La Nación, Chile. 21.11.1998
Camina por una habitación de un coqueto apart hotel de
Providencia, con el pelo desgreñado y revuelto, como si hubiera soñado que
estaba en medio de un huracán. Anda a “pata pelada”, bebe un humeante té de
hierbas silvestres, fuma como un obseso, tose y acaricia una ruma de libros de
autores chilenos que ya comienza a devorar. Es Roberto Bolaño, escritor chileno
radicado en España que fue galardonado este año con el Premio Municipal de
Literatura por Llamadas telefónicas (Anagrama). Hace 25 años que no pisaba
suelo chileno, este santiaguino de mirada de niño feliz y manos inquietas.
Bolaño, para muchos críticos, una de las plumas más
notables de la narrativa latinoamericana y que ya comienza a derribar aquel
mito de que nadie es profeta en su tierra, se encuentra en Santiago con su
esposa y su pequeño hijo Lautaro, para dar a conocer su novela La pista de
hielo, de editorial Planeta, la que lo presentó en sociedad, el jueves pasado,
en la plaza Mulato Gil.
Es raro que con 25
años fuera de Chile no tengas un acento español tan marcado…
Y eso me preocupa, porque llevo sólo unos días y mi
mujer dice que ya estoy hablando con acento chileno, ¡y sólo llegué hace nueve
días sin pizca de acento!
¿Vienes para quedarte?
No, me desagradaría volver, aunque costaría mucho,
porque estoy casado con una española, mi hijo es español y está en el colegio.
Por ahora estoy encantado y a mi mujer también le encanta Chile, pero…
¿Cómo te han recibido
en el país?
Muy hospitalariamente. Mejor imposible… Más
hospitalidad sería matarme.
El caso de la
detención de Pinochet, ¿cómo lo has digerido?
Con mi mujer, por las noticias que nos llegaban de
Chile, estábamos preocupados de que acá hubiera expresiones en contra de los
españoles, pero desde que llegamos no hemos recibido el más mínimo rechazo, es
más, nos han tratado con suma delicadeza.
¿Qué te pareció ver a los
dos bandos en pugna en las calles?
Eso me parece terrible, es como volver al pasado. Noté
que en veinticuatro años nada ha cambiado. Acá se ha derramado mucha sangre,
ahora sólo debería imperar el diálogo. Esas actitudes extremas a nada conducen.
Sabemos que te fuiste
exiliado, ¿pertenecías a un partido?
Yo me fui de Chile a México el 68 con mi familia, pero
volví el 73 para participar en la Unidad Popular. Tenía veinte años y quería
quedarme. Luego vino el Golpe y me fui, pero no pertenecí a ninguna tienda
política, porque a mí me habrían despedido de un partido a las dos semanas.
¿Eres anárquico?
Bastante, yo jodo mucho la paciencia. Nunca he
militado, pero siempre he sido de izquierda.
¿Seguiste a Iván
Zamorano en España?
No, el jugó por el Real Madrid y yo soy del Barcelona.
Son equipos de una rivalidad a muerte. Si el Real pudiera bajar a segunda
división, mejor… Por mí que Zamorano se hubiera lesionado (ríe). No había la
más mínima posibilidad de entendimiento.
¿Y qué opinas de
Marcelo Salas?
Ese sí me encanta. Me gusta más que Zamorano. En el
área, Salas es un verdadero killer…
¿Viste muy cambiado a
Chile después de 25 años de ausencia?
No he notado mucho cambio en el Chile que dejé. Desde
que me fui, hace 25 años, y con el que tenía en mi imaginario. Aunque hay
muchos Chiles, yo ahora estoy en el Chile de Providencia. Creo que 25 años es
poco para que un colectivo cambie.
Pero en 25 años,
aunque sea algo, las cosas cambian…
Bueno, por los viajes que he realizado dentro de Chile,
me di cuenta de que algunas malas costumbres se han afianzado en este país.
¿Cómo cuáles?
La homofobia, por ejemplo. No recuerdo que Chile haya
sido tan homofóbico como lo es ahora, o ese rollo clerical, que me han contado.
No recuerdo que antes los curas tuvieran tanto peso como ahora.
¿Cómo notas lo de
homofóbico?
Conversando con amigos homosexuales que se sienten
bastante jodidos. Además, no recuerdo desde niño, que la Iglesia tuviera tanto
poder como lo tiene hoy.
¿Cómo es tu relación
con otro chileno que triunfa afuera, Luis Sepúlveda?
Hubo un conato de relación con Sepúlveda, una vez me
llamó y nos hablábamos. Tuvimos una serie de conversaciones y me invitó a 8un
congreso hispanoamericano. A ese congreso, a última hora, no pude ir y le dejé
un mensaje, que me sentía mal. Él, claramente, lo sintió como casus bellis (causa de guerra), y cortó
las relaciones.
Si hubiera sido al
revés, ¿qué habría pasado?
Lo habría llamado para interesarme por su salud…
¿Y tú estabas enfermo
de qué?
Era mentira… no estaba enfermo de nada, es que era un
congreso muy fome y no quería ir.
Seguro que a Sepúlveda
no le gustó tu mentira piadosa…
Parece que no le gustó, porque nunca supe nada más de
él. Me pude haber muerto y Sepúlveda no le dio el pésame ni a mi mujer, menos
mal que era todo mentira.
Lástima que estén
peleados, porque así como en el fútbol está la dupla ‘Za-Sa’, acá se especulaba
que en literatura estaba la ‘Bo-Se’ (Bolaño-Sepúlveda).
Pero Sepúlveda es mucho más exitoso que yo, aunque
ambos escribimos harto, pero mi literatura es más difícil que la de él. Él
vende más, porque su literatura es más comestible y rápidamente digerible.
Aunque tú tienes a los
críticos a tus pies.
Eso es verdad, yo tengo una crítica mucho mejor que la
de Sepúlveda.