El Periódico. 16.07.2003
El autor chileno deja inéditos un libro de relatos y una extensa novela inconclusa. La consagración le llegó con Los detectives salvajes, ganadora del Herralde.
Estaba pendiente de recibir un trasplante de hígado que no llegó. Roberto Bolaño, escritor chileno afincado en Cataluña, falleció ayer en el Hospital del Vall d´Hebron tras agravarse la enfermedad hepática que padecía. Tenía 50 años. Amigos y familiares le despedirán hoy en una ceremonia laica.
Una vez, para encabritar a sus colegas y paisanos Bolaño llegó a decir que él era el mejor autor chileno de su generación. Polémicas aparte, la crítica española y extranjera saludó sus relatos y novelas, que publicó muy tardíamente, bien cumplidos los 40 años, como los mejores exponentes de la actual narrativa latinoamericana. La consagración definitiva le llegó con Los detectives salvajes, ganadora de los premios Rómulo Gallegos y Herralde de novela.
El autor, que tiene pendiente de publicación una colección de relatos, deja también una novela inacabada, 2666, un proyecto que creció desmesuradamente hasta más de 1.000 páginas, de las que ya están redactadas cuatro quintas partes. De hecho, en una de las últimas reuniones con Jorge Herralde, su editor, el autor le informó de que las cinco partes de la obra podían ser leídas de forma independiente.
Poco convencional
Nacido en Santiago de Chile en 1953, Bolaño, como tantos otros chilenos de su generación, llegó a España exiliado en 1977. Pero su trayectoria nada tenía de convencional. A los 15 años se trasladó a México con sus padres. Allí vivió del periodismo y abrazó el trotskismo, hasta que decidió volver a su país natal para hacer la revolución o para vivir aventuras. Y las vivió. Se libró de la cárcel porque dos viejos amigos, reconvertidos en policías pinochetistas, le reconocieron y le ayudaron.
El exilio le iba a conducir a Suecia, pero una enfermedad de su madre que residía en Barcelona le trajo a una ciudad en la "que --según sus palabras-- se confundía la política con la fiesta, con la liberación sexual, un deseo de hacer cosas constantemente".
Personajes y realidad
Las cosas que hacía Bolaño entonces poco tenían que ver con la literatura. Fue lavaplatos, camarero, vigilante de un camping, basurero, descargador de muelles, vendimiador, como muchos de los personajes que pueblan sus relatos y sus novelas.
En 1996 publicó un curioso e inclasificable libro, La literatura nazi en América, que despertó el interés de la crítica. Su prestigio se fue refrendando poco a poco con Estrella distante y su soberbio libro de relatos Llamadas telefónicas, hasta culminar en Los detectives salvajes, su novela mayor, no sólo en extensión, en la que también filtra episodios autobiográficos.
Una vez, para encabritar a sus colegas y paisanos Bolaño llegó a decir que él era el mejor autor chileno de su generación. Polémicas aparte, la crítica española y extranjera saludó sus relatos y novelas, que publicó muy tardíamente, bien cumplidos los 40 años, como los mejores exponentes de la actual narrativa latinoamericana. La consagración definitiva le llegó con Los detectives salvajes, ganadora de los premios Rómulo Gallegos y Herralde de novela.
El autor, que tiene pendiente de publicación una colección de relatos, deja también una novela inacabada, 2666, un proyecto que creció desmesuradamente hasta más de 1.000 páginas, de las que ya están redactadas cuatro quintas partes. De hecho, en una de las últimas reuniones con Jorge Herralde, su editor, el autor le informó de que las cinco partes de la obra podían ser leídas de forma independiente.
Poco convencional
Nacido en Santiago de Chile en 1953, Bolaño, como tantos otros chilenos de su generación, llegó a España exiliado en 1977. Pero su trayectoria nada tenía de convencional. A los 15 años se trasladó a México con sus padres. Allí vivió del periodismo y abrazó el trotskismo, hasta que decidió volver a su país natal para hacer la revolución o para vivir aventuras. Y las vivió. Se libró de la cárcel porque dos viejos amigos, reconvertidos en policías pinochetistas, le reconocieron y le ayudaron.
El exilio le iba a conducir a Suecia, pero una enfermedad de su madre que residía en Barcelona le trajo a una ciudad en la "que --según sus palabras-- se confundía la política con la fiesta, con la liberación sexual, un deseo de hacer cosas constantemente".
Personajes y realidad
Las cosas que hacía Bolaño entonces poco tenían que ver con la literatura. Fue lavaplatos, camarero, vigilante de un camping, basurero, descargador de muelles, vendimiador, como muchos de los personajes que pueblan sus relatos y sus novelas.
En 1996 publicó un curioso e inclasificable libro, La literatura nazi en América, que despertó el interés de la crítica. Su prestigio se fue refrendando poco a poco con Estrella distante y su soberbio libro de relatos Llamadas telefónicas, hasta culminar en Los detectives salvajes, su novela mayor, no sólo en extensión, en la que también filtra episodios autobiográficos.