martes, 24 de marzo de 2020

Roberto Bolaño: "Nunca he pretendido explicar Chile con mi narrativa ni con mi poesía"

Por Antonio Díaz Oliva
La Tercera, Culto. 28.02.2020



Aparece una entrevista perdida que el autor de 2666 -muerto el año 2003- dio para la televisión argentina. “Ni trabajando en todos los oficios más humildes me hice un escritor proletario, ni de masas”, dice Bolaño. “Aunque estuviera con la mierda hasta el cuello conservaba una exquisitez de inglés-chilensis”.

Días atrás apareció en Thepostarchive una entrevista perdida al autor de Los detectives salvajes. Thepostarchive es un canal de YouTube que rescata conferencias y charlas con intelectuales y escritores de talla mundial, como James Baldwin, Susan Sontag, Joan Didion y Malcolm X, entre otros. La entrevista data, al parecer, del último año de Bolaño (en un momento dice que tiene 50 años, la edad que tenía cuando murió). Y fue parte de “Perfiles de dos continentes”, programa de televisión con entrevistas a escritores y artistas de América Latina y España, del canal cultural argentino Canal (á). “No tenía idea de que había tantos intelectuales chilenos en el exilio”, dice Bolaño luego de la introducción de “Perfiles de dos continentes”, en la cual se muestra el centro de Santiago con micros amarillas. “En cualquier caso el exilio actual de los escritores chilenos es de alguna manera un exilio dorado”.

Con cigarro en mano el autor se refiere a sus padres (“Mi madre leía algunos libros; mi padre leía novelas de vaqueros”); el oficio de escritor (“Es bastante duro ser escritor; bueno, tampoco hay que exagerar”); su juventud como poeta (“Neruda es lo que yo pretendía ser a los veinte años”); y el mismo Pablo Neruda (“Escribió tres libros muy buenos; el resto, la gran mayoría son muy, muy, muy malos”). “Jorge Edwards decía, o tal vez las palabras no son suyas, o tal vez es una invención suya, de que hubo alguna vez un escritor chileno que no pudo ser escritor, entonces se quedó en escritor chileno”, dice Bolaño. Y remata: “Ser escritor chileno está un grado por debajo que ser escritor”.

México y el exilio
Bolaño recuerda su llegada a Ciudad de México desde Chile en 1968: “Fue como cambiar el potrero por una metrópolis”. Y su primer día de escuela en México, cuando un compañero de clases lo retó a pelear. “Un bautizo en plan azteca”, recuerda. El rival, su compañero de clases, era un chico mexicano, bajito, el cual, dice el autor, chileno, por lo demás no sabía pelear. En vez de atacarlo, dice, Bolaño prefirió “conducir” la pelea hacia el empate. “Estaba seguro de que lo tumbaba con dos puñetazos, pero me di cuenta de que si lo tumbaba después iban a venir todos los demás”, recuerda. “Nunca nadie más quiso pelear conmigo”.

De su primer regreso a Chile, durante los días previos al golpe de Estado, se refiere especialmente a la figura de Salvador Allende. “Para nosotros, en esos años, era más bien conservador”, dice. “Yo recuerdo que hay un momento, en el once de septiembre, en el que estoy esperando que me den armas para salir a luchar, y escucho que Allende dice en su discurso, entre líneas, vayan a sus casas, ya pasará el tiempo y volverá el hombre nuevo a caminar por las alamedas”. Si bien Bolaño lo consideró una suerte de traición, ya que estaban dispuestos a luchar por él (“solo los jóvenes”), en el momento de la entrevista lo reconsidera: “Es una de las cosas que ennoblece a Allende: el evitarnos la muerte (…). El aceptar la muerte para él mismo, pero evitárnosla para nosotros”.

Todavía funcionando, Canal (á) es un canal de televisión de cable argentino enfocado en la cultura (principalmente de Buenos Aires). Actualmente es propiedad del Grupo Clarín; otros artistas entrevistados en “Perfiles de dos continentes” han sido la solista uruguaya Laura Canoura, el escritor Hernán Rivera Letelier y la actriz Margarita Sanz. “Si me tuviera que reencarnar -lamentablemente no creo en la reencarnación- me gustaría ser un caballero rural belga. Pero no de ahora, sino de los 50 y de los 60”, dice el autor de 2666 al final de la entrevista que dura menos de media hora. “No hay nada más distinto de un caballero rural belga a un caballero rural anglo-chileno”.










jueves, 19 de marzo de 2020

Bruno Montané: "Duele que el dinero del legado de Bolaño se use para demandar a sus amigos"

Por Javier García
La Tercera, Culto. 21.01.2020



Bruno Montané nació en Valparaíso en 1957, luego vivió en Santiago en los años de la Unidad Popular. Tras el golpe de Estado, con 17 años, Bruno Montané llegó a México, en 1974. Allí conoció a Roberto Bolaño y Mario Santiago y juntos crearon el movimiento infrarrealista que quedaría para siempre registrado como “realvisceralismo”, en la novela Los detectives salvajes, donde Montané inspira al personaje Felipe Müller.

En 1976 Montané se trasladó a Barcelona, España, y su vínculo con Bolaño continuaría. Incluso juntos escribieron y publicaron poemas a cuatro manos. “He aprendido poesía, también, y camaradería cotidiana, de Bruno Montané, quien llegó a mi casa en México, en 1974, cuando tenía 17 años y yo 21, y de allí en adelante cuántas aventuras, recitales, préstamos, S.O.S., conversaciones en el fondo de la gillette”, apunta Bolaño en la antología Entre la lluvia y el arcoíris (1983), de Soledad Bianchi. Más tarde dirá sobre los versos de su amigo: “Montané escribe como un naturalista que cree en muy pocas cosas y que sin embargo sigue haciendo su trabajo con tesón”.

Hijo de la poeta y pintora Helga Krebs, quien participó con uno de sus dibujos en el libro Chistes parra desorientar a la policía poesía (1982), de Nicanor Parra, y del arqueólogo Julio Montané, autor del Atlas de Sonora, que Bolaño usó para escribir sobre México; Bruno Montané es autor de los poemarios El maletín de Stevenson (1979-1981), El cielo de los topos (1987-1995) y Mapas de bolsillo (2013). Ahora reúne esos tres títulos más un conjunto de inéditos en la antología El futuro, disponible en Chile por editorial Candaya.

Antes del estallido social de octubre, Montané llegó con su mujer al sur de Chile. Ahora está en Santiago y regresará en febrero a España. Vino dos veces antes, solo algunos días, incluso compartió un festival con el poeta Leopoldo María Panero, en 2004, pero esta es su estadía más larga en 45 años. “Yo no tuve vida adulta en Chile, que sí la estoy viviendo estos días. Con respecto a la revuelta social, me parece una cosa increíble este espíritu colectivo que se ha generado. Los muros que también han hablado, oscilando sus mensajes entre la rabia y la poesía. Mi adolescencia en Chile fue durante la UP, pero había un lenguaje distinto, más regulado. Hoy hay una nueva manera de cómo decir las cosas”, comenta Montané.

De bromas y juicios
“El mito fue de carne y hueso y respiró,/ pero ahora ríe en el fulgor de ese oleaje/ que desafía todas las derivas”, escribe Bruno Montané en el poema “Un nuevo mito”, parte de esos versos inéditos apuntados en una libreta con el nombre de El futuro, que le dieron título a la antología que ahora publica. El ejemplar abre con un prólogo del crítico español Ignacio Echevarría: “No queda en este libro testimonio alguno de la prehistoria del poeta Bruno Montané, activo partícipe de la neovanguardia mexicana de la década de los setenta”.

Sobre ese pasado, señala Montané, unos de los pocos sobrevivientes tras la muerte de Mario Santiago (1998) y Bolaño (2003): “Lo más importante del infrarrealismo era el ideal de grupo, luego la personalidad y genialidad de Mario y Roberto eran totalmente nucleares. Pero el infrarrealismo también fue una genial broma poética colectiva, generada por ellos”.

El poeta cuenta que se escribió decenas de cartas con Bolaño. Ese material pudo haber ido a parar a algunas universidades norteamericanas e incluso al Archivo del Escritor en la Biblioteca Nacional de Chile. Pero finalmente, en 2017, la Biblioteca Nacional de España adquirió el epistolario formado por 44 cartas (fechadas entre 1976 y 1997), 18 tarjetas postales y 3 piezas manuscritas de Bolaño. “Quizá lo mejor hubiese sido que quedaran en Chile, pero yo estaba con un problema económico grueso en ese momento y, bueno, se quedaron en España. El epistolario de Roberto es buenísimo, cada carta de él es un texto que vale mucho”, señala Montané. Entre esos documentos hay un texto de 14 páginas que Bolaño escribió tras la lectura de Purgatorio (1979), del poeta Raúl Zurita.

Montané lamenta que no se puedan publicar esos papeles. Además, recuerda que Bolaño mantuvo una extensa correspondencia, entre otros, con Antoni García Porta (Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce) como con el poeta Carlos Edmundo de Ory. “Está en Cádiz ese epistolario y es maravilloso porque Carlos hacía copia de las cartas”, dice Montané.

Ayer, el crítico Ignacio Echevarría se refirió al epistolario de Bolaño en la columna “Malas cartas”, en el suplemento El Cultural, de El Mundo: “La procelosa correspondencia de Roberto Bolaño, por ejemplo, sin duda una de las vetas más ricas y asombrosas de cuanto escribió, no puede ser publicada sin el consentimiento de sus herederos, no al menos hasta que sus derechos pasen a dominio público”.

Hace diez días, Echevarría fue absuelto en un juicio en España. Carolina López, viuda de Bolaño, lo demandó por “atentar contra el honor y la intimidad de su familia”, al afirmar que el escritor mantuvo una relación con Carmen Pérez de Vega. Ante el resultado López deberá pagar los costos del proceso. En ese juicio Montané sería testigo, pero se excusó porque se encontraba en Chile.

Sobre los juicios que ha emprendido la viuda de Bolaño, comenta Montané: “Duele que el dinero del legado de Bolaño se use para demandar a sus amigos. Ahora también esta última resolución deja en evidencia que una demanda tiene que corresponder a algo demandable. Ha sido un buen punto, como precedente, en este asunto de las demandas literarias”.










lunes, 2 de marzo de 2020

El barrio más oscuro de su memoria

Por Raúl Silva
Inédito, 2020


Testimonio de Horacio Caballero sobre Mario Santiago Papasquiaro

Su personalidad y su figura son las de un caballero andante. Su nombre es una premonición: Horacio Caballero Silva. Su verbo se desborda para hacer brotar un nuevo y ancho río. Es un hombre de palabras que se airean en conversaciones interminables, bebiendo café y mezcal Tehuana. Es un tejedor de historias a la velocidad del instante. Fue amigo de Mario Santiago Papasquiaro y guarda recuerdos de sus encuentros, como quien sabe bien que la ausencia es una presencia que los momentos de entrañable amistad sellaron para siempre. Horacio es un poeta anónimo cuyos mejores versos flotan en el medio ambiente:

            “Es lo que Mario Santiago tenía. Había descubierto el lenguaje necesario para decir todas las cosas sin usar un lenguaje elegante, oculto, inauténtico. Él quería un lenguaje verdadero, auténtico, que saliera del barrio más oscuro de su memoria y que pudiera visitar nada más las realidades azotadas, dolientes. Escogía a la prostituta, al enfermo de sífilis, al purulento. Las cosas más desagradables las convertía en impulso, en aliento, en presunción de creatividad poética. Se las arreglaba para decir cosas grandiosas entre ruinas, y dice cosas muy hermosas de repente: “nuestro señor el aguacero”, con ese modo de encontrar la armonía de los contrarios y los pasos de un estado al otro.

            Se gozaba demasiado atacando a los demás. Había un mundo verdaderamente espantoso para él, entonces su arte surge en la medida que el mundo es  un rival al que puede, a través de sus versos, atacar. Este rival imaginario que también es él mismo, porque en determinados momentos se reconcilia y logra estados poéticos diferentes. Este ser con el que combate perpetuamente me recuerda a un personaje de la Biblia que luchó contra un ángel toda la noche. Creo que, guardando las diferencias,  Mario Santiago se la pasó luchando contra un ángel, Blue Demon o Santo, el enmascarado de plata, contra ese tipo de mitos a los que él apreciaba. Arremete contra ellos y trata de desenmascararlos. De repente se le olvidan. Pero es el principio de su batallar y su impulso continuamente reforzado. En él hay una idea de la fuerza amorfa, brutal, de lava derretida, como la que Rimbaud describe en la Carta del vidente: “Si lo de lo profundo viene amorfo, lo doy amorfo, si trae forma, lo doy con forma”. Ese tipo de testamentos, de los que fue heredero legítimo Mario Santiago, pueden servirnos mucho para entender no sólo sus motivaciones, sino el secreto de sus recursos. Además de que se la pasaba en esos estados de malestar que deja el haber bebido diez días seguidos, esa irritación del nervio y del estado pensante, bajo la disciplina que la alcoholización le produce a un  individuo con el talento que él tenía. Al mismo tiempo, ese estado de volver arte el mal humor. Es como pedirle a un prisionero que haga arte con las experiencias de la celda, del celador, de los prisioneros que lo acosan y de toda la decepción y frustración que le produce el no poder salir en muchos años de ese sitio.
           
            Mario Santiago investigaba a la prostituta, al prisionero, al que murió de cirrosis, al mediocre, investigaba al criminal, al vividor, al que le roba a los demás con su profesionalismo. Todo el inventario de sinvergūenzas estaba perfectamente valorado por él y lo aprovechaba hablando no de personajes sino con metáforas que aludían a ese tipo de seres. Sus metáforas tienen la característica hermética de contener compactos de seres compactados que viven en una promiscuidad, en un horror, en una soledad indiferente. Toda esta sociología de seres excepcionalmente defraudados, tristones y resentidos, tenían la revancha en el verso agresivo y sorpresivo de Mario Santiago. Él, ahora sí que se hacía cargo de causas perdidas y las llevaba a expresarse a través de su palabra. En el universo secreto al que arriba con mucho esfuerzo el poeta, están invitados todos los personajes que menciona y algunos que, aunque no los nombra, están presentes porque los respeta. A fin de cuentas, es un ser que se gana a pulso cada instante de libertad, que quema, que incendia, que convierte en un montón de ruinas o en pleno poema  mira cómo se resquebrajan las verdades, las cosas. Luego, con esos pedacitos arma nuevas criaturas animadas, sólo para que el poema tenga una expansión, una extensión, una forma encantada, como un monstruo que con un beso se convierte en princesa. Esas historias que nos cuentan de niños, él las recreaba. En muchos momentos vemos cómo hace los milagros de transformar lo horrible en maravilloso o desenmascarando lo maravilloso con todas sus complicidades con una humanidad que él definitivamente no puede salvar. La mira toda leprosa y toda enferma. Se especializa con las enfermedades de los pobres: la sífilis, la tuberculosis. Pero no sólo las enfermedades, sino la locura, el ímpetu y la dignidad que le agrega a sus esfuerzos de persona que maltrata con la palabra a otras palabras. Entonces, es la lucha contra esa personalidad con la que no para de tener conflictos, que puede ser Dios, un ángel o cualquiera de los demonios que él menciona. Porque no menciona a los demonios de acuerdo al nombre que tienen en las tradiciones musulmanas o judías o cristianas. Cuando digo que él menciona a los demonios es que él menciona la embriaguez, la pobreza, la sordidez. Las conjura y se pelea con ellas, no son sus socias sino sus formas de provocar al abismo para sacar lo que Rimbaud decía: a ver qué sacas, ¿lo amorfo?, dalo, sigue dando lo amorfo, si trae forma dalo con forma. Entonces podemos ver que lo amorfo y lo irracional, en el ímpetu de versificador, finalmente le da forma a estos cauces de lava derretida. Creo que Mario Santiago trabaja la fuerza como un peón, como un cargador, como un guerrero que no ha parado de combatir a los españoles en la conquista o a los gringos en la invasión. No le interesa la historia, le interesa enfrentar enemigos, encontrar rivales, provocar respuestas, ecos, convertir sus propias palabras en motivos de burla. No porque se esté burlando de sí mismo. Él tiene que burlarse de lo que es digno de burla. En su plástica, el lenguaje sirve para presentar lo que más detesta y para pulverizar esas entidades. De esta batalla salen de pronto versos maravillosos, sueltos o insólitos, o dentro de un poema hay cuatro claves que te permiten advertir que el trabajo tiene más significado.

            Una de las cosas que le producen más placer es llegar al momento del éxtasis de la gran poesía. Lo convierte en sorpresa, aprovecha esta forma de exteriorizarse como alguien sorprendido porque la cosa ya está diciendo con más energía una verdad. Sabe hacer muy bien los contrastes y las verdades a las que se permite tener derecho son las verdades del pobre y del que sufre, del que tiene un resentimiento más grande por lo que la humanidad no tiene que por lo que a él le falta.

            Otra cosa que puede permitirnos una pista para descubrir los recursos secretos de Mario Santiago es el placer que la da no ser monedita de oro. El placer que le da ser una mortificación hasta para las personas que más estima. Eso le costaba mucho. No se flagelaba como un místico en la celda de un convento, aunque podrían considerarse actividades por el estilo esas depresiones alcohólicas que indudablemente no eran placenteras. Lo placentero en él es encontrar calidades, no la belleza como una presencia o una estatua o una imagen maravillosa. No, no, no. Las pinceladas que llegan a tener estas calidades eran para él su gran encuentro con la poesía. No con la poesía bonita, sino la poesía que encontraba en esas astillas verdades supremas y eso era su esfuerzo de náufrago. Al mismo tiempo, cuando ya despertaba de su propio impulso y se daba cuenta de que su forma de no fracasar en el esfuerzo poético le procuraba el placer y el gusto de poder leerles a sus amigos el poema, a ver qué te parece esto, en una llamada telefónica a las tres de la mañana, cuando uno está más bien para descansar y dormir que para escuchar a un tipo con el que se necesita el triple de voluntad para entender que se trata de un artista excepcional...”.



* El presente texto forma parte del libro que está preparando Raúl Silva sobre el Infrarrealismo.