martes, 25 de junio de 2013

Javier Cercas: "Yo siempre defenderé a Roberto Bolaño"

La Tercera. 28.04.2013






Se hizo mundialmente conocido con su tercera novela Soldados de Salamina, donde cuenta la historia de Sánchez Mazas, fundador e ideólogo de la Falange española, que logra sobrevivir a un fusilamiento realizado por el bando republicano.

Es en el comienzo del desenlace de la novela cuando un nuevo personaje aparece. Se trata de Roberto Bolaño, el escritor al que el narrador entrevista y quien lo alienta a terminar su novela y le da todas las pistas para que encuentre por fin a Miralles, un republicano que perdonó la vida de un franquista durante la guerra civil española.

Publicada en 2001, Soldados de Salamina, de Javier Cercas, fue un éxito al que le siguieron en 2005 La velocidad de la luz (Tusquets) y en 2009 Anatomía de un instante (Mondadori). Esta última repetiría el éxito de crítica y ventas de Soldados de Salamina. La última novela del español, Las leyes de la frontera (Mondadori), apareció el año pasado.

Ahora, luego de 12 años de haber visitado Latinoamérica por última vez y a 10 años de la muerte del autor de Detectives Salvajes -quien fue su amigo desde el momento de la entrevista para Soldados de Salamina-, Cercas vuelve para estar en la Cátedra Abierta en homenaje a Roberto Bolaño, en su versión bonaerense y santiaguina.

El escritor reflexiona sobre la suerte que corrió la obra del chileno luego de su muerte: “La historia de Bolaño es rara. Por una parte, es muy bonita y, por otra, es fea. Es bonita porque se ha reconocido a Bolaño como un gran escritor, como lo que es. ¡Y lo feo es que se lo reconoció cuando estaba muerto! A mí me hubiese gustado que él hubiese disfrutado en vida de su gloria póstuma. Pero en el fondo da lo mismo, la recompensa de un escritor es escribir grandes libros y él escribió grandes libros”.

Además, intuye un peligro en el fanatismo con el autor de Putas asesinas. “Es que ahora lo idolatran, lo imitan sin parar y se inventan estas leyendas de que si era heroinómano, si era revolucionario. Y me temo que puede ocurrir como con Cortázar, que fue idolatrado hasta extremos extraordinarios y luego los que lo habían idolatrado dicen ahora que Cortázar era un mal escritor. En realidad, dicen eso para distanciarse de cuando ellos eran ‘cortazaritos’. Así que los ‘bolañitos’, cuando dejen de ser ‘bolañitos’, dirán que Bolaño es malo, cuando Bolaño es bueno. Espero que no pase. Pero si pasa, yo lo defenderé como lo he defendido siempre: yo soy un bolañista”.











lunes, 17 de junio de 2013

Las identidades posibles de Bolaño en una novela

por Roberto Prada
La Razón, Bolivia. 19.08.2012






Escribir una novela sobre un ser humano que tuvo una existencia real, como hace Cristina Zabalaga en Pronuncio un nombre hueco (Gente Común, 2012) sobre el escritor chileno Roberto Bolaño, es un proyecto que debe enfrentar malas lecturas que le reclamen falta de fidelidad con la verdad histórica del personaje o haber inventado el personaje y no haber atendido a los hechos reales del individuo en cuestión.

Se abre la novela con una referencia a las diversas maneras de ser en el mundo que anuncian las identidades del poeta o B o R: “Esta es la historia de R también conocido como B, el poeta. Y también el padre. El hijo. El chileno. El pobre. El extranjero. El niño-joven. El niño-viejo. El adolescente. El paciente. El amante. El autor. El joven. El prisionero. El vigilante. El escritor”.

Desde el punto de vista de B como escritor, todas esas maneras de ser son posibles, algunas son efectivas, tal vez no todas necesarias. El texto  contribuye a fundamentar esa referencia inicial y en las lecturas diversas se encontrarán respuestas a la posibilidad, efectividad o necesidad de esas identidades.

El epígrafe del libro (Poéticamente habita el hombre sobre la tierra, Hölderlin) sugiere una idea central: la esencia de la labor narrativa es la poesía, de ahí que a B se lo llame poeta. La narración aparece como renuncia a la poesía, pero también confiesa su verdad como poesía y no su traición o renuncia. El estilo de Cristina ratifica esta idea y la ejercita.

En la novela hay dos pasajes bellamente logrados y que se refieren a la relación del personaje con su abuelo materno chileno y con su abuela paterna catalana. El abuelo materno es un coronel que pierde todo por salvar del linchamiento a un poeta que robó unos libros, como si este hecho no fuera hurto, porque la poesía no es de nadie y, por consiguiente, nadie puede robar aquello que le pertenece. En el otro pasaje se describe la conmovedora relación entre la abuela y el poeta casi muerto de hambre, al que alimenta gratis en su restaurante. El poeta un día se va a Santiago, dejándole un paquetito. Cuando éste fallece el sobre es abierto por su esposa, quien con enorme desilusión comprueba que sólo contiene poemas, papeles que no valen nada, que no le darán de comer ni a ella ni a su hijo.

En esos dos pasajes se refleja a B y sus imposibilidades existenciales y el carácter casi subversivo de la escritura, dejando al mismo tiempo claro el halo de romanticismo que dibuja la figura del poeta.

El estilo de Cristina está demandado por la exigencia de acompañar rápidamente los gestos existenciales y literarios de B, apremiado por la realización de una obra amenazada por la muerte prematura. Una obra permanentemente escamoteada por la pobreza, su condición de extranjero, por la tensión entre la narración y la poesía.

Pareciera que la tensión narrativa en la novela surge de las distancias y diferencias entre dos polos. Por un lado, la narración es, al parecer, depositaria de un secreto; ese secreto tiene las claves de todo lo que está siendo representado y está más allá del texto. Y, por otro lado, la escritura proviene de la propia intención narrativa, la cual está dada antes de la experiencia. Así, la escritura es una iluminación o mancha y cobra realidad en los rasgos, las sombras y las luces, las renuncias y las imposibilidades de la narración, marcando los silencios y sentidos que están más acá del texto. Entre esos dos polos se jugará el lector, resultando cómplice del secreto o yendo más allá de un poco previsible juego que pretende simular el horizonte de la historia de B y del mundo.

La historia del poeta es la historia de Chile, de México, de Barcelona y el mundo; la historia de las mujeres que amó; la historia de la claridad que tuvo para ver la historia y todo lo que en la historia le fue oscuro e imposible de interpretar; el muelle del que se parte para siempre o el puerto que espera al viajero, con Penélope o sin ella, con la tejedora que confundió todo, pero siguió juntando los hilos para que uno de los posibles Ulises retorne a su lecho y su casa en Ítaca.

Quiero destacar, finalmente, que me sorprende la intensidad sostenida de la narración, que no cede ante las tentaciones de las historias o cuentos menores que se aproximan desde muchos lados a lo largo de la novela. Yo estoy seguro que esta novela constituye un pacto de Cristina con la escritura, pues la intensa poesía de esta novela corre por sus venas.













lunes, 10 de junio de 2013

En la cocina (inédita) de Roberto Bolaño

por Carles Geli
El País, Cataluña. 06.03.2013







La noticia está recortada con los dedos: “Un poeta chileno ha sido muerto de hambre por su mujer”. La otra nota del periódico, igual: “Seis niños atraviesan el desierto en busca de cariño y de fútbol”. En la libreta pequeña junto al papel amarillento del diario hay apenas un apunte sobre las noticias; unas páginas después, una breve narración engarzando aspectos de ambas; al lado de eso, ya un manuscrito, con una letra envidiablemente cartesiana y clara: “Ahora abro la ventana, qué luna, detrás de mí, acuchillados y silenciosos, están Charles Bronson, Ernesto, Ramón y los dos pequeños”. Así arranca el manuscrito del relato-nouvelle inédito “Las alamedas luminosas”, historia de Julio Arriagada, poeta y ex ministro, secuestrado en casa por su mujer, al que se le han cruzado (o tarde o temprano lo harán) unos niños huidos por Antofagasta.

Ahí está, desnuda, la génesis de un texto inédito del escritor chileno Roberto Bolaño, de entre 1979 y 1980. Es sólo una de las múltiples perlas de su archivo en el que entre las 14.374 páginas del apartado de originales se incluyen 26 cuentos nunca publicados, cuatro novelas también inéditas como lo son un sinfín de poesías, borradores, más de mil cartas recibidas, escritos de vida… Fragmentos de esas novelas aún no impresas, diversos relatos y poemas que tampoco han visto aún la luz y que aún no ha podido ver ni su agente, el temible Andrew Wylie, son el gran atractivo de los 230 originales que hay en la muestra “Archivo Bolaño: 1977-2003”, que hasta el 30 de junio puede contemplarse en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).

La exposición permite husmear por encima del hombro de Bolaño, pasearse por la trastienda del autor fallecido hace ahora diez años, de moverse en su laboratorio y contemplar lo que sólo vieron sus ojos. Porque hay bastantes muestras de inéditos: como la novela “El espíritu de la ciencia-ficción”, de los géneros predilectos de Bolaño, y en cuyas tres libretas de espiral narra la historia de un periodista y un escritor del género investigando unas extrañas estadísticas sobre poesía, en una historia que intercala cartas a escritores reales de ciencia-ficción; o la también novela “D.F. La Paloma. Tobruk”, que muestra la gran obsesión de bolaño por ser feliz si puede escribir; o el relato “El espíritu de Rudolf Amand Philippi”, donde un profesor de arte dramático ve cómo los alumnos a los que adoctrina sobre Martha Graham se apuntan por las noches a manifestaciones sandinistas.

Pero son obras que tardarán en ver la luz. “Son originales que hay que trabajar y estudiar mucho más; no tengo intención de publicar ningún inédito más hasta que se analicen bien y, por otro lado, hasta que las traducciones de las obras anteriores de Roberto no se consoliden”, apunta Carolina López, viuda de un escritor traducido a 37 lenguas y cuyo título estrella, 2666, da nombre desde hace poco a una librería de Pekín, donde ya es un escritor de culto. La mayoría no está fechado, por lo que la cronología creativa del catálogo de la muestra es clave. Pero López no quiere un experto específico para el archivo. “Cada proyecto tendrá su especialista adecuado”.

La muestra expone una ínfima parte de un fondo que cuenta con 14.374 páginas del apartado de originales, que incluyen 26 cuentos inéditos, cuatro novelas, poesías, borradores, más de mil cartas recibidas.

Bolañistas y bolañólogos (más éstos) disfrutarán de lo lindo. La muestra, comisariada por Valérie Miles y Juan Insua, ofrece esos 230 originales, así como un centenar de fotografías, otros tantos libros, ocho audiovisuales y un archivo digital con casi todas las entrevistas de las 167 que le hicieron y que él conservaba. “Lo guardaba todo: he encontrado hasta una servilleta de papel de estas de bar de México; cómo un papel así de 1975 resistió hasta Blanes en 2006 lo dice todo”, ilustra López, que ese año empezó a trabajar en ese gran archivo, donde ha localizado también 84 libretas y 15 cuadernos-libros (seis inéditos) montados por ella y el propio Bolaño para presentarse a galardones.

De todo un poco de eso hay en esta “primera exploración a un archivo que muestra el origen de personajes y obsesiones, la tremenda productividad de Bolaño y cómo se enfrentó a un canon bien heterodoxo; por suerte, lo hizo todo con una alta legibilidad caligráfica”, apunta Insúa. Eso se aprecia ya en el material del primero de los tres apartados que conforman la muestra, que corresponden a cada uno de las ciudades y los procesos creativos que vivió en Cataluña desde su llegada en 1977, con apenas 24 años, procedente de México.

En Barcelona (“La universidad desconocida, 1977-1980”) se tratará de leer y escribir, perseverar y volver a leer y a escribir, en un bucle sin fin. “Desde que llega a España quiere aprender a hacer novela, lo tiene en la cabeza”, perfila Miles. Vive precariamente en un piso lamentable de la calle Tallers: “el cagadero en el pasillo compartido con otros dos pisos sin ducha”, lo describe en una libretita, que comparte vitrina con las tres, más grandes, tituladas “Diario de vida, ejercicios de 1979” y cuyo primer volumen subtitula: “Notas de vigilante nocturno del camping Estrella de Mar”, labor que ejerció tal que así. Está también un ejemplar de “Algunos poetas en Barcelona”, publicado por esos años por La cloaca, editorial de mal nombre pero en cuya entrada conocerá a uno de sus amigos más íntimos en Barcelona, Antoni García Porta, de quien puede leerse una carta que acompaña un relato suyo sobre el que pide a Bolaño opinión.

En medio de infinitos “ejercicios de estilo, al modo de los de Raymond Queneau”, compara Miles, ese apartado ofrece también los originales inéditos del relato “Tres minutos antes de la aparición del gato” (referencia al felino cortazariano de Rayuela) y la nouvelle “La virgen de Barcelona”, relato autobiográfico donde ya se aprecian los cambios de punto de vista, la fragmentación, la mítica influencia de Arcimboldo.

Tras esa obra ya está en “condiciones de trabar y desarrollar las estructuras de sus grandes obras”, explica Miles sobre el apartado de Girona (“Dentro del caleidoscopio, 1980-1984”). Aislado, Bolaño escribe e intenta que se publiquen sus primeros títulos, por lo que se presentará a un sinfín de “premios búfalo que un piel roja tenía que salir a cazar pues en ello le iba la vida”, escribirá sobre ese periodo. Junto a otros recortes alucinantes (un viejo chino de 142 años y en bicicleta; los portentosos ojos de un niño también chino que parece ver a través de objetos opacos y que darán pie al relato “El contorno del ojo”), una vitrina recoge los tubos de ensayo de más novelas inéditas como Diorama, de 1984 (donde ofrecen a un chileno sin papeles un trabajo de operador y vigilante nocturno en una sala de cine barcelonesa).

El tercer apartado, el de Blanes (“El visitante del futuro: 1985-2003”) refleja cómo en la localidad gerundense van reduciéndose los innumerables trabajos extraliterarios y se nota, para regocijo del mitómano: se pone estudio (en la calle del Lloro); deja la vieja máquina de escribir y coge otra eléctrica y salta al ordenador (ambas piezas pueden verse en la muestra) y acabaran saliendo productos como la endemoniada, por inacabada, Los sinsabores del verdadero policía o la capital 2666, cuya elaboración permite ver libretas, y notas y esquemas, como el de la misma novela (con un “centro oculto”, según sus dibujos, a los que era aficionado y con los que juega la exposición). Entre sus tres gafas, juegos de guerra de mesa e imágenes con sus amigos Javier Cercas y Enrique Vila-Matas, hay hasta listados de libros clave en su vida (La sinagoga de los iconoclastas, de Roberto Wilcock, es uno) e infinitud de poemas inéditos en cualquier soporte; entre ellos, en un libreta grande de espiral, un autorretrato de marzo de 1993, donde dice que lee y escribe “En una vano intento de que el Tiempo/ no me devore/ Soy un pasajero ilegal en este autobús del Infierno”.













martes, 4 de junio de 2013

“Su ausencia es irreparable y no está vinculada a su literatura”. Entrevista a Carolina López

por Lucía Magi
La Tercera. 01.06.2013







Carolina López, 52 años, es una mujer tímida que, dice, tuvo que aprender a protegerse. El coche que la recoge en el aeropuerto de Turín, norte de Italia, la lleva al Salón Internacional del Libro, que este año orquestó un gran homenaje a su marido, Roberto Bolaño, fallecido hace diez años. En el camino, con una sonrisa habla del autor y del padre de sus dos hijos; los ojos le brillan tras las gafas. Cuando la conversación empieza a parecerse a una entrevista, se encierra, reacia a cualquier protagonismo: “Roberto no lo necesita, su obra camina sola. ¿Qué puedo aportar yo?”. Tampoco suele viajar para acompañar publicaciones o nuevos homenajes. Sigue el éxito del escritor desde lejos, desde Blanes, el pueblo donde vive, en la costa que se aleja de Barcelona rumbo a Francia. Pero decidió ir a la feria italiana, que finalizó el 20 de mayo: “Hace diez años que Roberto se fue. Coincide con el cierre de una primera fase de catalogación de su archivo. Se convirtió en una exposición (en el Centro Cultural de Barcelona), Chile se mostró muy interesado en acogerla en Santiago tras su estancia en Nueva York. Así que me pareció importante venir”. “Archivo Bolaño, 1977-1993” es como abrir el baúl de los recuerdos y encender el foco sobre un escritor íntimo desconocido. Bolaño antes de ser Bolaño.



¿Cómo fue recopilar sus escritos?
Catalogar el archivo fue una experiencia muy emocionante. Descubrir el cómo y el cuándo de la creación de un universo literario tan complejo como el de Roberto es una experiencia enriquecedora. Hasta ahora, hemos finalizado la primera fase: identificar y pasar al digital los documentos. Fue complicado preservar la clasificación que había utilizado Roberto, a veces vinculada a proyectos concretos como libros de cuentos o novelas, pero también guardaba carpetas con anotaciones de ideas, apilaba papeles sin ningún criterio. Respetar la estructura del archivo en la exposición fue lo más difícil, porque en una misma carpeta podíamos encontrar narración, poesía, material inédito, publicado, recortes de prensa. Pero mantenerla era fundamental para aproximarnos a su sistema de trabajo.


¿Qué aspectos emergen de ella?
La exposición documenta su cronología creativa e intenta reflejar su sistema de trabajo: a partir de una idea o de una noticia, luego las notas, una primera estructura o breve síntesis de la narración, el borrador en bruto, un segundo borrador y finalmente el mecanoscrito. Es increíble la cantidad infinita de proyectos en los que trabajó: exponemos aquel laboratorio, la cocina del escritor.


¿En qué momento del día escribía?
Escribía por las noches, con la llegada de los hijos fue adaptando su horario. Es una fantasía pensar que Roberto escribe desde que empezó a publicar. El publicó en una editorial grande por primera vez a los 43 años, pero decidió ser escritor desde su niñez. El genio está, el talento está, pero sin el trabajo sirven de poco.


¿Cómo se preparaba para sus libros tan precisos en datos e información?
Se documentaba leyendo libros, consultaba con amigos expertos y más tarde a través de internet.


¿Cómo fueron los años antes de los premios, cuando su trabajo no era tan reconocido?
Fueron años de lectura, escritura, ver películas, amigos, aficiones... A Roberto no le cambió el reconocimiento.


¿Pero le daba satisfacción el éxito?
Los premios que cosechó en vida le llenaron de alegría. Estaba muy satisfecho y feliz. Sin embargo, aún vendía muy poco. Empezaba a despuntar, ganó el Rómulo Gallegos y el Herralde, pero el éxito que conoció Roberto fue un éxito de crítica y de reconocimiento de sus pares, en absoluto nada comparable al actual. Tras su muerte, se ha convertido en una figura literaria a nivel universal. Conquistó su sitio en el canon.


¿Esto ayuda a llevar la ausencia?
Esto es una maravilla. Una satisfacción brutal pensar: “Roberto, ¡lo has conseguido! Has trabajado tanto y, ¡mira!, lo has logrado”. Pero él ya no está. No está con nosotros.


En las entrevistas siempre parecía muy modesto y rechazaba con ironía todas las alabanzas. ¿Era consciente de sus capacidades?
La modestia de Roberto es muy real y está directamente vinculada a su ambición literaria. Al mismo tiempo, sin embargo, era muy consciente de su valía como escritor.


Es un trabajo muy solitario. El dijo que usted era la primera lectora de sus libros. ¿Le daba consejos?
No, sólo mi valoración como lectora. Cuando Roberto no publicaba, sus textos los leíamos muy pocas personas, algunos amigos y yo.


¿Qué la llevó a enamorarse de él?
Lo conocí en Gerona, en la calle. Me abordó para invitarme a cenar y yo acepté. Me enamoró su sentido del humor, su alegría, su inteligencia, su conversación, era un hombre muy atractivo.


Catalogar y ordenar sus escritos y la admiración de miles de lectores en el mundo, ¿ayudan a superar la pérdida?
Catalogar y ordenar sus escritos ha representado ampliar en mucho mi conocimiento sobre su sistema de trabajo. Leer a Roberto ayuda. Pero su ausencia es irreparable y no está vinculada a su literatura.