El Mercurio. 15.04.2007
"La universidad desconocida" y "El secreto del mal" confirman la vocación del escritor chileno para cabalgar entre la risa y el espanto. Se ha dicho que el primer libro recoge su poesía, mientras que el segundo incluye cuentos, pero la lectura demuestra que en Bolaño las diferencias entre géneros se difuminan. Lo único que queda en pie con la inventiva, el lirismo y las perturbadoras imágenes que vuelven a acechar.
El sentido común dice que una vez que se ha llegado a la cima de la montaña no queda más que descender. Al apogeo, en otras palabras, le sigue la inevitable caída. Pero cuando hablamos de la cumbre de un volcán, de un volcán en cuyo centro habita el mal, ¿habrá que bajar por la ladera o sumergirse valientemente en el cráter? Este es el desafío que Roberto Bolaño le plantea a los lectores, después de haber llegado a la boca del volcán con 2666, novela del horror por excelencia. Ahora se vislumbran por el agujero negro dos nuevas piedras incandescentes, dos nuevos libros que queman las manos y los ojos y la conciencia. Hablan del horror, del espanto, del mal que está lejos de la superficie, pero siempre presente, como el ruido de fondo de la cotidianidad.
El sentido común dice que una vez que se ha llegado a la cima de la montaña no queda más que descender. Al apogeo, en otras palabras, le sigue la inevitable caída. Pero cuando hablamos de la cumbre de un volcán, de un volcán en cuyo centro habita el mal, ¿habrá que bajar por la ladera o sumergirse valientemente en el cráter? Este es el desafío que Roberto Bolaño le plantea a los lectores, después de haber llegado a la boca del volcán con 2666, novela del horror por excelencia. Ahora se vislumbran por el agujero negro dos nuevas piedras incandescentes, dos nuevos libros que queman las manos y los ojos y la conciencia. Hablan del horror, del espanto, del mal que está lejos de la superficie, pero siempre presente, como el ruido de fondo de la cotidianidad.
El secreto del mal reúne veinte relatos, la mayoría inéditos, encontrados en el computador de Bolaño tras su muerte. En La universidad desconocida, a su vez, están casi todos los poemas que escribió entre fines de los setenta y mediados de los noventa. En total suman cerca de seiscientas páginas que confirman el carácter fragmentario de la obra de Bolaño, una suerte de rompecabezas cuyas piezas se ensamblan o separan a voluntad. Sólo así se comprende que Auxilio Lacouture, uno de los testimonios de Los detectives salvajes, sea la protagonista de la novela Amuleto, o que en la última biografía de La literatura nazi en América esté la génesis de Estrella distante. No está de más recordar que incluso pensó dividirse la monumental 2666 en cinco libros independientes. Asimismo, en La universidad desconocida se incluyen varios poemas que forman Los perros románticos, y en el relato "Músculos" se adivina el núcleo de Una novelita lumpen.
¿Estamos, entonces, ante el refrito de un autor fallecido tempranamente? ¿Son estos cuentos y poemas los restos del disco duro? ¿Los finales abiertos de algunos cuentos indican que estamos ante simples bocetos? En ningún caso. La universidad desconocida tiene su origen en un manuscrito que el propio Bolaño ordenó en 1993, meses después de que le diagnosticaran la enfermedad al hígado, y sobre el cual siguió trabajando hasta 1998. Los cuentos de El secreto del mal estaban agrupados en diferentes archivos y no se realizó ninguna intervención a los originales. Ignacio Echevarría, editor del libro, se hace cargo de las sospechas: "Es toda su narrativa, y no sólo El secreto del mal, la que parece regida por una poética de la inconclusión. En ella, la irrupción del horror determina, se diría, la interrupción del relato; o tal vez ocurre lo contrario: es la interrupción del relato lo que sugiere al lector la inminencia del horror".
Un buen ejemplo de lo anterior es el cuento "La habitación de al lado", que comienza con una reunión en la que el narrador conversa con un loco, con un loco armado, que se despacha su teoría respecto de las pistolas: igual que los autos y las mujeres, un revólver no se presta por la sencilla razón de que tiene "tus huellas dactilares", dice. El sujeto no demora en apuntarle al protagonista, quien al verse con el cañón en la cabeza empieza a divagar sobre el método de composición de las pinturas de Moreau. Luego recuerda la noche que pasó en una pensión de Guatemala, escuchando a dos hombres que alojaban en la pieza vecina: "El tipo de la voz aguardentosa dijo, o repitió, que había matado a su mujer. Supe que era la misma mujer a quien había ensalzado antes de quedarme dormido. La maté, dijo, y luego se quedó esperando la respuesta del otro. Me saqué un peso de encima. Hice justicia. De mí no se ríe nadie". Después el protagonista fuma, lee y al cabo de un rato escucha nuevamente lo que ocurre al lado, pero esta vez distingue la voz de una mujer. Es en ese momento cuando comprende que tiene que tragarse el miedo si quiere salir de allí con vida.
El lector no sabrá qué ocurre con esa mujer ni con el protagonista, ya que lo esencial sigue estando oscuro. La oscuridad aquí nos introduce, como en otros relatos, en una región sin reglas, donde la moral calla y la buena conciencia no aporta ningún consuelo. Es un terreno conocido para los lectores de Bolaño: en 2666, por poner un ejemplo reciente, se constata la muerte de cientos de jóvenes mexicanas que fueron salvajemente violadas en la frontera con Estados Unidos. El secreto del mal, sin embargo, inquieta por la naturalidad con que el horror irrumpe en las situaciones más triviales.
Muertes, viajes y decepciones
Una periodista de la que sólo sabemos que "se acuesta con dos hombres", regresa al diario para escribir la crónica del asesinato de una secretaria. El cuento, eso sí, se llama "Crímenes", en plural, porque el diálogo entre ella y un vendedor de calcetines instala, en su imaginación, el temor a morir apuñalada. Tener dos amantes, al fin y al cabo, es la prueba de que no puede renunciar a nada. Y todos sabemos que algunas mueren por mucho menos.
Cuando Bolaño irrumpió en la escena literaria con La literatura nazi en América y Estrella distante, ambas de 1996, inmediatamente se elogió su capacidad para exaltar la desmesura, el absurdo, los chistes crueles de la Historia. Siempre a caballo entre la risa y el espanto, en este libro incluye un relato protagonizado por V.S. Naipaul, quien visita Buenos Aires en plena dictadura. El país, dice Bolaño, camina alegre y despreocupadamente hacia el precipicio, y un indicador para medir el mal es el número de desaparecidos. Todo es bastante gris y la escena de Bioy Casares tomando un refresco en el club de tenis sirve para graficar la irresponsabilidad o la indiferencia o la estupidez. Bueno, todo era gris, hasta que Bolaño infiere que el país andaría mejor si provinieran de los griegos: "Es posible que con un general Peronidis Argentina hubiera salido ganando. No mucho, sólo un poquito, pero algo es algo. Ay, si los argentinos hablaran demótico. Un demótico porteño, a medias influido por el lunfardo del Píreo y de Salónica. Con un gaucho Fierrescopulos, copia feliz de Ulises, y con un Macedonio Hernandikis arreglando a martillazo limpio el lecho de Procusto. Pero, para bien o para mal, Argentina es lo que es y viene de donde viene, que es, sépanlo, de todo el mundo, menos de París".
En otro relato, Bolaño vuelve a México en busca de Ulises Lima, pero sólo encuentra a tres gordos chiflados, fanáticos del heavy metal, que aseguran ser los últimos discípulos de su amigo. La ironía, esa característica que para William Hazlitt garantiza que un texto siga siendo joven, apenas disimula la sensación de abandono, soledad y pérdida que inunda los cuentos de Bolaño. Y, claro, también los poemas.
Escritura sin fronteras
"Toda poesía -dice Bolaño en 2666-, en cualquiera de sus múltiples disciplinas, estaba contenida o podía estar contenida en una novela". Esta declaración de principios proviene de un escritor que, desde sus inicios, se consideró ante todo poeta, si bien el reconocimiento le llegó por su prosa. La universidad desconocida muestra a un Bolaño confesional, íntimo, acosado por el anonimato y la pobreza, pero sobre todo devela la voluntad de Bolaño por borrar las fronteras que separan el verso de la prosa. Sus poemas pueden leerse como reconstrucción de una vivencia en el sentido clásico (la pérdida de una mujer), como novelas surrealistas o como manifiesto estético, que es lo que ocurre con "La poesía chilena es un gas" y "Horda". "Manifiesto mexicano" es un verdadero cuento en el que una joven pareja se pasea por los baños de vapor de un D.F. mexicano que asemeja a los fumadores de opio ingleses o franceses del siglo XIX. El libro también incluye "Amberes", que en 2002 fue publicado por Bolaño como novela, y una sorpresa inclasificable: "Prosa del otoño en Gerona". Se trata de una novela breve, hecha de fragmentos (o poemas en prosa), con la atmósfera de una película brumosa. Lo importante son las imágenes: la nieve, la grasa en los muebles de cocina, el buzón del correo siempre vacío, una mujer duchándose a las seis de la mañana para partir a la estación, el pasaporte que dice chileno.
En El secreto del mal pueden leerse dos textos que Bolaño leyó en público y que dejan entrever la influencia de los discursos de Parra: "Sevilla me mata" y "Derivas de la pesada" son ensayos, pero la inventiva y fluidez del lenguaje invitan a preguntarse ¿qué clase de textos tenemos al frente, de dónde viene este interés por disolver las formas? La explicación está lejos del virtuosismo técnico del autor. En una sociedad en que la literatura ha perdido su prestigio, al auténtico escritor no le queda más que fusionar novela con poesía, ensayo y autobiografía para acercarse así a la esencia de la escritura. En el ejercicio estaría implícita la voluntad de encontrar la verdad del arte a través del rodeo o el cerco a todos los géneros. Maurice Blanchot en El libro por venir lo anticipaba: "Un libro no pertenece ya a un género, cualquier libro depende únicamente de la literatura, como si ésta ostentase de antemano, en su generalidad, los secretos y las fórmulas exclusivos que permiten dar a lo que se escribe la realidad del libro. Todo sucedería, por tanto, como si al estar los géneros disipados, la literatura se afirmara sola, brillara sola en su claridad misteriosa que ella propaga y que cada creación literaria le devuelve multiplicada, como si hubiera en ella por tanto una esencia de la literatura".
Intentar responder hacia dónde va la literatura es lo que plantean también los libros de Pitol, Calasso, Sebald o Magris, aunque Bolaño se diferencia de ellos por su capacidad para contaminar la alta cultura (citas a la poesía simbolista francesa, por ejemplo) con múltiples referencias a películas de bajo presupuesto, revistas pornográficas, novelas policiales baratas y escritores, claro, pero inéditos, marginales, cuando no derechamente fracasados. Bolaño tiene calle y una sensibilidad que le permite hablar de todo con fluidez. En otras palabras, Bolaño, o la escritura de Bolaño, está en contacto directo con la vida. Y con el mal.