domingo, 27 de diciembre de 2009

"La estupidez no es nuestro fuerte". Tres manifiestos del infrarrealismo mexicano

por Andrea Cobas Carral
En Osamayor. Graduate Student Review, Año XVII, N ° 17, University of Pittsburgh, 2006, págs. 11-29.




Dejábamos de ser el sótano del Kosmos
las venas nos parpadeaban como submarinos
en el fondo de mares revueltos [...]
los cartílagos de la época: sacudidos por oleadas terroristas
naves espaciales dibujadas en nuestros ojos
nuestras manos amenazaban barricadas
nuestras manos de pianistas o violinistas de la vida cotidiana
amenazaban barricadas
(Mario Santiago Papasquiaro, Pájaro de calor, ocho poetas infrarrealistas) [1]




Los detectives salvajes de Roberto Bolaño se transformó en poco tiempo en una novela de culto. Desde su publicación en 1998 -cuando Bolaño aún no era el escritor canonizado que es hoy- cientos de lectores se fascinaron con los avatares de los realvisceralistas, esos jóvenes poetas que transitan –vencidos- la geografía mexicana. A través del realvisceralismo, Bolaño recrea las alternativas del movimiento infrarrealista mexicano, vanguardia poética cuyo lema fue “volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial”. Si bien es innegable que Los detectives salvajes puede ser pensada como una novela en clave, preferimos corrernos de la lectura que suele reconstruir el infrarrealismo a partir de la versión literaria que Bolaño da en su novela. Debe explorarse el camino inverso. Nos acercaremos entonces al infrarrealismo mexicano a través del análisis de los postulados estéticos que el movimiento propone en sus manifiestos de los 70.


1- Un poco de historia [*]

Poesía: aún estamos con vida
& tú me prendes con tus fósforos
mi cigarro barato
& me miras como a un simple cabello despeinado
temblando de frío en el peine de la noche
(Mario Santiago Papasquiaro Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego) [2]



Durante 1975, el joven poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro conoce al chileno Roberto Bolaño. El encuentro se produce en el Café La Habana -que será luego obligado centro de reunión de los infrarrealistas-. Allí, Mario Santiago le entrega a Bolaño un fajo de poemas que el chileno lee durante toda la noche. Es el comienzo de una entrañable amistad que se prolonga hasta la muerte de Papasquiaro en 1998 y que es también el origen y centro del movimiento infrarrealista.

Una madrugada de 1975, Mario Santiago lleva a uno de sus compañero del taller de poesía de la UNAM, Ramón Méndez, a conocer a Roberto Bolaño. En este encuentro surge el impulso para crear un nuevo movimiento poético. Ramón Méndez recuerda la reunión: "Cuando Santiago y yo salimos de la casa de Bolaño lo habíamos convencido de nuestra subversión vital contra el oficialismo de la cultura, y nos había comparado con los beatniks: “Tú eres Ginsberg –le había dicho a Santiago‑, y éste es Corso: son los beatniks de México.” (Méndez). [3]

Entre fines del 75 y principios del 76 irrumpe en el panorama cultural mexicano el movimiento infrarrealista. Errancia, alcohol y una insobornable pasión por la poesía marcan los principios básicos que dan unidad a este grupo de jóvenes que buscaron en cada acto y en cada verso un nuevo modo de explicar el mundo y de plasmarlo en una poesía alejada de burocracias, espacios de poder y legitimaciones anquilosadas. [4]

En 1976 –luego de la constitución oficial del grupo poético- Roberto Bolaño invita a Sergio Loya a unirse al infrarrealismo. Interrogado por el poeta sobre el objetivo del movimiento, Bolaño responde: “Partirle su madre a Octavio Paz”, frase que se ha convertido en un símbolo de la actitud de los infras para con la cultura oficial. Este impulso no se agota en la mera enunciación y se traslada a los recitales de poesía, congresos y actividades literarias en las que participan los considerados por los infrarrealistas como “poetas estatales”. Como ejemplo baste el episodio ocurrido durante el Encuentro de generaciones que incluía un recital poético de Octavio Paz al que asistieron varios infrarrealistas, entre ellos, Jesús Luis Benítez, que se dedica a interrumpir constantemente la lectura con la frase: “mucha luz, cuánta luz... demasiada luz...”. Benítez -completamente borracho- es sacado de la sala frente a un Octavio Paz al que sólo le queda sentenciar: “El alcoholismo no disculpa la estupidez”. [5] Episodios como éstos han contribuido a crear la “leyenda negra” en torno de los infrarrealistas y han acentuado su marginación de los circuitos canónicos de circulación y producción poéticas, separación por momentos autoinflingida y buscada como un valor. Este alejamiento del centro del campo cultural se evidencia en el carácter disperso y a veces precario de las publicaciones del grupo: revistas sin continuidad, libros publicados en editoriales marginales, colaboraciones en revistas de tirada reducida, proyectos editoriales que se postergan o frustran y que hacen del texto inédito una marca propia del grupo. [6]

Los lineamientos estéticos del infrarrealismo –además de materializarse en la propia práctica poética y en la actitud asumida frente a cierto sector de la intelectualidad mexicana- se enuncian en tres manifiestos: “Por un arte de vitalidad sin límites” (1975) de José Vicente Anaya; “Manifiesto infrarrealista” (1975) de Mario Santiago Papasquiaro; y “Déjenlo todo nuevamente, primer manifiesto infrarrealista” (1976) de Roberto Bolaño. [7] Nos proponemos entonces explorar a continuación algunas de esas líneas.


2- Hora Zero: antecedente poético del infrarrealismo

Queremos cambios profundos, conscientes de que todo lo que viene es irreversible porque el curso de la historia es incontenible y América Latina y los países del tercer mundo se encaminan hacia su total liberación. Que se cojan entonces las segadoras, que se limpien los escombros. [...] Creemos impostergable el deber de expresar las circunstancias presentes sin contemplaciones, porque es hermosa y ardua la tarea que abarca ser sincero con uno mismo.
Jorge Pimentel y Juan Ramírez “Palabras urgentes”


La apuesta estética del infrarrealismo no surge solitaria en el marco de los movimientos vanguardistas de América Latina durante los 70. En “Déjenlo todo nuevamente”, Bolaño establece -además de con “las mil vanguardias descuartizadas en los sesenta” (Bolaño 1977, 7) [8] y el surrealismo- una relación explícita de filiación con el grupo vanguardista peruano Hora Zero. Este movimiento creado en 1970 cuenta con dos manifiestos –de su primera etapa- en los que resumen su poética: “Palabras urgentes” y “Poesía integral” ambos del 70. [9] Las líneas generales que piensan los peruanos como ejes para la creación literaria coinciden en parte con las que algunos años después los infrarrealistas señalan en sus manifiestos como base estética del movimiento. [10]

Un breve recorrido por los manifiestos de Hora Zero nos permitirá establecer algunas relaciones entre estos grupos vanguardistas. El primero de los manifiestos, “Palabras urgentes”, es redactado por los poetas Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz y en él explicitan las preocupaciones del movimiento. Haciendo una pormenorizada revisión del estado de la poesía peruana, los horazerianos llegan a la conclusión de que, pasado César Vallejo, nada nuevo, nada digno fue escrito en Perú. Frente a este panorama se evidencia la necesidad de una poesía viva fundada por hombres libres que asuman una actitud distinta frente al acto creador y ante las manifestaciones de una realidad con la que dicen no estar de acuerdo: “A nosotros se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla” sostiene el manifiesto. Sólo a través del ejercicio de una labor creativa sin concesiones emergerá la nueva poesía peruana que deberá oponerse a una poesía “efectista [...] para contentar a los burgueses al momento de la digestión”. Los peruanos se sienten en un punto crucial, en el vértice de una “hora cero” en la que debe comenzar a pensarse un nuevo modo de hacer poesía.

El segundo de los manifiestos, “Poesía integral” escrito por Juan Ramírez Ruiz, define las características que debe tener la nueva poesía latinoamericana. Para los horazerianos, los contenidos revolucionarios –expresiones de la época que se vive- deben materializarse en formas también revolucionarias. Se impone la necesidad de que los poemas dejen los anaqueles de las bibliotecas y adquieran su vida en las caóticas calles de la ciudad. El poema debe articular una experiencia compartida a nivel de clase, eliminando la dicotomía entre “tiempo que se vive y problemática que se expresa”, sólo así podrá transformarse en el motor del cambio social. Para esto es necesario emprender una serie de rupturas a nivel lingüístico con el fin de lograr para el poema un lenguaje que sea a la vez sencillo y popular. Se hace ostensible entonces la exigencia de una lengua que recupere su capacidad expresiva: “palabras nuestras para poemas nuestros [...] ideas nuevas para poemas nuevos”. Para los horazerianos el verdadero lenguaje artístico es aquel que consigue transmitir una experiencia desalienante a partir de la creación de una poesía no pequeñoburguesa, que encuentre en la desarticulación de la sintaxis tradicional un nuevo ritmo poético. La poesía integral –esa poesía deudora y expresiva de la nueva vida que liga en el texto todos los aspectos fragmentarios de la existencia- sólo es posible y tiene sentido si prima como objetivo general la consecución de un estado revolucionario, único medio a través del que puede concretarse la real liberación del hombre. Esa nueva ética es pensada como el inicio de la toma de conciencia de una sociedad: el poeta como motor del cambio debe ser la punta de lanza de la revolución. [11]

El poeta peruano Tulio Mora resume así las características principales que los horazerianos dieron al “poema integral”:

1) el equilibrio conflictivo de lo estético “culto” y lo popular-marginal [...] 2) la poética de la experiencia [...] 3) la experimentación; 4) la asociación de diversos discursos (verso, narrativo, ensayístico, dramático, audiovisual, periodístico y otros); 5) la necesidad de nuevos perfiles humanos para hacer más verosímil una nueva subjetividad; 6) la negación del yo lírico diluyéndolo en otros sujetos propios de la poesía dramática o épica; y 7) la fusión de las cuatro fuentes emisoras de poesía: cosmopolita, nativista, mitológica y urbana. (“Los broches mayores del sonido”) [12]

El infrarrealismo, en tanto movimiento poético juvenil y latinoamericano, adhiere a muchas de las inquietudes y postulados que Hora Zero proclama durante 1970. Veremos cómo se plasma en los manifiestos infrarrealistas ese espíritu rebelde e inconforme que se erige como una de las marcas definitorias de la vanguardia poética mexicana de los 70.


3.1- “El infrarrealismo existe y no existe”

desperté hablando: TODOS LOS POETAS SON EL MISMO
EN ESTE INFIERNO (Vallejo) corazón apaleado
in this hell (Ginsberg) santidad ulcerada
in der hiesigen hölle (Hölderlin) visión escarnecida
dans cet enfer (Rimbaud) carne pudriente
[…] los poetas incendiados
porque se hiciera verdad LA VIDA NUEVA

(José Vicente Anaya Híkuri) [13]



José Vicente Anaya establece –en un tono que por momentos recuerda el de los manifiestos de Hora Zero- varios de los temas que son revisitados en sus textos por Bolaño y Papasquiaro. A partir de la construcción de un “nosotros” que se opone a “los contemporáneos” Anaya enumera algunos de los principios rectores que definen qué cosa es el infrarrealismo y qué implica desarrollar un arte que sea auténticamente infrarrealista.

El poeta tiene la misión de buscar la belleza en la vida que transcurre frente a sus ojos y no en el juego institucional de la cultura. Ese sistema, operado por “grupúsculos academicistas” que reducen sus producciones a un muestrario de “seudoarte cómplice”, está siempre –sostiene Anaya- al servicio de poderes editoriales que responden a la “farándula burguesa”. La función del artista consiste en superar con su obra “la situación presente”: época marcada por la cosificación, la cordura y la sensatez. El artista debe –a través de su labor- quebrar ese “presente” en que el hombre se sumerge en su propia impotencia y conformismo creyendo encontrar una tranquilidad en verdad imposible, en tanto el individuo no es más que el resultado de “luchas internalizadas e históricas que engloban a toda la sociedad”. Como para los horazerianos, la tarea poética debe ligarse con una experiencia vital concreta y determinada, con una experiencia humanizadora que rompa las “paredes artificiales” que reducen la imaginación y adormecen al hombre. En un “presente” en que los actos pierden el sentido de lo humano urge recuperar esa esencia vital. En tiempos de miseria, sostiene Anaya, se necesitan artistas sin límites. El infrarrealismo viene a asumir esa misión. El infrarrealismo se postula como el aquí y el ahora de ese proceso ineludible. “Nuestra ética es la Revolución, nuestra estética la Vida” proclamará también Bolaño en su manifiesto.

La apuesta estética que propone el infrarrealismo se define, según Anaya, a partir de la exacerbación de las contradicciones que lo constituyen:

El infrarrealismo canta y gruñe, tiene miedo y es valiente, ama y odia, atina y desatina, gana y pierde, se compone y se descompone, se aflige y se serena, ríe y llora, aprueba y desaprueba, pero siempre se conmueve con sus contradicciones [...] El infrarrealismo es epicúreo, sodomita, heraclitiano, hedonista, narcisista, kantiano, hegeliano, marxista, anarquista, metafísico, patafísico, utópico, existencialista; simultáneamente todo eso y nada a la vez.

Ser infrarrealista implica paradójicamente -como en una prolongación de esas incongruencias que fundan la mirada infrarreal sobre la vida- ser y no ser al mismo tiempo. Implica, en definitiva, formar parte de un no-grupo, sin estatutos ni reglas de conducta, sin membresías ni sistemas rígidos de inclusión: “para ser infrarrealista –declara Anaya- basta con ser infrarrealista”. Aunque con un sentido ligeramente distinto, Anaya sostiene –como Bolaño- que se debe vivir “en las galaxias de los hoyos negros”, espacios donde lo extraordinario se convierte en cotidiano, lo imposible se torna posible y los “actos inciden en maravillas inesperadas”. Esas galaxias, dice, pueden hallarse “en todos los combates individuales y sociales que crean las metamorfosis de la vida humana”. Pero no cualquiera puede descubrir esos agujeros negros: hay que tener ojos capaces de “captar los asombros”. Para percibir esas oscuras galaxias corresponde asumir una mirada que rompa con la visión automatizada de lo real y que logre, a través del arte, penetrar lo impenetrable. Esas galaxias vitales marcan la rehumanización que transforma a seres cosificados en individuos otra vez completos.

En una afirmación que encontramos también en Papasquiaro y Bolaño, Anaya asegura que ser infrarrealista implica –como dijimos- asumir en el arte las contradicciones de la vida, pero asumirlas de un modo en el que puedan superarse las inflexiones que constituyen “el oficio de escritor”, categoría entendida como una invención de los que buscan vivir cómodamente de la literatura, ficción de aquellos que caen en el “indecoroso comercio de la vida”.


3.2 “Transformar el arte/ Transformar la vida cotidiana”

CREATIVIDAD, VIDA DESALINEADA A TODA COSTA
(MOVERLE LAS CADERAS AL PRESENTE CON LOS OJOS
PESTAÑEANDO DESDE LOS AEROPUERTOS DEL
FUTURO)EN UN TIEMPO EN QUE A LOS ASESINATOS
LOS HAN ESTADO DISFRAZANDO DE SUICIDIOS
(Mario Santiago Papasquiaro “Manifiesto infrarrealista”)


Redactado íntegramente en mayúsculas y recorrido por muchas de las marcas gráficas características de su poesía, Mario Santiago construye su manifiesto como un poema. Al igual que Anaya y Bolaño, Papasquiaro establece en su breve texto una postulación en contra del “oficio del arte”: “Solamente hombres libres de toda atadura podrán llevar el fuego lo bastante lejos (André Breton)”. Así, la tensión –tácita, un enfrentamiento apenas declarado, sostiene Papasquiaro- se instaura entre aquellos que quieren custodiar el “sistema” para preservarlo y extenderlo y los que pretenden “hacerlo estallar”. [14] Para Papasquiaro –al igual que para Anaya- la función rectora del infrarrealismo reside en su voluntad de “sacar a la gente de su dependencia & pasividad”.

Para que eso sea viable se impone la necesidad de mostrar cómo el arte en México no pasó de ser un curso técnico “para ejercer la mediocridad decorativamente”. Por eso, la misión del infrarrealismo consiste en hacer visibles esas tensiones y para ello es esencial recuperar la dimensión vital de la práctica artística. Es preciso transformar el concepto de arte: se debe tomar como objeto toda cosa “insignificante”, es decir sin valor institucional dentro del “sistema”. En una idea que recorre los tres manifiestos Papasquiaro propone la necesidad ineludible de una intercomunicación entre arte y cotidianeidad: si el hombre es capaz de transformar su vida presente, entonces esa metamorfosis se volcará necesariamente sobre el plano artístico: “Nada humano nos es ajeno (bien) nada utópico nos es ajeno (superbien)”. [15]

Es ineludible revisar el concepto de cultura: la cultura -sostiene Papasquiaro- no se encuentra en los libros, las pinturas o esculturas, por el contrario, mora en “la fluidez de los nervios”, en la pulsión de la vida. Aludiendo a Artaud, se afirma la exigencia de fundar una cultura que se haga carne: “una cultura en sensibilidad”. De este modo el propósito del infrarrealismo es la “subversión práctica”: pasaporte para lograr “Devolverle al arte la noción de una vida apasionada y convulsiva”. (Subrayado en el original)

El último fragmento del manifiesto de Mario Santiago consiste en una enumeración de personajes que podrían identificarse con el quehacer artístico propuesto como marca del infrarrealismo. En este muestrario de nombres propios –que recuerda el “Directorio de vanguardia” que Maples Arce adjunta en los años 20 a “Actual N ° 1”, el primero de los manifiesto del estridentismo- Papasquiaro abandona el “nosotros” que despliega a lo largo de su texto y asume un “yo” que le permite enumerar sin prescribir:

Mundos ondas gente que me interesa:

Nicanor Parra Catulo Quevedo Lautréamont Magritte Chirico Artaud Vaché Jarry Breton Boris Vian Burroughs Ginsberg Kerouac Kafka Bakunin Chaplin Godard Fassbinder Alain Taner Francis Bacon Dubuffet George Segal Juan Ramírez Ruiz Vallejo El Ché Guevara Engels “Ese maestro del sarcasmo” La Comuna de Paris La Internacional Situacionista La Epopeya de los náufragos del Granma (se me olvidaba) : Hieronymus Bosch (El Infaltable) Wilhelm Reich La pornografía mística de Charles Magnus La erótica multicolor de Tom Wesselman John Cage Julian Beck Judith Malina & su Leaving Theatre (y para finalizar) El Marqués de Sade Héctor Apolinar Roberto Bolaño José Revueltas (y su descubrimiento de que la dialéctica a veces también anda como cangrejo) Judith García Claudia Sol (y hasta en días nublados) Claudia Sol

Los nombres abarcan distintas épocas, tradiciones, disciplinas y geografías, exhibiendo en su heterogeneidad la dirección de la propuesta del movimiento: poetas consagrados, poetas desconocidos, poetas vinculados con las vanguardias históricas, beatniks, escultores, cineastas, pintores, dramaturgos, músicos. En su enumeración se evidencia la condición interdisciplinaria que reclama el infrarrealismo. [16] Papasquiaro diseña un arco que pone en escena los derroteros de sus lecturas e inquietudes estéticas y al hacerlo enumera ciertas referencias vinculadas con lo político ausentes en el manifiesto de Anaya. La serie de nombres y acontecimientos con los que Mario Santiago alude –en cualquiera de sus formas- a la ‘revolución’ prefigura un tema central que se desarrolla en el manifiesto de Bolaño y que –como hemos señalado- liga con nitidez el infrarrealismo con Hora Zero en el marco de ciertas “ideas de época” comunes a muchos de los grupos vanguardistas que se desarrollaron en Latinoamérica durante los 60 y 70.

En una premonitoria respuesta a las palabras que unos años más tarde Octavio Paz dedicaría a los infrarrealistas, Mario Santiago cierra su manifiesto reasumiendo la voz colectiva para afirmar: “La estupidez no es nuestro fuerte”.


3.3- Una nueva propuesta ética y estética

El riesgo siempre está en otra parte.
El verdadero poeta es el que siempre está abandonándose.
Nunca demasiado tiempo en un mismo lugar,
como los guerrilleros, como los ovnis,
como los ojos blancos de los prisioneros a cadena perpetua.
(Roberto Bolaño “Déjenlo todo nuevamente”)


Por su parte, “Déjenlo todo nuevamente, primer manifiesto infrarrealista” de Roberto Bolaño contiene, desde su inicio, las posibles claves para una interpretación sobre los sentidos del término “infrarrealismo”. En primer lugar, el título cita los versos de “Déjenlo todo”, poema que André Breton publica en 1924: “Déjenlo todo [...] Dejen si es necesario una vida cómoda, / aquello que se les presenta como una situación con porvenir, / y láncense, láncense a los caminos.” (Breton Los pasos perdidos). Así -en un llamado que recuerda el de Jesús a sus apóstoles- el manifiesto se funda en la reiteración de un grito que reclama una acción concreta. Bolaño reafirma esta idea en sus textos de esos años. En “Arte poética N ° 3” señala: “Empiezo a escribir [...] entre el espacio que hay de la palabra ternura a la palabra indiferencia, entre lo que media de la frase déjalo todo, a la frase terreno firme o caras conocidas”. (Bolaño 1979, 139) La verdadera labor poética exige el riesgo de emprender una búsqueda que piense como objeto todas las inflexiones posibles de lo real. En esta línea, hacia el final del manifiesto, el mandato de renuncia se complementa con otra idea que también aparece en el poema de Breton: no basta con abandonarlo todo, es necesario además salir a las calles y buscar en ellas esa nueva sensibilidad poética: “Déjenlo todo, nuevamente Láncense a los caminos” (Bolaño 1977, 11) es la frase que clausura el manifiesto de Bolaño.

Si bien la continuidad entre el nuevo movimiento y el surrealismo se centra en la enunciación de un modo particular de pensar la acción poética, los movimientos difieren en sus formas de leer la realidad: mientras el surrealismo apuesta a una escritura automática que busque su espesor en los jirones del inconsciente y el sueño; el infrarrealismo en cambio establece la necesidad de bucear en la conciencia del hombre y conmover a partir de allí su cotidianeidad. En este sentido Bolaño toma la voz de Giorgio de Chirico –quien ya aparece citado en el manifiesto de Papasquiaro- para oponer a ella los principios infrarrealistas:

Chirico dice: es necesario que el pensamientos se aleje de todo lo que se llama lógica y buen sentido, que se aleje de todas las trabas humanas de modo tal que las cosas le aparezcan bajo un nuevo aspecto [...] Los infrarrealistas dicen: Vamos a meternos de cabeza en todas las trabas humanas, de modo tal que las cosas empiecen a moverse dentro de uno mismo, una visión alucinante del hombre. (Bolaño 1977, 7, énfasis en el original)

Para el infrarrealismo –como hemos adelantado- toda “visión alucinante del hombre” debe partir necesariamente de un análisis de sus propias particularidades. Así la toma de conciencia sobre “las trabas humanas” permitirá desarticular una interpretación cristalizada del hombre, visión que paraliza e impide desbaratar una realidad que se quiere transformar. Por debajo de lo real el poeta debe buscar las claves para la construcción de la nueva poesía que reclama el presente.

El manifiesto contiene otra referencia que permite completar los posibles sentidos del término “infrarrealismo”. El cuerpo textual comienza con una cita entrecomillada. Ese breve fragmento sin marcas de autoría pertenece al cuento de ciencia ficción “La infra del Dragón” del ruso Georgij I. Gurevich, que delinea en su texto la imagen de los “infrasoles” o “soles negros”. [17] Esta idea utilizada por Bolaño sugiere una posible descripción del movimiento y sus miembros dentro de la constelación del campo cultural y literario mexicano: Gurevich imagina un universo poblado de cuerpos sin luz –las infras del espacio- que existen pero no se vislumbran, planetas oscuros calentados desde adentro y en cuyo interior generan su vida propia independientemente de un exterior que no puede verlos.

Bolaño liga esa imagen de los “infrasoles” con la de los “alegres muchachos proletarios” (Bolaño 1977, 5) e ingresa así en el texto la segunda dimensión que contempla el movimiento: no sólo se prioriza la matriz estética sino que se postula la necesidad de una nueva ética que tome en cuenta las particularidades de un momento histórico del que la labor poética debe imperiosamente hacerse cargo: “Nuestra ética es la Revolución, nuestra estética la Vida: una-sola-cosa” (Bolaño 1977, 8) sostiene Bolaño en la reafirmación de un postulado que vertebra los tres manifiestos. Este gesto además pone en escena una voluntad que los textos infrarrealistas materializan –y que también marcará los temas de la prosa de Bolaño durante los 90-: la voluntad de vivir la poesía y de hacer de ella una experiencia estética que participe de la vida y subvierta desde su ejercicio una cotidianeidad que ignora ciertos aspectos determinantes de la realidad histórica. En “Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger” (1975) –texto considerado como el primer poema infrarrealista- Mario Santiago escribe: “NO HAY ANGUSTIA AHISTÓRICA / AQUÍ VIVIR ES CONTENER EL ALIENTO/ & DESNUDARSE”. (Bolaño 1979, 164) Así el infrarrealismo se presenta como un nuevo modo de leer lo real, modo de lectura que se plasma en un signo que busca transcribir –tal como lo señala Anaya- toda sensación que emane de un ahora en constante fluir, las impresiones propias de una época en la que, escribe Bolaño, “nos acercamos a 200 kph. al cagadero o a la revolución”. (Bolaño 1977, 6) Para los infrarrealistas, la cotidianeidad exhibe la vida y la muerte en un invariable choque y es justamente este cruce el génesis de las formas infrarrealistas. Así los infrarrealistas actualizan la voluntad horazeriana al postular que la forma del poema infrarreal debe unirse con un nuevo modo de percibir el medio, construyendo una mirada que sirva para superar el “miedo a descubrir” (Bolaño 1977, 5) y que revierta lo que Bolaño señala como “un proceso de museificación individual”. (Bolaño 1977, 5) El infrarrealismo está llamado a ser “el ojo de la transición” (Bolaño 1977, 6), el testigo que puede dar cuenta de las nuevas experiencias histórico-políticas de la América Latina de mediados de los 70.

“No solamente en los museos hay mierda” (Bolaño 1977, 5) afirma el manifiesto: la certeza de que no queda nada por decir, la convicción de que “todo está nombrado” (Bolaño 1977, 5) atenta contra las posibilidades de crear un lenguaje poético que se ubique por encima de las contradicciones que definen -según los infrarrealistas- las instituciones culturales vigentes –y sus productos- en el México de los 70. Si en Anaya ya aparece la idea de un arte al servicio de lo burgués, Bolaño incluye –como contrapartida- a los proletarios, ausentes como protagonistas en “Por un arte de vitalidad sin límites”. [18] De este modo “Déjenlo todo...” construye dos campos opuestos utilizando para su delimitación las tópicas categorías burguesía/proletariado.

Son tiempos duros para la poesía, dicen algunos, tomando té, escuchando música en sus departamentos, hablando (escuchando) a los viejos maestros. Son tiempos duros para el hombre, decimos nosotros, volviendo a las barricadas después de una jornada llena de mierda y gases lacrimógenos. (Bolaño 1977, 7)

Se piensa una maquinaria cultural al servicio de la ‘clase dominante’ y se la opone a un “acontecer cultural vivo” alejado de honorables prebendas y comprometido con un momento histórico que reclama nuevas prácticas culturales. Así la ética de la revolución y la estética de la vida cobran espesor en el ejercicio de una poesía que se vive y se opone activamente a un quehacer poético percibido como cuestionable. Para los infrarrealistas no alcanza con ser poeta, hay que arriesgarse también a vivir como un verdadero poeta. En este sentido los textos de Bolaño se encuentran poblados de escritores que responden a ese mandato y definen las características ineludibles de todo buen poeta: marginalidad, degradación y errancia son algunas de las marcas que permiten identificar a los poetas de la intemperie, los únicos que –pareciera- merecen ser llamados poetas. Tal vez el interés que sienten los infrarrealistas en general -y Bolaño en particular- por la figura de Arthur Rimbaud pueda explicarse a partir de esas mismas coordenadas. [19]

La oposición burguesía/proletariado recorre el manifiesto como denuncia y a la vez como advertencia. Utilizando una figura que podemos encontrar con posterioridad en varios textos de Bolaño, el sueño [20] ingresa en el manifiesto como un espacio revelador de sentidos casi proféticos. Así se abandona el “nosotros” e irrumpe la figura de un “yo” que enuncia lateralmente el principio de la revolución: “Como me dijo Saint-Just en un sueño que tuve hace tiempo: hasta las cabezas de los aristócratas nos pueden servir de armas”. (Bolaño 1977, 6-7) El sueño –que en tanto espacio regido por sus propias leyes y constructor de sus propios sentidos despega su advertencia implícita de un marco unívoco de aplicación- deja lugar más adelante a la formulación de un nuevo anuncio: “Los burgueses y los pequeños burgueses se la pasan en fiesta. [...] El proletariado no tiene fiesta. Sólo funerales con ritmo. Eso va a cambiar. Los explotados tendrán una gran fiesta. Memoria y guillotinas.” (Bolaño 1977, 8) Esta vez los sueños jacobinos se transforman desde lo discursivo en pronósticos concretos. Se abandona el “yo” pero sin reasumir el “nosotros”: el poeta –que debe transmitir esa experiencia revolucionaria- parece ubicarse por fuera de la masa proletaria pensada en tercera persona. La inclusión del poeta en la revolución, la inclusión de esos “alegres muchachos proletarios” que el texto define en un principio, sólo puede operarse a través de la creación de una poesía que transite caminos ajenos a lo canónicamente poético y logre vincularse con la situación real del hombre: “Desplazamiento del acto de escribir por zonas nada propicias para el acto de escribir. ¡Rimbaud, vuelve a casa!”. (Bolaño 1977, 8) [21] En este grito se condensa el llamado a construir una poesía nueva que acompañe la deseada subversión de la cotidianeidad, subversión pensada como el único camino posible –aunque utópico- para la construcción de una nueva América Latina:

La muerte del cisne [...] el último canto del cisne negro NO ESTÁN en el Bolshoi sino en el dolor y la belleza insoportables de las calles. Un arcoiris que principia en un cine de mala muerte y que termina en una fábrica en huelga. Que la amnesia nunca nos bese en la boca. Que nunca nos bese. Soñábamos con utopía y nos despertamos gritando [...] Hacer aparecer las nuevas sensaciones. Subvertir la cotidianeidad.

O. K.
DÉJENLO TODO, NUEVAMENTE
LÁNCENSE A LOS CAMINOS
(Bolaño 1977, 11, énfasis en el original)


4- Apuntes finales

El proceso de la muerte de lo viejo sin que lo nuevo pueda
nacer implica así la clausura de un futuro
que podía ser posible [...] la época llegó a su fin
cuando ese futuro fue llamado utopía.
Claudia Gilman Entre la pluma y el fusil [22]


Soñé que volvía a los caminos, pero esta vez
ya no tenía quince años sino más de cuarenta.
Sólo poseía un libro, que llevaba en mi pequeña mochila.
De pronto, mientras iba caminando, el libro comenzaba a arder.
Amanecía y casi no pasaban coches.
Mientras arrojaba la mochila chamuscada
en una acequia sentí que la espalda me escocía
como si tuviera alas.
Roberto Bolaño Tres


“Soñábamos con utopía y nos despertamos gritando” (Bolaño 1977, 11) arriesga Bolaño cuando ya en parte el fracaso de la deseada revolución latinoamericana es inocultable y el asesinato del poeta Roque Dalton aparece como una brecha incomprensible. El proyecto infrarrealista –el proyecto de tantas vanguardias de los 70- se transforma, como afirma Gilman, en una utopía. Casi 20 años después, Bolaño –único sobreviviente visible del infrarrealismo- escribe estos versos: “Soñé que estaba soñando y que en los túneles de los sueños encontraba el sueño de Roque Dalton: el sueño de los valientes que murieron por una quimera de mierda.” (Bolaño 2000) Si tenemos en cuenta que para los infrarrealistas la única ética posible es la revolución y la única estética aceptable, la vida, se vuelve central y clara la relación que Bolaño construye en sus textos posteriores entre poetas y revolucionarios: “Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados” reafirma en 1999 al recibir el Premio Rómulo Gallegos por Los detectives salvajes. Estableciendo una línea que va desde sus primeros poemas de los 70 hasta sus novelas y cuentos de los 90, Bolaño plasma el fracaso de una generación quebrada por la violencia de Estado pero marcada también por la valentía y la generosidad de quienes pensaron la vida y la literatura como instrumentos posibles al servicio de un quimérico sueño destinado a la derrota.




Notas

[1] ‘Mario Santiago Papasquiaro’ es el seudónimo de José Alfredo Zendejas. En su biografía se basa Bolaño para la construcción de ‘Ulises Lima’ de Los detectives salvajes. También Juan Villoro en su novela El testigo homenajea a este poeta a través de su personaje ‘Ramón Centollo’.
[*] Una versión preliminar de este trabajo se presentó en el Primer Congreso Regional del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, junio de 2005, Rosario, Argentina. Actas en preparación.
[2] Debo la obtención de ese libro a la generosidad de Celina Manzoni.
[3] Entre 1973 y 74 Papasquiaro, Méndez y otros que luego serían parte del infrarrealismo asisten al taller de poesía que dicta Juan Bañuelos para “Difusión cultural” de la UNAM. La dinámica del taller consiste en la lectura y posterior crítica de las producciones de los asistentes. Esta metodología es impugnada por los jóvenes –con Papasquiaro a la cabeza- que quieren además estudiar la poesía clásica. Frente a las negativas por parte de Bañuelos de modificar los métodos de trabajo, Mario Santiago redacta una “carta-renuncia” con la intención de que el coordinador del taller deje sus funciones. Lo interesante es que Papasquiaro consigue no sólo que sus compañeros firmen la carta sino que el propio Bañuelos también lo haga. Este episodio contiene el germen de lo que un año después sería el infrarrealismo.
[4] Forman parte de esta apuesta estética Mario Santiago Papasquiaro (México, 1953-1998); Roberto Bolaño (Chile, 1953- Barcelona, 2003); Bruno Montané (Chile, 1953-); Ramón Méndez (México, 1954-); José Vicente Anaya (México, 1947-); Cuauhtémoc Méndez (México, 1953-2004); Edgar Altamirano (México, 1953-); Oscar Altamirano (México); Rubén Medina (México, 1954-); Jorge Hernández “Piel Divina” (México, 1953-). En una segunda etapa se unen al movimiento: José Peguero (México, 1955-); Pedro Damián Hernández (México, 1953-); Guadalupe Ochoa (México); José Rosas Ribeyro (Perú), Víctor Monjarás-Ruiz (México, 1953-), entre otros.
[5] “Octavio Paz y David Huerta iniciaron el ciclo de lecturas poéticas ‘Encuentro de generaciones’”. Debo a José V. Anaya, éste y otros materiales inhallables sobre el infrarrealismo.
[6] Actualmente pueden consultarse en la página oficial del movimiento,
www.infrarrealismo.com, muchos de los trabajos de los infrarrealistas que permanecían inéditos o eran de muy difícil acceso. El poeta Edgar Altamirano es el impulsor y responsable de la página.
[7] El de Anaya puede considerarse realmente como el “primer” manifiesto infrarrealista, ya que data del 75. No fue editado en castellano aunque en 1976 se lo publica en su versión en inglés –preparada por Elizabeth Bell- en Contracultural, San Francisco, E.E.U.U. Por su parte el manifiesto de Papasquiaro –también del 75- permanece inédito. El original está en posesión de José Anaya. El manifiesto de Bolaño es editado en 1977 en el número 1 de Correspondencia Infra, primera publicación periódica del grupo. Por esta razón, es considerado el ‘primero’, en tanto es el único que el grupo lee y presenta públicamente en 1976 y edita un año después.
[8] Los infrarrealistas reconocen líneas de continuidad con distintos movimientos vanguardistas de los 60, entre ellos, el nadaísmo colombiano, grupo fundado por Gonzalo Arango en 1958; y la beat generation norteamericana. Dentro del panorama mexicano, los infrarrealistas ven en su movimiento la actualización de algunos aspectos de lo que el estridentismo fue en la década del 20.
[9] Hora Zero sufre una fractura que da origen en el 77 a una refundación del movimiento. Los lineamientos estéticos de esta segunda etapa se consignan en el manifiesto “Contragolpe al viento”. Asimismo, en 1978 se crea en París la rama “internacional” del grupo que se da a conocer a través del manifiesto “Mensaje desde otra parte”.
[10] Algunos de los poetas que forman parte de Hora Zero tienen distinto grado de contacto con los infrarrealistas. En Zarazo 0, la primera revista editada por los participantes del taller de la UNAM que luego integrarían el infrarrealismo, se publican poemas de autores relacionados con HZ. También Bolaño y Papasquiaro asisten en 1975 a los talleres de poesía que se dictan en “La Casa del Lago”. Allí conocen a José Rosas Ribeyro y Tulio Mora, poetas cercanos a los horazerianos. Por otra parte Jorge Pimentel participa en la antología Muchachos desnudos bajo el arcoiris de fuego, mientras que Juan Ramírez Ruiz mantiene una fuerte vinculación con Mario Santiago Papasquiaro: además de citarlo en su manifiesto, Papasquiaro le dedica, años después, su libro Aullido de cisne.
[11] Ramírez Ruiz señala en el apartado “Hechos que no deben olvidarse” de “Poesía integral” los principios a seguir por todo “poeta de la revolución”: 1) Imponte la tarea de escribir los poemas que jamás se hayan escrito. 2) Llena de palabras el sentimiento. Y llena de intensidad las palabras 3) Los poemas deben tener el olor del mundo y deben respirar como un ser vivo, un poema integral es siempre un operativo cultural. 4) Es necesario escribir el color azul, escribir la angustia, escribir la lucha, escribir el rectángulo, la violencia. 5) Nada reemplazará tu obra. Y nadie te reemplazará a ti. 6) Desprecia convenientemente todo lo antihistórico y escupe a la rigidez y a lo insulso. 7) Eres todo lo que supones y aun eres mucho más. 8) Ámate como amas a la audacia 9) Di la primera palabra. Y no te preocupes por la última. 10) No tienes el “no me toca” para nada. 11) Nunca serás demasiado joven para todo lo que se puede lograr. 12) Tu condición, tu edad, tu circunstancia no es una disculpa para nada. 13) Piensa como dos. Ama como tres. Y trabaja como cuatro. 14) Sé audaz pero mantente fiel a tu respiración. 15) Es posible lograr lo imposible. Hay el 100% de posibilidades. 16) Edita por lo menos una revista de poesía joven en tu vida. 17) Ten el coraje de ir a la mierda y ten el valor de regresar. 18) Si no hay un hombro donde apoyarse, apóyate en tu hombro. 19) El poema no quiere que lo saquen, el poema busca salir. 20) El que camina va en un solo pie. El problema es dónde poner el otro. El que se detiene pone los dos pies y no es fiel a su respiración. 21) Eres indispensable como el aire. 22) Pon en dos minutos de palabras, los hechos de dos años de experiencia. 23) Evádete de tu nombre. 24) Tú siempre serás lo que se necesita. 25) Nunca se te va a terminar el amor. Prodígalo en tu mujer y bendícela, prodígalo en tu amigo y bendícelo. 26) Regálate y atrévete. Tú puedes. POESÍA ES.
[12] Este artículo –que permanece inédito- fue preparado por Mora para encabezar una Antología de poesía peruana.
[13] Este poemario que se edita en 1987 contiene n realidad poemas redactados durante 1978, es decir en plena etapa infrarrealista de Anaya.
[14] En este sentido no es casual la referencia a La Internacional Situacionista que aparece en el último fragmento del manifiesto.
[15] Veremos cómo en el manifiesto de Bolaño la idea de lo utópico no es pensada ya como una instancia celebratoria.
[16] Cuando se constituye oficialmente el movimiento infrarrealista -en una reunión en casa de Bruno Montané- asisten unas cuarenta personas, entre ellas -además de poetas- narradores, pintores y músicos.
[17] La cita de “La infra del Dragón” incluida por Bolaño en el manifiesto infrarrealista coincide con la traducción preparada por Carlos Robles para la compilación Lo mejor de la ciencia ficción rusa, Barcelona, Brugera, 1968.
[18] Escribe Anaya en su manifiesto: “El infrarrealismo no tiene acciones en fábricas ni en instituciones bancarias y, por lo mismo, no se acongoja cuando los obreros hacen huelga o los bancos son asaltados. [...] El infrarrealismo se ríe de las opciones capitalistas que siempre son: ‘¿coca-cola o pepsi-cola?’”. En cambio Papasquiaro avanza en esta línea -sin llegar a ser tan explícito como Bolaño- cuando señala como ejemplo de “escultura total” una manifestación de 20.000 personas en apoyo a una huelga del Suterm (Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana).
[19] No está de más recordar un pasaje del “Primer manifiesto surrealista” en el que se señala: “Rimbaud es surrealista en la práctica de la vida y en cualquier parte”.
[20] Cf. “Un paseo por la literatura” en Tres. No pasamos por alto las posibles relaciones entre sueño y surrealismo pero elegimos seguir otra dirección de análisis.
[21] En los años 80 ya en Barcelona Bolaño crea la modesta revista y editorial
¡Rimbaud, vuelve a casa!
[22] Para un pormenorizado análisis de muchas de las inquietudes de época propias del ‘escritor revolucionario latinoamericano’ es ineludible la lectura del trabajo de Claudia Gilman.










lunes, 21 de diciembre de 2009

“En realidad todos estamos incomunicados”. Entrevista a Roberto Bolaño

por Sònia Hernández y Marta Puig
En Bolaño salvaje (1ª edición). Barcelona. 03.2008





¿Por qué vino a España?
Por la casualidad, el azar.

¿Piensa volver a su país?
Sí, y si vuelvo será también por azar.

¿Ha encontrado dificultades para publicar?
Desde hace algunos años no, ninguna. Las dificultades son las mismas que te puedes encontrar en cualquier lugar del mundo, que es la enorme estupidez del negocio, de las editoriales, de las entrevistas, de los editores, de los escritores, es el muro con el que choca siempre cualquier creador, en cualquier momento.

¿Ha influido en su obra la estancia en España?
Me ha influido muchísimo, en todos los sentidos. Supongo que de la misma manera que vivir en Chile. El vivir en un lugar siempre influye. Nunca cierras las ventanas al lugar donde estás. Es igual a como influye en cualquier persona el estar con alguien, el enamorarte de alguien, pasar hambre en algún sitio, siempre lo recuerdas, o el peligro, la felicidad desbordada, son cosas que influyen estés donde estés y seas quién seas.

¿Qué tradición tiene con la tradición literaria de su país?
Ninguna. No tengo ninguna relación con la (tradición literaria) de mi país, ni con la española. No, ésta menos aún. Yo admiro mucho a algunos escritores españoles y son mis amigos. Por ejemplo, Enrique Vila-Matas me gusta muchísimo, lo admiro profundamente y además es mi amigo. Pero no hay tradición española que me haya influido a menos que empecemos a hablar del Siglo de Oro, y entonces sí. Cervantes es Dios. De la literatura universal hay muchísimos escritores que me han influido. Yo creo que todos. Es decir, todo libro que lees te está diciendo algo, y en ese sentido, todos los escritores, todas nuestras obras son parte de un gran libro. Cuando Borges decía que él estaba más orgulloso de las obras que había leído que de las que había escrito, yo creo que decía mucho más de lo que aparentemente parece. El acto de leer un libro es realmente importante. Cuando uno lee está actuando, se pone con esa acción en una tradición, ya no diría literaria sino humana, humanística.

¿Qué presencia tiene ahora su obra en su país de origen?
Ninguna. Dudo mucho que los chilenos crean que yo soy chileno. Creo que ellos creen que soy un catalán loco que ha decidido hacerse pasar por chileno.

¿A qué público lector se dirige?
No me dirijo a nadie en concreto. Pero si esto fuera posible, me gustaría dirigirme a dos o tres jóvenes desesperados que leen un libro como quien se agarra de una tabla. Es el mejor de los lectores. Te quiere y después te mata.

¿Piensa más en el público español que en el chileno?
No. En principio, cuando un escritor cualquiera se pone a escribir no piensa en nada. Nadie puede pensar en doscientas mil personas. Es una presunción, por parte de un escritor, decir “yo pienso…”. Con gran esfuerzo podrás pensar en cinco o seis. La literatura es trabajosísima y realmente en lo único que piensas es en acabar.

¿Se relaciona con otros escritores?
Sí, con Enrique Vila-Matas, con Ignacio Martínez de Pisón, con Javier Cercas…

¿Cómo valora la narrativa española más reciente?
La narrativa es espléndida. La poesía es como para cogerlos a todos y tirarlos por un barco en alta mar.

¿Cree que la literatura de su país es suficiente o insuficientemente conocida en España?
Creo que es insuficientemente conocida porque los lectores españoles no tienen por qué conocer la literatura chilena, así como los lectores chilenos tampoco conocen la literatura española. El mundo vive en una incomunicación que fluye a una velocidad de vértigo. Es una paradoja, pero es así. En realidad todos estamos incomunicados.





Ilustración: Cecil Gaspar










miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bolaño, el desquite

por Javier García
La Nación, Chile. 01.04.2007





Regresó para instalarse entre los primeros del listado de las 100 mejores obras en español de los últimos 25 años. En los nuevos libros le dedica un poema “al señor Teófilo Cid”, otro dice escribirlo “a lo Raúl Zurita”, y México vuelve a estar presente. ¿Qué pasó con el movimiento infrarrealista? Acá sus deudos reavivan las cenizas del mítico grupo.

España. Es de noche y el cielo está despejado en Castelldefels, mientras un chileno vigila el camping Estrella de Mar en donde a las seis de la mañana “sólo la radio cruza el silencio”. Es 1977 y Roberto Bolaño escribe sus versos a mano, recuerda a los amigos que dejó en México, también a Mario Santiago, quien le ha enviado una foto desde Israel, a Efraín Huerta, al Café La Habana, donde alguna vez estuvieron Fidel y el Che Guevara.

“No nos publicarán libros ni incluirán muestras / de nuestro arte en sus antologías (Plagiarán / mis versos mientras yo trabajo solo en Europa)”, apunta Bolaño en poemas que ahora ven la luz a más de tres años de su muerte, y a no más de diez de comenzar a ser publicado y reconocido como uno de los grandes escritores latinoamericanos.

Dos libros póstumos confirman su vigencia: La universidad desconocida, volumen de más de 400 páginas, y El secreto del mal (184 páginas), que acaban de ser editados por el sello Anagrama. Títulos que a mediados de mes estarán en Chile. Además, esta semana el autor de Los detectives salvajes se ubicó en los lugares tercero y cuarto del listado de las 100 mejores obras en español de los últimos 25 años, según el ranking de la revista colombiana “Semana”, siendo superado sólo por García Márquez y Vargas Llosa.


Zurita y las pornos

“Raro oficio gratuito. Ir perdiendo el pelo / y los dientes. Las antiguas maneras de ser educado / Extraña complacencia (El poeta no desea ser más / que los otros) Ni riqueza ni fama ni tan sólo / poesía. Tal vez ésta sea la única forma / de no tener miedo. Instalarse en el miedo”, se lee en un fragmento de La universidad desconocida. Un arte poético y un desafío, donde sus páginas muestran el retrato más explícito de su autobiografía. Ahí están sus padres, sus amigos mexicanos, los amores fracasados y la lucidez que le permitió ordenar su obra sabiendo que el futuro era incierto y frágil como su hígado.

“La presente edición corresponde con exactitud al manuscrito encontrado. El propio Roberto lo fecha en el año 1993. Fueron años de trabajo y de lucha, pero por encima de todo de escritura”, escribe su esposa, Carolina López, en el inicio de La universidad

Volumen donde se pueden hallar poemas escritos bajo diversos registros, breves como haikus y otros extensos de prosa poética, que no son sino los fragmentos de su libro Amberes. Textos que abren la segunda parte del libro. Luego, vendrá “Prosa de otoño en Gerona”, publicado originalmente en “Fragmentos de la universidad desconocida” (1992), recogido después en Tres (2000), y también hay poemas de Los perros románticos.

Pero asimismo se reúne gran parte de su obra impresa sólo por revistas mexicanas y españolas. En uno titulado “Dos poemas para Lautaro Bolaño”, escribe: “Lee a los viejos poetas, hijo mío / y no te arrepentirás”. Luego, el padre explicará que los poemas “fueron escritos inmediatamente después de salir del Hospital Valle Hebrón, en Barcelona, en el verano de 1992, con los viejos de hígados destrozados, con los enfermos de sida y con las muchachas que ingresaron por una sobredosis de heroína”.

El ejemplar cierra con “Notas del autor”, donde apunta que el poema “La pelirroja” “es un intento de escribir a lo Raúl Zurita –las musas me perdonen–, pero en el territorio de las películas pornográficas”.

Mientras, en El secreto del mal, Ignacio Echevarría, encargado de ambas ediciones, señala: “Reúne este volumen un puñado de cuentos y de esbozos narrativos espigados entre los numerosos archivos de texto que se encontraron en el ordenador de Bolaño tras su muerte”.

El autor de 2666 no se olvidó de Chile. De su venida en 1999 a la Feria del Libro, dice sobre los escritores que lo atacaron: “Lo increíble de esto es que me lo decían chilenos, tanto de izquierda como de derecha, que no paraban de lamer culos para mantener su exigua parcelita de renombre”.

Pero también hay personajes, relatos de orden descriptivo, ensayísticos, la antesala de lo que podría ser un cuento o una novela. Lo que Echevarría llama “una poética de la inconclusión”, las puertas abiertas que deja siempre el infierno, pero escribiendo “en el país de los imbéciles”, escribiendo bajo las estrellas donde quizá “sólo la radio cruza el silencio”.










jueves, 10 de diciembre de 2009

Cuando iba para Amberes

por Mauricio Montiel Figueiras
Letraslibres.com. 01.2003










La pulsión policiaca, generadora de notables ejemplos de la narrativa contemporánea, cruza como un estremecimiento la obra de Roberto Bolaño (1953). Desde Monsieur Pain, novela publicada en 1994 bajo el título de La senda de los elefantes y reeditada en 1999, hasta Nocturno de Chile (2000), pasando por los excelentes relatos de Llamadas telefónicas (1997) y Putas asesinas (2001) e incluso los poemas de Los perros románticos (2000) y Tres (2000), el autor chileno ha demostrado ser un hábil sabueso literario, dueño de un olfato que le permite captar y reconstruir tanto a los escritores que el mainstream ha desplazado a los márgenes de la memoria —esos "escritores que se alejan", según sus propias palabras— como las heridas históricas y políticas de su país de origen y la vida errante, visceral, de cierto sector de la literatura fraguada en el México de los setenta. Audaz y rabioso, ajeno al canto de sirenas del marketing, Bolaño ha logrado erigir un edificio narrativo que conforme uno lo recorre adquiere los contornos de una agencia detectivesca, una sólida empresa dirigida por un investigador empeñado en rasgar las entretelas de la realidad y en fundir y confundir autobiografía y ficción para descubrir que, en efecto, el mundo es un sitio muy raro.

Uno de los pilares, o mejor, uno de los primeros casos de esta empresa es quizá el menos célebre y se llama La pista de hielo. Aparecida en un tiraje limitado en 1993 y reeditada por Planeta en 1998, esta novela confirma que el filón policiaco ha acompañado a Bolaño desde sus inicios y es una clave necesaria para entender su modus operandi. Aquí están no sólo las voces entrelazadas que anuncian la compleja polifonía de Los detectives salvajes (1998) sino también las semillas de Arturo Belano y Ulises Lima, los espejos que Bolaño ha diseñado para desdoblarse junto con su cómplice Mario Santiago: Remo Morán y Gaspar Heredia, chileno y mexicano, los poetas desarraigados que se ven envueltos en un crimen cometido en la pista de hielo del título, oculta dentro de una casa abandonada que funge como metáfora ideal del secreto. Aquí están, asimismo, los amores rotos y las ilusiones perdidas, la Cataluña de playas y carreteras desoladas, el camping sombrío al que los personajes son condenados como vigilantes nocturnos, la atmósfera en la que se incuba la tormenta de proporciones anímicas que pende sobre textos posteriores. Aquí están, desarrollados de acuerdo con las reglas del género negro, los atisbos ominosos que Bolaño recoge en Amberes.

Escrito en 1980, dos años antes que Monsieur Pain, Amberes es un libro que escapa a la clasificación fácil y rotunda: "Díganle al estúpido de Arnold Bennet que todas las reglas de construcción siguen siendo válidas sólo para las novelas que son copias de otras". Así pues, ¿de qué hablamos cuando hablamos de esta obra? De una narración astillada, sí, pero a la vez de un laboratorio literario, de un cuaderno de notas que alterna el flujo poético y el ritmo prosístico, de una suerte de nuevo y condensado Libro del desasosiego, de un conjunto de postales enviadas desde la tenue frontera en que se topan y luchan sueño y vigilia y fiebre y lucidez, de una reunión de "breves textos policiacos", de una "escritura que se sustrae tal como se sustrae el amor, la amistad, los patios recurrentes de las pesadillas (y que) por momentos (da) la impresión de que todo esto es 'interior'". ¿Y qué hay dentro de este anfibio anárquico, capaz de moverse a sus anchas en distintos elementos, que provoca una inquietud semejante a la que produce vislumbrar el dorso de la realidad, ese "enjambre de frases sueltas"? Hay, para empezar, guiños a La pista de hielo: la costa catalana convertida en tierra de nadie, un Gaspar ("¿Era Gaspar el que contaba historias de policías y ladrones?") que aún no se apellida Heredia, un camping Estrella de Mar que luego mutará en Stella Maris. Hay ritornellos que obsesionan a la voz o más bien a las voces cantantes: carreteras vacías, camareros que caminan al crepúsculo por una playa desierta, mujeres sin boca que devienen gente sin boca que deviene gente que abre la boca sin poder hablar al fondo de un sueño, un jorobado que vive en un bosque en el que se proyecta una cinta protagonizada quizá por una pelirroja y un policía enfrascados en rituales sadomasoquistas que remiten al Robert Coover de Azotando a la doncella, una poeta suicida que "escribía dragones" —la belga Sophie Podolski, a la que Bolaño ha rendido tributo en otros textos—, un autor inglés que al parecer padece un bloqueo creativo, un cadáver en un parque de los suburbios de Barcelona, una niña gorda en una piscina pública. Hay referencias a un Roberto Bolaño que puede ser el tipo que "pasa las tardes sentado a una mesa (...) intentando escribir", el sudamericano que agoniza "en un dormitorio que apesta", el autor que escribe "con un promedio de tres horas diarias de sueño", el narrador que confiesa haber trabajado "con subnormales, en un camping, recogiendo piñas, vendimiando, estibando barcos", el extranjero que "lo pasa mal, en tierras desconocidas, sin grandes posibilidades de escribir poesía épica, sin grandes posibilidades de nada", o todos, o ninguno. Hay, para concluir, sólo tres oscuras menciones a la urbe que bautiza el libro, una ciudad literal y literariamente invisible que se vuelve símbolo de la búsqueda y el extrañamiento escritural, de ese impulso que "propulsiona la poesía hacia algo que los detectives llaman perfección".

Cuando iba para Amberes, hace poco más de dos décadas, Roberto Bolaño descubrió un aliento "en donde aún es dable encontrar asombro, juego, perversión, pureza", virtudes con las que ha regresado en la madurez para entregarnos una obra fundamental, fruto de una indagación profunda.










lunes, 7 de diciembre de 2009

El cielo es el infierno

por Carlos Almonte
Revista LSD, Uruguay. Edición agosto-septiembre 2007




...un puro espíritu se acrece
bajo la corteza de las piedras.

de Nerval



Me detengo frente a un cielo rojo, sin interrupciones,
bajo una tormenta equidistante.

Las aves han huido, junto a lobos y alacranes.
Un sonido, espeso como el pensamiento, me revela:
Ya no hay otro día, la muerte ha comenzado.

Me despierto en una habitación vacía;
las paredes son cubiertas por espejos y colores
que se quiebran en la acción de las palabras.

Los recuerdos se han desvanecido:
el alcohol, el tabaco, la vejez.

No me da la cara ni comenta su final,
aunque entiendo que muy pronto nos veremos.
Entre las montañas, oigo los tambores que me dan la bienvenida.

Camino sin tocar la arena; dos sujetos me reciben
y me esparcen la pintura negra sobre el cuerpo.
Uno de ellos palmotea un giro rápido; otro me aconseja discreción.

Me despido ahora, sin pensar en lo que viene,
sin sentir ni recordar.

Me despido ahora, como siempre,
entre una voz que no se escucha, el mayor de los silencios
y mi irrevocable entrada al horizonte.





de Antología visceral: ficciones dentro de ficciones (inédito), 2006
Fotografía: Graciela Iturbide











miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un escritor con espíritu rebelde

por Marcelo Aparicio
Página 12. 16.07.2003




La muerte fue impaciente con el escritor chileno Roberto Bolaño, fallecido ayer a los 50 años, a la espera de un trasplante de hígado que no llegó. Dejó inconclusa una novela, 2666, que el autor vaticinaba como su obra más ambiciosa, y poco antes de ser hospitalizado le entregó a su editor un libro de relatos. Su actitud de escritor compulsivo encontró un límite prematuro e injusto, que privó a sus lectores de una de las mejores plumas que dio la lengua española en los últimos años. Bolaño era tan reconocido por su finísima ironía –que a veces irritaba a algunos de sus colegas– como por la calidad de sus textos. Uno de sus mejores trabajos, Los Detectives Salvajes (1998), le valió la obtención del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, reconocimiento que se sumó al que ya había logrado en España adjudicándose, el mismo año de la publicación de la obra, el Premio Herralde de Novela.

El escritor había nacido en Santiago de Chile en 1953, pero residía desde 1977 en Blanes, en la costa catalana. En 1968 se trasladó con su familia a México, donde comenzó sus estudios y con quince años ingresó en el colegio, que dejó un año más tarde prometiéndose no volver a ninguna institución educativa. Cultivado gracias a su pasión por la lectura, Bolaño no se consideró sin embargo un autodidacta. “Hablar de autodidacta es un error de concepto, yo leí mucho, hubo autores que me enseñaron lo que sé”, dijo en referencia al poeta mexicano Efraín Huerta o a Enrique Lihn, a quienes no conoció pero de quienes reconoce la influencia sobre su obra. Tras colaborar como articulista en diferentes medios mexicanos, Bolaño decidió volver a su país en 1972, para abandonarlo definitivamente un año después a raíz del golpe de Estado que dio paso a la dictadura del general Augusto Pinochet. Otra vez instalado en México y con un grupo de poetas mexicanos, creó el “infrarrealismo”, un movimiento de vanguardia que dio pie a que en 1975 publicara una antología poética bajo el título de Poetas Infrarrealistas Mexicanos.

En 1984 Bolaño escribió su primera novela, Consejos de un Discípulo de Morrison a un Fanático de Joyce, escrita a cuatro manos con Antonio García Porta, cuya tercera novela, Singapur, presentó el propio Bolaño el pasado 12 de junio. Autor de cinco libros de poesía, Bolaño escribió también, entre otros textos, La Pista de Hielo (1993), La Senda de los Elefantes (1994)*, Estrella Distante (1996), Amuleto (1999) y los relatos Llamadas Telefónicas, que fueron galardonados en 1997 con el Premio Municipal de Santiago de Chile, el más importante que concede su país. A partir de entonces, Bolaño publicó Monsieur Pain (1999), al año siguiente Nocturno de Chile; en 2001 los cuentos Putas Asesinas y un año después Amberes y Una Novelita Lumpen. Su talento era particularmente apreciado en España, donde en sus primeros tiempos realizó todo tipo de trabajos, incluso de vigilante y vendedor. En Chile era muy querido por la juventud, según relatan sus colegas y amigos.

El libro de relatos que entregó a su editor un día antes de entrar al hospital se llama El Gaucho Insufrible. Debe su nombre a uno de los relatos, dedicado al escritor y periodista de Página/12 Rodrigo Fresán. El libro que no pudo terminar, en tanto, está inspirado en el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, México. 2666 hubiera sido una obra de más de mil páginas. “Son más de mil páginas que tengo que corregir, es un trabajo como de minero del siglo XIX”, dijo el escritor al diario chileno La Tercera a mediados de junio pasado. “Procuro ahora hacer un trabajo más reposado. Voy a corregir la novela sólo después de la operación”, había señalado al matutino en cuyas páginas había expresado sus expectativas ante la esperada operación de trasplante: “El doctor dice que me va a avisar cinco horas antes y en ese tiempo tengo que pedir perdón, hacer mi testamento y poner mi alma en funciones. Estoy tercero en una lista para recibir el trasplante”. Varios escritores chilenos expresaron ayer su pesar por la muerte de Bolaño, al que definieron como el autor más importante que tuvo su país en la última década y uno de los más relevantes de la actual narrativa latinoamericana. Para el escritor Darío Oses, Los Detectives Salvajes es “una de las grandes novelas de América Latina” y la comparó con Rayuela, de Julio Cortázar, por su carácter innovador. Jorge Edwards, en tanto, señaló que Bolaño “era una persona de un humor especial, un poco negro. Era un escritor sardónico, duro en algún sentido, muy imaginativo y realmente muy original. Le tuve gran aprecio y siento mucho su muerte”. Aunque Bolaño empezó escribiendo poesía, Edwards, que recibió el Premio Cervantes en España, considera que “en la prosa narrativa y en el cuento y la novela corta era donde daba lo máximo de él. Con su muerte se va un gran narrador”, precisó Edwards, quien concluyó: “Bolaño era el tipo de escritor rebelde, contrario a las instituciones, a los grandes premios. Era un rebelde nato”.




* Luego sería publicada con el nombre de Monsieur Pain.