domingo, 16 de marzo de 2008

Una novelita lumpen: Bolaño de traje en la miseria

por Cristián Brito














Si comenzamos desde la premisa que hablar de Roberto Bolaño, es en gran medida, hablar de literatura, para nada nos deberá sorprender que él fuera uno de los escritores escogidos para el innovador y ambicioso proyecto de la editorial Random-Mondadori; la denominada colección "Año cero", donde cada novela está enmarcada tomando como escenario una de las ciudades más importantes del mundo, y es adjudicada a un autor perteneciente a esta nueva camada de escritores (Bolaño, Fresán, Gamboa, Rey Rosas, Prieto, Martínez y Abad Faciolince) que ha resultado una suerte de renovación en las letras hispanoamericanas. Bien, a pesar de que sólo he leído Una novelita lumpen y Mantra de Rodrigo Fresán, me arriesgo a decir que en esta novela de encargo, da lo mismo que la acción transcurra en Roma o en otra ciudad, pues en el fondo, la ciudad si bien es cierto juega un rol de personaje, pudo haber sido prescindible como tal, pues a fin de cuentas la trama se sobrepone al ambiente, cosa que en Mantra no se da, ya que México es fundamental en la trama.

Como se mencionaba anteriormente, la acción transcurre en Roma, una ciudad que en todo momento da una impresión de decadencia apocalíptica, en este sentido son importantes de destacar los estados de ánimo de la protagonista-narradora que influyen notablemente en la impresión que el lector recoge de la urbe, es decir, un lugar más bien triste y gris.

Una novelita lumpen cuenta la historia de Bianca y su hermano, adolescentes que sufren la muerte de sus padres en un accidente automovilístico. La narración en su totalidad es controlada por la voz de la extraña muchacha que rememora el pasado desde el presente de mujer casada. Bianca, quien en el inicio de su relato de juventud, cuenta cómo ingresa a trabajar a una peluquería con desgano y sólo impulsada por el afán de sobreviviencia. La narradora se inserta en un mundo laboral tan incoherente y desconocido como le resulta su propia existencia: "Un día encontré trabajo en una peluquería. Lavaba cabezas. No cortaba, pero me fijaba cómo lo hacían las otras y me preparaba para el futuro. Mi hermano dijo que era estúpido ponerse a trabajar, que con la pensión de orfandad podíamos vivir felizmente. Orfandad, la palabra daba risa" (pág. 15). El hermano por su parte, finalmente ingresa a trabajar en un gimnasio; lugar donde conoce a dos curiosos y desarraigados personajes, el boloñés y el libio. La inserción del hermano al mundo del fisicoculturismo resulta curiosa y determinante. La narradora nos presenta la figura del hermano como a un tipo muy joven y descreído, pero cuya psicología y visión de la vida cambia sustancialmente en su nuevo mundo laboral: "Por aquellos días, debido a su trabajo en el gimnasio, mi hermano adquirió una costumbre curiosa. -¿Quieres ver mis progresos?-decía. Entonces se sacaba la camisa y me enseñaba los músculos... que tímidamente iban emergiendo de su cuerpo como tumores... Una vez me dijo que soñaba con ser Mister Roma y luego Mister Italia o el Amo del Universo. Yo me reí en su cara" (pág. 17).

El boloñés y el libio desempeñan un importante papel en lo que a la vida de Bianca se refiere. La primera consecuencia de sus presencias es la iniciación sexual de la narradora que le lleva a reflexionar sobre cosas que antes para ella habían pasado desapercibidas: "Mientras estaba en la cama, como digo, con la luz apagada y los ojos abiertos, sin esperanzas de poder conciliar el sueño, uno de ellos entró y me hizo el amor... Aquella mañana, mientras me vestía y hacía la cama, pensé en eso y en el peligro y en el amor y en todas las cosas de apariencia extraña que aparecen cuando menos te las esperas y que en realidad siempre son subterfugios de algo distinto" (pág. 39). Estos mismos personajes son quienes les proponen robar la casa del ciego Maciste, una ex estrella de cine. El señuelo para lograr el hurto será Bianca que es ofrecida como una suerte de prostituta, sin embargo, para ella el desempeñar este rol le provoca profundos cuestionamientos que a fin de cuentas sucumben ante la urgencia económica provocada por la siempre presente sombra de orfandad que la envuelve: "Tenía miedo de ser una puta... Sin embargo intuía que todo era cuestión de acostumbrarse... estafadora probablemente no, porque los estafadores siempre tienen un maestro que enseña, ¿y a mí quién me iba a enseñar nada? (pág. 58). Así la orfandad, la soledad y la inmadurez son constantes dentro de la novela. Si bien es cierto que el asunto central de la obra es el recuerdo, existen en ella otros factores que son relevantes. Finalmente el tan mentado robo no se lleva a efecto, muy por el contrario, Bianca termina en un tormentoso y apasionado romance con Maciste. El boloñés y el libio desaparecen tal como se pierde la inocencia de la narradora, en medio de una soledad que parece estar invariablemente sobre todos los personajes, mientras ambos hermanos continúan aferrados a su fragilidad y turbaciones: "Esa noche después de tanto tiempo, la noche fue de verdad, oscura y frágil y ribeteada de miedos, y todos los que permanecimos despiertos aquella noche fuimos seres débiles, cansados, con ganas de contemplar otra vez el amanecer" (pág. 121).

Una novelita lumpen no está dentro de las grandes obras de Bolaño, detalles como la ausencia de su ya tan habitual intertextualidad se extrañan, pero algo queda claro, su calidad para narrar historias es deslumbrante. Un escritor que logra crear mundos dentro de otros mundos, un autor que genera ficción de la realidad... En fin, un escritor de alcurnia que hasta en los más sórdidos ambientes mantiene su elegancia y categoría literaria.