miércoles, 21 de enero de 2009

El dentista de Bolaño y la irónica intertextualidad del viaje sin retorno

por Violeta Fernández Riquelme
en http://www.cinosargo.bligoo.com/. 11.01.2009











En la obra “Dentista” (publicada en el libro de cuentos Putas asesinas) Roberto Bolaño, como en el grueso de su obra narrativa, poética y ensayística, realiza un despliegue de ironía intertextual increíble, esta categoría es señalada por Umberto Eco en sus comentarios sobre lo denominado novela posmoderna por autores como McHale, o Hutcheon, como un rasgo esencial de aquellos diseños narrativos experimentales que pretenden llevar el dialogismo e hibridismo discursivo a otro estatus. Bolaño nos tiene acostumbrados a ello tanto en sus mega-sagas Los detectives salvajes y 2666 como en sus breves textos, incluidos los póstumos e inconclusos (El secreto del mal).

Esta estrategia textual representa un desafío pero asimismo un atractivo cebo para el lector, le permite al autor, en este caso a Bolaño, expresarse en dos niveles al mismo tiempo, algo así como ocurre con en el double codding, otra categoría señalada por Eco, mediante la cual el creador se permite estructurar el discurso y diégesis para un público más experimentado, con cierto conocimiento formal de la literatura y sus códigos, en Dentista están todas las alusiones a Rimbaud, a Elizondo, a ese realvisceralismo poético de los jóvenes mexicanos, intelectualidad universitaria que vemos en decadencia y aburguesada en los protagonistas, los que a su vez se empapan del sentir de malditismo artístico, de anonimato creativo, de esplendor y fugacidad del talento representado por aquel joven indio Ramírez que no es el bello Arthur como explicita desde un principio el texto: “No era Rimbaud, sólo era un niño indio”. Hay que contar además las aproximaciones estéticas camufladas en forma de digresiones o diálogos entre ebrios: “El arte, dijo, es parte de la historia particular mucho antes que de la historia del arte propiamente dicha. El arte, dijo, es la historia particular. Es la única historia particular posible. Es la historia particular y es al mismo tiempo la matriz de la historia particular. ¿Y qué es la matriz de la historia particular?, dije. Acto seguido pensé que me respondería: el arte. Y también pensé, y ése fue un pensamiento afable, que ya estábamos borrachos y que era hora de volver a casa. Pero mi amigo dijo: la matriz de la historia particular es la historia secreta”.

En este ejercicio no podemos ignorar todos los recursos formales, los mecanismos anticlimáticos, la intención de dejar hilos abiertos (lo que se conoce como dato escondido), además de la transtextualidad en todas sus variantes y en otros casos, no este en particular, la metalepsis, la trasgresión de los niveles de narración. En fin, todo en una misma historia, tal como dice el personaje de Dentista…: “y luego mi amigo empezó a contarme un cuento de Ramírez, un cuento sobre un niño que tenía muchos hermanos pequeños que cuidar, ésa era la historia, al menos al principio, aunque luego el argumento daba un giro y se pulverizaba a sí mismo, el cuento se convertía en una historia sobre el fantasma de un pedagogo encerrado en una botella, y también en una historia sobre la libertad individual, y aparecían otros personajes, dos merolicos más bien canallas, una veinteañera drogadicta, un coche inútil abandonado en la carretera que servía de casa a un tipo que leía un libro de Sade. Y todo en un cuento, dijo mi amigo”.

Y es que el detective salvaje, Arturo Belano para los amigos, a la par que cohesiona esta fina trama, se dirige a un público más masivo, centrado en el contenido y ciertas temáticas que engolosinan al morbo mayoritario. La violencia inmanente, el terror y tensión que se esnifa en esos rincones y lapsos solitarios que confrontan los personajes, el mentado derrotero sentimental del narrador y la presumible homosexualidad pederasta del dentista, amante de la pintura y que se culpa de la muerte accidental de una vieja indígena en su sala de operaciones a manos de un practicante, que en su ausencia le intervino un cáncer en la encía a la vieja. Insisto, todo en un mismo cuento, por ello podríamos decir en síntesis que Bolaño liga lo culterano, lo excesivamente elitista con lo que a todos nos despierta curiosidad, logrando que su trabajo sea como el mismo dice: “Mi literatura es legible, pero no es fácil”.

Esto hay que relacionarlo con la tan mentada ironía intertextual, esta se caracteriza frente al doble código en que la escisión o distancia entre los dos niveles que el autor trabaja, ya no se presenta tan sólo en función de cualquier acerbo, preferencia de temáticas o conocimiento popular, sino que se pronuncia de forma más específica, especializada podríamos decir, pues se focaliza en una necesidad primordial, el dominio de ciertos idiolectos o enciclopedia del destinatario, esto en español y para todos los lectores, no estrictamente imbuidos en la terminología de Eco, significa, que la obra exige un conocimiento especial que es la misma obra del autor, sus propios códigos o fetiches como prefiero llamarlos, aquí Bolaño dialoga con Bolaño, lo cual permite que el goce estético sea mayor para quien comulga y conoce las otras voces, esas señales de ruta ocultas, temáticas todas transversales para el Chileno y que se aprecian no sólo en la repetición de su estilo, en el cómo y qué aborda, sino en la creación de un universo que se comunica y retroalimenta constantemente, desde su obra con Porta escrita a cuatro manos, los Consejos…, hasta las que no llegó a concluir. Esto de cualquier modo no es novedad, un lector de Bolaño al leer “Dentista”, entiende en profundidad guiños simples como aquella alusión a Sade o los delirios sexuales del pintor Cavernas y su repentina violencia amparada por guaruras, para qué hablar de la constitución de la personalidad de los actantes, el estudioso de letras descorazonado, el hombre que en su normalidad esencial de dentista aburguesado oculta toda una maraña de sentimientos oscuros paradojalmente ligados al arte, similar a Quim Font, a eso hay que añadir los parajes, vehículos y atmósferas. Esto no implica que Bolaño se repita, sino que Bolaño nos invita a recorrer muchas veces los mismos caminos, nos obliga a perdernos en la búsqueda frenética de saltos y retornos que implican un Aleph o Rayuela, esa biblioteca infinita llena de citas a otros y sí mismo, y en el anhelo por una respuesta o una bitácora convincente, nos topamos con un viaje que en realidad jamás termina pues las vías paralelas llevan a otras aparentemente distanciadas, como podría ser el caso de su poesía frente a su narrativa pero no es así pues todo está unido solidariamente. Por ello, en el afán por alcanzar a fantasmas Caborquianos, al llegar al punto de partida, o a algún punto antes recorrido o reseñado por el lector, este ya cambió pues nosotros cambiamos en el viaje y salto que implica una relectura, por ello, después de leer “Dentista”, y repensar el diálogo de bar, acerca de cómo el arte es parte de la historia particular, me veo forzada a volver a leer Los detectives salvajes, 2666, Estrella distante y temo por lo que voy a encontrar o no vuelva a leer.