Inédito, 2020
Testimonio de Horacio
Caballero sobre Mario Santiago Papasquiaro
Su personalidad y su figura son las
de un caballero andante. Su nombre es una premonición: Horacio Caballero Silva.
Su verbo se desborda para hacer brotar un nuevo y ancho río. Es un hombre de
palabras que se airean en conversaciones interminables, bebiendo café y mezcal
Tehuana. Es un tejedor de historias a la velocidad del instante. Fue amigo de
Mario Santiago Papasquiaro y guarda recuerdos de sus encuentros, como quien
sabe bien que la ausencia es una presencia que los momentos de entrañable
amistad sellaron para siempre. Horacio es un poeta anónimo cuyos mejores versos
flotan en el medio ambiente:
“Es
lo que Mario Santiago tenía. Había descubierto el lenguaje necesario para decir
todas las cosas sin usar un lenguaje elegante, oculto, inauténtico. Él quería
un lenguaje verdadero, auténtico, que saliera del barrio más oscuro de su
memoria y que pudiera visitar nada más las realidades azotadas, dolientes.
Escogía a la prostituta, al enfermo de sífilis, al purulento. Las cosas más
desagradables las convertía en impulso, en aliento, en presunción de
creatividad poética. Se las arreglaba para decir cosas grandiosas entre ruinas,
y dice cosas muy hermosas de repente: “nuestro señor el aguacero”, con ese modo
de encontrar la armonía de los contrarios y los pasos de un estado al otro.
Se
gozaba demasiado atacando a los demás. Había un mundo verdaderamente espantoso
para él, entonces su arte surge en la medida que el mundo es un rival al que puede, a través de sus
versos, atacar. Este rival imaginario que también es él mismo, porque en
determinados momentos se reconcilia y logra estados poéticos diferentes. Este
ser con el que combate perpetuamente me recuerda a un personaje de la Biblia
que luchó contra un ángel toda la noche. Creo que, guardando las
diferencias, Mario Santiago se la pasó
luchando contra un ángel, Blue Demon
o Santo, el enmascarado de plata,
contra ese tipo de mitos a los que él apreciaba. Arremete contra ellos y trata
de desenmascararlos. De repente se le olvidan. Pero es el principio de su
batallar y su impulso continuamente reforzado. En él hay una idea de la fuerza
amorfa, brutal, de lava derretida, como la que Rimbaud describe en la Carta del vidente: “Si lo de lo profundo
viene amorfo, lo doy amorfo, si trae forma, lo doy con forma”. Ese tipo de
testamentos, de los que fue heredero legítimo Mario Santiago, pueden servirnos
mucho para entender no sólo sus motivaciones, sino el secreto de sus recursos.
Además de que se la pasaba en esos estados de malestar que deja el haber bebido
diez días seguidos, esa irritación del nervio y del estado pensante, bajo la
disciplina que la alcoholización le produce a un individuo con el talento que él tenía. Al
mismo tiempo, ese estado de volver arte el mal humor. Es como pedirle a un
prisionero que haga arte con las experiencias de la celda, del celador, de los
prisioneros que lo acosan y de toda la decepción y frustración que le produce el
no poder salir en muchos años de ese sitio.
Mario
Santiago investigaba a la prostituta, al prisionero, al que murió de cirrosis,
al mediocre, investigaba al criminal, al vividor, al que le roba a los demás
con su profesionalismo. Todo el inventario de sinvergūenzas estaba
perfectamente valorado por él y lo aprovechaba hablando no de personajes sino
con metáforas que aludían a ese tipo de seres. Sus metáforas tienen la
característica hermética de contener compactos de seres compactados que viven
en una promiscuidad, en un horror, en una soledad indiferente. Toda esta
sociología de seres excepcionalmente defraudados, tristones y resentidos,
tenían la revancha en el verso agresivo y sorpresivo de Mario Santiago. Él,
ahora sí que se hacía cargo de causas perdidas y las llevaba a expresarse a
través de su palabra. En el universo secreto al que arriba con mucho esfuerzo
el poeta, están invitados todos los personajes que menciona y algunos que,
aunque no los nombra, están presentes porque los respeta. A fin de cuentas, es
un ser que se gana a pulso cada instante de libertad, que quema, que incendia,
que convierte en un montón de ruinas o en pleno poema mira cómo se resquebrajan las verdades, las
cosas. Luego, con esos pedacitos arma nuevas criaturas animadas, sólo para que
el poema tenga una expansión, una extensión, una forma encantada, como un
monstruo que con un beso se convierte en princesa. Esas historias que nos
cuentan de niños, él las recreaba. En muchos momentos vemos cómo hace los
milagros de transformar lo horrible en maravilloso o desenmascarando lo
maravilloso con todas sus complicidades con una humanidad que él
definitivamente no puede salvar. La mira toda leprosa y toda enferma. Se
especializa con las enfermedades de los pobres: la sífilis, la tuberculosis.
Pero no sólo las enfermedades, sino la locura, el ímpetu y la dignidad que le
agrega a sus esfuerzos de persona que maltrata con la palabra a otras palabras.
Entonces, es la lucha contra esa personalidad con la que no para de tener
conflictos, que puede ser Dios, un ángel o cualquiera de los demonios que él
menciona. Porque no menciona a los demonios de acuerdo al nombre que tienen en
las tradiciones musulmanas o judías o cristianas. Cuando digo que él menciona a
los demonios es que él menciona la embriaguez, la pobreza, la sordidez. Las
conjura y se pelea con ellas, no son sus socias sino sus formas de provocar al
abismo para sacar lo que Rimbaud decía: a ver qué sacas, ¿lo amorfo?, dalo,
sigue dando lo amorfo, si trae forma dalo con forma. Entonces podemos ver que
lo amorfo y lo irracional, en el ímpetu de versificador, finalmente le da forma
a estos cauces de lava derretida. Creo que Mario Santiago trabaja la fuerza
como un peón, como un cargador, como un guerrero que no ha parado de combatir a
los españoles en la conquista o a los gringos en la invasión. No le interesa la
historia, le interesa enfrentar enemigos, encontrar rivales, provocar
respuestas, ecos, convertir sus propias palabras en motivos de burla. No porque
se esté burlando de sí mismo. Él tiene que burlarse de lo que es digno de
burla. En su plástica, el lenguaje sirve para presentar lo que más detesta y
para pulverizar esas entidades. De esta batalla salen de pronto versos
maravillosos, sueltos o insólitos, o dentro de un poema hay cuatro claves que
te permiten advertir que el trabajo tiene más significado.
Una
de las cosas que le producen más placer es llegar al momento del éxtasis de la
gran poesía. Lo convierte en sorpresa, aprovecha esta forma de exteriorizarse
como alguien sorprendido porque la cosa ya está diciendo con más energía una
verdad. Sabe hacer muy bien los contrastes y las verdades a las que se permite
tener derecho son las verdades del pobre y del que sufre, del que tiene un
resentimiento más grande por lo que la humanidad no tiene que por lo que a él
le falta.
Otra
cosa que puede permitirnos una pista para descubrir los recursos secretos de
Mario Santiago es el placer que la da no ser monedita de oro. El placer que le
da ser una mortificación hasta para las personas que más estima. Eso le costaba
mucho. No se flagelaba como un místico en la celda de un convento, aunque
podrían considerarse actividades por el estilo esas depresiones alcohólicas que
indudablemente no eran placenteras. Lo placentero en él es encontrar calidades,
no la belleza como una presencia o una estatua o una imagen maravillosa. No,
no, no. Las pinceladas que llegan a tener estas calidades eran para él su gran
encuentro con la poesía. No con la poesía bonita, sino la poesía que encontraba
en esas astillas verdades supremas y eso era su esfuerzo de náufrago. Al mismo
tiempo, cuando ya despertaba de su propio impulso y se daba cuenta de que su
forma de no fracasar en el esfuerzo poético le procuraba el placer y el gusto
de poder leerles a sus amigos el poema, a ver qué te parece esto, en una
llamada telefónica a las tres de la mañana, cuando uno está más bien para
descansar y dormir que para escuchar a un tipo con el que se necesita el triple
de voluntad para entender que se trata de un artista excepcional...”.
* El presente texto
forma parte del libro que está preparando Raúl Silva sobre el Infrarrealismo.