Una selección de fragmentos de entrevistas con el autor de Nocturno de Chile
trazan el perfil de un escritor creativo y polémico
¿Tuviste alguna influencia de tus padres en cuanto al gusto por la literatura?
No, la verdad es que, digamos en términos genealógicos, provengo de dos familias: una que arrastraba quinientos años de analfabetismo constante y riguroso, y la otra, la materna, que arrastraba trescientos años de desidia, también constante y rigurosa. En ese sentido soy la oveja negra en mi familia. Supongo que hubieran preferido cualquier otra cosa. La verdad es que, conociendo lo que conozco ahora, que ya tengo cincuenta años, tampoco a mí me gustaría que un hijo mío fuera escritor. Es bastante duro ser escritor, aunque, bueno, tampoco hay que exagerar [...]. Mi madre sí que leía más, pero si me hubiera formado con los gustos de mi madre ahora sería una especie de Marcelo Serrano o de Isabel Allende, que por otro lado no estaría mal, porque no hubiera conocido los tormentos del escritor y sí hubiera conocido las mieles de los millones, lo que, visto en perspectiva, no es una mala salida.
(Revista Turia, Barcelona, junio de 2005).
¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables.
¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
La intransigencia, la prepotencia, la intolerancia.
¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Son muchas, y ya soy demasiado viejo para establecer un ranking.
¿Qué palabras o frases usa más?
"Joder" y "coño".
(Diario La Tercera, Santiago de Chile, 19 de marzo de 2000).
Siempre se les pregunta a los escritores, y ésta no será la excepción, por su fuente básica de inspiración. Algunos se inspiran más en la vida, otros más en la literatura.
Por lo que a mí concierne, en ambas.
(Revista Capital, Santiago de Chile, diciembre de 1999).
¿Crees en la inspiración o en la constancia?
En la constancia. Pero cuando llega la inspiración te das cuenta de que la constancia es una verdadera mierda. Lo que hay que hacer es provocar la inspiración, y para hacerlo hay que ser constante.
¿Tu opinión de los premios ha cambiado desde que ganaste el Herralde de Novela?
De los premios grandes tengo en general una mala opinión. Pero antes de empezar a publicar prosa en Seix Barral, estuve dos o tres años viviendo de lo que ganaba con los premios de provincias. Eran premios de tercera división, pero para mí son los auténticos premios, a los que les tengo una profunda gratitud.
(Revista Qué Leer, Barcelona, septiembre de 1999).
¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de esos libros?
No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y el ritmo, cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
¿Usted es chileno, español o mexicano?
Soy latinoamericano.
¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
Yo nunca llevo la contraria.
¿Cómo enamoró a su esposa?
Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas.
¿Qué cosas les debe a las mujeres de su vida?
Muchísimas. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.
¿Qué cosas lo aburren?
El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.
(Revista Playboy, México DF, julio de 2003 ).
¿Qué es lo que finalmente quiere que nos quede como gesto en el rostro a nosotros, sus lectores, cuando terminamos un libro suyo?
Aquí hay dos respuestas, la pregunta ésta es muy buena. Primero, que cada lector es dueño de su propio rostro, y que yo no tengo nada que ver con el estado en que quede ese rostro. Y segundo, que si por casualidad cada lector ha podido ver en mis libros a alguien cercano a él, pues yo me daría por satisfecho. Sobre todo a alguien cercano que no cerrara puertas, a alguien cercano que abra puertas y ventanas y que luego desaparezca, porque hay muchas cosas por leer y la vida no es tan breve como se piensa.
(Programa Perfiles, Radio Francia Internacional, mayo de 2002).
No, la verdad es que, digamos en términos genealógicos, provengo de dos familias: una que arrastraba quinientos años de analfabetismo constante y riguroso, y la otra, la materna, que arrastraba trescientos años de desidia, también constante y rigurosa. En ese sentido soy la oveja negra en mi familia. Supongo que hubieran preferido cualquier otra cosa. La verdad es que, conociendo lo que conozco ahora, que ya tengo cincuenta años, tampoco a mí me gustaría que un hijo mío fuera escritor. Es bastante duro ser escritor, aunque, bueno, tampoco hay que exagerar [...]. Mi madre sí que leía más, pero si me hubiera formado con los gustos de mi madre ahora sería una especie de Marcelo Serrano o de Isabel Allende, que por otro lado no estaría mal, porque no hubiera conocido los tormentos del escritor y sí hubiera conocido las mieles de los millones, lo que, visto en perspectiva, no es una mala salida.
(Revista Turia, Barcelona, junio de 2005).
¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
Yo soy una persona llena de defectos y todos son deplorables.
¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
La intransigencia, la prepotencia, la intolerancia.
¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Son muchas, y ya soy demasiado viejo para establecer un ranking.
¿Qué palabras o frases usa más?
"Joder" y "coño".
(Diario La Tercera, Santiago de Chile, 19 de marzo de 2000).
Siempre se les pregunta a los escritores, y ésta no será la excepción, por su fuente básica de inspiración. Algunos se inspiran más en la vida, otros más en la literatura.
Por lo que a mí concierne, en ambas.
(Revista Capital, Santiago de Chile, diciembre de 1999).
¿Crees en la inspiración o en la constancia?
En la constancia. Pero cuando llega la inspiración te das cuenta de que la constancia es una verdadera mierda. Lo que hay que hacer es provocar la inspiración, y para hacerlo hay que ser constante.
¿Tu opinión de los premios ha cambiado desde que ganaste el Herralde de Novela?
De los premios grandes tengo en general una mala opinión. Pero antes de empezar a publicar prosa en Seix Barral, estuve dos o tres años viviendo de lo que ganaba con los premios de provincias. Eran premios de tercera división, pero para mí son los auténticos premios, a los que les tengo una profunda gratitud.
(Revista Qué Leer, Barcelona, septiembre de 1999).
¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de esos libros?
No lo creo. Primero, porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y el ritmo, cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
¿Usted es chileno, español o mexicano?
Soy latinoamericano.
¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
Yo nunca llevo la contraria.
¿Cómo enamoró a su esposa?
Cocinándole arroz. En esa época yo era muy pobre y mi dieta era básicamente de arroz, así que lo aprendí a cocinar de muchas formas.
¿Qué cosas les debe a las mujeres de su vida?
Muchísimas. El sentido del desafío y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.
¿Qué cosas lo aburren?
El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado.
(Revista Playboy, México DF, julio de 2003 ).
¿Qué es lo que finalmente quiere que nos quede como gesto en el rostro a nosotros, sus lectores, cuando terminamos un libro suyo?
Aquí hay dos respuestas, la pregunta ésta es muy buena. Primero, que cada lector es dueño de su propio rostro, y que yo no tengo nada que ver con el estado en que quede ese rostro. Y segundo, que si por casualidad cada lector ha podido ver en mis libros a alguien cercano a él, pues yo me daría por satisfecho. Sobre todo a alguien cercano que no cerrara puertas, a alguien cercano que abra puertas y ventanas y que luego desaparezca, porque hay muchas cosas por leer y la vida no es tan breve como se piensa.
(Programa Perfiles, Radio Francia Internacional, mayo de 2002).
Pintura: "Bolaño", de Alexandra Zamorano, 1998