Por
Ana María López Jijón
Radiococoa.com.
01.04.2014
Primero, porque dentro de cada
persona hay un detective. Alguien, como yo, que busca desesperadamente algo que
sabe que existe, sólo que a veces las pistas no parecen tan reales. Vale la
pena buscar a Cesárea Tinajero para así encontrar lo salvaje en las aventuras
que forman parte de la vida, de la propia historia y que va más allá de las
palabras, se inmiscuye con la poesía. Con cada página, escudriñamos
desesperadamente las pistas que nos llevan hacia esta poetisa, como si ella
fuera el centro de todo y la razón de ser del arte, para encontrarnos con
nosotros mismos.
Segundo, porque al entrar en el
mundo de Tinajero, estamos descubriendo a Roberto Bolaño. El poeta y escritor
chileno nació en 1953 en Santiago, pasó su adolescencia en México D.F., publicó
su primer libro en España y murió en este mismo país. Vivió y se formó como un
narrador, dejando a su paso el rastro de una vida como un thriller, donde los personajes no existirían si él no los hubiese
conocido antes en persona. En la novela Los
Detectives Salvajes, por medio de la voz de Bolaño, el lector pasa a formar
parte del grupo de poetas vanguardistas (los real visceralistas), que se
encargaron de revolucionar -desde la literatura- el escenario artístico, y lo
hicieron a su manera. Por eso, quienes van tras la búsqueda de Cesárea Tinajero
son esos poetas relegados de formalidad que prefieren dejarlo todo, todo, antes
de permitirse una vida lejana a la creación. Los personajes son poetas de la
vida que no siempre tienen claro si existen fines prácticos o específicos. De
hecho, se van contra esa idea progresista que inunda las galerías culturales.
Son jóvenes y son rebeldes.
Tercero, porque el momento en que,
como lector, empiezas a atar cabos que parecen sueltos, comprendes que hay algo
dentro de la novela que es tan cotidiano pero de igual manera genial. Sabes
entonces que te encuentras ante una obra maestra. Empezando por las piezas
principales: los personajes. Por su lado y en conjunto, todos tienen un valor
trascendental ya que representan un rol, una pieza estratégica que establece la
prosa perfecta. Arturo Belano, por ejemplo, como una suerte de reivindicación
del propio autor; Ulises Lima, es un poema en sí mismo: “Si he de vivir, que
sea sin timón y en el delirio”; Joaquin Font es rima y verso que parecen sin
sentido, entre la locura y la teoría de encontrar en la poesía lo más
importante para vivir; Amadeo Salvatierra, un poema de fe y testimonio; María
Font, uno de amor…
Cuarto, porque Los Detectives Salvajes es una novela
que reivindica la pasión por la escritura. Al leer, sentía que algo crujía
dentro de mi cuerpo mientras buscaba mi voz narrativa, como si yo también
fuera una detective; una cazadora de momentos que lo observa todo y tiene cada
sensación por separado logrando así comprender, o intentando, eso que sucede a
mi alrededor. Vale la pena buscar a Cesárea Tinajero para así encontrar una
historia que constituye todas las historias, los testimonios y diarios de un
narrador que se valió de otras voces, para encontrar la propia, y es única.
Seguir el camino que siguen los detectives, es caminar sobre una ruta de veinte
años que cuenta la historia de Roberto Bolaño, desde la ficción.