por Lucía Magi
La Tercera. 19.05.2013
La última obra que Roberto Bolaño publicó en vida es la
primera que llega a la gran pantalla tras su muerte. Sucede justo a los 10 años
de su desaparición, cuando hubiera cumplido los 60, de la mano de la chilena
Alicia Scherson (1974), que con El futuro plasma en imágenes y sonidos Una novelita lumpen.
Tras una gestación de seis años, la cinta llega a las
salas a principios de junio. El Salón Internacional del Libro que se celebra
estos días en Turín y que este año tiene como país invitado a Chile, hospedó su
exhibición en el marco de un homenaje al autor de Los detectives salvajes coordinado por la Dirac. Un estreno
italiano para su obra ambientada en Roma.
“Suelo escribir los guiones de mi propio puño, dice la
realizadora de Play y Turistas, pero con esta novelita, tan rápida, redonda y
precisa como una aceituna, me pasó algo único: un enamoramiento súbito y
definitivo. Me obsesioné con la idea de llevarla al cine”. Scherson viajó a
Barcelona y cerró un acuerdo con Carmen Balcells, agente del escritor. Luego
buscó financiamiento: la película es el resultado del esfuerzo conjunto de
productoras en Chile (Jirafa), Alemania (Pandora Film), España (Astronauta) e
Italia (Movimento Film). El plató de rodaje rebotó de la capital italiana a
Colonia y a Santiago.
La ciudad del Coliseo y de San Pedro queda lejana e
irreal. Scherson se detiene en las periferias, allí donde la ciudad se apaga en
sus colinas; donde las arcadas del acueducto romano obligan a las calles, a los
descampados, desguaces y soledades a serpentear y torcerse en parajes perfectos
para novelas de Pier Paolo Pasolini. La magnificencia decadente de los foros es
un telón de fondo que deja solos a los protagonistas, Bianca y Tomás, hijos de
emigrantes chilenos, huérfanos apenas adolescentes. La pensión de orfandad no
basta y ellos se hunden en un submundo de noches en vela, televisión basura,
compinches marginados y sueños rotos.
En esta espiral que les atrae hasta el fondo, la
muchacha acaba prostituyéndose. El cliente es un ex físicoculturista ciego
llamado Maciste, que vive atrapado en un piso inmenso, en el recuerdo del
título de Mr. Universo y de las películas peplum
en las que actuaba; un hombre imponente como una “nevera rota” interpretado por
un eficaz Rutger Hauer (1944), célebre por haber sido el replicante de Blade
runner. Centran la película el físico grácil y la mirada obstinada de Manuela
Martelli (Machuca). Su hermano es un joven actor italiano, Luigi Ciardo, así
como los dos amigos Alessandro Giallocosta y Nicolas Vaporidis.
“Me emocionó ver la película. Creo que es muy intensa y
respetuosa con lo que Roberto escribió”, comenta Carolina López, la viuda del
narrador. “A este libro lo quiero de forma especial: es una hermana desamparada
de su obra mayor. Fue también la única novela que Roberto hizo por encargo. La
editorial Random Mondadori, en 2001, pidió a algunos de sus autores que
escribieran breves cuentos ambientados en varias ciudades. A Roberto le tocó El
Cairo, lo cual resultaba bastante complicado porque estaba muy enfermo y no
quería viajar solo. Hizo que le cambiaran de destino y acabamos en Roma él,
Lautaro con 10 años y yo, embarazada de Alexandra”. Carolina sonríe: “Comían
cuatro helados al día y una gran cantidad de panini con rúcula, una verdura de
la que ignoraba la existencia”.
El viaje transcurrió entre felicidades culinarias y
familiares, pero el narrador no agradecía escribir por encargo y tardó un año
más del plazo en entregar el libro: “Solía repetirme: si muero, le debo 800 mil
pesetas a la editorial”, recuerda López.
Alcanzó a terminar Una
novelita lumpen y a verla impresa. Pero pegó a las páginas el tormento que
acompañó aquella creación. “La trama es lineal, plantea Scherson, los hechos
siguen de forma fluida. El desafío fue embeber la película de aquella sensación
alucinada y apocalíptica que Bolaño nunca describe explícitamente, sino que
esparce entre palabra y palabra. Me di cuenta de lo banal que es el cine, que
debe dar un color y una luz a todo, mientras la complejidad de la escritura
permite ser alusivos”.
La frustración de un futuro que no sabe arrancar,
atrapado en un universo mísero de valores y sueños llega potente de Bianca y
Tomás, que no sonríen jamás y caminan mirándose los pies. En esa Roma de cartón
piedra, lejana e inútil, el presente es cruel y el futuro no existe.