Este próximo miércoles 30 de septiembre, en acto virtual, a las 17:00 horas se podrá seguir la transmisión de la presentación del libro por: https://www.facebook.com/coordinacion.literatura.mx
La presentación estará a cargo de la novelista Ana Clavel, el poeta y editor Mario Raúl Guzmán, el poeta y cantautor rupestre Rafael Catana, el poeta Juan José Oliver y la actriz Sara Ramírez. La ciencia de la tristeza. Primera edición: Barcelona, 2019, Ediciones sin fin. Segunda edición: México, 2020, Ediciones sin fin, Ediciones La zorra vuelve al gallinero y La Ratona Cartonera.
La ciencia de la tristeza de Darío Galicia, por Raúl Silva
Regeneración, México. 20092020
La vida de un poeta es un poema, pero no necesariamente un poema de amor. La vida del poeta Dario Galicia lo comprueba plenamente. No la tuvo fácil, aunque él se empeñó siempre en vivirla con la premisa de la plenitud a toda costa, a contra corriente de los prejuicios, defendiendo a capa y espada su sensibilidad, la delicadeza que Madre Natura le regaló y que él, con ese gesto digno que solo la poesía en su quintaescencia le procura a algunos, convirtió en una comunicación viva y duradera que ahora navega en un pequeño librito cuyo título estremece: La ciencia de la tristeza. Sus editores, Ana Maria Chagra y Bruno Montané, en Barcelona, y Mario Raúl Guzmán, en la ciudad de México, reunieron los dos únicos libros que Darío publicó en vida, uno con el mismo título de esta reciente edición, publicado por la UNAM en 1994; y el otro, Historias cinematográficas, publicado por la Universidad Autónoma de Puebla en 1987. El siguiente poema lo dibuja y nos dibuja, con el pulso que cada biografía tensa
Autobiografía: mándeme a la silla eléctrica
Oxido la tarde
en el café
Un duelo negro refleja mi sombra
Recorro el cielo
Mi eterno Meinkampf
Ataúd negro sin estrellas
Las estaciones son polvo negro
No existe el color
El negro es mi duelo
Mis ojos tapados en una celda blanca
No hay voluntad
Los tranquilizantes son el péndulo de mi mente
Aquí estoy encerrado
En mi crujía
Donde ninguna alma late
¿La salud mental?...
Es su invención
Psiquiatras asesinos
Enfermeros carcelarios
Enemigos de la invención y la Utopía
A mi huelga de hambre
Pinchan mis venas con comida artificial
Cada gota que cae es un gusto por mi náusea
Me es vetado el grito
Un golpe
Otro madrazo
En un psiquiátrico
Donde ronda mi cadáver
No espero mi Hiroshima
Soy un ciudadano desconocido
Soy un expediente psiquiátrico
Donde no tengo nombre
Ni historia.
La vida y la obra de Darío Galicia rondó siempre muy cerca en los confines del Movimiento Infrarrealista, aunque él nunca se acercó a esa militancia, simple y sencillamente porque tenía su propia militancia, que giraba y sigue girando en una galaxia donde gravita sin fin un más allá. Su amigo Roberto Bolaño lo convirtió en Ernesto San Epifanio, en su novela Los detectives salvajes. Un largo poema publicado en Los perros salvajes concentra esencias de este poeta, poeta:
Visita al convaleciente (fragmento)
Es 1976 y la
Revolución ha sido derrotada
pero aún no lo sabemos.
Tenemos 22, 23 años.
Mario Santiago y yo caminamos
por una calle en blanco y negro.
Al final de la calle, en una vecindad escapada
de una película de los años
cincuenta está
la casa de los padres de Darío Galicia.
Es el año 1976 y a Darío Galicia
le han trepanado el cerebro.
Está vivo, la Revolución ha sido derrotada,
el día es bonito
pese a los nubarrones que avanzan lentamente
desde el norte cruzando el valle.
Darío nos recibe recostado en un diván.
Pero antes hablamos con sus padres,
dos personas ya mayores,
el señor y la señora Ardilla
que contemplan cómo el bosque
se quema desde una rama verde
suspendida en el sueño.
Y la madre nos mira y no nos ve o ve cosas de nosotros
que nosotros no sabemos.
Es 1976 y aunque todas las puertas parecen abiertas,
de hecho, si prestáramos atención,
podríamos oír cómo
una a una las puertas se cierran.
Las puertas: secciones de metal,
planchas de acero reforzado,
una a una se van cerrando
en la película del infinito.
Pero nosotros tenemos 22 o 23 años
y el infinito no nos asusta.
A Darío Galicia le han trepanado el cerebro,
¡dos veces!,
y uno de los aneurismas
se le reventó en medio del Sueño.
Los amigos dicen que ha perdido la memoria.
Así, pues, Mario y yo nos abrimos paso
entre películas mexicanas de los
cuarenta
y llegamos hasta sus manos flacas
que reposan sobre las rodillas
en un gesto de plácida espera.
Es 1976 Y es México
y los amigos dicen que Darío lo ha
olvidado todo,
incluso su propia homosexualidad.
La ciencia de la tristeza, por Alejandro de la Garza
La Razón, México. 13122019
El alacrán pendía entre los estantes de la entrañable librería Jorge Cuesta cuando se enteró, en conversación con Mario Raúl Guzmán, de la pervivencia del “perdido” poeta Darío Galicia (Ciudad de México, 1953), leído con azoro admirativo en los años setenta-ochenta y ahora rescatado por la publicación en Barcelona de su libro La ciencia de la tristeza (Ediciones Sin Fin, 2019).
El volumen reúne los dos libros publicados por Galicia: Historias cinematográficas (BUAP, 1987) y La ciencia de la tristeza y otros poemas (UNAM, 1994), más tres poemas de finales de los setenta rescatados de Sábado de unomasuno, la revista barcelonesa Rimbaud vuelve a casa, y aún otro inédito. La reunión del material y la edición corrieron a cargo de Ana María Chagra y Bruno Montané.
El escorpión supo de poemas de Galicia en dos selecciones de poetas infrarrealistas, la de Mario Santiago en Plural (1976) y la de Roberto Bolaño en Hoja de poesía (Barcelona, 1980), y además lo vio encarnar a Ernesto San Epifanio en Los detectives salvajes (Bolaño, 1998) y de refilón a otro personaje de la novela Amuleto (1999), del mismo Bolaño, quien le dedica también unos versos en su poemario Los perros románticos (1994).
Galicia fraternizó con el infrarrealismo pero no afilió su lírica a ese impulso poético, tan irritante aún para la policía poética y sus comisarios del buen gusto. Del célebre taller de Juan Bañuelos en la UNAM, donde participaba junto a Julián Gómez, Orlando Guillén y Juan José Oliver (quien prologa esta edición española), Galicia brincó a la beca Salvador Novo y se declaró con precoz orgullo gay “Darío Galicia viuda de Novo”.
Fue a principios de los setenta cuando sufrió dos graves aneurismas, de los cuales precarias intervenciones quirúrgicas lograron ponerlo a flote, aunque físicamente mermado. A ello se atribuye su “desaparición” del medio literario y su permanencia en ese limbo hasta hace poco, cuando una pesquisa de sus amigos lo halló en el pueblo de San Andrés Tetepilco, en Iztapalapa, con la salud deteriorada y urgido de tratamiento.
Ahora se busca el apoyo de las autoridades culturales para ingresarlo al Hospital de Nutrición, mientras Mario Raúl Guzmán (autor del epílogo de la edición española) y el incansable Raúl Silva, escritor y editor de la Ratonera Cartonera de Cuernavaca, trabajan en el proceso de editar aquí su recuperado libro.
El arácnido mira la foto de Darío Galicia
en la solapa del libro. Su vigoroso gesto, tan parecido en esa imagen a
Siqueiros, le recuerda sus versos: “En un psiquiátrico / Donde ronda mi cadáver
/ No espero mi Hiroshima / Soy un ciudadano desconocido / Soy un expediente
psiquiátrico / Donde no tengo nombre / Ni historia”.
Poemas de Darío Galicia
Usura
A esa
hora
en la que el
viento pasa
Y los
amantes
ebrios solos
desnudos
Juegan a ser
ellos mismos
el olvido
dubitante está en tus ojos
Sobre mi
cuerpo llevo
la memoria de
tu tacto
Y en mis
manos reina
la alegría de
tu cuerpo
Ese sonido
metálico
que irrumpe
en nuestro cuarto
ese sonido de
sexos trillados y unidos
que es la
respuesta de nuestra soledad
creada por mi
cada vez y cada vez más
menguante
economía
es el
silencio que se escucha
A esa hora en
que yo dejo aletear mis manos
como aspas de
un molino
tratando de
robar ese amor neurótico
que yo por
simple usura entrego
paso los días
en esa cama larga vacía
tocando
mordiendo
viviendo sólo
de intereses
que a ti cada
día te vuelven más rico
Adolescencia
En aquellos
días mi necesidad se convirtió en un vicio,
y es que él
sólo soñaba, él siempre sueña:
La luz es una
boca ancha por donde el Verano entra.
En nuestro
juego, o gracia, o aventura melancólica
nunca
existieron las reglas.
Pero esta vez
él se disfrazó de Apolo y puso ley
a nuestro
juego.
La aventura
comenzó: en el patio: una higuera, plantas,
clorofila,
clorofila y rojos tabiques nos observaban.
No teníamos
tregua,
junto a un
árbol, bajo su sombra,
la inocencia
se trocó un fuego.
Eran días
adolescentes,
esos tiempos
en los que un muchacho famélico o gordo,
fino o
desgarbado quiere ser hombre o tal vez mujer
–y es que él
sólo soñaba, sí mi vecino siempre sueña–.
Yo estuve
atento a la construcción de nuestro tálamo,
con finos
trazos, como un dibujo nítido, la nave quedó
hecha, era
una gran embarcación,
larga y sin
rumbo, que anclaba sobre un césped,
en el cual
sus piernas tensas en las mías se enlazaban.
Noticia
En este país,
por falta de riego,
el hombre
desperdicia el 85% de sus ríos.
La lluvia
tampoco se aprovecha.
Las
corrientes llegan al mar sin uso,
Y el
campesino, harto: emigra de esta tierra empobrecida.
Celebrando a Safo
Si Safo le dijera a las niñas
despréndanse
de sus sandalias
vamos a
juntar las guirnaldas
para que los
rapsodas
me celebren
coronando mis suaves cabellos
y decir
vivamos nuestro amor
para vivir en
la memoria del mundo
en mi isla de
Lesbos
jugaremos
desnudas
con
caracolas
del mar
y les voy a
decir
con las
astillas de la tierra
volveremos a
nuestros antiguos
orígenes el
mar
El despertar de la conciencia
Dejar la
ciudad detrás de sus laberintos
interiores. Un
juego de sonrisas devorándose
uno al otro
como una cadena de espejos: “El
despertar de
la conciencia”. Después que ella
había tocado
un Chopin grácil y dulce, él
contemplándola
cómo desde el espacio caían
sus dedos
sobre el teclado del piano. Detrás
de las
cortinas un sonido de jilgueros los
deleitaba,
después de correr y abrir el cordón
de las cortinas
de terciopelo, un sol los invitó
a salir para
que ellos dos escucharan cómo
nacían las
margaritas. Si algún lector
descuidado
desde una silla amarillo como un
girasol
pintado por Van Gogh, ¿en qué
posible
Geografía del mundo podría situar
esta pareja?
En una cadena de montañas, o en
una geografía
de olas azules...