bolaño escribió tras la lectura de Purgatorio
(1979), del poeta Raúl Zurita.
Montané
lamenta que no se puedan publicar esos papeles. Además, recuerda que Bolaño
mantuvo una extensa correspondencia, entre otros, con Antoni García Porta (Consejos de un discípulo de Morrison a un
fanático de Joyce) como con el poeta Carlos Edmundo de Ory. “Está en Cádiz
ese epistolario y es maravilloso porque Carlos hacía copia de las cartas”, dice
Montané.
Ayer,
el crítico Ignacio Echevarría se refirió al epistolario de Bolaño en la columna
“Malas cartas”, en el suplemento El Cultural, de El Mundo: “La procelosa correspondencia de Roberto Bolaño, por
ejemplo, sin duda una de las vetas más ricas y asombrosas de cuanto escribió,
no puede ser publicada sin el consentimiento de sus herederos, no al menos
hasta que sus derechos pasen a dominio público”.
Hace
diez días, Echevarría fue absuelto en un juicio en España. Carolina López,
viuda de Bolaño, lo demandó por “atentar contra el honor y la intimidad de su
familia”, al afirmar que el escritor mantuvo una relación con Carmen Pérez de
Vega. Ante el resultado López deberá pagar los costos del proceso. En ese
juicio Montané sería testigo, pero se excusó porque se encontraba en Chile.
Sobre los juicios que ha emprendido la viuda de Bolaño,
comenta Montané: “Duele que el dinero del legado de Bolaño se use para demandar
a sus amigos. Ahora también esta última resolución deja en evidencia que una
demanda tiene que corresponder a algo demandable. Ha sido un buen punto, como
precedente, en este asunto de las demandas literarias”.