domingo, 29 de noviembre de 2009

Los amuletos salvajes de un novelista

por Gonzalo Aguilar
Clarín. Argentina. 25.03.2001





Todos sus personajes son escritores. Sin embargo, el tema de Bolaño no es tanto la literatura como las oscuras relaciones entre el arte y la barbarie, en el marco de la historia latinoamericana.




Un día, un escritor tuvo una idea tan atroz como fascinante: existió, en América Latina, una pujante literatura nazi, con sus escritores, editoriales, revistas y lectores entusiastas, con sus debates acalorados y sus reseñas más o menos elogiosas. Ese escritor se llama Roberto Bolaño y el libro en el que desarrolló esa idea fue La literatura nazi en América, de 1996. A través de esta novela, Bolaño comenzó a trazar un mapa inquietante que continuaría en Estrella distante, también de 1996, donde retomaba y expandía una de las numerosas biografías apócrifas que componían La literatura nazi en América: la de Alberto Ruiz-Tagle, enigmático alumno de un taller literario, quien se transforma, durante el Chile de Pinochet, en Carlos Wieder, militar torturador de la dictadura y poeta vanguardista. Con este personaje, Bolaño roza —sin ser nunca totalmente explícito ni enjuiciador, salvo en la piedad por las víctimas— un tema fundamental: las relaciones entre la literatura y la represión, entre los actos civilizados y los abyectos. Como variaciones alrededor de un mismo tema, sus libros posteriores continuaron investigando en este registro mediante ficciones alucinantes y abrumadoras: los cuentos de Llamadas telefónicas en 1997 (que prolongan narraciones anteriores), Los detectives salvajes y Amuleto, de 1998, y ahora su última novela, Nocturno de Chile.

Con Los detectives salvajes, libro que consagró definitivamente a Bolaño (recibió los premios Herralde y Rómulo Gallegos), los viajes ficcionales se inician en otro punto del mapa: ya no Santiago de Chile sino la ciudad de México, donde Bolaño pasó parte de su adolescencia y de su juventud (con un intermedio infernal en el Chile del golpe militar del 73). La novela cuenta la historia de Arturo Belano (alter ego de Bolaño) y Ulises Lima, dos jóvenes escritores que fundan el Realismo visceral y salen a la búsqueda de la poeta Cesárea Tinajero, legendaria integrante de las vanguardias mexicanas de los años veinte. Entre los testimonios que recogen (el catálogo y la enumeración son, en Bolaño, las formas de la narración), se mezclan las voces de personajes ficticios y escritores reales como el líder vanguardista Manuel Maples Arce o el ensayista Carlos Monsiváis.

En el juego de espejos que arman estas narraciones (todos los personajes se duplican y las historias se cuentan dos veces), así como La literatura nazi en América se prolongaba en Estrella distante, Los detectives salvajes encuentra su propio reflejo, como un camafeo que repitiera la figura de quien lo lleva, en Amuleto. Allí se vuelve a contar la historia de Auxilio Lacouture, una poeta uruguaya que pasó varios días encerrada en un baño de la Facultad de Filosofía y Letras de México en 1968, mientras la policía ocupaba los edificios y violaba la autonomía universitaria. La narradora y los hechos son los mismos, pero lo que en Los detectives salvajes es un simulacro de testimonio realista, en Amuleto es un relato fantástico.

Algo une a los personajes de Bolaño: todos son escritores o aspiran a serlo. Para lograr la fama o el reconocimiento, viven como se supone que viven los escritores: transitan por la bohemia y por el alcohol, dan su vida por un poema, procuran el placer y el desafío, y arman revistas y salen a la caza de premios y concursos. En sus novelas, casi todos son vanguardistas o se aprovechan de la herencia de las vanguardias para llamar la atención del público y querer reformar (o higienizar) el mundo. Pero el tema de las novelas de Bolaño es, más que la literatura, sus bordes perversos y espantosos. Sabemos que las sociedades modernas se han dedicado, con mayor o menor empeño, a conservar en museos y bibliotecas las obras de arte como muestras de la civilización y como momentos de esplendor creativo del género humano. Además, y a diferencia de las iglesias, los museos o las bibliotecas son monumentos laicos del recorrido del hombre en busca de su emancipación y autonomía. A este impulso se debe, sin duda, la idealización de la figura del escritor y del artista que marcó el período modernista de nuestra cultura. Pero en contradicción con esta tendencia, las tradiciones artísticas del siglo XX han predicado las virtudes de la rebeldía, la insumisión, la embriaguez y la transgresión. Y de aquí también se deriva una idealización que tiene que ver, en este caso, con la capacidad del artista para acercarse a las fuerzas oscuras. Hoy, cuando el Marqués de Sade nos cuenta sus tropelías en algún cine de la calle Lavalle o el asesino serial Hannibal sube a los primeros puestos de recaudación, el choque y la explosión de estas dos idealizaciones no es un problema menor. Frente a esta banalización, la densidad de la escritura de Bolaño nos entrega la especulación ambigua de sus narraciones ficcionales. ¿Cuáles son las complicidades, más o menos secretas, de la literatura y del arte con la barbarie? ¿Qué hacer con la herencia vanguardista? ¿Qué hacer con esos escritores que intentaron fundir desesperadamente el arte y la vida, el placer estético y la furia de las pasiones? Es verdad que los movimientos vanguardistas hicieron explotar la imaginación y el deseo quebrando todas las restricciones reales, pero no por eso es menos cierto que su petición de libertad escondía un mandato autoritario y dogmático. Como escribió el ensayista alemán Enzensberger a propósito de los surrealistas, "esta libertad absoluta no se alcanza más que al precio de una disciplina absoluta". También es verdad que ciertos movimientos vanguardistas le dieron vía libre a la irracionalidad, a la espontaneidad, a las ocurrencias, al sarcasmo burlón, pero ¿no hay allí una actitud adolescente, que sólo goza de sus actos por el escándalo que provocan? Por último, ¿no coquetearon las vanguardias con la barbarie, el mal, la crueldad y la violencia? Recordemos la frase de Breton: "el acto surrealista por excelencia es salir a la calle y disparar contra la multitud". De todos modos, tampoco se trata de culpabilizar exclusivamente a las vanguardias. Como dijo Walter Benjamin, "todo documento de la civilización es, a la vez, un documento de la barbarie". La poética de Bolaño reconoce la fuerza de esta frase y la arroja al vértigo de una imaginación ficcional que despliega toda una galería de personajes que participan de la creación literaria y del terror policial. Y en ese recorrido, en ese acercamiento al horror y al miedo, se vislumbra una salida, la posibilidad de un encuentro genuino con los documentos de la civilización liberados de la pesadilla de la barbarie: los poemas que Auxilio escribe en un papel higiénico en Amuleto, los versos del poeta colombiano Asunción Silva en Nocturno de Chile o "las estrellas cada vez más distantes" que observa el preso del régimen pinochetista. La literatura siempre está a punto de ser "una literatura de albañal" o de "vertedero" aunque, en ese mismo reconocimiento, puede entregarnos un momento de encuentro o de amistad verdadera.

Pero hay algo más: Bolaño ha logrado narrar estos conflictos en el contexto de la historia latinoamericana. Sus personajes recorren el continente, citan a los escritores de Chile, Perú o México, se preocupan por su pasado y por su historia. Leído desde la tradición argentina, se reconocen en su escritura la presencia de J. R. Wilcock, Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia y H. Bustos Domecq, el heterónimo de Borges y Bioy. Pero también del chileno Enrique Lihn o del mexicano José Emilio Pacheco. En este sentido, Bolaño parece haberse erigido en uno de los pocos escritores de la actualidad que adquirieron dimensión latinoamericana, tal como había ocurrido con la narrativa en los años sesenta. Hasta el periplo biográfico del mismo Bolaño (Chile, México, Barcelona) es muy similar al de un Donoso o al de un García Márquez. Sin embargo, una vez que se los compara, se hacen evidentes las diferencias de época. Entre aquellos años de euforia optimista y los actuales, median nada menos que los genocidios y el desvanecimiento de América latina como alternativa política o cultural. Mientras Donoso o García Márquez barrenaban en la cresta de la ola, Bolaño parece pasearse por la orilla recogiendo los restos de un naufragio. El entusiasmo que esas narrativas ponían en la palabra crítica de la literatura es lo que encuentra en Bolaño su reverso: ya no emana ninguna autoridad de la literatura ni de los escritores. Para hacer el recuento de estas cuestiones, la novelística de Bolaño coloca estos interrogantes en la perspectiva de la historia latinoamericana: ¿cómo explicar la escalada represiva que se inicia hacia fines de los sesenta (con la represión de los estudiantes en el México de 1968) y que desemboca en los genocidios de la década del setenta en Chile, Argentina y en otros países? ¿Cómo pudieron instalarse la barbarie y el horror mientras continuaba la vida cotidiana y sin sobresaltos? Las respuestas a estas preguntas no están dadas ni por el testimonio ni por el alegato. Lo que Bolaño pone en funcionamiento es una máquina ficcional: no hay que narrar los hechos sino sus posibilidades imaginarias.

La sociedad que esta máquina de ficciones construye se alimenta del cruce de biografías apócrifas y reales: en cualquier información exigua (un nombre, dos o tres fechas, un lugar de nacimiento, una idea) se agazapa un potencial relato y allí está la ficción falsa o verdadera que lo hace funcionar. A veces, como en el caso de Monsieur Pain (una de sus primeras novelas), se trata de una pequeña referencia que hace en sus escritos la esposa del poeta César Vallejo. En otros, como en Estrella distante, un funesto personaje cuya biografía se había esbozado en La literatura nazi en América comienza a multiplicarse en mil seudónimos hasta disolverse en una sombra.

De este modo, la obra de Bolaño constituye una pequeña enciclopedia de literatos que convivieron con el horror y que pasan de una novela a otra y se cruzan con escritores célebres como Pablo Neruda, el alemán Ernst Jünger u Octavio Paz. Uno de los efectos más perturbadores de estos cruces es la sombra siniestra que proyecta, en estas novelas, la literatura realmente existente: en La literatura nazi en América, por ejemplo, los escritores fascistas estudian a los poetas comunistas Pablo Neruda y Pablo de Rokha, porque lo único que hay que hacer, para lograr el modelo de literatura panfletaria, es tomar sus poemas y poner Mussolini en vez de Stalin y Stalin en vez de Trotski y "reajustar ligeramente los adjetivos". En este pequeño desliz, en este mínimo cambio de palabras, la inexistente literatura nazi en América se transforma en una sombra, en un doble frágil y siniestro de la literatura en América (y, extensivamente, de su cultura). Aquello que se le opone pero que, en ciertas condiciones, lo duplica, lo refleja, lo repite. Sin embargo, las afinidades nunca son completas, ni cerradas, ni totalmente especulares: los escritores autoritarios de Bolaño no se corresponden exactamente con uno u otro escritor.

Esta máquina no sólo funciona en términos espaciales sino también temporales: su estructura espiralada se organiza alrededor de un hecho que quiebra la linealidad, la coherencia del tiempo que vivimos. En Estrella distante, ese día es el de la llegada de Pinochet al poder: a partir de entonces, la narración de la historia ya no es más la de los acontecimientos sino la diáfana relación de conjeturas e hipótesis y de hechos improbables, confusos o inciertos. Como si una vez dejado atrás el Chile de la dictadura, apenas quedara una memoria frágil o distorsionada: "en el triste folclore del exilio —se lee en Estrella distante— más de la mitad de las historias están falseadas o son sólo la sombra de la historia real". En la literatura de Bolaño, el exilio es una brecha en el tiempo en la que sólo resta inventar y narrar, entre el olvido indeseado y la memoria imposible.

Uno de los personajes de Estrella distante (el crítico conservador Nicasio Icabache, amigo de Neruda y Huidobro) parece ser el origen o hermano gemelo de Sebastián Urrutia Lacroix, el sacerdote y crítico que narra su vida en Nocturno de Chile, la última novela de Bolaño. Pese a considerarse un hombre responsable y razonable, Lacroix no duda en darles clases de marxismo a Pinochet y a la junta militar. Bajo la instigante presencia del poeta trovador Sordello, al que le cantaron Dante, Robert Browning y Ezra Pound y que fue un emblema de la devoción patriótica y del lamento melancólico, Nocturno de Chile es un relato de los equívocos del amor a la patria. Pero lo que hace a Urrutia Lacroix un personaje conmovedor es que, sin mediar ningún arrepentimiento artificial ni ninguna autocrítica ideológica, llega a la melancolía más pura, a la de aquel que ya no encuentra consuelo ni en los libros ni en la vida ni en la memoria. Víctima del miedo y del odio, Sebastián Urrutia Lacroix puede recitar con intensidad los versos de Leopardi: "y el naufragar me es dulce en este mar". Lo lamentable es que se los recite a su alumno de marxismo, el general Pinochet.

Con Nocturno de Chile, Bolaño se constituye en uno de los narradores más talentosos de la literatura latinoamericana y en uno de los más sólidos exponentes de la nueva situación que enfrentan los escritores. Frente al optimismo de la historia como ilusión de libertad, Joyce acuñó, a través de uno de sus personajes, una frase célebre: "la historia es una pesadilla de la que trato de despertarme". Si la narrativa modernista osciló entre la historia como ilusión de libertad y la historia como pesadilla, parece que nos hallamos actualmente frente a una nueva fase, a la que Bolaño pertenece. La de esos narradores que se despertaron y comprobaron que la pesadilla de la vigilia no era menor a la de la noche. La melancolía no está ahora en padecer la historia sino, simplemente, en no poder ser parte de ella.










lunes, 23 de noviembre de 2009

Misterios gozosos y dolorosos: 2666

por Miguel Cane
Milenio Diario, México. 05.12.2004









Para JCG, germinal






La época de la literatura pantagruélica en tamaño y épica en sus dimensiones, parecía haberse extinguido cuando el 15 de julio de 2003 el narrador chileno Roberto Bolaño fallecía a consecuencia de una insuficiencia hepática, apenas de cincuenta años de edad, en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. No obstante, el autor de libros como Nocturno de Chile, Putas asesinas, la formidable Los Detectives salvajes y Amuleto, tal vez previendo el evento impostergable de su muerte, estructuró su mágnum opus – que vendría a publicarse de manera póstuma-, la novela 2666 (Anagrama), como un retorno a la literatura monumental, y en cierto modo, también como un testamento literario de eco prolongado.

Sin embrago, esta publicación no aparece desprovista de un sinnúmero de dudas y preguntas: ¿Es realmente éste el capítulo final de la obra de Bolaño? Todo parece indicar que no; más bien pareciera que si 2666 en efecto representa una cima de madurez en la narrativa de Bolaño, no es de ninguna manera un adiós: esto más bien obedece a una cruel maniobra del destino. Esta novela colosal (en realidad cinco novelas cuidadosamente hilvanadas) no es necesariamente un colofón: es un proceso literario, y como tal son menester muchas lecturas – algo en sí con carácter de proeza- para comenzar a dimensionar todas las posibilidades significativas de la novela. Contraviniendo la última voluntad de Bolaño, en beneficio de la coherencia literaria, su editor, Jorge Herralde y su viuda, Carolina López, decidieron publicar la pentalogía en un solo y voluminoso tomo, en lugar de las cinco novelas propuestas por él antes de morir. Esta resulta ser una decisión ideal: de este modo, los cinco componentes de 2666, más que unidas por situaciones y/o personajes, ahora están hermanadas como siameses, unidos por la misma inquietud que Bolaño supo crear con magistral toque, conminándolo todo en su propia ciudad ficticia, su Macondo, Comala o Arkham, si se quiere: la desolada ciudad industrial de Santa Teresa, a donde no llega ningún ángel.


Los cazadores, los cazados

La primera novela en este rompecabezas se titula "Los críticos": nos involucra en la vida y esfuerzos de cuatro entrañables personajes consumidos por pasiones humanas y literarias. A manera de variopintos Virgilios en nuestro descenso al infierno, conocemos a estos catedráticos de literatura: Jean Claude Pelletier, francés; Manuel Espinoza, español; otro más italiano, Piero Morini y la británica Liz Norton, quienes comparten una obsesión con el misterioso escritor alemán Benno von Archimboldi. Poco o casi nada se sabe de este autor, salvo su nacionalidad, año de nacimiento (1920), y el hecho que su prosa es la más representativa de la posguerra en Alemania, un escenario gris y deprimente, que humea aún ante el Holocausto y que se rehúsa a hablar de sus horrores. El cuarteto, que además de ostentar estrechos lazos de amistad deriva en un mènage-a-trois no tan platónico, ha sido descrito por algunos conocedores de la obra de Bolaño, como una versión cosmopolita de los "detectives salvajes" de la novela homónima del autor, indagadores pero sin lo salvaje: a diferencia de los célebres Ulises Lima y Arturo Belano, que rastrean ferozmente a Cesárea Tinajero (una suerte de Archimboldi latinoamericana), sin distinguir la diferencia entre realidad y ficción. A diferencia de ellos, los cuatro europeos se mueven con la certeza que les da pertenecer a la academia del viejo continente: son iconos en congresos, realizan con beneplácito viajes de investigación y persiguen una búsqueda sin éxito: desean encontrar a Archimboldi y colocarlo en el sitio que (según ellos) merece. La indiscreción petulante de un becario mexicano los lleva al encuentro de un funcionario cultural del DF y de ahí a Santa Teresa, cocinándose bajo el sol de Sonora (lugar, por cierto, que apareció por primera vez en la otra novela, ya que allá van a dar los "detectives salvajes" en pos de la Tinajero), al borde de los Estados Unidos: un döppelganger de Ciudad Juárez, donde también sucede una monstruosa serie de asesinatos de mujeres jóvenes, sin razón aparente y sin visos de detenerse. ¿Qué haría un anciano escritor como Archimboldi en un lugar como ése? La investigación los lleva a conocer al noble Amalfitano, exiliado chileno, trotamundos y ahora profesor en la Universidad de Santa Teresa, que tradujo, alguna vez, a Archimboldi. De los extraños giros en su vida, y de su relación con los libros y con su hija adolescente, Rosa, versa la segunda novela hilvanada. Una gran porción del desencanto de la intelectualidad latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX (que padeció golpes de Estado, tortura, exilio, embates de comercialización, apatía de lectores y editores ignorantes y/o pretenciosos entre otras lindezas) se refleja en las cuitas del profesor chileno que se pregunta qué hace preso en ese corazón desértico de horror y muerte. “La parte de Fate" es un impactante reflejo de ese infierno figurativo y genuino que es la frontera México-Estados Unidos. La historia se lee a través de los ojos de Oscar Fate, periodista negro de Manhattan, quien se especializa en temas concernientes a la comunidad afroamericana, que, contra su voluntad, llega a la ciudad-muerte a cubrir una pelea de box; tanto Fate como los amigos europeos se horrorizan ante la realidad in situ: la oleada de bestiales asesinatos, las chicas que mueren sistemáticamente y cuyos alaridos son tragados por el desierto ante la indiferencia de las autoridades, aparentemente cegadas por la extraña luz local. Su visita a este horno los transfigura, los lleva de frente a la tragedia, los revela como humanos y los despoja de la alegría de los primeros días de su lectura; ahora están en el abismo y no podrán salir de ahí, aunque se vayan, quizá de un modo Nietzcheano, al asomarse a éste, permitieron al averno que se asomara dentro de ellos también.


Realidad Ficción

La cuarta novela es "Los crímenes", un estrambótico ejercicio literario por parte del autor: es una gloriosa historia de fantasmas, fantasmas reales: una sempiterna procesión de mujeres asesinadas recuperan su voz y vuelven a ser asesinadas: sus muertes son prosaicas y poéticas a un mismo tiempo; son mujeres marginadas por la sociedad, todas víctimas en cierto modo, de la globalización y la indiferencia, la esquizofrenia de un mundo convulso. El asesino (o serán varios) no tiene rostro, sólo deja su hilera de cuerpos ensartados a manera de perlas de desesperanza. Las muertas de Santa Teresa, reflejo literario de las muertas de Juárez representan en su sacrificio la oscuridad, la maledicencia, los asesinatos en masa que ahora son elemental base de la historia como la conocemos: masacres indígenas a manos del conquistador, las piras de la inquisición en-el-nombre-de-dios; Auschwitz y Birkenau, Ruanda, Bosnia... con ellas toda razón se disuelve en un abismo insondable, en el que cada mujer asesinada flota con gracia submarina, a manera de un cisne estrangulado.

La quinta novela, el acto final, se centra en el mismísimo Von Archimboldi. Esta es la historia que desesperadamente quieren descubrir los europeos. Es el relato de su muerte como alemán nacido de entre guerras y su resurrección como escritor fantasma en un mundo roto. También es la última pieza del puzzle que representa esta torre de relatos, el naipe que cae para poner a todos los demás en su sitio; esta es la anhelada biografía de un escritor que arrastra a sus seguidores hacia un torbellino de angustia sin final.


Más allá de la letra

De lectura colosal, 2666 es, un proyecto narrativo que presenta, además del misterio del título, a un narrador sospechosamente omnisciente: ¿de quién es la voz? A veces, según el personaje sobre cuyo hombro se encuentre, adquiere un falso acento castizo, pero de inmediato cambia, es sólo un juego del autor. La voz narrativa es también, acaso, un fantasma, quizá un sobreviviente maltrecho de otro mundo erosionado, quizá aquél (como señala el crítico español Ignacio Echeverría en su coda al final de la novela) aludido por Auxilio Lacouture, la narradora de la inquietante Amuleto (1999), también referido por esa misma cifra enigmática. No sabemos, pero es su voz la que como un cantar de sirenas nos hechiza, nos impide dejar esta novela para continuar leyendo y, así, prolongar el aliento narrativo de su autor, a quien seguiremos descubriendo en cada lectura que va más allá de mil páginas y que al cerrar el volumen golpea al lector con la horrenda noción de que nos ha sido robado, de que este es un vino de cosecha irrecuperable y que, efectivamente, la muerte de Roberto Bolaño, cuyo extenso canon permanece para descubrirlo y redescubrirlo, es un golpe terrible no solo para la narrativa hispanoamericana, sino también, para toda la literatura.










domingo, 15 de noviembre de 2009

Una temporada en el infierno: Visiones de Latinoamérica en la obra de Bolaño

por Jorge Morales
El Llop Ferotge, nº8. España. 09.2008






Playboy: Usted es chileno, español o mexicano?
Bolaño: Soy latinoamericano.
[1]






I

Recuerdo una anécdota que explicaba mi entrañable amigo XL, de los tiempos, aún humeantes, en que era un inmigrante “sin papeles” en la ciudad de Barcelona, y la imposibilidad de conseguir un trabajo normal, sumado a la muerte definitiva de sus ahorros, lo había dejado de la noche a la mañana sólo y desnudo en medio de los caminos polvorientos de la vida, que se abría ante sus ojos misteriosa e imprevisible. Y como XL era joven e idealista, en lugar de desesperar, fue capaz de ver aquel trance como una prueba o como una oportunidad de algo. Algo que no sabía precisar, pero que intuía emparentado con el viejo aprendizaje de la “Universidad Desconocida”, lugar donde hace sus clases la “Maestra Vida” que canta Rubén Blades, y donde los conocimientos están empapados de un romanticismo y un sentido artístico tales, que XL se acordaba de Sartre, casi con lágrimas en los ojos, y de la famosa frase de que nunca habían sido tan libres como cuando la ocupación nazi. Pues algo de artista, algo de partisano hay que tener, para vivir con dignidad y salir adelante en tan adversas circunstancias, pensaba él.

En su caso, los resultados fueron admirables, pues luego de cinco años, seguía en Barcelona, sonriente y energético, y pocos sospechaban de su condición de indocumentado. Lo que mucho le ayudó, luego de grises temporadas en el infierno, explotado de mala manera en sucios galpones clandestinos, sostenidos por empresarios autóctonos de ínfima categoría, fue que aprendió a hacer tatuajes de henna, muy de moda durante varios veranos. Los ofrecía por las playas de Cataluña, del País Vasco, de Andalucía… atiborradas todas ellas de veraneantes nórdicos y de todas las procedencias imaginables, en una babel veraniega donde por fin los inmigrantes “ilegales” pueden hacer su agosto, montándose negocios independientes, libres, en una experiencia bella y casi utópica, donde XL se lo pasaba en grande: de día haciendo tatuajes por la playa y de noche de fiesta. Así, cuando llegaba septiembre y el viento del otoño despedía a los veraneantes y traía de vuelta la rutina, los inmigrantes enfrentaban su situación con los bolsillos más o menos provistos. Por lo menos, les alcanzaba para pagar de un golpe los alquileres de sus habitaciones en pisos compartidos del Gótico o del Raval, hasta entrado el invierno, época de vacas flacas para los vendedores ambulantes, los músicos de las terrazas, y los callejeros en general.

En uno de esos veranos inolvidables de sol y tatuaje, mi amigo XL andaba recorriendo las playas de la Costa Brava, y en la daliniana Cadaqués, conoció a unas turistas brasileñas, jóvenes, hermosas y aristocráticas, que tomaban el sol y, se interesaron en el arte de sus “tatoos”. Mientras hojeaban el catálogo y XL comenzaba a ejecutar los primeros dibujos –soles ondulantes alrededor del ombligo, pequeñas mariposas negras en la delicada frontera de la piel y el tanga, detalles tribales al final de la espalda, estrellas en los tobillos- conversaban trivialidades en “portuñol”. Ellas le explicaron que eran de Río de Janeiro, que ya se habían dado cuenta de que él era chileno, pues habían estado un par de veces esquiando en Farellones, que, por cierto, según su opinión, no tenía nada que envidiar a las más exclusivas pistas de esquí de Suiza o Italia. “Porque Europa se está deteriorando”, afirmó una de ellas, que había tenido una muy mala impresión de Barcelona: sucia, llena de mendigos, de pobres, de gente malcarada, y –cosa que no había podido creer- las estrechas calles de su Barrio Gótico, en vez de expresar la gloria de su pasado medieval, sudaban un olor de orines y borrachera, espantoso.

Entonces, XL disfrutaba de su trabajo, pues estaba ganando unos buenos euros y pasando un rato agradable, hasta que todo se torció cuando él abrió su bocaza para hacer vivo elogio de una película brasileña que, recientemente, lo había deslumbrado: “La mejor película latinoamericana de todos los tiempos”, agregó, para luego citar con orgullo infantil y gesto triunfal: Cidade de Deu… Y las, hasta ese instante, encantadoras garotas de Ipanema, las dulcísimas meninas cariocas, al más puro estilo Dr. Jekill y Mr. Hyde, revelaron de repente otra cara, afeada por una mueca reaccionaria, y cargaron con artillería pesada contra la película, contra el director Fernando Meirelles, al que calificaron de “resentido social”, y contra el propio XL, por elogiar una película que, para ellas, no era nada más que un monumento a la vulgaridad, que exhibía la peor escoria del Brasil, o pais mais grande do mundo, que por culpa de esa desafortunada película, estaba hoy por hoy, en boca de todo el mundo, y un largo rosario de quejas enunciadas con enfado, que avinagraron lo que hasta ese momento era una mar de tranquilidad.

Rápidamente, XL pasó de preguntarse por qué seré tan bocazas, a comprobar que en realidad no era para tanto, que él sólo había hablado de cine sin ninguna intención de ofender a nadie. Tampoco había levantado la voz, como lo hacía una de ellas en ese preciso instante. Cuento corto, XL optó por acabar rapidito e irse, no sin antes, como una vil comadreja latinoamericana, cobrarles el doble de lo habitual. Cuando las muchachas escucharon el precio, recibieron el golpe sin acusarlo, sólo enarcaron las cejas un poco más de la cuenta, situación que XL aprovechó para deslizar, mientras les daba el cambio, el comentario de que Europa, aparte de sucia, es muy cara.


II

Esta sencillísima anécdota, tan bolañesca en sus circunstancias, podemos utilizarla como marco panorámico de este artículo, gracias al trabajo narrativo del mismo Roberto Bolaño, construido en gran parte, a partir de historias de vidas, personales, cotidianas y vulgares, que se convierten en alta literatura por la magia de su pluma. En efecto, esta reivindicación literaria de la experiencia vital, logra, entre otras cosas, generar una fecunda e inusual identificación del autor y del lector, con la historia narrada y con los personajes, al punto de convertirse en sí mismo y de paso al lector, en personaje literario. Todo es Literatura en Bolaño, y ese coqueteo entre ficción y realidad, esa ambigüedad de géneros literarios, ha llamado la atención de cierta crítica, que no ha dudado en considerar esta característica (que denominan con el nombre de “literaturas híbridas”) como una innovación fundamental de nuestro tiempo. No obstante, y una vez más, es Enrique Vila-Matas el encargado de quitar hierro al asunto, recordando en Doctor Pasavento que hace ya algunos siglos que la literatura conoce la confusión de los géneros y el juego promiscuo entre realidad y fantasía.

Pero, sobre todo, esta breve anécdota citada, funciona como una elocuente metáfora de Latinoamérica, un continente fragmentado y dividido, donde las grotescas diferencias sociales conforman, en todos los sentidos, un abismo insondable, un auténtico agujero negro capaz de succionar y estropear las mejores energías de nuestros pueblos, gastados y consumidos en el arduo ir y venir de una supervivencia plomiza y en los bordes. Un continente donde la gran mayoría de sus habitantes reside en megalópolis ingobernables, donde los conceptos de lo “público” y del bien común, han sido sistemáticamente torpedeados por el discurso y la práctica neoliberales, y donde la percepción que se tiene de instituciones tales como Gobierno, Justicia, Iglesia, Ejército o Policía, es de una desconfianza absoluta y apasionada, basada en la experiencia práctica de corrupción, abusos y atropellos que se suceden uno tras otro en el lugar que debieran ocupar las buenas noticias.

De este modo, el abismo latinoamericano abre sus fauces, cuando observas que detrás de sus muros grises de cartón de piedra, transcurre la novela rosa de una elite con ínfulas aristocráticas, que acumula la riqueza y el poder, y que no quiere sentir ni hablar de una realidad social desfigurada, que “afea” su triunfalismo, y que por lo mismo se oculta y silencia. A las turistas de Cadaqués, la sola mención de la película de Meirelles las sacó de quicio, pues ésta da cuenta del infierno que bulle a sus pies (o mucho más abajo de sus pies), igual como la literatura de Roberto Bolaño desmelenó a muchos intelectuales que, sumándose al coro hueco de ciertas visiones políticas en el poder, pretenden vender una imagen de Latinoamérica como un continente pujante “en vías de desarrollo”, con una sólida economía, donde el conflicto social es minoritario, y son felices exhibiendo cifras macroeconómicas y las altas torres de acero y vidrio que se construyen y elevan en el cielo de nuestras capitales, como si fueran lo máximo. Por eso hemos comenzado este artículo citando esa historia, porque es tan ilustrativa de lo que somos, que hasta incluyó la famosa frase, lapidaria y vulgar, siempre a punto en boca de los conservadores (tanto de derecha como de izquierda) y con la que se suele descalificar todo atisbo de crítica: el típico “Resentido social”. Una frase que en Chile se usa mucho, y que la he vuelto a encontrar hace muy poco, referida ni más ni menos que contra el propio Roberto Bolaño. En efecto, el escritor chileno Carlos Franz, en uno de los artículos incluidos en el libro Bolaño Salvaje, publicado recientemente por Candaya, acusa a “B” no sólo de ser un “resentido social”, sino de haber convertido el resentimiento social “casi en estética”. Por esto mismo, la historia de XL ha sido un punto de arranque emblemático, para indagar en algunos aspectos y variaciones del desquiciado infierno latinoamericano.


III

Aquello que Roberto Bolaño denomina “el infierno latinoamericano”, y otras veces “el atroz crucigrama latinoamericano”, es un complejo quebradero de cabeza, determinado por nuestras circunstancias históricas a partir de la conquista europea de 1492, sumada luego a nuestra contrastada incapacidad para superar el subdesarrollo y construir proyectos colectivos que valgan la pena. Por ejemplo, la pregunta acerca de si existe una “cultura latinoamericana”, y cuáles serían sus características, es todavía una pregunta angustiosa que se formula en nuestras universidades, y obtener una respuesta, o más simple, una tentativa de respuesta, libre de coyunturas o intereses de cualquier signo, es como encontrar un trébol de cuatro hojas en la selva del Amazonas. No obstante, a lo largo y ancho de su obra, Bolaño realiza una inmersión, sin seguros de vida ni garantías, en nuestro peculiar laberinto, señalando claves que superan largamente los estrechos moldes conceptuales dogmáticos que se han erigido en el joven continente moreno. Por una parte, la visión de nuestras derechas no ha diferido de la que sostuvieron los conquistadores, que se encontraron de golpe con un continente lleno de riquezas de las cuales apoderarse por la fuerza, y de personas a las cuales “civilizar” o “cristianizar”, sin otro fin que utilizarlas como mano de obra y servicio. Y la visión de izquierdas, por otra parte, tampoco supo mirar más allá de las contingencias y exigencias de “la lucha revolucionaria”, en que todo se redujo al limitado esquema de la lucha de clases entre ricos y pobres, y la consiguiente demonización de los unos y exaltación de los otros. Y en esta exaltación del “pueblo”, se olvidaron peligrosamente de temas relacionados con matrices culturales tan arraigadas como el paternalismo, el racismo, el sexismo, los nacionalismos, cuyas huellas perduran y son fácilmente comprobables para el observador imparcial, sólo viajando por nuestras tierras. No obstante, los pensadores marxistas, en un intento porfiado de hacer coincidir la realidad latinoamericana dentro de su marco teórico, incluso comenzaron en su momento, a distinguir entre “proletariado”, al cual asignaron todas las virtudes y roles históricos decisivos, y “lumpen-proletariado”, al cual se le achacan la ignorancia, la vileza y la incultura.

De este modo, nuestra historia reciente tiene poco que ofrecer, más allá de fracasadas experiencias revolucionarias, sangrientas dictaduras, endebles democracias, y una herencia histórica de violencia y de heridas aún abiertas, con el telón de fondo constante de las desigualdades sociales y económicas, que reducen y empequeñecen el alma de nuestros pueblos. Y pareciera que, en el vaivén monótono e inestable de nuestra búsqueda de sentido, lo única que queda, es la vieja épica de la resistencia, la “sacralización” de la lucha armada y la glorificación de la dudosa peculiaridad de nuestros pueblos, que en el terreno de las letras, produjo verdaderas obras maestras, como el Canto General de Pablo Neruda, y el fenómeno del boom. Una literatura en las cuales el protagonista es el pueblo, o bien como sujeto social, despierto, cohesionado y activo, o bien como un montón de gente indolente que celebra su propio exotismo, su propia barbarie, su condición de pueblos nuevos, nacidos del mestizaje entre aborígenes y europeos, ansiosos de fundar su propia historia, y de ponerle, festivamente, nombres a las cosas. No obstante, a la luz del presente, estas sendas agotaron sus posibilidades, vencidas por la cruda realidad de la violencia que se extiende en todos los niveles y en todas las direcciones de la sociedad, como una gelatina deformadora que le confiere a nuestra particular encrucijada, un carácter adicional de patetismo y tristeza. Y es, precisamente, desde este pozo enfangado de donde arranca la literatura de Roberto Bolaño, acuñada en un crisol desmitificador, capaz de sostener nuevas propuestas, nuevas miradas, que superen esta visión épica y maniquea. (Recordemos, para situarnos, que, entre otras cosas, en su viaje por tierra desde México a Chile, Roberto conoció a los militantes “revolucionarios” que luego torturarían hasta la muerte al compañero Roque Dalton, poeta y guerrillero, por considerarlo un “pequeño-burgués” y un infiltrado del imperialismo, en un hecho deleznable que no sería aislado, pues la misma suerte correría más tarde la Comandante Ana María, muerta en manos de sus propios machistas camaradas).

Bolaño, entonces, lo que hace es comenzar a poner las cosas en su sitio, porque es imposible entender nada de nuestra propia historia y de nuestros necesarios procesos de avance social, si antes no somos capaces de mirarnos a nosotros mismos con ojo implacable, sin concesiones ni condicionamientos coyunturales, y con una honestidad intelectual que, en el caso de Bolaño, lo llevó a mantener sonadas polémicas y a generar divisiones y acalorados debates.

Para ilustrar esta superación tanto de la épica de la resistencia como de la exageración realista-mágica que planea en el conjunto de su obra, podemos citar un fragmento de su famoso discurso de Caracas, en la ceremonia de entrega del premio Rómulo Gallegos por su obra Los detectives salvajes, donde afirma: “Y esto me viene a la cabeza porque en gran medida todo lo que he escrito es una carta de amor o de despedida a mi propia generación, los que nacimos en la década del cincuenta y los que escogimos en un momento dado el ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto decir la militancia, y entregamos lo poco que teníamos, que era nuestra juventud, a una causa que creíamos la más generosa de las causas del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en la realidad no lo era. Demás está decir que luchamos a brazo partido, pero tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, un aparato de propaganda que era peor que una leprosería, luchamos por partidos que de haber vencido nos habrían enviado de inmediato a un campo de trabajos forzados, luchamos y pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años que estaba muerto, y algunos lo sabíamos, y cómo no lo íbamos a saber si habíamos leído a Trotski o éramos trotskistas, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada, los que no murieron en Bolivia, murieron en Argentina o en Perú, y los que sobrevivieron se fueron a morir a Chile o a México, y a los que no mataron allí los mataron después en Nicaragua, en Colombia, en El Salvador. Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados”.

Pensamos que gran parte de lo que constituye las visiones de Latinoamérica presentes en la obra de Roberto Bolaño, tienen que ver con este concepto de superación de las teorías simplistas y reduccionistas que han monopolizado el debate de nuestra identidad.


IV

Ahora bien, ¿desde dónde Bolaño construye su universo literario? Básicamente, desde dos sitios que, de tan amplios y extensos, no es sencillo acabar de dominar, de abarcar ni de conocer. Bolaño, en primer lugar, escribe desde la experiencia vital adquirida como hombre con muchos miles de kilómetros a la espalda, con unas hondas raíces en la tierra del desarraigo, que vivió incontables despedidas, que dejó trozos de su corazón desperdigados en muchos lugares, muy alejados entre sí. Que erró con el viento de la aventura peinándole los cabellos, con la bella sensación de la libertad, cuyas estrellas vio brillar el joven Roberto Bolaño, en el cielo nocturno iluminado de faroles de un legendario México DF, de una Barcelona post-franquista y pre-olímpica inagotable y en ebullición… En resumen, uno de los lugares desde donde Bolaño se posiciona a la hora de construir su discurso, es desde una auténtica condición de “ciudadano del mundo”, de uno que conoce porque ha viajado, porque ha vivido, y porque ha viajado no como un turista con los gastos pagados de antemano, sino como uno con las manos hundidas hasta el fondo en la masa palpitante de la vida. Y que no obstante, es capaz de reconocer su verdadera raíz y, en lugar de declararse chileno o mexicano o español, se declara con una sola palabra contundente y martiana: Latinoamericano.

En segundo lugar, pero aclarando que decir segundo lugar no significa menos importante, Bolaño construye su visión y su propuesta, en base a un conocimiento amplio de la tradición literaria de la lengua castellana, (y de la francesa, y de la norteamericana…) cosa poco habitual tanto en Latinoamérica como en España. Son pocos los autores que tengan un conocimiento tan cabal de aquello que se escribe y se ha escrito, más allá de las fronteras de un solo país. Lo usual es que se hable de “literatura chilena”, “literatura catalana”, “literatura argentina”, y que se tenga una excesiva consideración o atención o afecto a las propias literaturas nacionales, sólo por eso, por tristes razones nacionales, por parte de la industria cultural, pero también por parte del mismo público lector, y lo que es peor, de los escritores. En cambio, la alta literatura latinoamericana de vocación universal, siguió siendo posible en Bolaño, pues bebió de todas las tradiciones, leyó todos los libros, los valoró, los sopesó, y de este conocimiento erigió su propio e imponente edificio. Lógicamente, esta dedicación tiene un alto precio: En su caso, aceptar desde muy joven la propia libertad, la intemperie y las consecuencias que ella comporta. Así, a los 16 años, abandonó los estudios convencionales para dedicarse íntegramente a la lectura autodidacta, obsesiva y compulsiva. (En ese sentido, el Chile inmediatamente anterior al golpe militar y el México que conoció Roberto era generoso, pues había un acceso a los libros superior al actual. En esa época prosperaban numerosos proyectos editoriales autóctonos, y las librerías de Santiago, y más aun las de México DF, estaban suficientemente surtidas de novedades en castellano, como también en inglés y en francés, lenguas con las que el joven Roberto se atrevía y se enfrentaba, caballerescamente, armado de pasión, inteligencia y más de un diccionario). A los veinte años se había ido a Chile, al Chile de Salvador Allende, para hacer la Revolución, desde las filas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), justo dos semanas antes del golpe de Pinochet. Muy pronto cayó preso, porque su acento ambiguo entre chileno y mexicano, despertó las sospechas de unos uniformados que no dudaron en tildarlo de “terrorista extranjero”. Estuvo detenido un tiempo, pero se salvó de la muerte porque uno de los militares que ejercía de carcelero, era un viejo compañero de escuela, que le conocía y que testificó en su favor.

Cuántas aventuras, cuántas batallas perdidas, cuántos sueños y cuántas esperanzas. Y cuántos libros, cuántos viajes, cuántas preguntas, cuántas lecciones. Este es el posicionamiento doble desde el cual Roberto Bolaño construyó su discurso literario y sus visiones de Latinoamérica.


V

En el conjunto de la obra literaria de Roberto Bolaño, tanto en poesía como en prosa, respira Latinoamérica, y desfila la historia y la compleja diversidad de este continente, hecho que, con justicia, ha llevado al crítico Ignacio Echeverría a considerarlo “el bardo de Latinoamérica”. Esbozaremos sólo algunas líneas de la mirada latinoamericana de Bolaño. Abordó, por una parte, el horror vivido bajo las dictaduras militares, desde el punto de vista de las elites intelectuales y de las víctimas, en títulos como Estrella distante, donde practica con maestría el paradigma que él mismo estableció como condición exigida a toda buena literatura: ser capaz de meter la cabeza en lo oscuro y saltar al vacío con los ojos bien abiertos. En Estrella distante, en efecto, se salta al vacío del horror en estado puro, el escalofrío, a la salvajada que, después de Auschtwitz, pensamos que difícilmente podría volver a tener lugar y que, sin embargo, la tuvo. Ambientada en Chile, pero un Chile que podría perfectamente ser la Argentina, o Colombia, o el Uruguay, se narra la historia de un asesino en serie, que con el marco idóneo que le ofrece la dictadura, se dedica a perpetrar crímenes deleznables, con el detalle feroz de que el asesino no sólo es un militar, miembro de la Fuerza Aérea, sino también es un amante de la poesía y artista de vanguardia.

En Nocturno de Chile, en cambio, se relata la otra cara de la moneda, la de los intelectuales cómplices del horror, personificada en la historia del sacerdote y crítico literario Sebastián Urrutia Lacroix, miembro del Opus Dei, y trasfondo del cura Ignacio Valente (pseudónimo de José Miguel Ibáñez Langlois), personaje que ejerció de auténtico decano de la crítica literaria chilena en los tiempos de la dictadura, pontificando a gusto desde las páginas dominicales del diario El Mercurio. Este periódico, el más antiguo de Chile, propiedad de la familia Edwards, una de las más ricas de Chile y de las más comprometidas con el régimen de Pinochet, quien incluso les pagó deudas millonarias contraídas con bancos extranjeros, con fondos del erario público, en una muestra de flagrante corrupción que, en casi veinte años de restablecimiento democrático, no ha sido resuelta. En esta novela, entonces, Bolaño hace gala de valentía y coraje, arremetiendo y ajustando cuentas contra quienes aun conservan su estatus y su impunidad, y de la manera más difícil, dándole la voz precisamente a quienes tanto hablaron y transmitieron, mientras la mayoría estaba condenada al silencio de los cementerios y al silencio de la marginación. Es decir, en Nocturno de Chile, le da la palabra al mismo cura Urrutia Lacroix, en un monólogo por el que transita la historia chilena del siglo XX, con el colofón espeluznante de las veladas literarias en la mansión del personaje María Canales, trasunto de Mariana Callejas, escritora mediocre casada con un agente de la DINA, que en los sótanos de su mansión, se torturó y asesinó a opositores del régimen dictatorial.

Esto, por lo que respecta a la parte de las elites y las altas clases sociales latinoamericanas. Pero resulta mucho más interesante para nosotros, la visión que se ofrece de las clases populares y medias, así como de la vida cotidiana en las grandes ciudades latinoamericanas. Brilla aquí el talento de Roberto Bolaño, su condición de artista crítico e insobornable, que no cedió concesiones de ningún tipo. Bajo su vista justa e implacable, nuestros pueblos aparecen desnudos, despojados de todas las etiquetas y hojas de parra con que se les ha pretendido vestir y catalogar. De hecho, cuando hablamos de desnudez, incluso pueden resultar chocantes para muchos lectores, imágenes como las ofrecidas en 2666, por ejemplo. Los extremos de brutalidad y bajeza que se narran, distan galaxias, tanto del exotismo y colorido del realismo mágico, como de la imagen comprometida que se desprende de la épica social latinoamericana. Se desciende aquí a una cruda realidad, propia de unas cloacas invisibles, pero que sólo son invisibles por nuestra negativa a verlas. El relato de los sucesos que ocurren en la prisión de Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez, donde desfila una escabrosa galería de personajes macabros, auténticos monstruos -Recuérdese, por ejemplo, a “Farfán”, o a “los tres T”, el “Tequila”, “Tutan- Ramón” y el “Tormenta”-. Pero hay otros oscuros personajes, como el chulo de putas “Alberto”, de Los detectives salvajes, al que para corroborar su ego y su falsa hombría, no se le ocurre nada mejor que medirse el miembro con el mismo cuchillo con el que amedrenta a las putas adolescentes que domina, y con el que nadie sabe a cuántas personas haya asesinado, a pesar de ser un hombre aún joven.

Sin embargo, lo importante radica en que estos personajes no son presentados por Bolaño como si fueran la encarnación total del mal, ni como la escoria por excelencia, ni como el fruto de “las contradicciones de clase”, ni bajo ningún manto ideológico y conceptual que pretenda explicarlos. Aparecen como lo que son, personajes responsables de sí mismos y, cuya existencia es posible sólo en la medida en que la totalidad de la sociedad que se articula a su alrededor, los posibilita, los crea y los reproduce. En definitiva, esos esperpentos no son más que el fruto auténtico de sociedades fracturadas y castigadas por la violencia y la corrupción, donde ya no hay proyectos colectivos que seduzcan a las mayorías, lanzadas en estampida contra sí mismas, y en donde las instituciones que representan al Estado, son las primeras que deberíamos poner bajo sospecha. De este modo, tanto el chulo de putas Alberto como los oscuros asesinos de mujeres en 2666, y sólo por enumerar un ejemplo, gozan, si no de una complicidad abierta, sí de una gran comprensión y tolerancia por parte de su medio social y de la misma policía. Es así como el chulo de putas Alberto, cuando persigue a la prostituta adolescente Lupe, que quiere liberarse de él, abandonar el oficio y construir una nueva vida, lo hace acompañado no sólo de los “maderos”, sino contando además con todo el entramado del bajo fondo social conspirando a su favor. Todo esto, ante la estupefacción del joven poeta García Madero, que de tan joven, no ha comprendido aún la magnitud de la tragedia.

Algo similar es lo que sucede en 2666, siendo muy elocuente la escena angustiada en que el profesor Amalfitano reúne los ahorros de toda su vida, para dárselos a su hija y le pide, casi le suplica, al periodista neoyorquino Oscar Fate, gran conocedor de los rigores de los barrios bravos por provenir él mismo del Bronx, que saque a su hija del país y la coloque en el primer avión rumbo a Barcelona, pues sabe que los criminales la rondan. Cuando Fate le pregunta si es por lo de los asesinatos de mujeres, y si él cree que “ese Chucho Flores está metido en el asunto”, Amalfitano le contesta con un lacónico, contundente y desgarrador “Todos están metidos”, que nos remite al “Hurrah, por fin ninguno es inocente” de Gelman, pero en un sentido completamente diferente.

Estamos, entonces, en un lugar donde las raíces del sexismo, del machismo más bárbaro, y de la violencia en general, son tan hondas, que pecaríamos de cínicos si nos sorprendiéramos que en Santa Teresa ocurran tales sucesos. Por esta razón, quizás, uno de los pasajes más escalofriantes de 2666, no sea ninguno de los que refieren la descripción de los crímenes (partes médicos, caracterización de las vejaciones, nivel de descomposición de los cadáveres, etc.) sino el pasaje aquel donde los policías encargados de resolver los brutales y enigmáticos casos de desapariciones, violaciones y asesinatos de mujeres, están desayunando en un bar y amenizan el café y las pastas, contándose chistes machistas de una vulgaridad extrema, en donde salen a relucir los dientes cariados y hediondos de los machitos latinos, violentos e ignorantes, que luego de haber contemplado espectáculos tan macabros, aún les quedan energías para reírse de las mujeres, con chistes denigrantes que les causan tanta hilaridad. ¿Y dónde está lo más patético? Pues en que los chistes que cuentan no son ficción, no se los inventó Bolaño, sino que son una recolección de chistes que realmente se cuentan en Latinoamérica.


VI

Acabaremos este artículo con otro aspecto muy importante en el conjunto de la obra de Bolaño: la visión sobre la juventud. Ella es la gran protagonista de sus aventuras, historias, y también de su poesía, escrita toda ella desde la perspectiva de un joven que se dirige a otros jóvenes, donde lo sentimientos que se expresan, empapados de juventud, nos remiten a las alegrías y desventuras propias, de quienes constantemente, parten desde cero: Los errantes, los vagabundos, los inmigrantes, con todo lo noble y caballeresco que comporta. Y uno recuerda, por ejemplo, el título de su primera novela, escrita a cuatro manos con Antoni García Porta: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, y se los imagina a ambos bordeando la treintena, con los cabellos largos, llenos de ilusiones, sin un duro en los bolsillos, a la salida de la editorial barcelonesa La Cloaca, (que llevaba ese nombre con mucha resignación, como bromeaba Bolaño en un artículo). Esa primera novela, es pura juventud de principio a fin. Y también los grandes personajes de Bolaño, como su propio alter ego Arturito Belano, Ulises Lima, (trasunto del poeta Mario Santiago), y tantos otros, son todos ellos jóvenes que se plantan en el mundo con la ingenuidad y la precariedad que caracteriza a la juventud, y con el desparpajo y el ánimo incendiario de los estudiantes latinoamericanos. Agrada, además, la capacidad para dotar a estos personajes de una sensibilidad, complejidad y cercanía, que los hace tan vivos, a pesar de provenir de contextos diversos, que superan toda frontera, remitiéndonos otra vez, a la “extraterritorialidad” de su obra, al carácter profundamente universal y humanista de su mirada. Baste con citar a los jóvenes Reiter o Ansky, de 2666, a través de los cuales, Bolaño hace un completo repaso a la primera mitad del siglo XX, sin eludir una inmersión honda en la cotidianeidad de la Alemania de Hitler ni en la Unión Soviética de Stalin.

De este modo, la mirada sobre la juventud es amplia, pues abarca tanto a los jóvenes estudiantes (universitarios o autodidactas, es igual), como también a la juventud marginal (prostitutas adolescentes, jóvenes obreras, camareras, etc.). Estos jóvenes son presentados sin adornos, totalmente en bruto, sin ningún adjetivo que los condicione o interprete, pero también con toda su capacidad de ensueño, de solidaridad, de fantasía y de ingenuidad, cosa que los hace muy reales y cercanos. Aparecen poco en lo individual, los vemos, más bien, como grupo. Algunas veces, incluso diluidos en el grupo, pues en la juventud, el amor y la amistad son muy importantes, e influyen hasta en la construcción de la personalidad. Así, Arturito Belano va siempre acompañado de Ulises Lima, de Felipe Müller, de las hermanas Font, entre otros, y una novela como Los detectives salvajes, es casi la historia de un grupo de amigos, localizada en México a mediados de los setenta, con sus ramificaciones hasta veinte años después.

El carácter “tribal” de la juventud está complementado por los sueños que se albergaban en los sesenta y setentas, sueños colectivos de transformación social, inquietudes culturales, literarias, cinéfilas, que intentaban florecer en un medio social completamente hostil. Ahí está, por ejemplo, en Los detectives salvajes, esa tragicómica imagen donde el grupo de jóvenes poetas, están estirados sobre la hierba del parque de Chapultepec, y entre las ramas de un árbol creen ver a una ardilla, cosa que los alegra, enternece y hasta los hace fantasear: ¡Una ardilla en un parque de México DF! Pero luego se fijan mejor y descubren una rata enorme y hambrienta, subida en el árbol para comerse a los pajarillos en sus nidos. La imagen es sencilla pero provoca un espasmo de asco que recorre la espalda, y que muestra la precariedad de una juventud que sueña con otro mundo, con la posibilidad de construir sus castillos en el aire, pero a la cual depara el naufragio en las aguas sucias y turbulentas de la corrupción, la falta de medios, la cerrazón de las expectativas. Sobrevivir en esas aguas sin corromperse y sin perder la ilusión, es la misión auténtica de los poetas, pues como se señala en Los perros Románticos: “la poesía, más valiente que nadie, entra y cae a plomo en un lago infinito como Loch Ness o turbio e infausto como el lago Balatón (…) La poesía entra en el sueño como un buzo muerto en el ojo de Dios”.

No obstante, tampoco se cae en la simpleza de achacar todos lo males al medio exterior, pues la mirada sobre la juventud no está exenta de autocrítica, expresada de diferentes maneras, pero que alcanza un punto memorable en los comentarios y observaciones, de uno de los personajes, a mi juicio, más sugerentes e interesantes de la obra de Roberto Bolaño, el personaje de la uruguaya Auxilio Lacouture. En efecto, este personaje aparece delineado en Los detectives salvajes y protagoniza luego la novela Amuleto. Es una mujer de edad mediana, andariega e inquieta, una poeta que ejerce de investigadora en la UNAM, pero que queda trastornada luego de vivir una dura experiencia en el 68 mexicano, que incluyó la toma de la UNAM por parte del ejército y la matanza de Tlatelolco. Ella es, además, una gran conocedora de la poesía, de los poetas y de los ambientes de la cultura y la bohemia de la Ciudad de México, al punto que incluso llega a afirmarse de que es “la madre de la poesía mexicana”, pues conoce a todos los poetas y todos los poetas la conocen y respetan a ella. En una escena de Amuleto, Auxilio está en un bar con un grupo de jóvenes poetas que, sin ningún conocimiento de causa, están hablando mal del gran poeta José Emilio Pacheco. Auxilio intenta intervenir, pero al no ser escuchada, se queda en silencio haciendo para sí misma unas valiosas reflexiones sobre la literatura y la juventud, que constituyen una crítica sentida y elocuente: “Eso les decía yo a los jóvenes poetas de México (y a Arturito Belano) cuando hablaban mal de José Emilio, pero ellos no me escuchaban o escuchaban sólo la parte anecdótica de la historia (…) Y a veces me decía: estos muchachos son la esperanza. Pero otras veces me decía: qué van a ser la esperanza, qué van a ser la espumeante esperanza estos jóvenes borrachines que sólo saben hablar mal de José Emilio, estos jóvenes briagos duchos en el arte de la hospitalidad pero no en el de la poesía. Y entonces los jóvenes poetas de México se ponían a recitar con sus voces profundas pero irremisiblemente juveniles y los versos que ellos recitaban se iban con el viento por las calles del DF y yo me ponía a llorar y ellos decían Auxilio está borracha, ilusos…”. [2]

De este modo, en la obra de Roberto Bolaño, Latinoamérica aparece desnuda y con su corazón palpitante al descubierto. El gran corazón rojo de nuestro continente, abierto por todos los costados, desangrándose lentamente a la luz del día, bebiendo la copa de vida que le emana de cada rayo del sol, con una sonrisa dibujada entre los labios, mientras una banda sonora de ritmos calientes y tropicales, suena con la indiferencia de un telón de fondo.




Notas

[1] Roberto Bolaño. Entre Paréntesis. Editorial Anagrama. 2004. Pág. 331. (Entrevista de Mónica Maristain).
[2] Roberto Bolaño. Amuleto. Editorial Anagrama. 1998. Págs 58-59.











miércoles, 11 de noviembre de 2009

Más Bolaño

por Andrés Ibáñez
ABC, España. 07.11.2009







La decisión (feliz) de la editorial Anagrama de publicar y republicar la totalidad de la obra de Bolaño nos trae la fantasía de libros «nuevos» que son en realidad libros antiguos que no habíamos leído todavía. Yo, al menos, no había leído Una novelita lumpen ni tampoco La pista de hielo, que acaba de aparecer. Pero adentrarme en estas obras, después de haberme pasado los últimos años buceando obsesivamente en sus dos obras mayores (Los detectives salvajes y 2666) y de haber disfrutado también intensamente de los relatos, de las otras novelas y de la poesía, me hace replantearme una vez más el enigma de Bolaño e incluso, con estas nuevas lecturas, sentir que estoy un poco más cerca de comprenderlo. Lo cual quiere decir, como sucede con cualquier verdadero enigma, que éste se ha hecho ahora más enigmático que nunca. Porque hay dos formas de desvelar los misterios: una que consiste en traducirlos, es decir, en mostrar lo que «significan», y otra muy distinta que consiste en revelar por qué es imposible traducirlos y por qué no tiene sentido decidir qué «significan».


Sangre y morbo

Pero ¿en qué consiste el «misterio» de Bolaño, si es que existe tal misterio? Uno de los elementos clave sería, para mí, la extraña, casi incomprensible contención de nuestro autor. Las cosas terribles o morbosas que suceden en sus novelas parecen tener lugar al margen de su voluntad, y él parece estarse resistiendo siempre por todos los medios a contarnos los detalles. Somos nosotros los que queremos saber más, los que estamos sedientos de sangre y de morbo. En realidad, es él quien ha creado esa expectativa, que luego se dedica a satisfacer en minúsculas dosis. La protagonista de La pista de hielo, por ejemplo, es una patinadora deportiva. Bolaño dice varias veces (a través del admirador de Nuria, Enric Rosquelles) que es una chica muy guapa, pero no dice ni una palabra sobre su cuerpo. Nadie resistiría escribir una novela entera sobre una patinadora sin hacer la menor referencia a su físico, a su forma de patinar, a la impresión que la imagen de esta muchacha causa en su adorador. Sólo Bolaño logra hacerlo, y ahí, en esa contención casi monástica, casi de cilicio literario, está su fuerza desmesurada. Porque las imágenes crecen desmesuradamente cuando no se alude a ellas directamente.


Pequeñas dosis

Si las imágenes están vivas en la mente del autor, entonces, no sabemos muy bien cómo, se transmitirán al lector. Las palabras, en este caso, son un medio ambiguo: cuantas menos palabras, más fuerza tendrá la imagen. Bolaño es un maestro en este arte de imaginar con toda claridad pero no decir. Es, en fin, un maestro en el arte de dosificar información y en el arte de insinuar, de prometer algo y luego nunca acabar de darlo, o darlo en pequeñas dosis que siempre resultan insuficientes. Es como el malvado vendedor de droga, que nos incita, que nos mantiene en un perpetuo estado de insatisfacción. Quizá por eso la lectura de sus libros produce una compleja gama de intensos placeres, pero no produce nunca felicidad. Y no porque sus historias sean tristes o desdichadas, sino porque las leemos siempre con ansiedad, a veces con impaciencia, a veces casi furiosos. Bolaño es un maestro de eso que el posestructuralista denomina la diferencia, ese significado que se difiere, es decir, que se retrasa interminablemente, esa frase que avanza y que no acaba nunca de decirse.

No es un autor emocional a pesar de las fortísimas sensaciones que producen sus novelas, sensaciones de horror, de miedo, de vértigo, de deseo. Sensaciones, no sentimientos. Por esa razón, y por ese virtuosismo suyo en el no decir, en ocultar, en posponer, hemos de suponer que el genio de Bolaño es, ante todo, de naturaleza técnica, y que en el corazón de sus relatos de perdedores hambrientos de sexo y de fracasados dolientes que vagan por el mundo, anida, en realidad, un cerebro implacable lleno de trucos, de mediciones, de sistemas y de juegos. En esto se parece a Pynchon, aunque Pynchon hace ostentación de su rareza mientras que Bolaño finge, siempre finge, igual que finge en las fotos de sus libros: finge ser un colgado que va por ahí sin afeitar, que no tiene ni para un café y que «escribe», cuando en realidad es un maestro incomparable del arte de la narración. En estos momentos no recuerdo ningún otro maestro que me inquiete más, que perciba más lleno de trucos y de bromas privadas. Es fascinante, pero no es en absoluto de fiar. Es un genio raro, un genio con truco. Pero no sabemos cuál es el truco.










jueves, 5 de noviembre de 2009

El discurso hipertextual como estrategia para la constitución de una memoria universal en la narrativa de Roberto Bolaño

por Daniel Rojas Pachas
Ponencia en el Congreso Internacional CONELIT. Lima, Perú. 24-27.11.2009




1. Consideraciones Preliminares en torno a la obra y el autor

La novela Amuleto de Roberto Bolaño, publicada en mayo de 1999, organiza su unidad narrativa a través del discurso de la escritora e inmigrante ilegal uruguaya radicada en México, Auxilio Lacouture. Esta voz narrativa y actante autodenominada la madre de la poesía mexicana, hizo su primera aparición en noviembre de 1998 en las páginas de la polifónica novela Los Detectives Salvajes del mismo autor: Auxilio es en tal caso, una voz más dentro de todas las voces ficticias y ficcionalizadas que Bolaño idea y vincula con la realidad tanto literaria como extratextual a través de un diálogo abierto que pone especial atención en el devenir cultural de Hispanoamérica y su relación con el mundo, al confrontar los principales hitos e -ismos del arte universal así como figuras y momentos clave de las letras e historia de nuestra lengua.

León Felipe, Pedro Garfias, Remedios Varo, La toma de la UNAM en el 68 por los Granaderos, el Che a través de su romance con Lilian Serpas y el hijo pintor de esta, con sus respectivos delirios edípicos, son sólo algunos de los hechos a enumerar en Amuleto: Yo llegué a México cuando aún estaba vivo León Felipe, qué coloso, qué fuerza de la naturaleza, y León Felipe murió en 1968. Yo llegué a México cuando aún vivía Pedro Garfias, qué gran hombre, qué melancólico era, y don Pedro murió en 1967, o sea que yo tuve que llegar antes de 1967. Pongamos pues que llegué a México en 1965. (Amuleto 2002)

Sin embargo, el poder convocatorio de la obra no se agota en lo que esta contiene en su diégesis de forma explicita: Acciones, secuencias y citas intertextuales, fuentes, influencias, encomillados o referencias a otras realidades literarias y entidades culturales. Una visión reduccionista de este tipo, tendería a señalar al autor como entidad psicológica, la obra cual producto institucional y desde luego al lenguaje como punto de apoyo seguro y petrificado en el origen de la cadena significante, lo que en definitiva, apela con simpleza, a un principio irrestricto de identidad de la obra, sustentado en el mito de la filiación.

La connotación del discurso de Lacouture en cambio, es mucho más universal y desestructurante gracias al uso de recursos transtextuales, específicamente, vínculos que tienden a la hipertextualidad. Mecanismos de producción literaria que se repiten a lo largo de toda la obra del autor, lo cual procura a gran escala, la constitución de lo que Genette entiende como palimpsesto. Desde la fragmentación, el mural de citas o cámara de ecos como también lo llama Roland Barthes, se pretende conseguir una concepción total de la creación, aspirando a conseguir el anhelo Borgeano que se sintetiza en una hiper-biblioteca, memoria infinita o Aleph. Obsesión presentada tanto en el contenido como en el diseño textual de los laureados cuentos del escritor argentino, que junto a Nicanor Parra, cumple el rol de arquetipo y referente creativo de Roberto Bolaño.

Sobre Borges podemos señalar que su literatura se produce como “una red potencialmente infinita de conexiones”. Según escribe Jaime Alazraki en su ensayo “El texto como palimpsesto. Lectura intertextual de Borges”, la obra del creador de Ficciones, funciona como un espejo que invierte o revierte historias ya contadas. Para Borges escribir es releer un texto anterior, es reescribirlo. Al respecto, Gérard Genette, a fin de designar la conexión existente entre los textos y el fenómeno de re-escrituración, conceptualiza dentro de la teoría literaria la imagen del palimpsesto, aquella vieja técnica que se remonta al siglo VII y que consistía en raspar papiros para reutilizar el papel.

En el palimpsesto según Genette "[...] se ve, sobre el mismo pergamino, cómo un texto se superpone a otro al que no oculta del todo, sino que lo deja ver por transparencia" (Genette 1989). Esta concepción ligada a la obra de Bolaño, demuestra idílica y motivacionalmente la pretensión del autor Chileno por generar en su discurso y el de sus narradores y personajes, un sistema interconectado e interdependiente de textos que de forma recursiva vuelven sobre los mismos pasos al ser actualizadas. La serie de obras que constituyen el grueso bibliográfico del autor, esta compuesta por novelas mamut o lo que Goic llama nueva novela total, historias escritas a cuatro manos como es el caso de sus textos en co-autoría con A.G. Porta o Fresán, colecciones de cuentos, ensayos y poesía, que sin excepción, se valen de una serie de estrategias textuales como el double coding, la ironía intertextual, la metanarratividad y otros recursos que tienden a la polifonía discursiva como las listas imaginarias de corte hiperbólico y el establecimiento de taxonomías que procuran la fijación de un canon de autores o libros que se deben consultar. Dentro de todas ellas sin embargo, una de las más destacadas es el reciclaje o re-escrituración completa de una obra, palimpsesto e hipertextualidad que técnicamente podemos definir de acuerdo a la teoría de Gennete como: "Toda relación que une un texto B (que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (que llamaré hipotexto) en el que se inserta de una manera que no es la del comentario".

Técnica que revela un mecanismo y estrategia textual que podemos complementar en cuanto a su poder comunicativo y polisémico, atendiendo a la idea que Barthes expone en el susurro del lenguaje: La intertextualidad en la que está inserto todo texto, ya que él mismo es el entretexto de otro texto, no debe confundirse con ningún origen del texto: buscar las 'fuentes', las 'influencias' de una obra es satisfacer el mito de la filiación, las citas que forman un texto son anónimas, ilocalizables y, no obstante, ya leídas antes: son citas sin entrecomillado.

En tal sentido la relación entre Amuleto y el resto de la obra de Bolaño es paradigmática y justifica la elección de esta como objeto básico de estudio, en la medida que la novela en su totalidad, es un palimpsesto de Los Detectives Salvajes tal como Genette lo plantea.

En su calidad de Hipertexto, la novela Amuleto reescritura el capítulo cuarto de la segunda parte de la monumental Detectives Salvajes. El hipotexto en cuestión se titula: Auxilio Lacouture, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México DF, diciembre de 1976. Bolaño retoma este capítulo de los Detectives y lo extiende a fin de constituir, a partir de lo que fuese un breve apartado; una novela integra. La técnica de cualquier modo es recurrente en el autor. La apreciamos por ejemplo en la relación que sostiene La Literatura Nazi en América a través de su capítulo titulado RAMÍREZ HOFFMAN, EL INFAME al ser el hipotexto de la novela corta Estrella Distante. Esta, al igual que Amuleto, amplía y profundiza hipertextualmente un relato puntual, en este caso, se re-escribe el último apartado de aquel glosario o lista hiperbólica de artistas que transitan entre la genialidad y violencia del fascismo y otras escuelas del pensamiento totalitario.

En cuanto a la idea Barthiana de intertextualidad universal, esta se hace explícita en la obra general de Bolaño, no sólo en las aludidas Amuleto y Estrella Distante. Pues estas, más allá de ser casos emblemáticos, no opacan en lo absoluto, la relación de interdependencia y solidaridad estética, co-interpretativa y co-productiva que cada texto del autor sostiene entre sí y sus pares. Sin embargo por razones metodológicas, graficaremos este fenómeno de manera práctica, analizándolo a través de dos novelas, Amuleto como objeto privilegiado del estudio y Estrella Distante y otras colecciones de cuentos como Llamadas Telefónicas, en calidad de apoyo en el análisis de las nociones investigadas. Esto, a fin de explorar de modo más puntual y gráfico, aquella noción que tiende a disolver una mirada del texto como unidad cerrada, idéntica a sí misma y autosuficiente. El texto por tanto no existe por sí mismo, sino en cuanto es el entretexto de otros textos. Citando nuevamente a Barthes podemos señalar, que estamos ante una "cámara de ecos"

Las palabras se transportan, los sistemas se comunican, se prueba la modernidad (como se prueban todos los botones de una radio de la que se desconoce el funcionamiento), pero el intertexto que así se crea es a la letra superficial: adherimos a él liberalmente: el nombre (filosófico, psicoanalítico, político, científico) conserva con su sistema de origen un cordón que no ha sido cortado y que permanece: tenaz y flotante" (Barthes 1997, p. 87).


2. Bolaño: El palimpsesto y la polifonía como mecanismo hacia el Aleph

El caso peculiar de Bolaño al generar un palimpsesto (estrategia textual que busca re-escriturar un texto previo) desnuda y hace tangible, procesos que son inherentes a la creación, lectura e interpretación, destacando el rol que cada sujeto tiene en el proceso lecto-escritural al actuar como filtro intertextual y cristalizador de sentidos posibles. Esto, al punto que el texto, concebido por Barthes como un telar de citas que provienen de miles de fuentes culturales, halla su unidad en la destinación más que en el origen. El lector/interprete por tanto, tiene una mayor preponderancia, un rol activo y se trata de un yo, que no es cerrado, autónomo, idéntico a sí mismo, sino un yo que como el texto, se disuelve en una pluralidad y cruce de voces. Un yo que también es un texto plagado de infinitas referencias intertextuales. Barthes señala: (...) yo no es un sujeto inocente, anterior al texto, que lo use luego como un objeto por desmontar o un lugar por investir Ese 'yo' que se aproxima al texto es ya una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos, o más exactamente perdidos (cuyo origen se pierde). (14)

En este sentido, el discurso de apertura o breve anotación que antecede a la novela Estrella Distante, resulta en su síntesis, rico y esclarecedor pues a través de estas líneas, el creador Chileno además de plantear sus motivaciones para el diseño de un proyecto de re-escritura que surge a partir de un capítulo de la Literatura Nazi, aprovecha de incluirse como parte del relato y genera nuevas transgresiones textuales, lo cual estimula a su vez, nuevas lecturas, e interpretaciones que se cristalizaran de distinta manera en los hipotéticos receptores. Bolaño considera tanto a los neófitos destinatarios como a los más o menos familiarizados con una enciclopedia específica ligada a su autoría y fundación de personajes y mundos. Labor que realiza en sus obras previas y posteriores (ironía y dialogismo intertextual).

Bolaño en este caso específico, cita su conocida residencia en Blanes y su labor escritural, mundo extratextual o extraliterario, lo cual provoca una identificación con el mundo narrado y una clara metalepsis del autor. Así pues, nos encerramos durante un mes y medio en mi casa de Blanes y con el último capítulo en mano y al dictado de sus sueños y pesadillas compusimos la novela que el lector tiene ahora ante sí. Fenómeno matanarrativo que afecta los niveles de realidad al interactuar un ser verídico (Roberto Bolaño) con uno de sus personajes ficticios (Arturo Belano protagonista de Los Detectives Salvajes y supuesto alter ego de Bolaño) en un mismo plano narrativo.

En el último capítulo de mi novela La Literatura Nazi en América se narraba tal vez demasiado esquemáticamente (no pasaba de las veinte páginas) la historia del teniente Ramírez Hoffman, de la FACH. Esta historia me la contó mi compatriota Arturo B, veterano de las guerras floridas y suicida en África, quien no quedó satisfecho del resultado final. El personaje de los detectives salvajes, opera como retransmisor de la historia de Hoffman, actante de la Literatura Nazi (1996) que pasará por deseos y demandas explícitas del emisor/personaje Arturo Belano; a llamarse Carlos Weider, protagonista definitivo del hipertexto o novela titulada Estrella Distante (1996). Bolaño en tal medida, re-escribirá con nuevos nombres, la gesta del aviador, poeta y asesino serial de mujeres, consiguiendo en el campo de la narrativa extensa, una mayor concreción y detalle acerca de la vida y obra del vertiginoso personaje. El último capítulo de La Literatura Nazi servía como contrapunto, acaso como anticlímax del grotesco literario que lo precedía, y Arturo deseaba una historia más larga, no espejo ni explosión de otras historias sino espejo y explosión en sí misma.

Respecto al prólogo de Estrella Distante hay que destacar además, una referencia intertextual clave, la cual nos permite entender mejor las motivaciones que conllevan a la creación de un palimpsesto. Tarea que se repetirá con Los Detectives Salvajes y Amuleto. (Del año 98 y 99 respectivamente). Ello no hace más que reafirmar los presupuestos Bartheanos que visualizan al texto: como una de cámara de ecos.

Se trata de la mención implícita a Borges y a través de este a Cervantes y al Quijote al aludir al cuento Pierre Menard, autor del Quijote: Mi función se redujo a preparar bebidas, consultar algunos libros, y discutir, con él y con el fantasma cada día más vivo de Pierre Menard, la validez de muchos párrafos repetidos. (Estrella Distante 1996) A través de sus dichos y los de su alter ego. Queda claro el afán integrador y totalizador que su obra tiene. Similar a una gran Rayuela plagada de hipervínculos.


3. Realidades dialogantes en la narrativa de Roberto Bolaño

En cuanto al aludido factor de solidaridad y relación que las obras del autor sostienen, vemos además del reciclaje de pasajes o capítulos completos, continuas referencias intertextuales a lugares, hechos y personajes que realizan “crossovers”. Término propio de disciplinas artísticas como el cine y el comic y que podemos entender literalmente como un cruce o salto que implica la interrelación de elementos provenientes de distintos mundos posibles y que al unirse e interactuar, van generando una noción de unidad, de un universo vivo, a la par que refuerzan una concepción de literatura interdependiente en límites y sistemas que se diluyen en su origen pues tocan de forma transversal y más allá de las semejanzas y anécdotas, una gran gama de elementos, disímiles y muchas veces irreductibles entre sí. Revistas, movimientos artísticos, música, grandes clásicos, cultura pop, cine de género, cine clase z, pornografía, boxeadores, lucha libre, crónica roja, figuras políticas, hechos bélicos, filosofía, ciencia, teoría literaria, topografía y en definitiva al mismo autor y su vida. En tal medida, las obras en estudio, Amuleto y Estrella Distante, no pueden disociarse de sus textos hermanos, su creador y el sistema cultural por entero, pues se trata de un bricolage de citas que en última instancia, no representa el único caso de este tipo dentro de la bibliografía Bolañesca. Otro texto emblemático es Nocturno de Chile pues gracias a su protagonista el cura Ibacache, esta novela se conecta con el resto de la obra de su creador. En primer lugar establece relación con la aludida Estrella distante y por ende con el hipotexto de esta, La Literatura nazi. Ello se aprecia en la siguiente cita.

En su columna semanal de El Mercurio Ibacache escribió una glosa sobre la peculiar poesía de Wieder. El texto en cuestión decía que nos encontrábamos (los lectores de Chile) ante el gran poeta de los nuevos tiempos. Luego, como era habitual en él, se dedicaba a darle públicamente algunos consejos a Wieder y se explayaba en comentarios crípticos y en ocasiones incoherentes sobre diferentes ediciones de la Biblia. (Estrella distante 1996)

Sin embargo, la proyección semiótica no termina ahí, Ibacache y su mentor Farewell son una especie de parodia a la crítica literaria en Chile ejercida a través del Mercurio por Alone y Valente. No se omite tampoco la relación cercana y familiar de estos críticos con poetas como Neruda, este último en particular, juega un papel importante en la obra, así como el ex presidente Augusto Pinochet Ugarte y sus clases secretas de Marxismo: A la cuarta clase sólo asistieron el general Pinochet y el general Mendoza. Ante mi indecisión el general Pinochet me ordenó que siguiéramos como si los otros dos estuvieran allí, y de manera simbólica así era, pues entre el resto de los asistentes reconocí a un capitán de la Marina y a un general de la Fuerza Aérea. Les hablé de El Capital (llevaba preparado un resumen de tres páginas) y de La guerra civil en Francia. (Nocturno de Chile 2000)

El mural de citas y referencias hacen de la obra una recámara por la cual el lector puede acceder y salir en diversas direcciones. Esto podemos sintetizarlo en esta cita de Barthes publicada en la Enciclopedia de la Pléyade: La intertextualidad, condición de todo texto cualquiera qué sea, no se reduce evidentemente a un problema de fuentes o de influencias. El intertexto es un campo general de fórmulas anónimas cuyo origen raramente es identificado, de citas inconscientes o automáticas, dadas sin comillas. Epistemológicamente, el concepto de intertexto es lo que aporta a la teoría del texto el volumen de la socialidad: es todo el lenguaje, anterior y contemporáneo, que llega al texto no según la vía de una filiación identificable, de una imitación voluntaria, sino según la vía de diseminación (imagen que asegura al texto el estatuto no de una reproducción, sino de una productividad).

Algo similar y en términos más focalizados ocurre con las creaciones de Bolaño, que pasan a formar parte de un catálogo de auto referencias para el lector asiduo a su obra. No hay que obviar por tanto, los nexos que sostienen entre sí los cuentos de Putas Asesinas, Llamadas telefónicas y El gaucho insufrible y estos a su vez con la novelística del autor debido a personajes recurrentes. Belano, Ulises Lima y referencias obligadas a Matthieu Messagier, Sophie Podolski y lugares como el café Quito (Presente por ejemplo En Ojo Silva de Putas Asesinas y Los Detectives Salvajes) Asimismo se suman anécdotas difíciles de obviar como la detención que Bolaño sufrió durante su regreso a Chile en el 73. Esta situación particular, da origen a un diálogo entre dos ratis en el cuento “Detectives” del libro Llamadas Telefónicas:

—¿Te acuerdas del compañero de liceo que tuvimos preso?
—Claro que me acuerdo. ¿Cómo se llamaba?
—Fui yo el que se dio cuenta que estaba entre los detenidos, aunque todavía no lo había visto personalmente. Tú sí y no lo reconociste.
—Teníamos veinte años, compadre, y hacía por lo menos cinco que no veíamos al loco ese. Arturo creo que se llamaba. Él tampoco me reconoció a mí.
—Sí, Arturo, a los quince se fue a México y a los veinte volvió a Chile.
—Qué mala cueva.
—Qué buena cueva, caer justo en nuestra comisaría.


El hecho se aprecia también en las digresiones que al respecto hacen Auxilio Lacouture y otros actantes al tratarse de un importante viaje de peregrinación del personaje y alter ego del autor: Después, en 1973, él decidió volver a su patria a hacer la revolución y yo fui la única, aparte de su familia, que lo fue a despedir a la estación de autobuses, pues Arturito Belano se marchó por tierra, un viaje largo, larguísimo, plagado de peligros, el viaje iniciático de todos los pobres muchachos latinoamericanos, recorrer este continente absurdo que entendemos mal o que de plano no entendemos. (Amuleto 2002)

Otra relación intertextual entre narrativa breve y extensa, se da por medio del personaje Joanna Silvestri, la actriz pornográfica y protagonista del cuento que recibe su nombre y que encontramos en la colección Llamadas telefónicas: Aquí estoy yo, Joanna Silvestri, de 37 años, actriz porno, postrada en la Clínica Los Trapecios de Nîmes, viendo pasar las tardes y escuchando las historias de un detective chileno. ¿A quién busca este hombre? ¿A un fantasma? Yo de fantasmas sé mucho, le dije la segunda tarde, la última que vino a visitarme, y él compuso una sonrisa de rata vieja. (Llamadas telefónicas 1997)

El mismo personaje aparece de modo circunstancial en Estrella Distante al formar parte del itinerario detectivesco que gira en torno a la figura de Weider. Lo cual reafirma el uso de crossovers por parte del autor. La interrelación y la función que esta estrategia cumple, apunta a que el lector familiarizado con esta suerte de vínculos, interactúa con cada texto en otro nivel de comunicación, pues se llenan vacíos de textos previos o posteriores y se vulnera la idea de autonomía cerrada y absoluta de la obra, procurando una lectura enfocada en un nivel de sistemas más amplios que no sólo reposan en el libro sino en la obra total del escritor, luego la literatura y el arte en general.

¿English era Wieder? Cuando Romero comenzó su investigación así lo creía y durante un tiempo recorrió Italia buscando gente que hubiera conocido a English a las que mostraba una vieja foto de Wieder (…) Finalmente, en una clínica de Nimes encontró a una actriz que había trabajado con English y que se acordaba de cómo era. La actriz se llamaba Joanna Silvestri y era una preciosidad, dijo Romero, la mujer más bonita, se lo prometo, que he visto en mi vida. (Estrella distante 1996)

Finalmente hay que hacer mención a su personaje Lalo Cura que participa por una parte en el cuento que se titula “Prefiguración de Lalo Cura” publicado en la colección de relatos “Putas asesinas” a la par que funge el rol de sicario y luego de aprendiz de detective de la policía de Santa Teresa, trasunto de Ciudad Juárez en México y escenario nuclear en que todas las historias de la póstuma 2666, desembocan.

En cuanto a esta última novela, llamada Mamut por el mismo autor debido a su vastedad y carácter experimental, hay que retomar el factor de auto referencia, señalando la relación que en múltiples dimensiones, 2666 sostiene con Amuleto. En primer lugar, Auxilio Lacouture, narradora y actante principal de la misma, introduce en las páginas de Amuleto, a través de su discurso, el título de la novela, lo cual es digno de destacarse más allá de ser una cita anecdótica, pues establece un puente intertextual, que prefigura la concepción Apocalíptica del autor. Pesadillas de un infierno de violencia universal afincado en las fronteras de la realidad: (…) la Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo. (Amuleto 2002)

Este párrafo lo podemos vincular a una concepción estética de maldad que el investigador Alexis Candía, reconoce en la obra de Bolaño. El estudio de Candía titulado 2666: La magia y el mal expone como Bolaño en sus textos establece vasos comunicantes con presupuestos de Bataille, la idea de sexualidad artificial, cierta bruma Dionisíaca que se respira en todo la obra y principalmente una continua alusión a Sade y la educación sentimental que la lectura del francés proveyó al escritor Chileno. Candía agrega que esta estética del mal tiene como asentamiento un espacio físico que le sirve al autor de sustento material, en este caso, se trata de Santa Teresa que toma como referente Ciudad Juárez en la frontera de México con Estados Unidos. Infame región del país del norte que a causa de los continuos y sistemáticos asesinatos de más de 300 mujeres, el escritor Chileno calificó en una de sus entrevistas como un verdadero infierno: Ciudad Juárez es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos.

Auxilio Lacoture complementa la mención de 2666 en su discurso, con la siguiente digresión que se da a la luz de los hechos de violencia y devastación que la gran novela o novela mamut relata, la parte de los asesinatos. [...] allí estaba [...] a través de ese río turbulento que era y es la avenida Guerrero, similar [...] al Grijalva [...] aunque el Grijalva nocturno que era y es la avenida Guerrero había perdido desde tiempos inmemoriales su condición primigenia de inocencia [...] era un río condenado por cuya corriente se deslizaban cadáveres o prospectos de cadáveres, automóviles negros que aparecían, desaparecían y volvían a aparecer, los mismos o sus silenciosos ecos enloquecidos, como si el río del infierno fuera circular. (Amuleto 2002)

Candía dice con respecto a este comentario y el cruce de Amuleto con 2666 lo siguiente: Para Auxilio, el cementerio de 2666 no solo es un sitio de recalada para los muertos, sino el espacio del olvido carente de verdad y de justicia. En Amuleto, la presencia de la muerte se conecta con la noción del mal (…) Auxilio prevé cómo ese cementerio es un río que arrastra cadáveres y automóviles negros, medio de transporte de los cadáveres de Santa Teresa. Amuleto es la profecía que anuncia los horrores que desgarrarán y devorarán a las mujeres de la ciudad mexicana.

La cita del teórico literario sólo confirma la noción de mal, mundo apocalíptico y desaforado que se presenta al lector en todas las obras de Bolaño. La relación estética llega a ser extensiva incluso a textos que fueron publicados previamente. El siguiente discurso corresponde a una visión profética de la fundadora del real visceralismo Cesárea Tinajero, personaje emblemático de los Detectives Salvajes: Cesárea dijo algo sobre los tiempos que se avecinaban [...] habló de los tiempos que iban a venir y la maestra [...] le preguntó qué tiempos eran aquellos y cuándo. Y Cesárea apuntó una fecha: allá por el año 2600. Dos mil seiscientos y pico. (Los detectives salvajes 2002)

De la cita recién transcrita emana otra relación de Amuleto con 2666. Esta vez, de modo indirecto, a través de su hipotexto los Detectives Salvajes, publicada seis años antes de la póstuma novela sobre ciudad Juárez. Por tanto no sólo los textos anteriores y contemporáneos se comunican entre sí, como ocurre con Amuleto y Estrella Distante con sus respectivos hipotextos; sino que las obras posteriores, pasan como discurso, a formar parte del intertexto latente de todo texto. Situación peculiar que pone en entredicho la cronología de las publicaciones pues ante un orden taxativo de entregas editoriales, se antepone la idea de transversalidad y creación consciente hecha en paralelo. Esto es reforzado por aquella estética del mal que Candía detalla, pues esta se puede vislumbrar en toda la obra de Bolaño, incluso las primeras, Pista de Hielo y aquellas que datan de los ochenta y que fueron publicadas mucho después. Amuleto no es la excepción ya que la novela breve explícitamente parte señalando: Ésta será una historia de terror. Será una historia policíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecerá. Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz. (Amuleto 2002)

La historia de aquel crimen atroz es ciertamente una historia de terror; la que rápidamente, se comunica en su sentido profundo con 2666 y sus más de cien crímenes, pues al final, estos son una sola historia, la del mundo como un desierto que devora y escupe a sus habitantes. La fecha marca en sí una noción de futuro pero también de Apocalipsis multiplicado y como decurso, es parte del progreso de aquel mundo que el hombre ha ido edificando en su caminar, y que desemboca en el abismo como símbolo de la memoria y el dolor infinito.

Auxilio Lacouture expone esas aprehensiones en su digresión final: Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer. Y ese canto es nuestro amuleto. (Amuleto 2002; los destacados son míos)

La voz de la uruguaya, discurre caótica como proyecciones delirantes que hablan del futuro de los escritores, a la par que se establecen puentes con el pasado, recuerdos de aquella violenta tarde en la UNAM y que engullen a Auxilio junto al presente de miles de jóvenes poetas que son sus hijos, o que fueron o serán sus vástagos, pues ella ha tenido a su cargo la tarea de educarlos sentimentalmente. Entre ellos, Belano, Ulises Lima y todos los compañeros de ruta. El texto transcrito resalta además, vocablos como espejo, deseo, placer y el fracaso de toda una generación, el terror de la generación de Bolaño devorada en las guerras floridas, perdida en los derroteros de la historia, jóvenes que fracasaron en su utopía, en su revolución. Cierre que definitivamente se complementa con su idea acerca de Ciudad Juárez como trasunto del infierno, es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos. (los destacados son míos).

Por tanto en la concepción del texto, Bolaño incluye además de citas y referencias a otras realidades, el conjunto de códigos y sistemas que operan sobre esos textos, es decir que también forma parte transversal de su idea total e integrada de novela, la dimensión semántica y estructural del texto, el contenido y el diseño que soporta y comunica al mismo. Por ello la intertextualidad no ha de enfocarse en un sentido restrictivo, como podría ser la investigación de "fuentes" e "influencias", pues ello sería alimentar el mito gastado de la filiación. En sentido contrario, la intertextualidad debiera entenderse como la inserción de todo texto en una cultura de la cual toma los códigos de significación y las prácticas de sentido que dan fundamento a ese espacio cultural. La filosofía, la estética, la historia, el ritmo la musicalidad y el estilo que en términos de Enrique Lihn, otro referente de Bolaño, será: La suma de todas las incertidumbres del hombre. Esto lo podemos graficar mejor, en la relación que la narrativa de Bolaño establece con otra parte importante de su impronta creativa, la poesía.


4. Bolaño: Los vasos comunicantes entre prosa y poesía

El texto Amberes publicado el año 2002 pero que nos remonta en cuanto a su génesis a los ochenta, de acuerdo a lo que se señala en el prólogo; presenta el siguiente poema visual que en apariencia: podemos titular El Mar pues dentro del libro, aparece bajo ese nombre, señalado como el capítulo veintidós dentro de un collage de diversos escritos. Este nos dice lo siguiente:

Fotos de la playa de Castelldefels... Fotos del camping... El mar contaminado... Mediterráneo, octubre en Cataluña... Solo... El ojo de la Zenith... Se alternaban. La línea recta me producía calma.




La ondulada me inquietaba, presentía el peligro pero me gustaba la suavidad: subir y bajar. La última línea era la crispación. Me dolía el pene, el vientre, etc. (Amberes 2002 )

Esta idea se traspasa a la obra del 98, Los Detectives Salvajes, pero como un poema que Amadeo Salvatierra conserva de su amiga, la poeta Cesárea Tinajero y que los jóvenes Ulises Lima y Arturo Belano explican al viejo escritor. La actualización del poema dentro de la novela, conserva el sentido que Amberes propone: Un viaje incierto, sin retorno y lleno de peligros. Especie de metáfora que comprende el placer demencial que la escritura promueve, idea que sin duda, el escritor reafirmó a cabalidad a lo largo de su vida y que se explica en las siguientes citas: «la literatura se parece mucho a la pelea de los samuráis, pero un samurai no pelea contra otro samurai: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear, eso es la literatura». Palabras de Bolaño que se sintetizan en «El viaje de la literatura, como el de Ulises, no tiene retorno». Y que encuentra su par en el verso del poeta Mario Santiago (Ulises Lima) texto que sirve de epígrafe a la novela Pista de Hielo: Si he de vivir (que sea sin timón y en el delirio) M.S.P.

El poema es una broma, dijeron ellos, es muy fácil de entender, Amadeo, mira: añádele a cada rectángulo de cada corte una vela, así:




¿Qué tenemos ahora? ¿Un barco?, dije yo. Exacto, Amadeo, un barco. Y el título, Sión, en realidad esconde la palabra Nave­gación. Y eso es todo, Amadeo, sencillísimo, no hay más miste­rio, dijeron los muchachos (…) Eso era todo lo que quedaba de Cesárea, pensé, un barco en un mar en calma, un barco en un mar movido y un barco en una tormenta. Por un momento mi cabeza, les aseguro, era como un mar embravecido y no oí lo que los muchachos decían, aunque capté algunas frases, algunas palabras sueltas, las predecibles, supongo. (Los detectives salvajes 2002)

En esta relación prosa y poesía, podemos también hacer referencia particular al poemario Tres, el cual establece clara comunicación con Amuleto, obra objeto de nuestro análisis. Si observamos críticamente el stream of consciousness final de Lacouture encontramos una serie de pesadillas proféticas y esperpénticas sobre el destino de la literatura, analógicamente, el antecesor de este monologo se encuentra en el poema “Un paseo por la Literatura” original de 1994 escrito en la ciudad de Blanes y publicado en el aludido poemario Tres del año 2000, tal como se aprecia en las digresiones oníricas que a continuación transcribo.

27. Soñé que tenía quince años y que, en efecto, me marchaba del Hemisferio Sur. Al meter en mi mochila el único libro que tenía (Trilce, de Vallejo), éste se quemaba. Eran las siete de la tarde y yo arrojaba mi mochila chamuscada por la ventana. (Tres 2000)

Las relaciones transtextuales no sólo atienden al contenido, a las secuencias narrativas, hechos y actantes sino también a las estructuras profundas de diseño del texto, amalgamando prosa poética (tres) con prosa (Amuleto).

(…) la luna derrite una por una todas las baldosas de la pared hasta abrir un boquete por donde pasan imágenes, películas que hablan de nosotros y de nuestras lecturas y del futuro rápido como la luz y que no veremos. Y luego soñaba profecías idiotas. Y la vocecita me decía che, Auxilio, ¿qué ves? El futuro, le contestaba, puedo ver el futuro de los libros del siglo XX.

(…) César Vallejo será leído en los túneles en el año 2045. Jorge Luis Borges será leído en los túneles en el año 2045. Vicente Huidobro será un poeta de masas en el año 2045. (Amuleto 2002)

En cuanto a sentido, también encontramos una vinculación pues los sueños de “Un paseo por la literatura”, exponen el terror y el ya aludido fracaso de una generación y la sangre que emana de las páginas de la historia cultural del continente y en general del mundo. En el canto 41, se personifica la crisis utópica y muerte del sueño reformista a la luz de la figura trágica y alegórica de Roque Dalton:

(…) 41. Soñé que estaba soñando y que en los túneles de los sueños encontraba el sueño de Roque Dalton: elsueño de los valientes que murieron por una quimera de mierda. (Tres 2000)

Por su parte, Auxilio Lacouture, madre de todos los poetas jóvenes de México y memoria caótica que envuelve contradictorios y trágicos momentos, expone en su poética una sentida elegía la suerte de todos aquellos pequeños soñadores que marcharon a morir como el poeta Nicaragüense o el Peruano Javier Heraud: Y los oí cantar, los oigo cantar todavía, ahora que ya no estoy en el valle, muy bajito, apenas un murmullo casi inaudible, a los niños más lindos de Latinoamérica, a los niños mal alimentados y a los bien alimentados, a los que lo tuvieron todo y a los que no tuvieron nada, qué canto más bonito es el que sale de sus labios, qué bonitos eran ellos, qué belleza, aunque estuvieran marchando hombro con hombro hacia la muerte, los oí cantar y me volví loca, los oí cantar y nada pude hacer para que se detuvieran. (Amuleto 2002)

Como síntesis puedo señalar que la relación de todo lo expuesto, evidencia en mayor o menor medida, la obsesión Borgeana del autor chileno al querer constituir un Aleph a través de su obra, lo cual no es un secreto si consideramos que el autor argentino es una continua alusión y fetiche en la novelística de Bolaño tal como ya vimos con el prólogo de Estrella Distante. La preeminencia del autor de las Ficciones se aprecia en detalles simples como los sueños de Amuleto asimismo en condiciones complejas de edificación del texto como la elección de estrategias de re-escrituración, la ironía que osa burlarse o desafiar de manera descarada al lector y desde luego, no se puede obviar la construcción de heterónimos o entidades que desafían la frontera realidad/ficción. Volviendo al plano del contenido, es digno destacar el papel de referente que el argentino juega a través del estridentista Manuel Maples Arce en Los Detectives Salvajes. (…) Le dije que abominaba del magnetófono por la misma razón que mi amigo Borges abominaba de los espejos. ¿Usted fue amigo de Borges?, me preguntó Arturo Belano con un tono asombrado un poco ofensivo para mí. Fuimos bastante amigos, le respondí, íntimos, podría decirse, en los días lejanos de nuestra juventud.

Indirectamente se le otorga a Borges la imagen de padre, a fin de someterla a constantes desafíos, propios de una visión agonal. (…) Si vuelve a visitarme, pensé, estaré justificado, si un día aparece por mi casa, sin anunciarse, para conversar conmigo, para oírme contar mis viejas historias, para poner sus poemas a mi consideración, estaré justificado. Todos los poetas, incluso los más vanguardistas, necesitan un padre. Pero éstos eran huérfanos de vocación. Nunca volvió. (Los detectives salvajes 2002)

Finalmente el argentino invade el terreno ensayístico de Bolaño en el libro recopilatorio Entre Paréntesis. Se trata de la "Obra poética" de Borges, editada por Alianza/Emecé en el año 1972 y que desde hace bastantes años dejó de circular. Lo compré en Madrid en 1977 y, aunque no desconocía la obra poética de Borges, esa misma noche comencé a leerlo, hasta las ocho de la mañana, como si la lectura de esos versos fuera la única lectura posible para mí, la única lectura que me podía distanciar efectivamente de una vida hasta entonces desmesurada, y la única lectura que me podía hacer reflexionar, porque en la naturaleza de la poesía borgeana hay inteligencia y también valentía y desesperanza, es decir lo único que incita a la reflexión y que mantiene viva a una poesía. (Entre Paréntesis 2004)

En conclusión, un análisis transtextual aplicado al quehacer del escritor chileno demuestra en cada página de su obra, un intenso y consecuente diálogo con la literatura en general, este se libra gracias a la riqueza y apertura de amplísimos vasos comunicantes los que parodojalmente, se han acrecentado tras su temprana e intempestiva muerte, involucrándolo como protagonista o testigo en la ficción, actante o narrador en la obra de sus pares (por ejemplo Soldados de Salamina de Javier Cercas). Lo que en cierto grado podemos sintetizar en las siguientes palabras de Barthes dada la definición de sujeto e intertexto y lo que ocurre de forma concreta con el escritor chileno, pues su yo, al igual que los textos que produce, se conciben como disueltos en una pluralidad y cruce de voces, plagado de infinitas referencias que traspasan las fronteras de la filiación. Esto es precisamente el intertexto: la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito --no importa que ese texto sea Proust, o el diario, o la pantalla televisiva: el libro hace el sentido, el sentido hace la vida". (Barthes. 1974, p.49)


5. Las estrategias intertextuales en la obra Amuleto

En cuanto al análisis, es indispensable desentrañar el fenómeno polifónico y las estrategias que el autor tiene para disolver un sentido unívoco en beneficio de una pluralidad semántica y universalidad semiótica. Esto lo profundizaré en su completitud; con el estudio de cinco estrategias intertextuales, que ya han sido esbozadas pero que en este apartado serán revisadas a través de su definición técnica con ejemplos concretos de la obra en estudio, Amuleto, a fin de sustentar esta noción de Intertexto universal que se aprecia tanto en el diseño y los recursos de estilo como en la historia de Auxilio Lacouture. Lo cual se condice con el discurso de la narradora/protagonista y la condición de alegoría de la memoria latinoamericana que ocupa al autodenominarse madre de la poesía joven de México y el continente.

Los mecanismos a desentrañar son: La ironía intertextual, el double coding, la metanarratividad, las listas imaginarias o taxonomías hiperbólicas y el palimpsesto o reescrituración que de cierta manera, resume a los otros, estas técnicas serán revisadas desde la perspectiva teórica de autores como Gerard Genette, Roland Barthes, Umberto Eco, Bajtin, Mouat entre otros.

Double coding: Umberto Eco define en sus ensayos el double coding como una práctica creativa postmoderna que opera comunicacional e interpretativamente en dos niveles y de forma simultánea. Por tanto el discurso tributario de esta doble codificación, puede sin ningún problema, llegar a dirigirse tanto a un público culto como a uno popular, valiéndose para ello de distintos mecanismos que incluyen la ambigüedad, la fragmentación, la ironía y la contradicción. Eco citando a Jencks pone un ejemplo referido a la cultura pop y señala: Las obras postmodernas a las que están expuestos los niños, se caracterizan por dirigirse simultáneamente “a un público minoritario de elite usando códigos ‘altos’ y a un público de masas usando códigos populares” llamado este proceso double coding. (Jencks, cit. por Eco, 2002: 225)

Este mismo proceso visto desde una óptica sociológica de la cultura, expuesta por Gutiérrez Mouat, reflexiona en torno al concepto double coding acuñado por Jencks dentro de la arquitectura, y lo lleva de forma directa a la nueva narrativa hispanoamericana y al referirse a la Casa Verde de Vargas Llosa concluye. Incluso una obra maestra modernista como La Casa verde está doblemente codificada, pues bajo la elaborada y formal construcción de la novela (dirigida a un lector crítico) subyace un gusto a melodrama enfocado hacia el lector ingenuo. (Mouat 2001:79)

En definitiva, lo que se expone es un doble foco, el del lector crítico frente al ingenuo. Para Mouat, estos públicos corresponden a clases sociales distintas. El primero es propio de la elite el otro en cambio corresponde a la clase media y baja, resultado de la urbanización y alfabetización del continente. Por tanto la vanguardia literaria, consciente de esta realidad, codifica binariamente para expandir su público y mercado. Finalmente, no podemos ignorar lo que señala quien acuñara el término, Charles Jencks crítico y teórico de la arquitectura dice en su libro The Language of Post-Modern Architecture de 1977 que: el postmodernismo mira tanto hacia el futuro y el pasado, así como a las elites y audiencias populares. Esto se llama doble código. (Jencks 1987, 340). Y agrega que lo inesperado se incorpora, los opuestos se yuxtaponen y en el proceso surge algo nuevo.

De manera que, el objetivo de este lenguaje de dos dimensiones, es tecnológico y semiótico, lo arquitectónico en ese sentido podemos verlo aplicado al diseño textual como señala Mouat, por tanto la construcción narrativa, se vale de las técnicas actuales de vanguardia pero siempre con miras a comunicarse con un publico particular. Por ello el texto que posee un doble código, opera en dos niveles, uno dirigido al lector experimentado, con cierta enciclopedia, con ciertos ideolectos que en términos de Barthes nos explican la posible diversificación del sentido, el cual se regula a través de los discursos y saberes investidos en el significante. Estos saberes se agrupan entre sí, según sus características hasta formar léxicos. Aquí Barthes hace una gran observación diciendo que "la lengua está compuesta por todos los ideolectos y léxicos que la atraviesan, tanto desde el punto de vista de la reproducción como el de la emisión". Por tanto ciertas partes del discurso remiten a un conocimiento especial acerca del arte y literatura, podemos citar en el caso de Amuleto referencias a Ovidio, o escritores como Augusto Monterroso junto a la presencia de temas cultos y elevados.

Y entonces (en algún momento de ese instante que existió, que no pude haberlo soñado) el profesor López Azcárate abrió la boca. Abrió la boca como si le faltara el aire, como si aquel pasillo de la Facultad hubiera entrado de golpe en la dimensión desconocida y dijo algo sobre el Arte de amar, de Ovidio, algo que tomó por sorpresa a Bonifaz Nuño y que pareció interesar sobremanera a Monterroso y que los jóvenes poetas o estudiantes no comprendieron, ni yo, y después se puso colorado, como si el ahogo ya resultara francamente insoportable. (Amuleto 2002)

Sin embargo el contexto de desarrollo de estos diálogos enmarcados en charlas de bar, emitidos por personajes con registros de habla coloquiales y vernaculares, por ejemplo intelectuales marginados y bohemios que tratan el tema del transito del modernismo y las posibilidades del desarrollo fructífero de las vanguardias en América truncado por un encuentro que nunca se dio entre Huidobro y Rubén Darío similar a lo que ocurrió en Europa con Yeats y Pound; todo bajo una atmósfera de cine negro, de novela policial que remite al otro sector del público; aquel que espera una historia de terror, de violencia, de crimen, intriga y pasión lo cual alimenta la veta popular del autor y amplía su espectro de posibles destinatarios: Y entonces yo me quedaba callada y ellos seguían hablando (mal) de los poetas de México a los que les iban a dar en la madre y yo me ponía a pensar en los poetas muertos como Darío y Huidobro y en los encuentros que nunca sucedieron. La verdad es que nuestra historia está llena de encuentros que nunca sucedieron, no tuvimos a nuestro Pound ni a nuestro Yeats, tuvimos a Huidobro y a Darío. Tuvimos lo que tuvimos. (Amuleto 2002)

En el texto previamente transcrito podemos encontrar en términos generales los postulados de Eco, Mouat y Jencks, referidos a dos tipos de receptores hipotéticos, el lector informado con respecto a estos poetas de principios de siglo, lectores conocedores de las obras del chileno y nicaragüense así como del norteamericano e irlandés, atentos a su trayectoria y legado. Por tanto comprenderán en su magnitud, o de acuerdo al interés primordial del autor, las afirmaciones, sin embargo la intención de Bolaño en este caso; si pensamos en el double coding, no se cierra a una interpretación univoca y lineal, sino que por el contrario idea la forma de dirigirse a otro tipo de receptor, por ello trabaja en dos niveles, comunicándose también con el lector ajeno al creacionismo y a la influencia del autor de Azul y la obra de Pound y su maestro Yeats, de modo que este entenderá el diálogo como una disputa trasnochada, bohemia y delirante en un contexto socarrón, propia de jóvenes intelectuales empobrecidos que conforman parte del círculo de protagonistas de la obra y asiduos de la narradora. La misma Auxilio en su discurso orienta la interpretación hacia esta segunda lectura ligada a la historia de lumpen, terror y criminalidad que bebe del género negro y el hiperrealismo: Ésta será una historia de terror. Será una historia policíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecerá. Pero en el fondo es la historia de un crimen atroz. Yo soy la amiga de todos los mexicanos. Podría decir: soy la madre de la poesía mexicana, pero mejor no lo digo. (Amuleto 2002)

El discurso de la poeta no esta exento de contradicción y ambigüedad. Hay que destacar como la narradora se desdice permanentemente. Afirma y se refuta y remata sus enunciados de manera anti-climática e irónica. Podría decir: soy la madre de la poesía mexicana, pero mejor no lo digo. Como estrategia el double coding, permite ampliar los ámbitos de recepción e interpretación de la obra y permite jugar al autor con la noción de obra abierta además de servir como recurso de desmitificación y desacralización de temas considerados de elite al ponerlos en boca de actantes disminuidos, alejados del circuito académico y afectados por los prejuicios sociales y literarios que tienden a generar tipos humanos y esquemas esteriotipados. Autodidactas, intelectuales misántropos que bordean el crimen y la violencia, artistas enloquecidos, tal es el caso de Carlos Coffen y su madre Lilian Serpas, ambos protagonistas de Amuleto. A continuación una muestra: Durante días, los seguidores de Orestes se dedican a perseguir y a eliminar a los seguidores de Egisto. Por las noches, como un drogadicto o como un teporocho (los símiles son de Coffeen), Orestes acude a la recámara de Erígone y se aman. Finalmente Erígone queda embarazada. Avisada Electra, se presenta ante su hermano y le hace ver los inconvenientes de tal situación. (Amuleto 2002; los destacados son míos)

En este ámbito, vemos como Bolaño retoma el conocido mito de Electra, la muerte de Clitemnestra y Egisto a manos de los hijos de está, y pone el relato en boca de un pintor fracasado, misántropo y solipsista que tiene serios trastornos edípicos. El perfil de esta narración se ajusta a un nivel más coloquial con el uso de la escatología y las imprecaciones. Este elemento como se puede apreciar en el párrafo anterior, contribuye además a la fragmentación del lenguaje y el sentido antifundacional ante textos elevados. En tal medida, para Bolaño el arte no se presenta como un pañuelo de seda en que solo cabe el fraseario erudito y la intertextualidad con los clásicos y los ganadores del nobel, música docta y museos parisinos, y si bien, no se extiende hacia el otro extremo, propio del realismo sucio y crónica urbana al uso, Bolaño demuestra con talento que el pañuelo de seda, no siempre está exento de sangre y otras excrecencias. Los vasos comunicantes entre los grandes pensadores de una sociedad y el lumpen más desastroso, están a un paso y rodeando al habitante común en su horario de oficina; pues ambas son vidas solitarias, periféricas y situadas al límite. Así, sus personajes, físico culturistas, ex boxeadores, criminales, proxenetas y locos artistas, fascistas de la brocha y la pluma, son esplendidos lectores y creadores, que hacen de sus fechorías y vidas, actos poéticos. En la autopista paralela, sus personajes eruditos, aquellos escritores y críticos, investigadores y muralistas, son detectives salvajes, viajeros como los héroes de las tragedias griegas, guerreros y poetas que deambulan en la noche, se mutilan y guardan cadáveres en el patio trasero habitando los extramuros de la cotidianidad.

En conclusión, el double coding que en términos generales nos aproxima a una noción del arte y la literatura operando en dos niveles al mismo tiempo, nos remite a una línea del discurso dirigida a los demás literatos (público minoritario interesado y receptivo a ciertos significados, excesivamente específicos e informados) y otro que apunta a un espectro de público más amplio, interesado principalmente en la historia, en lo enunciado más que en la forma de enunciación. El lector sin embargo tiene la última palabra ante estos dos caminos que le presenta el discurso, puede ir más allá de la superficie que plantea la diégesis, superando el primer nivel que Eco denomina semántico y que una vez cruzado permite al receptor, quedar atrapado en el diseño textual, en la multiplicidad de signos, voces y mecanismos, siendo un lector cooperativo semiótico o estético, llamado de segundo nivel. El problema no es menor, pues nos remite al tipo de destinatario y a las exigencias que imponen la lectura y relectura. En este sentido una obra compleja como la de Bolaño, que el mismo autor califica del siguiente modo: Mi literatura es legible, pero no es fácil, nos remite a un problema mayor, el de los tipos de lector, problema que no encuentra solución en la mera observación de clases sociales para diferenciar a un lector ingenuo de uno crítico.

Situándonos en el problema comunicativo y pragmático únicamente, el lector ingenuo sería el que se deja llevar por la trama mientras que el crítico el cooperativo, pasa a otro nivel de lectura observando la constitución y los mecanismos del entramado. Por tanto como señala Eco «No existen lectores exclusivamente de segundo nivel; es más, para llegar a serlo hay que haber sido un buen lector de primer nivel». Ahora bien, continúa Eco, «cuidémonos bien de entender esta distinción de niveles como si, por una parte, hubiera un lector que se conforma fácilmente, al que le interesa la historia y, por otra, un lector con un paladar estéticamente fino, interesado por el lenguaje. (...) El lector de segundo nivel es aquel que se da cuenta de cómo la obra sabe funcionar bien en el primer nivel». (Eco 2002)

Ironía intertextual: Esta estrategia esta estrechamente relacionada con el doble código y el rol que asume el lector, por tanto, la ironía intertextual nos permite acercarnos de una manera ingenua a la obra, por muy docta que esta sea. Se pueden pasar desapercibidas las remisiones intertextuales o se puede leer con plena conciencia de ellas. En Sobre literatura, Umberto Eco sugiere: “supongamos que tenemos que releer el Quijote reescrito por Pierre Menard (y que el texto de Menard es interpretable de manera distinta del de Cervantes, por lo menos tanto cuanto pretendía Borges)”. Quien jamás haya oído hablar del Quijote original, sin lugar a dudas disfrutará una historia caballeresca cómica siempre apasionante. En cambio, quienes capten la remisión constante “al texto cervantino serán capaces de captar no sólo las correspondencias entre éste y el texto menardiano, sino también la constante e inevitable ironía de este último”.

Tanto así, que la ironía intertextual, “al poner en juego la posibilidad de una doble lectura, no invita a todos los lectores a un mismo festín. Los selecciona, y prefiere a los lectores intertextualmente enterados, salvo que no excluye a los menos preparados”.

Esta intertextualidad que producen los diferentes y diversos niveles de lectura están muy presentes en la obra del chileno. Gracias a esta técnica Bolaño debate con Bolaño y se producen relaciones co-interpretativas que el lector informado y conocedor de gran parte de la bibliografía Bolañesca disfruta a cabalidad; sin embargo hay que destacar que en ninguna medida, la falta de conocimientos previos o carácter neófito del receptor, impiden al lector profano acceder libremente a las novelas, cuentos y poesía de este escritor. En otras palabras, similar a lo que ocurre con el double coding, la obra de Bolaño opera en dos niveles, en este caso, ante Amuleto, el lector nuevo enfrentará una obra cerrada y autónoma, en la cual se exponen los delirios y digresiones de una inmigrante perdida en México cuya vida es indisociable de la literatura, al punto que dentro de su devenir, el momento crucial de su vida constituye la reclusión involuntaria en un baño durante la toma violenta de la UNAM. Espacio tiempo que sirve como puente para proyectar la incertidumbre de su presente valiéndose del racconto, flashbacks, fast-forwards y proyecciones visionarias del mundo que la rodea, tanto material, compuesto por amigos, la sociedad mexicana y aquellos compañeros de ruta que son convocados, como inmaterial y que corresponde al mundo literario, político y cultural junto al futuro de la sociedad latinoamericana; en especial, el destino de los poetas jóvenes. Sin embargo, el texto más allá de la historia básica, posee una red de significado mayor para el lector tributario de una enciclopedia específica.

El lector asiduo a la obra de Bolaño, tendrá una perspectiva interpretativa mayor, pues la bibliografía interactúa solidariamente, lo cual permite como ya señalara previamente, llenar espacios en blanco, comprender los crossovers, o cruces de personajes, ambientes y hechos, y asimilar de mejor manera la re-escritura como estrategia, el lector se hace co-participe de este hipertexto de Los Detectives Salvajes actualizando el texto de modo abierto y rizomático, tal como plantean Deleuze y Guattari con su modelo antifundacional y epistemológico en el que la organización de los elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro. (Deleuze & Guattari 1972:13)

Yo puedo elegir leer primero Amuleto y abrir nuevos espacios que afecten a la gran novela de la cual emana o puedo leer esta a la par de los cuentos a los que se haya hermanado, Detectives de Llamadas telefónicas por ejemplo o la poesía del autor, como es el caso de Tres. Atendemos por tanto; a un sistema mayor. No sólo la obra sino todo el quehacer escritural de Bolaño, al cual el lector puede acceder libremente en cualquier dirección. Pues en un modelo rizomático, cualquier predicado puede incidir en la concepción de otros elementos de la estructura, sin importar su posición recíproca. El rizoma carece, por lo tanto, de centro, un rasgo que lo ha hecho de particular interés en la filosofía de la ciencia y de la sociedad, la semiótica, la teoría de la comunicación contemporánea y en este caso; la literatura y una concepción total. Unidad desde la fragmentación.

Metanarratividad: Casetti y Di Chio (1990), definen la metanarratividad como "el hecho de narrar el propio narrar, es decir, exhibir la propia acción del narrador, manifestar el texto como tal, convertir en explícitos los mecanismos y las grandes opciones que están en la base de toda la operación" (pág. 217). El objetivo de este recurso textual, es poner en evidencia el carácter de artificio del objeto artístico, desarticulando cualquier capacidad fundante del relato que se expone. El autor chileno en este caso, consigue el efecto a través de la construcción no sólo de un alter ego, sino de muchos, que de forma simultanea, aparecen en el mundo ficticio junto a otros actantes que al igual que él, responden a la realidad extratextual. Principalmente se trata de autores connotados del mundo literario y cultural que juegan un papel en la historia de modo directo, algunos ejemplos significativos: Octavio Paz, Pablo Neruda, Manuel Maples Arce, Augusto Monterroso, César Vallejo, Pedro Garfias, León Felipe, entre otros que de forma soterrada igualmente interactúan, Enrique Verastegui, los infrarrealistas, Los hora zero de Perú, Reinaldo Arenas, Antonio Di Benedetto, Alone, Ignacio Valente. La aparición de estos actantes que tienen asidero en lo real, lo podemos ligar a la autoconciencia de la narratividad, pues la mayoría aparecen como metatextos o como narradores que cuestionan o ponen en debate el proceso de escritura apelando al lector.

Bolaño deja constantemente en claro su presencia en la obra como autor y su afán de construir una narrativa total, que sirve de red de citas, por ello hay una intertextualidad autoconsciente de los personajes. El texto ya no pretende remitir a una realidad ordenada apelando tan sólo a la referencialidad de hechos, sino que alude a otros textos, las personalidades y biografías, los hitos como textos que se pueden manipular, deformar, editar y reescribir, con ello se pone de manifiesto la artificiosidad del conjunto y su carácter de paradigma establecido por convención. Esta intertextualidad puede articularse en forma de homenaje o de ejercicio intelectual productor de sentido, pero más a menudo se construye a modo de parodia que desmitifica y se burla de la tradición. En espacial a aquellos que son fijados por la historia como elementos canónicos, Neruda y Paz en la poesía americana, Valente y Alone en la crítica chilena, Allende y Pinochet en la política americana. Los grandes -ismos y las generaciones que han marcado la pauta de la producción literaria en occidente: Nicanor Parra, sin embargo, tendrá una estatua en una plaza de Chile en el año 2059. Octavio Paz tendrá una estatua en México en el año 2020. Ernesto Cardenal tendrá una estatua, no muy grande, en Nicaragua en el año 2018. Pero todas las estatuas vuelan, por intervención divina o más usualmente por dinamita, como voló la estatua de Heine. Así que no confiemos demasiado en las estatuas. (Amuleto 2002)

También debemos considerar aquellas figuras que componen el contexto del autor en México como es el caso de Ulises Lima (Mario Santiago Papasquiaro) y Ernesto San Epifanio (Dario Galicia) cuya presencia y relación con la realidad va menguando el pacto ficcional a la par que se desfigura lo verosímil.

Uno de sus viejos amigos, sin embargo, no se alejó de él. Ernesto San Epifanio. Yo conocí primero a Arturo, luego conocí a Ernesto San Epifanio una noche radiante del año 1971. Por entonces Arturo era el más joven del grupo. Luego llegó Ernesto, que era un año o unos meses más joven que él, y Arturito perdió ese sitial equívoco y brillante. Pero entre ellos no hubo envidias de ninguna clase y cuando Arturo volvió de Chile, en enero de 1974, Ernesto San Epifanio siguió siendo su amigo. (Amuleto 2002)

En este grupo podemos contar a la misma Auxilio Lacouture, narradora protagonista de Amuleto que corresponde a Alcira Soust Scaffo (poeta uruguaya que vivió muchos años en México y que se quedó encerrada en la Ciudad Universitaria en unos sanitarios, todo el tiempo que los militares tuvieron tomada la UNAM) En esto no hay que olvidar al autor que aparece de manera reiterada como Belano, Arturo Belano, B, Bolaño o simplemente Roberto Bolaño y los guiños constantes a su vida, su familia, la gesta del infrarrealismo y sus devaneos en Chile pre y post dictadura: Cuando Arturo regresó a México, en enero de 1974, ya era otro. Allende había caído y el había cumplido con su deber, eso me lo contó su hermana, Arturito había cumplido y su conciencia, su terrible conciencia de machito latinoamericano, en teoría no tenía nada de que reprocharse.

La metanarratividad la entiende Eco como "...reflexión que el texto hace sobre sí mismo y la propia naturaleza, o como intrusión de la voz del autor que medita sobre lo que está contando y que incluso llega a exhortar al lector a que comparta sus reflexiones" En esa medida vemos a Bolaño en la obra, su desarrollo como joven adolescente en México y su destino incierto como escritor errante en Europa, lo cual va resquebrajando la frontera realidad/ficción y desafía al eventual receptor que debe sopesar la ocurrencia de los hechos narrados, cuestionando si se trata de una crónica o biografía narrativizada. En la medida que la obra sigue siendo una ficción, el lector debe tomar una opción interpretativa. Sea cual sea esta, la síntesis indefectible estará ligada con el mundo extraliterario. La metalepsis del autor y del mundo extratextual, entendido por el diccionario de retórica como “una metonimia que consiste en tomar el antecedente por el consecuente o viceversa” y que Genette, vinculando justamente a la narratología con la retórica nos señala como "la metalepsis de autor" es cuando el narrador extra-diegético (que está fuera de la historia que se cuenta) o sea el autor implícito de la novela, rompe el flujo de la narración y apela al personaje o al narratario (a quien el narrador dirige su discurso). De este modo, el autor implícito se introduce a la narración y se vuelve parte de la historia o diégesis. En Amuleto la aparición de los autores de la diáspora del 27, Monterroso, situaciones y personajes de México en los años previos a los 70 y Belano alter ego de Bolaño, como protagonista junto a Ernesto San Epifanio, serán un referente ineludible por lo cual esta metalepsis del autor opera en ambos sentidos tanto para el escritor o autor extratextual que pasa a formar parte de la obra como actante así como para el lector y su mundo pues, la novela de forma explicita; afecta dialécticamente al mundo como proyecto cultural al relativizar la frontera entre lo real y lo ficticio

Las listas imaginarias o taxonomías de corte hiperbólico: Es costumbre del autor a lo largo de su obra introducir mensajes, diálogos, digresiones, fluir de la conciencia a manera de taxonomías, listas de libros, tropos literarios, autores, movimientos y estilos, fobias, filias, humor negro, todo dirigido al lector. Este juego exuberante tiene la finalidad de apelar de modo directo sobre la conciencia del lector a fin de orientar sus preferencias. Sin embargo, además del juego intertextual hay un afán selectivo que se remonta en su dialogismo a la tradición de Rabelais, pues estas juegan a señalar discrepancias e intereses hacia los elementos enlistados. Ay, a mí me gusta tanto la literatura griega, desde Safo hasta Giorgos Seferis. Yo vi el viento que recorría la Universidad como si disfrutara de las últimas claridades del día. (Amuleto 2002) Por otra parte se alimenta el carácter antifundacional y desfundante que al autor promueve con la heteroglosia, afectando el rol canónico de la crítica y de gran parte del sector literario, conformado por antologías, críticos y editoriales. Bolaño irrumpe a lo largo de toda su obra, narrativa, poética y ensayística con nuevas listas que sirven como mecanismos dialécticos que a manera de síntesis, amplían los limites de lo que receptor puede llegar a conocer. Carlos cuevas Guerrero señala al respecto en su investigación “Escritura e hipérbole: Lectura de 2666 de Roberto Bolaño” que: El aspecto catalógico de Bolaño es un absurdo ad infinitum, y desde ahí es que podemos sorprendernos de la validez de ese mismo absurdo como sentimiento que habita en su universo novelesco.

Entonces yo tomaba aliento, dudaba, ponía la mente en blanco y finalmente decía: mis profecías son éstas. Vladímir Maiakovski volverá a estar de moda allá por el año 2150. James Joyce se reencarnará en un niño chino en el año 2124. Thomas Mann se convertirá en un farmacéutico ecuatoriano en el año 2101. Marcel Proust entrará en un desesperado y prolongado olvido a partir del año 2033. Ezra Pound desaparecerá de algunas bibliotecas en el año 2089. Vachel Lindsay será un poeta de masas en el año 2101. César Vallejo será leído en los túneles en el año 2045. Jorge Luis Borges será leído en los túneles en el año 2045. Vicente Huidobro será un poeta de masas en el año 2045. Virginia Woolf se reencarnará en una narradora argentina en el año 2076. Louis Ferdinand Céline entrará en el Purgatorio en el año 2094. Paul Eluard será un poeta de masas en el año 2101. (Amuleto 2002)

En lo exagerado y grotesco de estas analogías que rayan en lo absurdo, hay un orden caótico que también muestra ese afán de la unidad en la fragmentación y que cuevas destaca en los siguientes términos: Este lenguaje hiperbólico irrumpe como mecanismo desestabilizador de la lista misma, de la taxonomía como estructura ordenadora de sentido. En un sentido inverso y complementario a la lista emana la formación de un nuevo canon, pues los listados de Bolaño así como los delirios proféticos de su personaje Auxilio que ya he señalado, juega un papel alegórico como memoria total, símbolo del Aleph y de su estética caótica e incierta, también son proyectos, visiones que el autor tiene de este oficio tormentoso que es el quehacer literario. Por tanto mientras con unas listas va desmitificando a ciertos autores y su influencia, socavando y fragmentando el vox populi, con otros sugiere nuevos nombres que a su parecer se sumaran a esta lucha titánica. Carlos Cuevas al respecto añade lo siguiente: El canon funciona, no como una revisión del pasado, sino que es un acto fundacional de los lineamientos de escrituras del porvenir, una acción de reciclaje de lo que fue la literatura del boom para instaurar una proyección. Esta voluntad de futuro se manifiesta en una entrevista en donde Bolaño incluye a Rodrigo Fresán, no tanto por el escritor que es, sino por lo que será.

Los listados de Bolaño se relacionan con su mirada integradora que no se conforma con mirar hacia atrás y conformarse con lo que fue, en el caso de Auxilio ella no se remite sólo a la lista de hijos que tuvo sino que se extiende a los que vendrán: Yo era la madre caminante. La transeúnte. La vida me embarcó en otras historias. (…) los conocía a todos, a todos los jóvenes poetas del DF, a los que nacieron aquí y a los que llegaron de provincias, y a los que el oleaje trajo de otros lugares de Latinoamérica, y que los quería a todos. Entonces ellos me miraban y se quedaban en silencio. (Amuleto 2002)

Se piensa en esos que vendrán y continuarán la navegación en aguas turbulentas llevando a los lectores a nuevos destinos.

El palimpsesto: Aunque la obra por entero de Bolaño puede ser considerada un palimpsesto que el lector transita de forma recursiva reformulando las actualizaciones que tiene de cada uno de los textos desde la poesía a las novelas extensas y de estas a los pequeños relatos, afectando la percepción e interpretación de cada obra autónoma de acuerdo a la nueva información que se contrasta. En el caso especifico de Amuleto la re-escrituracion es un fenómeno tangible al tratarse esta de un hipertexto de Los Detectives Salvajes, específicamente del fragmento titulado Auxilio Lacouture, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México DF, diciembre de 1976. Este hipotexto visto a la luz de Amuleto, resulta una especie de síntesis previa de los hechos que luego el autor desarrollará extensamente por ejemplo: Yo vivía durante el día en la universidad haciendo mil cosas y por la noche vivía la vida bohemia, y dormía e iba desperdigando mis escasas pertenencias en casas de amigas y amigos, mi ropa, mis libros, mis revistas, mis fotos, yo Remedios Varo, yo Leonora Carrington, yo Eunice Odio, yo Lilian Serpas (ay, pobre Lilian Serpas). (Los detectives salvajes 2002)

El fragmento transcrito corresponde a la mención escueta de Remedios Varo y Lilian Serpas en el capitulo de los Detectives Salvajes, mientras que en la obra hay una serie de paginas dedicadas a este personaje y su relación con Auxilio Lacouture, ambas aparecen como presencias oníricas pero el rol de Serpas es gravitante para el desarrollo de la identidad de Lacouture, específicamente al ligar a esta a Carlos Coffen Serpas, hijo de la amante del Che. Asimismo ocurre con sus devaneos por el teatro universitario y la historia de su amiga Elena la filosofa: un día ayudaba a pasar a máquina los cursos del profesor García Liscano, otro día traducía textos del francés en el Departamento de francés, otro día me pegaba como una lapa a un grupo que hacia teatro y me pasaba ocho horas sin exagerar mirando los ensayos, yendo a buscar tortas, manejando experimentalmente los focos. (Los detectives salvajes 2002)

En Los Detectives tal como muestra la cita, sólo se enumeran situaciones, la mayoría de ellas se desarrollan en profundidad en Amuleto, su relación con académicos, sus trabajos en la universidad como factotum y la relación de amistad que la protagonista entabla con la joven coja de la facultad de filosofía, llamada Elena. Auxilio termina por convertirse en confidente del tormentoso amor que esta muchacha tiene con un Italiano llamado Paolo. Lo que queda claro, es que pese al menor desarrollo de ciertos hilos argumentales, ambas obras están interconectadas de forma prioritaria, tanto en su origen como destinación y aún más importante en sus posibilidades interpretativas. Lo cual sirve como muestra parcial y focalizada de todo el trabajo que realiza el autor en el grueso de su obra al encajar cada parte como un fragmento de un gran rompecabezas que cada lector debe armar buscando las piezas en realidades autónomas que por si solas y de forma independiente conforman un universo complejo capaz de alterar el significado y la idea de totalidad, dependiendo del punto en que como lector; uno se ubique.


7. A modo de conclusión

La particularidad de Amuleto reside en que las estrategias analizadas en su interior forman parte del repertorio general que Bolaño extiende en toda su obra literaria, como se pudo apreciar, el nexo implica tanto al ámbito poético, como ensayístico y narrativo. Lo cual hace de esta obra una visión completa pese a su brevedad. Por otra parte el texto posee una ventaja como instrumento de interpretación y aproximamiento al universo que el chileno ha creado con la palabra, esto en función de su relación hipertextual con Los Detectives Salvajes la novela mas galardonada y reconocida de Bolaño, premio Herralde y Rómulo Gallegos así como su vinculación semántica y estética, ligada a una visión apocalíptica, que incluye nociones como el sacrificio ante utopías irracionales y la violencia del mundo como espejo de un placer desbocado. Esto en general, une el discurso de Auxilio con las principales novelas mamut del creador, la póstuma 2666 y el espíritu general de su obra con respecto al desencanto ante el destino de millones de huérfanos de las letras y cultura latinoamericana

En tal caso, la voz de Bolaño así como la de la protagonista de Amuleto en concordancia a todo lo revisado, se plantea como una memoria caótica, capaz de aglutinar el amplio espectro cultural e histórico del continente y sus relaciones con el mundo. Esta memoria, funciona como una hiperbiblioteca que nos conecta con diversos mundos comunicativos lo cual ha sido bien recibido por parte de lectores informados o ávidos de ingresar a esta corriente del pensamiento. Otro factor a destacar en cuanto a las páginas del autor, es como se privilegia una mirada exenta del dominio de discursos fuertes e inflexibles, pues la visión de Bolaño es desmitificadora, irónica, ambigua y muchas veces contradictoria. Como señalara al revisar la ironía intertextual, la idea de parodiar, de poner discursos supuestamente elevados en seres periféricos y disminuidos por estar de espaldas al oficialismo y a los grandes discursos, le permite apartarse con plena consciencia de los lineamientos del canon y fundar un discurso original que no bombardea al destinatario con verdades y respuestas absolutas sino con visiones que se proyectan y permiten una libre navegación por los extensos mares de la incertidumbre y la búsqueda infinita del sentido. Literariamente hablando hay que destacar también como Bolaño con su quehacer, pretende disociarse de la anterior narrativa chilena y entrar agonalmente a dialogar con el llamado boom haciendo caso omiso de la sombra que ejercen Paz, Neruda y el lirismo español. Todas estas condiciones hacen de la memoria de Auxilio y sus visiones proféticas, una panorámica totalizadora e interdiscursiva del mundo, la historia, el continente y desde luego el devenir del mismo autor y su obra, al ser un signo cultural americano situado bajo un contexto universal. Podemos señalar en tal medida que la función de la voz de Lacouture es semiótica pues engloba todo el espectro sígnico y comunicante del hombre, lo cual la erige como una especie de consciencia que se complementa simbólicamente con el rol maternal que ella misma se atribuye ante las letras del continente. En definitiva, Amuleto como novela paradigmática de fines del siglo XX y principios del nuevo milenio, transporta a la narrativa latinoamericana y a sus distintas generaciones de voces a un nuevo estadio y proyección, lo cual es perceptible para el lector pues en sus páginas nos es permitido observar en acción, todos los niveles de la semiosis, la evolución desde el plano de la enunciación a la exploración intima del lenguaje así como, el rico diseño textual que el conocimiento y la impronta de Bolaño consigue al generar textos rizomáticos e hipertextuales.

Amuleto juega el rol de bitácora de toda la narrativa del autor; un mapa de vuelo idóneo que dialoga con el interprete instruyendo en torno al recorrido de una de las bibliografías más arriesgadas, prolíficas y atrayentes que se han escrito en español en los últimos 40 años. En palabras exactas de otra de las existencias del universo Bolañesco, el investigador literario Amalfitano de 2666, Amuleto como Baterbly o La Metamorfosis, sería un ejercicio de esgrima perfecto, no como sus hermanos mayores, batallas desordenadas, sangrientas, atemorizantes, fétidas y carentes de aplicación, geniales en su caos, en su apertura, Amuleto en cambio, redonda, exacta, presenta la finitud y entrenamiento preciso, es limpia, maravillosa y digna del gusto de un farmacéutico ilustrado.




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