jueves, 21 de febrero de 2008

Grandes Autores Continentales: Roberto Bolaño

por Daniel Rojas Pachas









El Escritor

Roberto Bolaño (Chileno, 1953-2003) digno representante de la nueva narrativa, autonombrado el mejor de su generación, título justamente merecido, resulta al interior de la literatura continental, un espécimen interesante como híbrido, abocado de forma obsesiva a la tarea de sumergir al lector, en la perenne búsqueda de discriminar la frontera delicada entre la realidad posible del relato y la realidad empírica del devenir.

En sus trabajos, sufrimos la mixtura enrevesada de nombres clave, movimientos, hitos y lugares míticos del mundo artístico, político y social con sus creaciones alucinadas. Quedando impreso en el subconsciente del destinatario, la figura del Detective Salvaje que debe cuestionar los hechos narrados, los espacios prefigurados y momentos intrigantes como aquel en que Ulises Lima, alter ego de su amigo poeta, prócer del Infrarrealismo, Mario Santiago Papasquiaro, se entrevista en un parque lúgubre con Octavio Paz; poeta mexicano, destacado ensayista y uno de los cinco Nóbeles de Latinoamérica. Indefectiblemente, la biografía de Bolaño se confunde con su bibliografía y como sus deleznables y entrañables personajes (mafiosos, ratis, padrotes, críticos literarios, aspirantes a escritor, fisicoculturistas, personajes de la industria porno, ilegales y moribundos vanguardistas) que saltan de un nivel narrativo a otro, abandonando el papel para penetrar la vida, el chileno-mexicano, más bien cosmopolita escritor, perdido en sus devaneos por Europa, subsistiendo a punta de concursos locales de cuento, factotum incorregible, víctima de la represión del 73, sobreviviente de las guerras floridas y testigo de la muerte de Dalton, resulta en última instancia; su más grande creación. “Protagonista y huérfano de la barbarie y fracaso poético de nuestra lengua”. Quehacer literario y vital, indisociable, que toma cuerpo en la frase de su amigo Mario Santiago: “si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio”; epígrafe del libro: Pista de Hielo y máxima suprema que implica esa búsqueda auto-consciente y tantas veces ineludible, que asume el arte como un inconformismo y ansia laberíntica de desafiar al mundo, pese a su alto precio y riesgo, con interrogantes que desnudan lo sublime, inesperado, caótico y feo.

Tales empeños son fáciles de rastrear en las novelas polifónicas, totalizadoras y fragmentadas de Bolaño: La póstuma 2666 y la ganadora del Rómulo Gallegos, Los Detectives Salvajes. Estructuras complejas pero abiertas y adictivas para el lector por su prosa amistosa, económica aunque fértil y capaz de soportar numerosas revisiones sin saturar. El propio autor nos dijo a ese respecto: “Mi literatura es legible, pero no es fácil”. Habría que añadir a ello una fortaleza de su arte literario y que académicamente podemos vincular a la llamada: Teoría de la recepción y actividad cooperativa del lector, el cual es llamado a reconstruir la obra y actualizarla desde su situación particular, siendo a su vez, autor de su propia historia, la que va más allá de lo que el mismo escritor dijo o quiso decir explícitamente.

En este afán, Bolaño se entronca y recuerda a otros autores de la talla de Italo Calvino, Umberto Eco, Ricardo Piglia, Macedonio Fernández, Borges y Sábato, especialmente en Sobre Héroes y Tumbas, por el uso indiscriminado que hace de la realidad y sus conflictos. Sin embargo, sobre este último, hay que recordar una aseveración que Bolaño hizo en una de sus entrevistas, al puntualizar que después del libro del argentino, ninguna novela podría volver a sostenerse lisa y llanamente por el vigor de la historia. Lo cual exige al narrador ser un arquitecto valiente y artífice aventurero en cada empresa literaria.

En resumidas cuentas, Bolaño a lo largo de su flirteo con la prosa y lírica, consiguió llevar a la literatura contemporánea a niveles insospechados y contrarios a la moda, que demanda obras rápidas y de consumo ligero. Poniendo a su servicio todas esas inquietudes de gran lector y crítico autodidacta capaz de sorprender, libre del halago inmediato, gratuito y sin ampuloso hermetismo y retóricas obnubilantes.


La obra

Su legado incluye obras que revitalizan y redefinen nuestro rol en la incierta tarea de leer. Una continuidad intertextual que se nutre del arte, la vida, lo histórico, contingente y autoreferecial, pero sin abandonar en su tránsito, la tentativa de retorcer y poner en tela de juicio, la verdad de los hechos.

No es casualidad, el toparnos tantas veces con Belano, B, o de forma más descarada, con Bolaño a secas, como narrador, adyuvante o protagonista.

Todos los que emprendimos el viaje complejo que representa la póstuma e inacabada 2666, novela editada por su amigo Ignacio Echeverría, quedamos arrastrando tras la última frase, una pregunta unívoca. Quién es el narrador oculto de este mundo literario: Belano; ese adulto joven que desapareció en un punto perdido de Los Detectives Salvajes, enfermo del hígado e inmerso en la espesura africana.

2666, que originalmente estaba destinada a ser cinco historias concatenadas e interdependientes, pero capaces de leerse por separado, fue finalmente presentada en un solo tomo y, en términos generales, lleva al lector a parajes inhóspitos e insospechados, gracias a un recorrido sinóptico alrededor del globo, que cruza cinco mundos aparentemente incomunicables. Amalfitano profesor chileno y padre soltero, ejerce en la Universidad en Santa Teresa, lugar apocalíptico de los crímenes, allí llegan los cuatros críticos literarios que ven en Archimboldi, narrador alemán, el objeto de su devoción. El germano por su parte, es un sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, misántropo y amante de las profundidades marinas que resulta ser el tío del principal sospechoso de los asesinatos en tierra mexicana y Fate, un periodista de color que llega a Juárez para cubrir una pelea de box, termina envuelto en el submundo de la violencia, de manera que el telón que une todas estas historias, será el triste y repudiable escenario de violaciones y descuartizamientos irresolutos, cometidos en contra de centenares de mujeres. Su sombra tiñe un lúgubre horizonte herido por el narcotráfico, abuso laboral de mano de las maquiladoras, machismo, mafia e ineptitud policial y gubernamental.

Por su parte, la fecha del titulo, nos remite indefectiblemente a otra obra de Bolaño, Amuleto, hermana menor y espejo de Los Detectives Salvajes; en ésta, Auxilio Lacouture, de nacionalidad uruguaya, menciona de forma visionaria, el desconcertante número 2666 que remonta a un punto de la historia humana, en que fúnebre y lapidario, confluye el misterio de nuestro destino como especie.

Madre de la poesía mexicana y defensora de la autonomía de la UNAM, Lacouture es protagonista y narradora y comparte escena con Belano y Ernesto San Epifanio (poetas real-visceralistas). La trama desnuda otra de las obsesiones del escritor, la suerte infructuosa de las letras americanas, teñidas por la guerrilla, los golpes militares, los movimientos revolucionarios, la violencia urbana, sexual y la desesperación y abandono solipsista. Un acercamiento a uno de los tantos brazos de Los Detectives Salvajes, otra gran e indispensable novela, que en cerca de seiscientas hojas desarrolla la cruzada de García Madero, poeta novísimo, Lupe, prostituta fugada y Lima y Belano, ambos fundadores de lo que podría ser llamado un movimiento de vanguardia que acompaña su empeño como pequeños traficantes de marihuana. Su vagabundeo y los testimonios que la rodean, nos introducen en la persecución de un fantasma literario perdido en el desierto: Cesárea Tinajero, verdadera real-visceralista, fundadora de la Revista Caborca. El amplio número de voces cruzadas, dan por medio de fragmentos dispersos, luz al lector sobre la gesta y caída de una generación artística, la de los cincuenta, y que pretendió como todas las escuelas experimentales, entre aciertos, inconsecuencias y mezquindades, desafiar y reformar la poética de su tiempo y sus respectivas vacas sagradas.

El incierto discurrir, incluye voces reales como la del estridentista Manuel Maples Arce, el poeta francés Michel Bulteau, Octavio Paz, y las ficcionales, entre ellas, las del propio creador y su contexto, que recorre casi treinta años, desde la juventud de los personajes en D.F. a su entrada a la adultez que los disemina por el mundo, para culminar en una fugaz e itinerante senda en que Belano y Lima se desintegran, producto de la vorágine cotidiana, como nuevos mitos, condición que pretendían destronar. Aquí se repiten atmósferas familiares para los lectores de Bolaño, la calle Bucareli, la Avenida Reforma, El café Quito o el camping español en que Bolaño trabajó como celador.

En un examen de este tipo, considero, no sería justo dejar en el tintero, una gran obra como La Literatura Nazi en América y su respectivo hermano, Estrella Distante. Ésta se nutre en su narración de la primera, a fin de extender la inmersión del lector, en una de las interesantes vidas que el apéndice de nazis americanos, inicia. Por otra parte, Nocturno de Chile es también asimilable a estas, por su contenido central: el horror, la dictadura y el arte, en una cópula clandestina que alberga un juego de memoria, apariencias y desengaño. Wieder, Urrutia Lacroix y todos los nazis de la literatura, desde el extremo polar de chile hasta la dantesca Norteamérica, son engendros que dan fe de la literatura y sus amoríos con los excesos. Aquí surgen episodios magníficos como el de los hermanos Schiaffino que dirigen la hinchada de Boca Juniors y a la par, una bullente bibliografía fascista. También está el capítulo sobre la instrucción subrepticia que Lacroix da a Pinochet acerca del materialismo dialéctico, presenciamos el doble discurso religioso e institucional y la forma en que la consciencia se vuelve un recetario de justificaciones o calvario de replicas fulminantes. Todo matizado con humor, como en el capítulo sobre los halcones que destruyen despiadados a las palomas que corrompen la pulcritud de los techados de las iglesias y cómo olvidar los fantaseados títulos de serie Z, pulp magazine y filología encumbrada que componen la versátil producción literaria de sus ilusorios Nazis, criaturas que nada tienen que envidiar a cuanto poeta maldito o prima donna del arte, pobló la tierra.

En cuanto a sus obras breves, incluidas en los libros, El Gaucho Insufrible, Llamadas Telefónicas, El Secreto del Mal o Putas Asesinas, ocurre algo similar. En entrañables historias como Últimos Atardeceres en la Tierra: Historia de carretera sobre el crecimiento y distanciamiento familiar, B, un joven Bolaño, emprende un viaje absurdo pero necesario con su padre. En él se vislumbra la brecha generacional y el amor filial desde perspectivas alternas. En el Ojo Silva, en cambio, sufrimos un tierno y decadente testimonio, a manos de un periodista homosexual, amigo de Bolaño y condenado por su sino al salvajismo. Debido al azar, el remilgado exiliado de la dictadura chilena emprende, producto de su labor, una pesadilla en la India, que culmina con el rescate infructuoso y delirante de niños perseguidos y castigados por la intolerancia y crisis de nuestro tradicionalismo falo-logo-céntrico.

Sin Bolaño, historias de este tipo nunca verían la luz o, en su defecto, se convertirían en burdos ejercicios de vanidad, anecdotarios políticamente correctos o repetición de viejas formulas sustentadas en el extremo unidimensional de la denuncia sermoneante o el exceso escatológico.


La Leyenda

En tal medida, el sello de lo que podemos llamar hoy por hoy bolañesco, entremezcla fetiches e inclinaciones que le sirvieron para construir una carrera envidiable, provista de obras ricas y curiosamente conectadas, no sólo por la materialidad de su autor, sino por un universo paralelo que suda y respira tanto como el mundo real. El gran eje que es Los Detectives Salvajes, extiende redes que van permeando cada una de sus obras y para los que hemos dedicado placenteramente, largas y entrañables horas a recorrer cada uno de sus trabajos. Nos quedan pistas evidentes de lugares, fechas, nombres, obras ficticias o testimonios crípticos, que van tendiendo un hilo que forja lo que en el lenguaje del comic book se denomina crossover. De manera que Auxilio, presente en Los Detectives Salvajes, no extraña su presencia en Amuleto y en 2666, oculta tangencialmente, bajo el título de la ambiciosa novela.

Otras vinculaciones se dan por la constante mención a Caborca, ciudad de Cesárea o Villa Viciosa, cuna de Lalo Cura, joven asesino, también presente en los cuentos en que Belano será un trashumante cotidiano, incapaz de sustraerse del horror, la vulgaridad, la exhuberancia y lindes con la demencia que van cercando al arte y cada rincón de la vida. Tal es el caso de los ya mentados, vanguardistas de la literatura nazi, ese apéndice de existencias arrojadas de raíz a la desmesura de sus excesivas creaciones Carlos Wieder en Estrella distante o si se prefiere, su par homólogo, en La Literatura Nazi..., Hoffman. Monstruo y asesino, torturador conocido por Bolaño en sus pasos núbiles por talleres de poesía, lo que desencadena una postrera búsqueda que encierra un misterioso ajuste de cuentas, en que el escritor sirve de herramienta para la venganza. Weider o Hoffman, dependiendo del libro que revisemos, recibe halagos de Urrutia Lacroix, protagonistas de Nocturno de Chile y cóctel irónico que enmascara la tradición y crítica literaria chilena (Opus Dei, La crítica única, El Mercurio, Alone y Valente). Lacroix en su acomodaticio discurrir, da clases de marxismo a la junta militar y cena con Neruda mientras discute sobre el Dolce Stil Nuovo, demostrando que en algo tan impoluto y sacramentalizado como la escena cultural, subyace una cámara de torturas, el mal absoluto e injustificable y una cloaca atestada de mierda lista a reventar.A estas alturas, es mucho lo que se puede decir sobre la obra de Bolaño, un autor universal que merece un análisis más largo, profundo y acucioso que éste, digno de ser recomendado y leído en todos los idiomas posibles. Por tanto, aún queda mucho por descubrir tras sus letras. Lamentablemente, nos dejó en el punto más alto y fértil de su carrera como narrador, lo cual no empaña en lo absoluto su figura, que es un orgullo para la prosa latinoamericana, arriesgado y valiente innovador, polémico crítico, con poderosos fundamentos y poseedor de un respaldo incuestionable en su trabajo. Quizá de allí surge la obsesión de otros por continuar con su empeño de ficcionalizar la realidad y realizar la ilusión del arte (Fresán, Cercas). Bolaño se ha vuelto un personaje y leyenda inmortal capaz de trascender la materialidad precaria del ser. Algo así como el juego mesmérico que compartimos en Monsieur Pain, también titulado La Senda de los Elefantes, obra en que Bolaño pone sobre la mesa, a un espectral y melancólico Vallejo; poeta peruano, uno de los grandes, sino el más grande creador lírico de nuestra lengua. Vallejo que predijese su muerte en el hermoso poema “Piedra negra sobre una piedra blanca“, agoniza con hipo al lado de su esposa Georgette, apodada por los amigos del vate, debido a su personalidad posesiva, Gillete. De la misma forma que el autor de Trilce, Bolaño vive, respira y muere en su trabajo y el de los que continuarán su legado al leerlo o revivirlo, en el universo inagotable de la literatura.