The
New York Times.es. 06.12.2016
Es
un error considerar que la gestión que las viudas hacen de los legados
literarios no es literatura. Como nos enseñó Pierre Bourdieu, el campo
literario es una zona de fuerzas sociológicas donde el poder, la industria, la
clase o el género son casi tan importantes como los meros textos. La literatura
es también su circulación y sus lecturas.
Entre
la gestión de María Kodama y la de Carolina López, de los legados de Borges y
Bolaño, respectivamente, existen claros paralelismos. Ambas se han confiado al
agente literario Andrew Wylie. Ambas han publicado una ingente cantidad de
materiales inéditos. Ambas han implicado a abogados para que protejan sus
intereses.
De
las entrevistas a Kodama no se deduce en ningún momento que entienda realmente
la poética de Borges. De modo que la voluntad del difunto (que su albacea fuera
ella) parece colisionar tanto con su propia herencia (lo giros borgeanos) como
con los nuevos paradigmas de la cultura (el apropiacionismo, el remake, el
remix, internet). Esa colisión se está produciendo en términos legales y no
sólo filosóficos y artísticos. Así lo demuestran el pacto al que llegaron los
abogados de la editorial Alfaguara y los de Kodama, a raíz de la publicación de
El hacedor (de Borges). Remake, de Agustín Fernández Mallo —donde el autor
español versiona cada uno de los poemas y relatos del libro original— que
supuso retirar los ejemplares del libro y convertirlo en una obra fantasma; y
la querella penal contra el autor argentino Pablo Katchadjian por El aleph
engordado, que sigue su curso en los tribunales, entre otros casos que
probablemente no hayan llegado a ser públicos.
El
martes 23 de noviembre se dictó el procesamiento contra Katchadjian. Se le
acusa de “defraudación”, una etiqueta genérica para referirse a delitos como la
estafa. Según las últimas declaraciones del abogado de Kodama, Fernando Soto,
el escritor “Katchadjian dice que fue un experimento, pero no fue ningún
experimento. Copió y adulteró”.
¿Un
experimento artístico, incluso científico, no es tantas veces precisamente
copia y adulterio? Defraudar significa causar un perjuicio patrimonial. ¿Qué
entienden por “patrimonio” los abogados de Kodama? ¿El corpus borgeano? Según
La Nación, Soto declaró que el hecho de que Katchadjian publicara solo 200
ejemplares de El aleph engordado es irrelevante, porque si no defraudó dinero
sí defraudó notoriedad. Los abogados de Kodama le ofrecieron al escritor
experimental que pagara un peso simbólico, acompañado de una disculpa pública;
y él se negó. Significaría aceptar que su libro fue un error. Y, por el
contrario, fue un homenaje a Borges, un bello experimento literario.
En
el capítulo que la crítica y narradora Graciela Speranza le dedica a Borges en
Fuera de campo. Literatura y arte argentinos después de Duchamp (Anagrama,
2006), reproduce a modo de epígrafe estas palabras del maestro: “Si no repito a
los otros, me repito a mí mismo. Quizás yo no sea otra cosa que una
repetición”. Borges se revela como el Duchamp de la literatura. En su cuento
“Pierre Menard, autor del Quijote” ejecuta un gesto equivalente al que Duchamp
realizó pintándole el bigote a la Gioconda y afeitándoselo después: demuestra
que dos fragmentos idénticos de Cervantes, separados por 300 años de historia,
tienen significados muy distintos. En otro ensayo imprescindible, Los muertos
indóciles. Necroescrituras y desapropiación (Tusquets México, 2013), Cristina
Rivera Garza dice que los escritores del siglo XXI también son recicladores,
usuarios del copy and paste, recreadores: alquien que “cura las frases que
habrá de injertar, extirpar, citar, transcribir”.
Pero
las leyes de la propiedad intelectual, aprobadas en un mundo sin internet, son
incapaces de ser justas con los modos en que creamos hoy. Sí amparan a la
perfección, en cambio, la proliferación comercial de textos con la marca de
autores famosos.
Después
de la selección que hizo Borges para sus Obras Completas, sorprende que Kodama
haya publicado tantos libros inéditos. Algunos de ellos indican desde la
portada que se trata de textos “recobrados”; otros, en cambio, conviven en las
estanterías de las librerías con sus títulos fundamentales. Las tres novelas
inéditas de Bolaño (El Tercer Reich, Los sinsabores del verdadero policía y El
espíritu de la ciencia ficción) son en verdad proyectos inacabados que no
deberían confundirse con sus obras maestras. Que Bolaño no las destruyera no
significa que quisiera que se publicaran en Anagrama o en Alfaguara como libros
definitivos. El archivo se podría haber prestado o vendido a una universidad de
prestigio norteamericana, accesible para los estudiosos. Las novelas
inconclusas se podrían haber publicado en un volumen de “Textos recobrados”,
que dejara claro desde el título que no estaban a la altura del resto de su
producción literaria.
Tras
algunas entrevistas en que había hablado de su función, López ha publicado
recientemente un artículo sobre esas cuestiones. De él se deducen dos datos:
por un lado, que no tiene un nivel demasiado alto de redacción; por el otro,
que tiene un problema grave con Carmen Pérez, la última compañera o amante de
su marido. El primer dato es irrelevante para el buen ejercicio de su profesión
(educadora social), pero arroja dudas sobre el ejercicio de su función como
editora de los originales de Bolaño. El crítico y editor Ignacio Echevarría no
es santo de mi devoción, pero sin duda hubiera sido mejor albacea literario.
Eso significa que, al nombrarla a ella y no a él, Bolaño tal vez hizo lo mejor
para sus hijos, pero quizá no lo mejor para su obra. El segundo dato se
manifiesta de un modo freudiano (dice que no va a decir lo que, a renglón
seguido, dice) y no es más que un eco de una acción que han llevado a cabo sus
abogados: amenazar por escrito con una demanda a los periodistas y editores que
han mencionado en artículos y libros a Carmen Pérez (y a ella).
Para
entender todas estas acciones de López y de Kodama sólo se me ocurre una
opción: la relectura radical de la historia de la apropiación. Si bien es
cierto que todos los artistas han copiado, adulterado, experimentado,
defraudado, estafado —en fin: creado—, es a partir de Walter Benjamin, Marcel
Duchamp y Jorge Luis Borges que el apropiacionismo se vuelve contemporáneo. El
giro más radical lo protagoniza Sherrie Levine en 1981 cuando expone en el
Metro Pictures Gallery de Nueva York: After Walker Evans: fotografías de las
fotografías de Evans (el famoso fotoperiodista de la crisis del 29). Fue
denunciada por sus herederos. Donó las imágenes al Estado. Ahora están en el
mismo MOMA que atesora tantos readymades.
Como
vuelta de tuerca de la vuelta de tuerca, en 2007 el artista español José Manuel
Ballester inició el proyecto “Espacios ocultos”. Fotografió grandes obras de la
pintura universal y, pacientemente, las vació de sus personajes. Así “El jardín
de las delicias” de El Bosco se convirtió en “El jardín deshabitado” (2008) y
“Cristo agonizante con Toledo al fondo” de El Greco se transformó en “Lugar
para la crucifixión” (2013).
¿No
es exactamente ésa la doble operación que están realizando Kodama y López? Por
un lado, están borrando a varios amigos y amigas de Borges y de Bolaño. Por el
otro, se están apropiando de sus textos. Miro la página de créditos de las
Obras Completas. Edición crítica (Emecé, 2009) y me encuentro “© 1989, María
Kodama”. Miro la de El espíritu de la ciencia-ficción (Alfaguara, 2016) y leo:
“© Herederos de Roberto Bolaño” y, en la página siguiente, “Para Carolina
López”.
Pero
sin duda Kodama va mucho más lejos, es mucho más borgeana. Acaba de publicar en
Lumen: Homenaje a Borges, en cuya página 201 cuenta cuando, todavía niña, se
enamoró de él, y cita estos versos: “I can give you my loneliness, my darkness,
the hunger of my / heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with
danger, with defeat“. Y en la página 258 cuenta lo mismo y cita estos otros: “I
can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my / heart; I am trying
to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat“. Los cuatro son de
Borges. Pero la segunda cita es sin duda superior a la primera. Escritos en
inglés por un escritor argentino en los años 30 los versos pueden ser leídos
tanto como un homenaje a su otra lengua literaria o como un gesto snob.
Reproducidos doblemente, en nuestra era del copy and paste, por quien atesora
sus derechos de reproducción, el gesto sólo puede ser interpretado como una
genialidad apropiacionista. Kodama repite el procedimiento de “Pierre Menard,
autor del Quijote“, pero lo hace al amparo de la legalidad. Doble vuelta de
tuerca. Doble salto mortal.
Envalentonado
por la perversa argumentación que voy construyendo, empiezo a ver a Kodama y a
López como grandes apropiacionistas, en un nuevo sentido, todavía no codificado
por la historia del arte. Tal vez en 2666 sean consideradas artistas punks,
estrategas conceptuales que se vengaron del heteropatriarcado, del canon
masculino, de la tonta fe de nuestra época en la autoría.
Pero
no olvidemos que los muertos son indóciles.
Ni
que en “El Aleph” Borges incorpora, copia, parodia elementos de El Infierno de
Dante, en cuyo cuarto círculo se encuentran los avaros, en cuyo sexto círculo
residen los herejes, en cuyo octavo círculo —en fin— arden la vida eterna los
fraudulentos, tan cerca de Lucifer, eternamente congelado.
Qué
suerte que no existan ese tipo de infiernos.
O
que no sean metafísicos, sino sólo mentales.
Tan
humanos.
Imagen
tomada de: http://www.archiviobolano.it/bol_media_collage_ertti.html#5