El
País. 08.11.2016
La
posteridad de Roberto Bolaño vive un momento complicado. Por una parte, se
acepta su canonización en el mercado y los estudios académicos, a veces como
caricatura posmoderna del artista maldito. También, como consecuencia de lo
anterior, cada vez más escritores y críticos se atreven a enmendarle la
totalidad con una extraña (y mezquina) maniobra de compensación de la fama:
Bolaño es un bluf, dicen éstos, cuya
popularidad ocultó a los verdaderamente buenos. Además, Bolaño sigue siendo un
autor con una legión de imitadores. Se imita, sobre todo, su capacidad para
reconciliar, con una mezcla de compasión y orgullo, a escritores y lectores con
el “fracaso sublime” de una comunidad secreta: en cierto sentido toda la obra
de Bolaño podría considerarse una especie de “autoayuda para letraheridos”. Por
último, añadamos otro prejuicio que atañe a la recepción de sus libros
póstumos, a las suspicacias que despierta el trabajo de los herederos con los
materiales inéditos de un autor de éxito. Por todas estas razones,
probablemente se espere de esta reseña un juicio contundente y desmesurado, no
estrictamente literario: quizá saludar una “obra maestra desconocida” o bien
señalar un “fraude de los herederos”.
El espíritu de la
ciencia-ficción
no es ninguna de las dos cosas. Sintetizando, es una novela primeriza (fechada
en Blanes en 1984 y, a juzgar por las notas que acompañan esta edición, abandonada)
que anticipa temas, personajes y modos de dos de sus obras más logradas: Estrella distante y Los detectives salvajes. Porque El
espíritu de la ciencia-ficción es una novela con buena escritura y momentos
brillantes, pero que aún no ha dado con la clave (una iluminación formal ligada
a las tramas detectivescas) que hará sostenerse su mundo en las dos novelas
citadas.
Avancemos
algunos detalles de su trama que resultarán familiares a los lectores de
Bolaño: Jan y Remo, dos jovencísimos poetas chilenos emigrados durante la
dictadura, viven en una buhardilla de Ciudad de México en los años setenta. El
peso de la narración recae en Remo, que describe en primera persona a su
romántico amigo y sus aventuras en horas inciertas, talleres literarios, amaneceres
de la ciudad y fiestas imprevistas con otros tantos jóvenes hermosos y
vencidos: el poeta motorista José Arco, las hermanas Torrente y Laura, femme fatale de la que Remo se enamora.
Abundan las fórmulas duales para definir su vida de bohemia: “miserables y
luminosos”, poseídos por “el virus de la tristeza y de la exaltación”, uno de
ellos “superdeprimido pero también superfeliz” por una mezcla de “bellecita y
miserita”.
Mientras
Remo narra y vive en el exterior de la Ciudad de México una pesquisa
detectivesca (el misterioso caso de la proliferación de revistas literarias a
finales de los setenta), Jan (alias Roberto Bolaño), encerrado en la
buhardilla, manda cartas a sus escritores predilectos de ciencia-ficción en las
que, irónicamente, pide ayuda para la Latinoamérica abandonada, oprimida por la
política exterior de Estados Unidos.
A
la narración de Remo y las cartas de Jan añadamos la entrevista a un escritor
recién premiado: la trama de la novela galardonada se convierte en la excusa
para una deriva ensoñada que comienza en la Universidad de la Papa (sí, de la
patata) y termina con las campañas rusas de Guderian y los tanques alemanes de
la Wehrmacht como fondo impreciso.
Si hacemos caso a las notas de Bolaño, otras tramas quedaron sin desarrollarse en un hipotético final: un capítulo
dedicado a los poetas motoristas y otro a la participación de los dos
protagonistas en la guerrilla.
Pero
con los materiales de que disponemos es evidente que algo no cuaja. La débil
trama detectivesca de las revistas literarias, por un lado, y el tratamiento de
la guerra, casi siempre periférico, por otro, no ayudan a apuntalar la historia
de formación de Remo y Jan, cuyos mejores momentos se leen como escenas
aisladas: Remo aprendiendo a montar en moto con José Arco por la desordenada
Ciudad de México, entre una lluvia nocturna y un amanecer, por ejemplo, o el
hermoso fragmento en que Remo despierta a la sexualidad con Laura en una
cartografía de los baños públicos de la ciudad, titulado Manifiesto mexicano y posteriormente incluido con leves variaciones
en La Universidad Desconocida,
recopilación de la obra poética temprana de Bolaño.
Estas
y otras escenas bastarán para satisfacer a los bolañistas, pero, puestos a
soñar qué sorpresas podrían salir en el futuro de la chistera de los inéditos,
uno hubiera preferido la rotundidad de alguna obra breve con mérito propio
(pienso en Amuleto) y no el anuncio
del autor que sería y de los tics más imitados por sus epígonos: la
conciliadora sublimación de la vida miserable como obra literaria, las
subtramas de nazis y conspiraciones, chistes para lectores eruditos,
reivindicación de la cultura popular y un romanticismo cercado por la violencia
y la insignificancia.