La Tercera, 09.07.2006
El 15 de julio de 2003 Roberto Arriagada, ex detective de Investigaciones, volvió a saber de Roberto Bolaño. Esa noche los noticieros informaron la muerte del escritor chileno residente en España. Ambos habían sido compañeros en el Liceo de Hombres de los Ángeles y la última vez que se encontraron fue en el cuartel policial de Concepción, en noviembre de 1973: Bolaño en calidad de detenido y Arriagada como un joven detective. “Cuando salió, prometió volver, pero nunca más lo vi”, cuenta.
Sin embargo, el escritor no lo olvidó. Ni a él ni a Renato Czischke, otro detective de Los Ángeles destinado en Concepción.
Nacido en Santiago en 1953, Bolaño creció en Los Ángeles y en 1968 partió a México con su familia. Cinco años después viajó a Santiago para hacer la revolución. Pero llegó tarde: a los pocos días ocurrió el golpe de Estado. Con el pelo largo y un bigote estilo mexicano, fue a visitar a sus familiares en la VIII región. Pasó dos meses allí y fue detenido cuando viajaba a Concepción: lo confundieron con un subversivo extranjero.
“En un mismo día pasé por Carabineros, pasé por otro sitio, no recuerdo bajo qué órdenes estaba, y al final terminé en la Policía de Investigaciones. Y tuve mucha suerte. Me sacaron de la cárcel dos policías que habían sido compañeros míos en el liceo, a los 15 años. Uno de ellos me dice: ‘¿No te acuerdas de mí? Soy tu compañero’. Yo no me acordaba de nada. Fue impresionante”, recordó.
Sin embargo, el escritor no lo olvidó. Ni a él ni a Renato Czischke, otro detective de Los Ángeles destinado en Concepción.
Nacido en Santiago en 1953, Bolaño creció en Los Ángeles y en 1968 partió a México con su familia. Cinco años después viajó a Santiago para hacer la revolución. Pero llegó tarde: a los pocos días ocurrió el golpe de Estado. Con el pelo largo y un bigote estilo mexicano, fue a visitar a sus familiares en la VIII región. Pasó dos meses allí y fue detenido cuando viajaba a Concepción: lo confundieron con un subversivo extranjero.
“En un mismo día pasé por Carabineros, pasé por otro sitio, no recuerdo bajo qué órdenes estaba, y al final terminé en la Policía de Investigaciones. Y tuve mucha suerte. Me sacaron de la cárcel dos policías que habían sido compañeros míos en el liceo, a los 15 años. Uno de ellos me dice: ‘¿No te acuerdas de mí? Soy tu compañero’. Yo no me acordaba de nada. Fue impresionante”, recordó.
Arturo Belano
Roberto Bolaño estuvo ocho días detenido en el cuartel penquista y esa experiencia inspiró uno de sus cuentos más celebrados, Detectives, que forma parte del libro Llamadas Telefónicas. En él, Arriagada y Czischke se llaman Arancibia y Contreras. Y Bolaño, como siempre, es Arturo Belano.
“¿Te acuerdas del compañero de liceo que tuvimos preso?”, dice uno de ellos en el relato. “Sí, Arturo, a los 15 se fue a México y a los 20 volvió a Chile”, responde el otro. “Qué mala cueva”, dice el primero. Y el segundo lo corrige: “Qué buena cueva, caer justo en nuestra comisaría”.
Bolaño hippie
Ximena Bolaño, prima del escritor, tenía poco más de 12 años cuando lo vio llegar a Mulchén. “Andaba con un bolso y una máquina de escribir. Decía que estaba escribiendo una novela. Andaba ya con la idea de ser escritor, no quería estudiar”, recuerda.
“Siempre andaba con las novelas. Era fanático de la lectura”, agrega su primo Ricardo Bolaño.
En esos dos meses recibía correspondencia a menudo de una novia mexicana. “Ella le mandaba cartas y le mandaba dólares. Lo quería harto, parece. Pero aquí también tenía pololas. Hartas niñas andaban detrás de él”, cuenta Ximena.
Con su facha de guerrillero, Bolaño no pasaba inadvertido en el pueblo. “Llegó tan cambiado, nada que ver con el niño de 15 años de pelo cortito. Parecía un cabro hippie y andaba con el acento mexicano pegado. Y por eso lo detuvieron”, relata su prima.
“Era muy arriesgado”
Roberto Arriagada y Renato Czischke no eran amigos íntimos de Bolaño, pero habían compartido clases y recreos en Los Ángeles. En 1973 llevaban dos años en el cuartel de Concepción. Hoy ambos están retirados de Investigaciones. Czischke vive en Santiago, pero prefiere no hablar del tema.
Arriagada trabajó hasta marzo como jefe de Seguridad Ciudadana en La Serena y ahora está dedicado a disfrutar y cuidar su parcela.
“Le dimos la ayuda que podíamos. Él estaba solo y lo apoyamos como amigos. Lógicamente que uno se preocupaba por la gente conocida, pero no se podía hacer mucho”, cuenta. “Nos preocupamos por atenderlo bien, ayudarlo a comer e ir al baño. Sé que se sintió agradecido”, añade.
Arriagada lo recuerda como “un tipo simpático, entretenido, con la talla a flor de boca. Era el típico alumno mateo”. Sin embargo, asegura que ni él ni su compañero podían hacer gestiones para acortar su detención. “Cualquier cosa que diga es delicada. No puedo darle detalles, pero uno no podía meterse; era muy arriesgado. Y tampoco era nuestra misión”, subraya el ex detective.
La familia sureña de Bolaño se enteró a través de un llamado telefónico. “Intentamos hacer algo, pero como a la semana volvió solito. Dijo que unos amigos detectives lo ayudaron a salir”, cuenta Ximena. Y Ricardo Bolaño corrobora la versión: “Lo soltaron gracias a unos policías que fueron compañeros de curso”.
Cierto o no, el hecho es que Bolaño no olvidó el episodio. “Quedó traumado, se asustó y decidió regresar a México”, comenta Ximena. Allí comenzaría la brillante carrera que se interrumpió el 15 de julio de 2003.