jueves, 22 de abril de 2021

Carta de Roberto Bolaño a Enrique Lihn





Querido Enrique:
 
No habían pasado cinco días desde que te había enviado una postal cuando llegó el programa del Instituto Chileno-Norteamericano. Aprovecho pues, para darte las gracias por leer mis textos (verdaderamente, como dicen las quinceañeras catalanas, me hace mucha ilu, es decir ilusión, entiéndase por alegría, el que tú leas cosas mías) y para decirte —o repetirte, no me acuerdo— un par de cosas, a saber, que en estos días sacaremos una lumpen revista cuyo patronímico responde a “Berthe Trépat” —la empresa editorial o la casa matriz, vamos, el esfuerzo lo hemos bautizado como “Rimbaud Vuelve a Casa, Press”, en recuerdo nostálgico y desvergonzado de una revista tipo tabloide que Bruno y yo sacamos hace años—. Así que así es la cosa y nos haría archifelices publicar algo tuyo, lo que sea, y recibir textos, pero sobre todo dibujos y fotos, de gente que esté en Chile. Nuestro lema, que no osaremos publicar, es el mismo que el Comité Organizador del Mundial de Chile tarareaba a cada rato en 1962. Yo entonces tenía 9 años y vivía en Quilpué, al lado del Hotel Retiro, donde estaba concentrada la selección brasileña. Entonces cuando los brasileños se asomaban a los jardines, los niños, del otro lado, gritábamos “nunca nadie hizo tanto con tan poco”, que en el fondo —ahora que lo pienso— creo que era una consigna de la 2ª Guerra Mundial o algo visto en una película del Oeste y la frase célebre más bien decía “porque nada tenemos, lo haremos todo”; en cualquier caso, Dittborn (¿así se escribe?) era una especie de héroe de guerra, el oficial que moría antes del final de la batalla. Qué cosas. Los brasileños, por supuesto, abrían las puertas y nos dejaban pasar y estar allí todo el tiempo que quisiéramos. Aún recuerdo (no lo olvidaré nunca) que le atajé un penalti a Vavá y que Amarildo salía con una chica del pueblo a la que le decían La Bruja, por el peinado increíble que se hacía. Todavía debe estar en casa de mi padre, en México, un cuaderno con las firmas de todos los jugadores de la selección brasileña, Pelé y Garrincha incluidos. En fin, como te decía, “Rimbaud Vuelve a Casa, Press” aspira a hacerlo todo en el actual mapa de la poesía chilena, claro que a la manera de miniatura japonesa. (No recuerdo cómo se llamaba un pintor japonés que al final de su carrera y en una demostración de maestría, pintó los paisajes más hermosos, los más simbólicos del país, cada uno en un grano de arroz. Esta tarea le ocupó tres años. Al término arrojó el plato de arroz, en el cual cabía todo el Japón, a los gorriones o a las gallinas, no sé).
 
            Bueno, te dejo de dar la lata.
                       Besos y abrazos.
                     
                         

 
Girona. Mayo. 83
 
 
PD.
—The name is Bolaño, without s — dijo el detective en la oscuridad, pero los otros no entendieron. Exasperado, con un ademán femenino, arrojó su colilla sobre el tapete.

          (De la trilogía de… etc.etc.
          Obra atribuida a… etc.etc.
          Circa 1990… etc. etc.).
 
Por Dios, ¡Bolaño!, no Bolaños, Bolaño, sin ese final, como los Bolaño de Vigo a los que el Rey… etc. etc. etc.



en Revista PUF!, Nº 14, diciembre 2019