La Tercera. 30.08.2003
Algo tiene Roberto Bolaño que gusta a quienes desean una prosa viva, dinámica, muchos episodios en cada libro. Algo posee que cautiva tanto al lector que no busca referencias cultas como a los críticos. Territorios en fuga (estudio preliminar y compilación de Patricia Espinosa) lo prueba de modo contundente. Se trata de 19 ensayos elaborados por académicos, profesionales de la literatura y teóricos que escriben y trabajan en Chile, cuando Bolaño aún estaba vivo. El volumen constituye un hecho excepcional por varias razones. Por primera vez un autor chileno concita tanta atención, tan calificada, mientras se encontraba en plena producción, en el cenit de su carrera. Y por primera vez esta atracción se ejerce sobre una obra divulgada hace algo más de un lustro. Si nos detenemos a pensarlo un momento, Roberto Bolaño se dio a conocer entre nosotros -y en el resto del mundo de habla española- hace menos de diez años, cuando apareció, en 1996, La literatura nazi en América; el éxito rotundo de Los detectives salvajes se produjo en 1998. Antes o después de este título se editaron Estrella distante, Llamadas telefónicas, Amuleto, o textos muy anteriores -La pista de hielo, Monsieur Pain- lanzados de nuevo cuando el narrador ya estaba consagrado. En verdad, Bolaño comenzó a escribir en la adolescencia y llevaba tres décadas publicando, de modo que el reconocimiento hacia su producción es bastante tardío. Así y todo, ningún escritor chileno ha logrado despertar el paradójico entusiasmo reflejado en Territorios en fuga.
Los análisis son apasionados, incluso un tanto fanáticos y arrebatados, como seguramente los merece Bolaño, un inventor de ficciones excéntrico, desmedido hasta el delirio. Sin ánimo de excluir nombres, destacan Grínor Rojo, quien abandona aquí el tono catedrático; Javier Edwards, que deja gusto a poco; Roberto Contreras y Patricia Espinosa, al ocuparse de la ignorada poesía de Bolaño, y Darío Oses, único colaborador de la colección que es, él mismo, además, cuentista y novelista.
Una afirmación breve sobresale por la frescura y espontaneidad: "hay libros que cambian la vida" (se refiere a Los detectives salvajes). Si alguien todavía piensa en la lectura como una forma de redención personal, estamos ante un fenómeno demasiado maravilloso y no debe pasarse por alto. Ojalá a todos nos hubiera cambiado la vida gracias al conocimiento de ciertos relatos y ojalá todos hubiéramos decidido correr, siquiera de modo imaginario, las aventuras, los riesgos, la fiebre inventiva que cruza las distintas peripecias de Los detectives salvajes.
Los juicios sobre Roberto Bolaño deben tomarse, por cierto, de manera tentativa, porque es un creador muy arraigado en el presente. Sin embargo, más allá de su vasta cultura y del refinamiento y naturalidad adquiridos a lo largo del tiempo, un rasgo predominante emparenta al literato chileno con los grandes hombres de letras del pasado, en especial los del siglo XIX: siempre tuvo excelentes historias para contarnos. En ese sentido, la permanencia de Bolaño está asegurada. Cuando alguien nos cuenta algo que no sabíamos, cuando nos revelan cosas ocultas acerca de nosotros, cuando un amigo o amiga nos narra parte de su vida, nunca más volvemos a ser los mismos. Y eso es lo que hace Bolaño en sus cuentos o novelas: decirnos quién es él y quiénes son las personas que han vivido junto a él. Parece sencillo, pero pocos escritores en idioma castellano saben hoy hacerlo tan bien. En suma, aunque Bolaño no necesita introducciones para ser leído, Territorios en fuga es un notable aporte para su comprensión.