La Tercera. 25.08.2014
El responsable de llevar al inglés novelas y cuentos del autor chileno
publica el revelador estudio
Roberto Bolaño’s fiction: an expanding universe
Chris Andrews tradujo diez libros de Roberto Bolaño al inglés, actividad que le permitió sumirse, como pocos lo han hecho, en las profundidades, en los pasadizos oscuros e intrincados de aquella maquinaria enorme, compleja y fenomenal que es la literatura del celebrado narrador chileno (“El policía de las ratas”, uno de los cuentos de El gaucho insufrible, está dedicado a Andrews). Hace algunos días se publicó en Estados Unidos Roberto Bolaño’s fiction: an expanding universe, un estudio en el que, con inteligencia, claridad y precisión, el escritor australiano revela las capas ocultas del método, para muchos lectores misterioso, con que Bolaño compuso sus obras más famosas.
En el primer capítulo, el autor se pregunta por qué la ficción del narrador chileno fue tan bien recibida en el mundo angloparlante (sus respuestas son de crucial importancia, ya que él mismo, en calidad de traductor, es responsable en buena medida de aquel éxito). En los seis capítulos restantes, Andrews se dedica a revisar temas que les resultarán apasionantes a los seguidores de Bolaño: el manejo de la tensión dramática, la forma en que los personajes evolucionan a lo largo del tiempo, cómo ellos se protegen y dañan unos a otros, y qué valores políticos y éticos entran en juego por medio de aquellas interacciones.
Tras la muerte de Bolaño han aparecido varios estudios de su literatura, escritos en diferentes idiomas, pero dados la amplitud de los conocimientos de Andrews, el valor de sus juicios -casi siempre novedosos; a veces arrojados-, y debido también a la peculiar intimidad que un traductor puede alcanzar con el material traducido, no hay riesgo en afirmar que Roberto Bolaño’s fiction: an expanding universe es un obra superior, y, a todas luces, definitiva.
Parte advirtiendo que su libro es un libro de crítica literaria, pero se lee como una investigación que tiene muchos rasgos bolañescos: ¿Qué les diría a los lectores que se asustan con la mención de “crítica literaria”?
Partí de esa manera para despejar una confusión que surge a veces en el mundo anglófono: aquí hablo de la obra de Bolaño, y no de la traducción de su obra. Lo poco que puedo decir sobre la traducción no tiene mucho interés comparado con lo mucho que queda por decir sobre la ficción de Bolaño. Quería ir al grano. Entiendo que hay lectores para quienes los términos de la narratología, por ejemplo, son intimidantes. A ellos les diría que podrían saltarse el capítulo dos. Espero no haber abusado de una terminología recóndita. Traté de escribir de la manera más clara posible, para que el lector pueda saber hasta qué punto está de acuerdo con mi argumentación (y en dónde empieza su desacuerdo).
Dentro de las razones que en su opinión explican el éxito de Bolaño en inglés llama la atención la siguiente: “Bolaño suple una carencia en la ficción norteamericana”. ¿Cómo llegó a tal conclusión?
Allí hago eco de algo que viene diciéndose desde el boom de las escuelas de “escritura creativa”: lo que falta no es destreza ni inteligencia, sino que la osadía y la excentricidad de los autodidactas.
En su libro cita a Alberto Manguel, quien opina que “algunos críticos impresionables” serían en parte responsables del éxito de Bolaño en EE.UU. Manguel también sugiere que libros como Los detectives salvajes y 2666 son obras menores. ¿Cuánto de conservadurismo estético y cuánto de falta de comprensión hay en sus juicios?
Me pareció sobre todo un juicio apresurado, y quizás una reacción al éxito de Bolaño en el mundo anglófono. Para algunos críticos, la popularidad es sintomática de una falta de calidad literaria. Lo que sostengo es que la popularidad es tan incierta que no puede servir como medida de la calidad. Así, los esnobs que dicen “este libro no puede ser bueno porque se vende bien”, y los populistas que dicen “por eso precisamente es bueno”, caen en la misma trampa: dan demasiada importancia a los azares del mercado y de la vida literaria.
Declara que “ninguno de los escritores que los libros de Bolaño nos permiten tomar en serio piensa en términos de una carrera literaria”. ¿Hasta qué punto es responsable sostener hoy que Bolaño no tenía grandes ambiciones literarias?
Bolaño tenía grandes ambiciones literarias, de eso no hay dudas. Sin grandes ambiciones literarias no se escribe una obra como 2666. El quería que sus libros llegaran a muchos lectores. Sin embargo, no creo que pensara en términos de una carrera literaria, que viera su trabajo como una serie de peldaños por los cuales debía trepar para alcanzar una posición alta y dominante en el mundo literario y social. Un escritor puede tener éxito sin ser arribista.
Cuando Jean Franco, la experta inglesa en literatura latinoamericana, sostiene que Bolaño “a menudo suena como un anarquista romántico”, usted interpreta que ella usa el término de manera peyorativa. De modo que decide ir más lejos y argumenta que Bolaño es un anarquista romántico, claro que sin una connotación negativa. ¿Podría explicar las bondades en esa clasificación?
Donde se ve más claramente el anarquismo de Bolaño es en su examen implacable de las seducciones del poder institucional. En el universo de su ficción, ceder a tales seducciones, como Sebastián Urrutia Lacroix, en Nocturno de Chile, o El Cerdo, en 2666, es un pecado capital. Esa arista crítica me parece muy valiosa, muy saludable, porque las instituciones siguen manufacturando auras de prestigio que se prestan a muchos abusos. El romanticismo de Bolaño se ve en su valoración de la poesía, que tiene un papel simbólico en su ficción: representa una manera abierta y juvenil de enfrentar la vida, un estilo vital que no es propiedad exclusiva de los jóvenes. De hecho, adquiere su verdadero valor en personajes relativamente viejos, como Cesárea Tinajero o Amadeo Salvatierra en Los detectives salvajes.